Lunes 8 de agosto de 2016. Río de Janeiro. ¿Qué puede pensar alguien, quien durante más de 20 años lucha por conseguir los sueños y un día ellos llegan? Es lo que se preguntará en este momento Óscar Figueroa. El nacido en Zaragoza (afortunadamente, no España), se alzó esta tarde noche con la gloria total; el nirvana que todo deportista sueña alcanzar. El oro olímpico se ajustó de la mejor manera al cuello de Figueroa y casó, aún mejor, con la esperanza de toda Colombia.

Primer ataque

Óscar Figueroa salió a la competencia de levantamiento de pesas, en la categoría de menos de 62 kg, con el sueño de una presea olímpica; 22 años de carrera encima; seis oros en los Juegos Nacionales de Colombia; seis oros en los Juegos Bolivarianos; una plata en los Juegos Centroamericanos y del Caribe; un oro en los Juegos Panamericanos; cuatro oros y dos platas en el Campeonato Panamericano de Halterofilia; dos oros, dos platas y dos bronces en el Campeonato Mundial de Halterofilia y una medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 (hasta ese momento).

Foto: Twitter/ @WinSportsTV
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En su primer ataque; en la etapa de arranque, el antioqueño decidió iniciar con un peso de 137 kg; lo hizo sin ningún problema. Para el segundo intento, intentó alzar 142 kg; las venas se mostraron en su cuello y las piernas le temblaron, pero la fuerza fue necesaria para superar el reto. Por último, en su tercer intento, Figueroa caminó hacia la tarima, en donde se encontró con una barra que contenía 145 kg, pues él no quería pasar a la segunda parte de la competencia, empatado con el indonesio Eko Yuli Irawan, quien también alzó 142 kg. Desafortunadamente su cometido no pudo ser realidad. Las tablas fueron inevitables. Sólo 50 gramos menos de peso corporal ponían al colombiano en la zona del primer lugar. Ahora, de camino al envión.

El sueño del Dorado

La barra alcanzó el cielo; subió hasta la gloria.

Ya en la segunda etapa, en la del envión, el colombiano salió con el corazón en mano; sabía que Eko Irawan no sería un hueso duro de roer, ni mucho menos Farkhad Kharki, representante de Kasajistán. Óscar decidió iniciar con 172 kg, intentando, de a poco, acercarse al récord olímpico; su récord de 177 kg, conseguido cuatro años atrás. El deportista de 33 años se acercó a la barra, la envió a su cuerpo, la depositó sobre sus hombros y subió. El primer intento es historia, y ella dirá que fue un éxito total.

En su segundo intento, Figueroa le subió cuatro kilitos más (suena fácil ¿verdad?). Los 176 kg se veían tan tenebrosos, un fantasma del pasado, al que ya había superado años antes, pero que siempre será difícil de enfrentar. Puso sus piernas a la anchura de sus hombros; midió cinco dedos desde la línea de medida de la barra, hasta el agarre que quería; agachó su espalda, se hincó, tomó la barra y la subió; descansando sobre sus deltoides anteriores, Óscar envió toda la fuerza a sus brazos; mandó una pierna atrás, el pecho adelante y la barra alcanzó el cielo; subió hasta la gloria.

Pero, Eko Irawan no dejaría que todo fuera tan fácil. El indonesio, quien levanto 170 kg en su primer intento y falló los 176 kg en el segundo, quisó levantar 179 kg en el tercero, esos que le dieran el primer lugar. No pudo hacerlo. Al dejar caer la pesa en su tercer intento, el silencio se apoderó del escenario, solo hasta que el público reaccionó, pues los intentos de Irawan se acabaron; la lucha era historia y el oro era colombiano.

Óscar Figueroa salió al 4x4 como campeón olímpico, pero quería que su tercer intentó le diera algo más. Tomó la barra, se hincó y su envión fue perfecto. Descanso el peso en su zona superior, tomó fuerzas y trató de levantar las pesas. Su cuello se dilató y su rostro ya dejaba ver la primera lágrima; la barra cayó y el récord olímpico no fue posible, pero recordó que ganó mucho más: levantó sus brazos, cayó al suelo y alzó su mirada al cielo. Lleno de lágrimas miró a su público, se persignó, se quitó sus zapatillas y con el grito de la dedicación, retumbó al auditorio. Su retiro fue la crónica de una muerte anunciada. Besó la barra; besó los discos de la misma y se levantó entre el llanto y la emoción. Se va del deporte con los brazos en alto, la mente fresca y el cuello lleno adornado por la presea más hermosa de todas. Se va con el sueño olímpico, con 318 kg, se va con el Oro de Río 2016.

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Sobre el autor
Christopher Ramirez
Amante del Periodismo deportivo, de Independiente Santa Fe, FC Barcelona y del fútbol en general. Creador de historias escritas y apasionado por representar la realidad. Twitter: @CramherRamirez