Sería un chiste de mal gusto incluir aquel empate en el Monumental, con Soldano jugando de ocho, entre los argumentos de este Boca campeón de la Superliga.

Francamente, si repasamos las doce temporadas que Boca atravesó desde allá por 2008, cuando Russo finalizaba su primer ciclo en el equipo, podríamos rescatar ráfagas muy esporádicas en las que el juego se asimile al que hoy se consigue practicar.

Es de clara evidencia que el incremento del nivel de Fabra, Campuzano, Villa o el mismo Carlitos Tevez que da la sensación de volver a tener 19 años otra vez, es de gran importancia para considerar el rendimiento global del equipo.

Sin embargo, lo más adecuado pasa por enfocarse en la idea que propaga el entrenador desde su llegada en enero. Boca ahora ejerce el papel que debe. Con la posesión del balón y el orden táctico, el protagonismo del encuentro no tarda en llegar. La determinación gracias a la jerarquía individual es ahora un factor continuo. Y las tareas defensivas ya no se efectúan componiendo un bloque bajo, sino haciendo más goles.

Es importante no confundir ni alimentar la mediatización: sería muy injusto, tanto para River como para este nuevo Boca, una posible comparación tan tempranera. No obstante, al menos de momento, sí se puede afirmar que el equipo de la Ribera, esta vez sí respeta su historia. Boca está feliz.