Como el escritor que deja volar su imaginación al son de una pieza de música clásica en una habitación a oscuras, como el cantante que hace brotar de sus cuerdas vocales las notas de una romántica balada, como el pintor que dibuja una silueta tranquilamente sobre un lienzo frente a la imagen de lo que quiere plasmar. Como Juan Román Riquelme con un balón de fútbol en la zona de tres cuartos. Pura tranquilidad. Calma. 

Argentina. Gradas a reventar, sentimiento ultra, mosaicos, cánticos, afición. Furor. Mezcla un tanto extraña pero realmente atractiva. En el país más pasional para esto del fútbol se ubica la pausa más especial del balompié moderno, haciendo grande el rol por excelencia del fútbol sudamericano, el enganche, el genio que lleva la ‘10’ con elegancia y clase.

Román nunca dispuso de un físico dominador, ni de velocidad, explosividad o resistencia. Los atributos referentes a la capacidad de su cuerpo no cuentan entre sus virtudes. El Último 10, apodo significativo como ningún otro, lleva años viviendo de su talento, que le ha encumbrado a ser el más importante de siempre en el club donde también jugó el mejor de la historia, un tal Diego Armando Maradona, que también partía desde la mediapunta y vestía la ‘10’.

Cuando Riquelme recibe en la zona de tres cuartos, en su hábitat natural, en el carril del ‘10’, el mundo se para por unos segundos. Él piensa y, como solo pueden hacer los mejores, decide y acierta con su pie de seda. Él pone la pausa necesaria para marcar diferencias en el juego, apoyado en su visión de juego, capacidad para dar el último pase y golpeo de balón.

Conste que su leyenda no es perfecta, como todas. El bonaerense es acusado por sus detractores de ser pechofrío, de arrugarse en los momentos importantes, y también de ser un futbolista díscolo y problemático. En el ritmo de un gran club europeo, como el Barça, nunca se adaptó y fracasó. 

Pese a todo, considerado por méritos propios el mejor futbolista de la historia de Boca, y también siendo artífice de aquel entrañable Villarreal de Pellegrini (maldito penalti), el eterno 10 se ha ganado su gran lugar en la memoria del fútbol. El final se acerca, por lo que es momento de disfrutar de las últimas pinceladas de genialidad del enganche.

Mañana, domingo 6 de octubre, 23.15h (hora española, 18.15h en Argentina), en Buenos Aires, capital del balompié, se vuelve a disputar su partido, y en el cálido ambiente volverá a surgir la pausada figura de Román. Mañana, River-Boca en territorio de La Banda, en El Monumental.