Marcos Flores fue un futbolista que dejó una huella muy grande en la historia de Unión. Si bien sus rendimientos fueron altos en sus últimos años como jugador Tatengue, el enganche quedó en el corazón de los hinchas, por lo fundamental que fue para que el equipo llegara a disputar aquella promoción jugada ante Gimnasia de Jujuy en el año 2008. Sin embargo en 2008 se marchó del club.

En diálogo con el enganche, contó sobre el motivo por el cual se perdió aquella promoción: “Porque ese día, Unión le soltó la mano a Gugnali. Y sin él, iba a ser imposible competir. Las campañas posteriores lo reflejan. Unión tuvo su propio terremoto después de que se fue Gugnali y de esa final, hasta que se reorganizó. Sentí que si no me iba ahí, no me iba más, porque yo quería demasiado a Unión. Y la otra foto que me queda es ese rebote que me quedó y se la dí a las manos a Nereo. Me quería morir… ¿Sabés por qué?, porque yo me crié en Unión, desayuné té sin azúcar y pan duro. Aprendí a tener hambre sin razón, porque mi viejo, que falleció en febrero, era médico ginecólogo y si algo no faltaba era la comida. Pero en la pensión de Unión aprendí eso, aprendí a amar la camiseta con Claudio Gugnali y me forjé como persona. Venían las madres de patín a darnos de comer, eso hoy, a la distancia, me emociona y no lo olvido”.

Luego, Flores de 32 años explicó porque tomo esa decisión de recorrer varias ligas que nadie conocía: “Australia, China, Indonesia, Estados Unidos y Rusia. Recorrí el camino que menos huellas tenía. Nadie miraba el “Fox de Australia” cuando yo era el mejor jugador de esa liga o el “Olé de Indonesia” cuando también andaba muy bien. Pero no me quejo. Aprendí de todo, ¡hasta hacer una arenga en el vestuario en indonés!... Pero claro, ¿quién se iba a fijar en mí si jugaba ahí?”.

Después contó en que otras posiciones jugó: “Me tuve que hacer doble cinco aguerrido o media punta, como cuando en Newell’s jugaba detrás de “Tacuara” Cardozo. Ya en aquél tiempo, cuando aparecí en Unión a los 19 años, el enganche estaba en desaparición. Sólo Riquelme quedaba”.

Por último comentó sobre su recuerdo de aquel día de su debut: “Oyeras me manda al banco y lo llamo a mi viejo para decirle que por fin iba a entrar, porque Cachín Blanco me llevaba y me dejaba casi siempre afuera del banco. Me tragué el chicle cuando el profe me avisó que intensificara porque iba a entrar. En la primera pelota lo veo solo al Picante Pereyra y se la meto en profundidad. Yo quería que hiciera el gol porque los enganches estamos para eso, para asistir a otros para que la metan. Y después, ganábamos 2 a 0, el Sapito Cúder pateó al arco, el arquero dio rebote y yo, que estaba corriendo como un loquito por todos lados, aproveché y la empujé. Me saqué la camiseta en el festejo… No había necesidad, porque estábamos 3 a 0”.