Cuatro millones de cuervos estábamos esperando este momento. Cuatro meses y cuatro días después de levantar la Copa Libertadores aquél glorioso y recordado trece de agosto. Se hizo eterna la espera, pero el Mundial de Clubes llegó. Nos tocó enfrentar al, en teoría, débil Auckland City de Nueva Zelanda. Pero, lo que parecía accesible en los papeles, que era todo un trámite, se nos complicó y mucho. Sufrimos más de lo pensado, lejos estuvimos de ser el equipo que levantó la Libertadores. Nos costó tanto que tuvimos que necesitar más de 90 minutos para ganarlo. Y, sí... el sábado chocamos ante la máquina del Real Madrid.

El partido en sí, ante los de Nueva Zelanda, fue pobre. Fuimos pobres en cuanto a nivel de juego. Durante el primer tiempo, San Lorenzo nunca pudo asumir el protagonismo. Capaz fueron los nervios los que traicionaron a los once guerreros que defendieron en cancha los hermosos colores azulgranas. Pero no podíamos encontrar por donde entrarle, no generábamos peligro. En cambio, con muchas limitaciones, el campeón de Oceanía se acercaba al arco custodiado por Sebastián Torrico. Pero, cuando parecía que terminaba en cero el primer tiempo, el Ciclón llegó y fue muy efectivo: una gran jugada colectiva que fue de derecha a izquierda, Emmanuel Mas tiró el centro y le quedó al Pitu Barrientos dentro del área y no perdonó, gol del Santo. Parecía que habíamos encontrado el camino, pero...

Arrancó la segunda etapa y, otra vez, estaban 10 jugadores cuervos atrás de mitad de cancha y sólo Martín Cauteruccio los corría a los defensores rivales. El Ciclón especulaba con lo que podía llegar a hacer el Auckland, pero no contó con ninguna chance para aumentar la diferencia. Y, de tanto buscar, los de Nueva Zelanda encontraron el empate. Luego de un pase del argentino, Emiliano Tade, quedó sólo Berlanga que tuvo que empujarla. Nos empataron y parecía que se nos caía el mundo abajo, no lo podíamos creer. Personalmente pensaba '¿por qué siempre tenemos que sufrir?'. En ese momento entró el Pipi Romagnoli, nuestro ídolo, nuestro abanderado. Y, más tarde ingresó Mauro Matos. En el medio de los cambios, Caute se generó una posibilidad y reventó el palo. En ese momento sabíamos que si no entraba esa no era ninguna, que iba al alargue. Y así fue. Antes, nos salvamos, porque Tade quedó mano a mano y sorpresivamente le pegó muy mal (¿Lorenzo Massa habrá tenido algo que ver?). 

El partido fue al suplementario. Ahí encontramos lo que nos hacía falta, el gol de la victoria: centro del Pipi y apareció Mauro Matos, el de los goles importantes, como el que le marcó a Nacional en la ida de la final de la Libertadores. Lo gritó Mauro y todo el mundo azulgrana. Después de eso no hubo más juego, sólo jugadas aisladas como un mano a mano que tuvo Cauteruccio. Sobre el final, nos volvimos a salvar. Berlanga remató desde lejos, Torri no llegó y la pelota se estrelló en el palo. Palo bonito, en el que seguramente el Papa Francisco habrá hecho su parte. Sí, hasta en el día de su cumpleaños nos ayudó.

Ahora nos toca el Real Madrid, como queríamos, como pensábamos. El sábado, ante los españoles, serán 11 jugadores en la cancha, 7 mil cuervos en Marruecos y casi 4 millones haciendo fuerza en todo el mundo. Estamos a un partido de la gloria. A 90 minutos de hacer historia...

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