Demás está decir que el "Millonario" nunca debió haberse ido de la Primera División. Así la historia lo marcaba, así la historia lo obligaba, pero una cadena de desgracias a lo largo de los años llevó a que River, el más grande lejos, descendiera una categoría y esté condenado a jugar un año el Torneo Nacional "B".

"La caída de los grandes es la felicidad de los mediocres", fue una frase que se hizo piel con el transcurso de los meses. Porque 12 meses no es poco tiempo, y 12 meses tuvimos que aguantar cargadas, afiches, bochornos y vergüenzas. Pero el amor por River siempre fue más grande, fue nuestro escudo hacia todas las calamidades de los demás. Porque somos hinchas de River, de la camiseta, de los colores, del club; y más allá de todo, sabemos que no hay nada más lindo que llevar con orgullo la casaca roja y blanca por las calles.

Cada partido era un infarto más. Era un camino largo, pero no podíamos dejar pasar ninguna oportunidad de estar ahí arriba, cerca del sueño que todas las noches aparecía vagando en nuestras cabezas. Hasta que el tiempo fue acomodando las cosas en su lugar, y llegando el final, los corazones latían más fuerte que nunca.

363 noches soñando con este día. 364 días pensando y sufriendo este partido. La tortura podría llegar a su fin y sólo dependíamos de nosotros mismos. Con todas las cábalas, camisetas y trapos encima, todos los hinchas de River estabamos prendidos a lo largo del mundo. En la cancha, en un bar, en nuestras casas, en Internet o pegados a la radio; no sólo los riverplatenses, sino también hinchas ajenos o terceros que sólo querían saber qué iba a pasar, porque somos River, no somos cualquier equipo.

23 de Junio de 2012: la pantalla dividida en cuatro, con los cuatro posibles candidatos para el ascenso. Cuatro, de los cuales dos subirían directamente y los otros dos jugarían una promoción.

En esa tarde especial, el sol acariciaba los rostros de los "millonarios" que se iban acercando al Monumental. Nuestro rival: Almirante Brown, dirigido por un técnico de la vereda de enfrente: Blas Giunta.

A lo largo del primer tiempo, se vio un River flojo, que nos llenó de incertidumbre. Sin embargo, dentro nuestro latían los corazones a mil. Porque sabíamos que podíamos, porque sabíamos que era ahora o nunca, porque era nuestra oportunidad de dejar todo atrás.

Al entretiempo igualados en cero y los rostros pálidos de preocupación se dibujaban en los hinchas que se encontraban en el Templo.

Pero una estrella vino para sacar a River de aprietos, y esa misma estrella franco-argentina fue la que a los 4 minutos del segundo tiempo hizo estallar las gargantas de todos. Gol de David Trezeguet. A partir de ahí, justificamos la victoria con un buen manejo de pelota. Pero el resultado era ajustado, y sabemos que cuando falta cabeza y sobran nervios la situación puede ponerse tensa.

La Nación

Penal para River, que el mismísimo goleador falló. Con el correr de los minutos, la ansiedad inundaba el pecho de los hinchas. Pero a los 43 minutos del complemento se cierra la historia. Golazo nuevamente de Trezeguet. Y el resto, es historia.

Alivio. Desahogo. Felicidad. Cada garganta gritó por más de lo normal. Cada persona dejó parte de sí en cada abrazo. Cada lágrima recorrió más de una mejilla.

Por fin se terminó la tortura. Por fin se terminó el sufrimiento. River volvió a Primera. La B es historia, historia que supimos dejar atrás para renacer y volver a ser.

Ni perdón ni olvido. Un grande puede caer, pero tiene que aprender a levantarse.

+ Reviví el partido del ascenso:

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