Llegaba el 5 de junio de 1988 y con él una de las etapas más esperadas del Giro de Italia, que transcurría entre Chiesa Valmalenco y Bormio. Era una jornada corta, de 120 kilómetros, pero en la que se debían superar dos puertos: el Passo dell'Aprica y el Passo di Gavia. Este último es un puerto conocido actualmente por todos, pero en aquella época era casi como un "animal mitológico", ya que solo se habían recorrido sus duras rampas en la edición de 1960, y aun conservaba tramos de tierra.

Esta edición de la Corsa Rosa había atraído la mirada del público español con la participación de Perico Delgado, ya que el segoviano trató de hacerse con la maglia rosa, sin éxito. El español no estaba realizando un buen Giro y tras la disputa de la decimotercera etapa, la anterior a la que recorría el Passo di Gavia, el segoviano no estaba entre los diez primeros de la general. Esta clasificación la encabezaba el italiano Chioccioli con 33 segundos de ventaja sobre Zimmermann y 55 sobre Visentin.

Durante los días previos a la disputa de esta etapa se planteó la posibilidad de suprimir la ascensión a Gavia por inclemencias meteorológicas, ya que se preveían posibles nevadas sobre esa zona pero Vincenzo Torriani, director del Giro por aquella época decidió darle a su carrera un toque de épica, y el Passo di Gavia deberá ascenderse... y descenderse, que era aun más peligroso que la subida.

Un infierno nevado

Con todo preparado, el 5 de junio a las doce menos veinte de la mañana se daba la salida a esta etapa que acabaría con tan solo 15 abandonos. Los primeros ataques se produjeron en el "telonero" del Gavia, el Passo della'Aprica, donde Stephan Joho (Ariostea) y Roberto Pagnin (Gewis) decidieron mover ficha ante la vigilancia del equipo Del Tongo, que trataba de defender al líder de la carrera, Franco Chioccioli, aunque sin demasiado convencimiento, ya que no era su principal baza, galones que recaían sobre Giupponi, como más tarde se comprobaría.

La aventura de esta pareja duró hasta que restaban 10 kilómetros para la cima del Gavia, cuando fueron neutralizados, ya que su distancia nunca fue mayor de dos minutos. Entonces, saltó del pelotón el holandés Johan Van der Velde (Carrera) que, con mucho valor, movió ficha en busca de la gloria. El coloso Gavia ya mostraba las condiciones extremas que iba a ofrecer a los ciclistas, con una carretera embarrada y helada, y con paredes de nieve a los lados.

Foto: cyclinghistory

El otro valiente que lo probó fue el americano Andrew Hampsten. El estadounidense aceleró el ritmo hasta descolgar a Chioccioli y tan solo pudo seguir su ritmo el holandés Erik Breukink (Panasonic). Mientras, Perico Delgado se había unido a Bernard a una distancia no muy grande de Hampsten y Breukink. Poco a poco, este dúo recortaba la ventaja que ostentaba Van der Velde mientras Chioccioli estaba ya a algo más de medio minuto de estos dos. Pocos aguantaban con opciones de vencer en Bormio, ya que la escabechina producida en el pelotón con las adversidades meteorológicas era tremenda. Los favoritos eran los que lograban mantener el tipo, es decir, Zimmermann (Carrera), Delgado (Reynolds), Winnen (Panasonic), Giupponi y Bernard (Toshiba), además de Chioccioli y su acompañante Giovanetti.

El primero en coronar Gavia fue Van der Velde pero, pese a realizar una magnífica ascensión, cometió un fallo, ya que no llevaba ningún tipo de ropa de abrigo, lo que le obligaría a parar poco después. A un minuto del holandés llegaron Hampsten y Breukink, estos dos bien abrigados. Allí arriba, el director del equipo 7 Eleven de Hampsten esperaba a su hombre con ropa y bebida caliente, algo que pudo decidir la carrera. Más tarde y todos desperdigados, llegaban el resto de ciclistas, con Perico Delgado a tres minutos de Van der Velde.

Lo peor estaba por llegar

Muchos pensaban que el sufrimiento había acabado, que lo peor había pasado, pero no fue así, ya que el descenso fue más infernal que el ascenso. Algunos corredores paraban a causa del frío y se metían en los coches de equipo, algo que enrabietó a Chioccioli cuando nadie le dejó un hueco en un coche de equipo y si a Giupponi, además de no poderse cambiar de ropa y seguir cediendo más y más segundos. Van der Velde fue cazado rápidamente por Hampsten y Breukink y se olvidaba de la carrera ya que, tiritando de frío y con los frenos de la bicicleta helados, optó por coger temperatura en el coche del equipo y hacer algunos tramos a pie, llegando a Bormio con 47 minutos de desventaja con el ganador.

El holandés no fue el único en parar. Perico también tenía que parar y le superaba Bernard, que más tarde tendría que detenerse totalmente helado. Nada era lógico en el descenso de Gavia, ya que muchos bajaban con la bicicleta en la mano las rampas más empinadas y otros se refugiaban en los coches de equipos. Mientras tanto, Hampsten aventajaba en unos pocos segundos a Breukink, a la par que sentenciaban el Giro, ya que se lo jugarían entre ellos dos.

Foto: cyclinghistory

Llegando a Bormio, el holandés, que logró recortar la escasa diferencia que le tenía el americano en el tramo posterior a la bajada, adelantó a Hampsten y ganó la etapa más prestigiosa de su carrera y, tal vez, la más épica de la historia reciente del ciclismo. El americano del 7Eleven llegaba siete segundos más tarde que Breukink, lo que le valía para colocarse como líder de la general. Todo rozaba el esperpento, ya que el holandés se desmayó nada más cruzar la línea de meta, mientras Hampsten era cubierto de mantas por sus auxiliares.

Tras más de cuatro minutos llegó el siguiente héroe, Tomasini, seguido de Giuponni, Giovanneti, Zimmermann y el líder hasta ese día, Chioccioli, que cedía poco más de cinco minutos. El italiano perdió la maglia rosa y, posteriormente, el Giro, por un conjunto de factores entre los que destacaba la propia desconfianza de su equipo en las posibilidades de Chioccioli. Perico Delgado fue décimo, a más de siete minutos de Breukink. Jean François Bernard llegó a meta tan enfadado y molesto que pronunció todo tipo de insultos contra Torriani y el resto de la organización de la prueba. Mientras tanto, Hampsten festejaba la consecución del liderato en una amalgama de sensaciones: el americano estaba pletórico, pero con ciertas sensaciones de mareos por el esfuerzo sobrehumano realizado.

Torriani decidió que aquella etapa debía correrse y así fue, lo que le abrió un hueco a él en la historia y a los 139 héroes que acabaron la etapa. La Gazzetta dello Sport abría al día siguiente con "El día en que los hombres lloraron" y más adelante titulaba la crónica de la etapa con "Primero Breukink, el más estúpido de todos" en un artículo escrito por Angelo Zomegnan, director de la prueba italiana hasta 2011.