A lo largo de los años, Vélez Sarsfield se convirtió en un club modelo, admirado dentro y fuera de la cancha. Una institución que gracias al autor material de estos logros José Pepe Amalfitani hoy puede mirar hacia atrás y ensanchar el pecho con palabras de agradecimiento a este primer institucionalista.

Don Pepe fue presidente por primera vez de Vélez entre 1923 y 1925. Era un visionario, tal así que entendía que el fútbol jamás iba a estar por encima de lo institucional, cuidando cada peso como si fuera el último e invirtiendo constantemente en obras, antes que en futbolistas o directores técnicos. El club era una respuesta a las necesidades de un medio social determinado, con el que los dirigentes debían estar comprometidos antes que con una hinchada o algún tipo de agrupación política.

Apoyado en el fútbol y en el barrio, Vélez Sarsfield fue creciendo de manera exponencial sin previo aviso, tal así que alcanzó un progreso que ningún otro club había logrado tras instaurarse el profesionalismo en 1931: casi en 30 años, su caudal societario se multiplicó por 100.

Si bien Pepe había sido presidente a principios de siglo, en 1941 fue elegido nuevamente para ocupar ese cargo que lo cumplió de una manera simple, humilde, e incansable hasta el momento de su fallecimiento. El club pasaba en ese entonces el peor momento de su historia: había descendido a la segunda división y se encontraba prácticamente sin dinero. Estos factores, principalmente la pérdida de la categoría fue un retroceso importante, en consecuencia, los socios renunciaban y el plantel profesional se desbandaba.

Como si eso fuera poco el problema económico era un golpe importante ya que en ese momento alquilaba en Villa Luro, pero desde 1936 acumulaba una deuda por la que el desalojo y el embargo de todos sus bienes era inminente. Para la solución de un pasivo de casi 40 mil pesos solicitó a la comisión directiva que colaboraran con su propio patrimonio para saldar la deuda. La respuesta fue negativa, pero lejos de amilanarse resolvió asumir personalmente los avales de la deuda, comprometiendo el futuro de su mujer e hijo. Conmovidos por dicho gesto, los demás dirigentes aceptaron colaborar con lo que pudieran.

Para analizar esta dramática situación por la cual pasaba en el club se reunieron pocos días después consumado el descenso varios socios y ex presidentes, entre ellos prevalecía la resignación y todos hablaban de la desaparición del club, hasta que José hizo oír su voz. “Yo no he venido al funeral de Vélez Sarsfield. ¡Mientras haya 10 socios, el club sigue en pie!”. Palabras que junto con un discurso esperanzador le daba nuevamente vida al Fortín.

El siguiente objetivo era conseguir un sitio en el cual el desarrollo social y deportivo podría crecer. El lugar elegido fue el barrio de Liniers mas precisamente en unos terrenos inundables pertenecientes al ferrocarril, cuyas autoridades ya daban por perdidos. Allí, en una bifurcación del arroyo Maldonado que formaba un bañado donde varios vecinos iban a cazar patos, donde se veía nada más que un pantano, Amalfitani vio un lugar estratégico en el epicentro de una barriada humilde con un crecimiento acelerado debido a la industrialización como el lugar adecuado.

Tras rellenar 33 mil metros cuadrados de laguna y una ardua construcción, Vélez inauguró su nuevo Fortín de madera en Barragan y Gaona (hoy Avenida Juan B. Justo). Luego de que el equipo vuelva a primera división el estadio se iba modernizando, los viejos tablones de madera se convertían en imponentes estructuras de cemento, y alrededor de esa edificación el club comenzó un periodo de notable desarrollo en lo social, que dio pie a nuevas obras y disciplinas que iban sumándose una tras otra a un ritmo vertiginoso.

El 7 de diciembre de 1968 se decidió bautizar el estadio como “José Amalfitani”. Ese mismo año Vélez lograba su primer título nacional en la historia, tras haber igualado con River Plate se coronaba campeón por diferencia del gol. Meses más tarde, más precisamente un 14 de mayo de 1969 José Amalfitani muere, dejando un legado y una idea de institución que ninguna otra asociación en la Argentina la tenía. Lo despidieron entre lágrimas, pero recordando su grandeza, su vocación, y sobre todas las cosas su amor al club.

Es posible que ninguna otra institución de la Argentina le deba tanto a un dirigente como Vélez a Don Pepe. Es justo decir también que todas las glorias y todos los éxitos del club, tienen su piedra fundamental en la labor de este hombre. Hablar de Vélez es hablar de Don Pepe Amalfitani, y hablar de Don Pepe Amalfitani es hablar de Vélez. Siempre será así.

Agradecer a (@Historiadevelez y @egerbek) por la información brindada.