Se cursaba la séptima fecha del campeonato 2016-I, y el calendario reunía a dos de los equipos con mejor presente en el arranque de la Liga; ubicados en los primeros puestos y con estilos de juego vistoso para el espectador y un trabajo técnico responsable y de calidad, se podía ver y esperar el consolidado de dos grandes equipos del rentado nacional.

Cerrando la jornada sabatina de fútbol en Colombia, los dos únicos campeones de Copa Libertadores del país se enfrentaron para lo que pintaba a espectáculo en un estadio Palogrande que cumplió con la cita aforando una cifra que rondaba los 20.000 espectadores. La fiesta estaba asegurada, y el verde no iba a decepcionar.

Con un once inicial plagado de talento, el director técnico Reinaldo Rueda comenzaba a establecer, desde la pizarra, lo que iba a ser una goleada importante para seguir ganando confianza tanto en plano local como en el ámbito internacional. Jugadores como Davinson Sánchez, Alexander Mejía, Andrés Ibargüen, Orlando Berrio, Sherman Cárdenas y la figura del encuentro, Alejandro el Lobo Guerra, hicieron parte de este equipo en la ciudad de Manizales.

En el banco, otros más como Franco Armani, Marlos Moreno, Víctor Ibarbo y Daniel Bocanegra esperaban su oportunidad mientras hacían parte de la rotación lógica dictada por la triple competencia entre Liga, Copa Colombia y Libertadores.

De esta manera, y a pesar de tener en frente a un rival de vara alta, los verdes supieron disfrutar y plasmar su juego guiado por un ritmo alto, posesión del balón y profundidad y contundencia en zona de ataque; una fórmula que no falló aquella noche del 27 de febrero y que liquidó, de manera eficaz al equipo de la capital caldense.

A los 28 minutos de la primera parte, tras un desborde por banda derecha del siempre desequilibrante Andrés Ibargüen, y un posterior pivoteo de Luis Carlos Ruiz, Sherman Cárdenas, quién regresaba al equipo después de un breve paso por Brasil, ponía el 1-0 tras vencer el arco defendido por el histórico Juan Carlos Henao. Gol que dignificaba el juego de Nacional en casi media hora de partido, y que sería el primer cambio de la noche por parte una maquina en fase final de engranaje.

El equipo de Rueda jugaba plácidamente en terreno manizalita, y haciendo uso de sus múltiples virtudes, a partir de una plantilla mixta en cancha, la posesión y el juego ofensivo marcaban el camino de una victoria segura, y daban crédito a la efectividad del equipo antioqueño.

Para la segunda mitad del compromiso, y sin cambiar nada en su haber, Nacional siguió siendo dueño absoluto del juego. Con Sherman, Guerra e Ibargüen inspirados, junto con el acompañamiento de un equipo en sintonía, el verde se devoró el juego y marcó sentencia con un golazo del venezolano a los 68: disparo de media distancia que no pudo evitar Henao, y que se convirtió en el 2-0 en el marcador. Nacional, a punta de golazos, dejaba en blanco al equipo de Manizales.

Pero el resultado se quedaba corto frente a lo que sucedía en la cancha, y la goleada era más que merecida. El 3-0 final llegaría 11 minutos más tarde, y de nuevo, Guerra hacía golpear el balón contra las mallas del arco de un Henao que resignado, veía encajar el tercer gol del encuentro para un resultado final que ubicaba a Nacional tercero en la tabla y al blanco blanco en la sexta casilla.

La noche en el Palogrande se pintó de verde, y el césped fue mimado por el juego lírico y determinante de los jugadores de Nacional, que con un equipo entre titulares y suplentes, supo imponer su estilo en tierras ajenas y demostrar en un partido más por qué era la sensación del fútbol colombiano en un año que quedará marcado en la memoria de todos los hinchas verdolagas.