Desde hace años, Godoy Cruz e Independiente Rivadavia son los clubes más representativos y más convocantes de la provincia de Mendoza. Pese a que no es un clásico, el Tomba y la Lepra mendocina han brindado grandes partidos, que han quedado en la memoria de los hinchas y de la historia del fútbol argentino. 

Un 17 de mayo, pero de 2002, se disputaban más que tres puntos en juego, se disputaban nada más ni nada menos que la permanencia en el Nacional B. El Expreso le ganó por 1 a 0 al Independiente con gol de Alejando Cachorro Abaurre y condenó a los azules a disputar el Torneo Argentino A al año siguiente. 

Pero tuvieron que marchitarse seis largos años para que Godoy Cruz, descendido en aquel entonces de la Primera División, se reemprendiera a rivalizar un nuevo capítulo contra Independiente de Rivadavia, elenco que retornaba a la segunda categoría del fútbol argentino. El primer encuentro se disputó en el Malvinas Argentinas y fue triunfo para el Tomba por 3 a 2.  

En la ronda siguiente, los de azul y blanco eran candidatos serios para luchar el ascenso y quedarse con el campeonato. La Lepra mendocina debía ganar para no sufrir con los promedios. El encuentro terminó a favor del Expreso por 1 a 0 con gol de David Fernández y Godoy Cruz daba un paso importante para volver a la máxima del fútbol argentino. 

El encuentro es recordado porque en el partido anterior malvivientes ingresaron al club Godoy Cruz y se robaron la indumentaria del Tomba, David Fernández quien le marcarse gol en el primer partido, se compró unos botines rojos de una empresa conocida. El Fideo volvió a usar los botines y a marcar un gol frente a los leprosos en su casa, en el Estadio Bautista Gargantini. 

Sobre el encuentro  

El juego empezó, con los azules presionando a los del medio y los de atrás. Con Gómez, De La Vega y Fernández imprimiendo juego por el sector derecho del ataque, pero abusando hasta el hartazgo de los centros a la olla que finalizaban en los acertados despejes defensivos.  

La pelota era poder de los de Trotta, las intenciones y las eventuales chances también. Godoy Cruz no se hallaba, se escabullía entre lo que hacer y cómo hacerlo. Ramírez sin brújula, facilitaba la labor de los cuatro del fondo leproso.  

El período inicial arrojó como balance, una actitud mayormente ofensiva, pero con defectos en la puntada final por parte de Independiente y un extremado cuidado en las formas y el juego por parte de Godoy Cruz. La segunda mitad tuvo un nuevo protagonista en cancha, Ferrero, que se coló entre los defensas tombinos intentando permitirle un error, que no llegó. 

El visitante prendió la mecha de la vocación por ir y Aguirre desfachatado y sin temores se arrinconó por la derecha y machacó con sus corridas arriesgadas. Su improvisación y celeridad generaron demasiadas flaquezas en la ya adelantada defensa azul y su gestión tuvo premio, con un arranque suyo y una definición a puro coraje del joven David Fernández, quien festejase sacándose unos de sus botines rojos para besarlo. 

El gol tranquilizó al Tomba e intranquilizó a la Lepra, que perdido por perdido fue ciegamente a torcer la historia, que a esa altura y por las características del juego, ya parecía sentenciada. El tiempo pasaba, la desesperación se adueñaba de los locales y las buenas intenciones se esfumaban rápidamente. 

Y el grito silencioso que invadió un aletargado Bautista Gargantini, hizo sentir la victoria visitante por segunda vez en la misma temporada. 


Hoy, después de diez años, los hinchas del Bodeguero recuerdan el "clásico" por redes sociales. Sin lugar a dudas fue un partido emotivo y fundamental para que Godoy Cruz volviera a la Primera División del fútbol argentino.