Confidente en su llegada y firme con el paso. La determinación fijada en sus ojos daba indicios de lo que mostraría en acción. Entre la categórica plantilla merengue, una particular estrella se distinguía de la constelación. Con motivo el Real Madrid-Barcelona, como marco el Santiago Bernabéu. El sueño de todo chico que se entrena para disfrutar y vivir el fútbol se estaba haciendo realidad.

James Rodríguez saltó al terreno de juego rodeado de 21 protagonistas del fútbol mundial para hacer su debut en el gran clásico español. A su lado Cristiano, Benzema e Isco. En frente Messi, Suárez y Neymar. El escolta de la Liga de las Estrellas iba a la caza del líder. El partido de los mil millones de euros entraba en disputa.

Pitazo inicial. Primera escena. Arranque fatídico, como de película de terror. El debutante culé, Luis Suárez, lanzaba un estupendo cambio de derecha a izquierda para que Neymar, tras un par de amagues, pusiera el latigazo en el palo izquierdo defendido por Iker Casillas. Marcador adverso con apenas tres minutos de haber iniciado. Cambio de página y a seguir.

El encuentro se volvió un monólogo a partir de la primera anotación. El cuadro local se adueñó de las acciones y, con Toni Kross hecho eje en el centro de la exhibición, se resolvió a buscar el empate con rápidas transiciones. James dio sus primeros toques de calidad y comenzó a ser estación obligatoria entre el trayecto del mediocampo y la ofensiva.

Dos postazos de Karim Benzemá dieron cuenta del ritmo frenético que imponía el Madrid en campo catalán. Isco sacaba provecho de la autopista creada en la banda derecha por Dani Alves, lateral con fijación de puntero, y contribuía a que el volante colombiano metiera peligro con centros estéticamente lanzados al área rival.

Foto: @GolCaracol

Con la intensidad de los dirigidos por Carlo Ancelotti, era cuestión de tiempo para que la igualdad se dibujara en la pizarra. En una situación infortunada, Piqué resbaló en medio de un cierre y el balón se encontró con su mano en el área. Penal más Cristiano es igual a balón en el fondo. Ecuación fiable. Adiós al invicto de Claudio Bravo. Marcador en tablas. Abrazo grupal antes del descanso, con James incluído.

La segunda mitad corroboró la inconsistencia que el Paris Saint Germain había evidenciado del Barcelona, equipo contrastado ampliamente entre su zaga y su ofensiva, pero que ningún adversario había corroborado en el medio doméstico. Nuevamente, como en los primeros 45’, el resultado se desequilibró con un ‘gol de camerino’. Kross envío un centro de esquina al área y Pepe, solitario como el llanero, cabeceó hacia la victoria.

A partir del segundo tanto, la pelota hizo caso omiso a cualquier intención que no estuviera dirigida por un uniforme blanco. El trámite, aunque ajustado en el marcador, se mostraba holgado por la consistencia del Madrid en todas sus líneas. James seguía al pie de la letra las instrucciones de su entrenador: Apoyo a Carvajal en defensa y despegue veloz para respaldar los contragolpes de Cristiano y compañía.

Con 30’ aún por jugarse el resultado era predecible. Y vaya que se confirmó. Un balón robado por Isco en el medio tomó mal parada a la defensa catalana. Cristiano combinó con James y el colombiano, decorando una soberbia actuación, asistió a Benzema para que el francés pusiera el 3-1 final. En las tribunas del Bernabéu quedó tiempo para cantar el ‘ole’, ovacionar a Isco en su salida y aplaudir a su equipo tras la victoria. Partido redondo. Película con actuación estelar del ‘10’ merengue.

James corrió, luchó, defendió, asistió y hasta se dio el lujo de tirarle un sombrero a Mathieu para levantar de sus asientos al público madrileño. Pudo haber marcado, de no haber sido por las imprecisiones de sus compañeros en el último pase, pero su despliegue fue más que suficiente. Ancelotti lo potenció como volante externo y aceleró su adaptación. El colombiano jugó los 90 minutos y argumentó, con razones de sobra, su valor y su lugar en el mundo.

Mejores momentos de James Rodríguez en el clásico:

Real Madrid 3 - 1 Barcelona