River Plate es un grande de verdad. Un equipo no es gigante solo cuando gana, sino que lo es cuando además de triunfar, se sobrepone a las adversidades, a los golpes, a las decepciones y a las injusticias. Eso es River. Un club que supo resurgir de las cenizas, luego de irse al descenso en 2011. Un cuadro que logró superar las dificultades y con mucha grandeza se consagró campeón de la Copa Libertadores en el mítico estadio Santiago Bernabeu de España, nada más y nada menos que ante Boca Juniors, su archirival.

Al Millonario no hay manera de voltearlo. Lo perjudicaron cuando le sacaron la localia para la Final de vuelta ante el Xeneize, cuando suspendieron a Marcelo Gallardo (quedó inhabilitado hasta para dar indicaciones a sus dirigidos en el entretiempo) y cuando hicieron lo mismo con el delantero, Rafael Borré, porque llegó al límite de amonestaciones. A eso sumarle que Ignacio Scocco, unos de sus goleadores, no pudo estar en ese Superclásico por el desgarro del que no pudo recuperarse. El panorama pintaba muy difícil. Sin embargo, el plantel sacó a relucir su carácter futbolístico, aquel que es una insignia de la era de Gallardo como entrenador de River.

Da la sensación que este equipo de la Banda es como Rocky Balboa. Parece que va a perder, que no hay forma de que pueda recuperarse y sin embargo se levanta, saca fuerzas y fútbol que nadie se espera, para ganar cotejos que a priori eran casi imposibles que pudiera triunfar.

En los choques de vuelta ante Independiente, Gremio y Boca, parecía que River iba a caer, porque el equipo era superado en el marcador y no tenía la lucidez suficiente para meter los goles necesarios para ganar. Pero el Millonario demostró vencer a las adversidades dentro de un campo de juego, sin recurrir a la violencia, a la soberbia o al juego sucio. Por el contrario, fue justo ganador en todos los partidos de la Libertadores.

Tanto en la vida misma como en el fútbol, la grandeza se construye con los buenos valores como el respeto, el trabajo y el compromiso, además de sobreponerse a las adversidades. Todo eso lleva al éxito. River dio una lección de vida. En vez de quejarse y lamentarse por que algo no salió bien, o por una injusticia como la quita de la localía, puso el pecho, enfrentó a Boca en España y lo venció, a lo grande y a lo guapo. Incluso, las dificultades se presentaron hasta en el partido mismo, cuando los entrenados por Barros Schellotto se ponían en ventaja por 1-0.

Hay una frase de una de las películas de Rocky Balboa, en donde el protagonista comenta algo que calza a la perfección con lo que es este cuadro: “No importa lo fuerte que golpeas, sino lo fuerte que eres cuando te golpean”. Literalmente: River se la bancó ante Boca, un fuerte rival, y las decisiones de la Conmebol.

Se puede replicar otra frase célebre: “No hay mal que por bien no venga”. Ese mal fue la quita de la localía en el estadio Monumental, y el hecho de que la Conmebol haya mandado a los dos clubes a disputar la Final a Madrid.

Eso sirvió para que los ojos del mundo futbolero vean lo grande que es River. Los jugadores supieron interpretar que era la chance para demostrar al mundo lo gigante que es el equipo de Gallardo. Y así fue. Ganaron y levantaron la Copa Libertadores en el Santiago Bernabeu, estadio que no es fácil ser campeón. El Millo pudo y todos lo vieron. Incluso hasta los rivales pusieron caras de sorprendidos cuando Juan Fernando Quintero marcó el 2-1 con un tremendo golazo. No podían creer lo grande que es River.

Es muy destacable y hace más grande a River que luego de los incidentes con el micro de Boca, tanto los jugadores, como el entrenador y el presidente de la Banda, no querían disputar el encuentro con ventaja deportiva, debido a que los futbolistas del Xeneize estaban mal psicológica y físicamente por las agresiones. Fue tan así, que decidieron suspender el encuentro y tratar de ganar la copa en la cancha, en igualdad de condiciones, a pesar de que los dirigentes de Boca pudieran pedir la copa en el escritorio y la descalificación de la Banda del certamen (cosas que después hicieron).

Más allá de la alegría por el triunfo, este plantel de River dio otra lección de vida: ser respetuoso en la victoria. Una vez que finalizó el Superclásico, los futbolistas, integrante del cuerpo técnico y de la dirigencia se acercaron a saludar a los jugadores rivales, y los felicitaron por el esfuerzo que hicieron en la cancha, además de abrazarlos y consolarlos por la tristeza que tenían de perder semejante partido.

River no solo es gigante por sus 64 títulos cosechados a lo largo de sus 117 años de historia, sino porque también demostró que como club supo reponerse a las dificultades, ganar en buena ley, con mucha humildad y respeto al rival, a pesar de alguna que otra injusticia o golpe que recibió. Merecido campeón de América y de la vida. Es un orgullo para los hinchas de la Banda, que alientan por un grande de verdad.