Transcurría el año 1996, 23 años atrás, no había acceso a internet, tener un celular era algo inimaginable, por mucho teníamos la parabólica del barrio y con suerte encontraba uno en la calle un teléfono de monedas que sirviera para hacer una llamada. Ni las redes sociales ni el acceso a la información era cuestión de segundos. Las críticas al equipo se limitaban a los comentarios en los pasillos del Campín y no pasaba de ahí, nuestros referentes eran los programas deportivos radiales de la época.

Esta historia acontece un primero de febrero de 1996, cuando una noche como muchas frías de la capital, nuestros padres nos decían la frase más hermosa que un adolescente fanático de su equipo podría escuchar: “Hoy vamos a fútbol” y digo nuestros porque tuve a mi primo Luis Fernando que casi como un hermano de sangre albirroja era mi compañía en las noches en las que nos llevaban a ver a Santa Fe en el Campín y que será coprotagonista de esta historia.

Aún en nuestra adolescencia y viviendo la terrible época de colegio donde la mayoría de los compañeros de curso eran azules o rojos de Cali, quizás en una menor proporción de los verdes de Medellín, y para poco, casi en solitario muy orgullosamente del rojo bogotano, sufríamos las burlas, los ataques y el Bullying. Aún así, el hincha santafereño nunca perdió la esperanza de gritar “campeones”, pero bueno, ya sabemos que la historia en estos últimos años ha cambiado.

Esa noche, en el estadio había una buena cantidad de hinchas, calculando unos 20.000, nada mal para un partido de inicio de año, ya que el torneo había comenzado a mediados de 1995 después de un torneo de nivelación que la Dimayor se inventó para igualar al calendario europeo.

Nombres como el Adolfo el 'Tren' Valencia que regresaba de Europa, Wilson Gutiérrez, Leonardo Fabio 'El cantante' Moreno, Balaguera, El 'Rolo' Flores, Gustavo Díaz, eran de los que más rápido se me vienen a la mente de esa noche, sobretodo el de Gustavo Díaz, a quien lo calificaban de jugador regular por no decir tronco en esa época. El director técnico era Germán 'Basilico' González.

Fue un partido muy intenso, de toma y dame, de esos donde no hay segundos para parpadear o para distraerse, el 100% de la atención en los 22 jugadores del campo, hubo de todo, penales, expulsiones, arbitraje discutido, bueno, nada nuevo a lo que hoy es en día, pero si algo diferente, se jugaba más por amor, se veía en los jugadores la sed dé luchar, ganar a como de lugar, con una nómina humilde, precaria y a la vez con hambre, ya que por esas épocas la situación económica no era la mejor, vivimos tiempos muy difíciles.

El primer tiempo terminó 2-3 en contra. No se encontraba explicación de cómo Santa Fe iba perdiendo, con mi primo Luis Fernando decidimos salir a caminar por los pasillos de la tribuna Occidental de el Campín, en medio de ventas, tinto y la tradicional lechona. Salimos a caminar, preocupados y sin respuestas, íbamos perdiendo, y siempre cualquiera que sea la situación y el partido, una derrota siempre duele, afecta, te cambia el humor, el día, el ánimo, y no era la excepción, caminamos dos veces esos pasillos mientras transcurrían los 15 minutos de descanso, comentando las jugadas y los goles, tristes y con rabia, pero con algo claro, la fe que en el segundo tiempo las cosas iban a mejorar, aún estando con 10 jugadores y marcador en contra, la noche no pintaba bien.

Nos sentamos en las frías gradas de cemento que en ese entonces cubrían el coloso de la 57, con las caras de preocupación, pero con la seguridad que en algún momento podríamos sacar el empate y conformarnos con el punto.

Y así fue, aproximadamente en el minuto 32 llega el esperado gol, un cabezazo de mi primer ídolo cardenal, el jugador que me enseñó a amar esta camiseta, estos colores, a respetarlos y a no dar todo por perdido, si, el 'Tren' Valencia le daba el empate a Santa Fe, cantamos ese gol con Luis Fernando como si fuera ese de aquel 15 de Julio de 2012, ese que 16 años después nos iba a dar lo que desde pequeños habíamos anhelado.

¿Nos conformamos con el empate?, quizás, aunque el partido estaba tan caliente en el campo y con los ritmos cardíacos de los miles de aficionados a reventar, queríamos más, veíamos como ese ídolo daba su vida en la cancha, con garra, con sed, con hambre de victoria, con la lección de fe más grande que nos haya podido dejar el #14 de Buenaventura, llega el cuarto gol casi en el epílogo del partido, era algo que no podíamos creer, el abrazo no se hizo esperar y recuerdo que nos mirábamos como diciéndonos: "se lo dije, lo íbamos a lograr primo".

En ese entonces no existía el “poropopo, poropopo, el que no salte, no es del león” y los cantos de la hinchada se limitaban a un “Santa Fe, Santa Fe”, “y dale, y dale y dale rojo dale” alternados por el histórico y tradicional claxón de don Hernandito Ramírez (Q.E.P.D). Pero como si fuera poco, Santa Fe, comandado por nuestro ídolo, nos da el quinto al último minuto del partido, Gustavo Díaz sella el marcador para una goleada y remontada histórica, que jamás olvidaré, las lágrimas no se hicieron esperar, pero, ¿llorar por eso? Si, más que fútbol es sentimiento, es pasión, es alma y espíritu, el fútbol y Santa Fe representan una parte de nuestra alma, que ríe, llora, sufre y celebra, no importa el momento, no importa el puesto en la tabla, esa noche, Santa Fe me enseñó que la fe existe, la reafirmé y para siempre, con amor, decisión, alma, sudor y lágrimas, quizás lo que falta por estas épocas en los jugadores que visten nuestros colores. La FE no se ha perdido LEÓN.