En la historia del ciclismo y al contrario que otros países como Bélgica, Francia, Italia o España, Suiza no ha tenido una aparición regular a lo largo de los años. Prácticamente desaparecido hasta los años 50, varios de sus corredores brillaron en las mejores carreras, pero volvieron a pasar desapercibidos hasta los inicios de los años 90, donde llegaron a formar un potente equipo de vueltómanos y clasicómanos, que brillaron con luz propia en las carreras más importantes del calendario, cuál maquinaria de relojería.

Los precedentes: Koblet, Clerici y Kubler

Prácticamente desaparecida en el ciclismo hasta los años 50, Suiza emergió en el mundo del ciclismo de manera importante por medio de Hugo Koblet, Carlo Clerici y Ferdi Kubler. Los dos primeros vueltómanos, el tercero clasicómano, llevaron la batuta del ciclismo suizo y se convirtieron en sus grandes estrellas de la época. Durante los años venideros, pocos han sido capaces de igualar la calidad de sus precedentes.

La joya de la corona de esta generación fue sin duda Hugo Koblet (Zurich). Iniciado en la modalidad de ciclismo en pista, no podría pensar el palmarés que le esperaba al pasar el año 1946 a profesionales en la modalidad de ruta. No solo se enfrentó a varios de los ciclistas más grandes de todos los tiempos, sino que le ganó varias veces, demostrando su calidad como uno de los mejores escaladores de la época, genial contrarrelojista y, por mucho trecho, el mejor bajador de la época. Completo en las grandes vueltas como nadie, fue el primer no italiano en ganar el Giro (1950) y el segundo suizo en ganar el Tour de Francia (1951), y por el momento, último.

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Ferdi Kubler (Marthalen) dominó todas las especialidades del ciclismo, tanto la pista y la ruta en periodo estival como el ciclo-cross en periodo hivernal. Pero para los aficionados en general, es más conocido por sus logros en la ruta. Destacó como clasicómano, ganando varias Lieja - Bastoña - Lieja y Flecha Valona, y en las vueltas por etapas se destapó gracias a su capacidad contra el crono con la victoria general en el Tour de 1950, por delante de gente como Stan Ockers o Louison Bobet. Suyo también fue el Mundial de ruta del año 51, poniendo el broche de oro a un gran palmarés.

Carlo Clerici (Zurich) nació italiano, pero se hizo suizo en el año 1954. Participó en el Giro de ese año y lo ganó de forma apabullante sobre su compañero Koblet, no porque se mostrase como el mejor en la montaña, sino por una fuga que llegó con más de 20 minutos sobre el grupo de favoritos. Ganó la etapa y se puso como líder, y aún siendo un escalador del montón, aguantó la diferencia y llegó a Milan como líder con más de 24 minutos de ventaja. Fue el destello de una apagada carrera como ciclista.

Durante los años posteriores a los 50, prácticamente ningún corredor suizo destacó en la élite, produciendo un vacío de casi 40 años. Pero como si de una explosión se tratase, surgieron del país helvético grandes corredores que no envidiaron nada a sus predecesores.

Rolf Jarmann, fiel a las clásicas

Uno de los que más destacaron en esos años 90 fue Rolf Jarmann (Arbon), decantado más por las clásicas de las Ardenas que por las grandes vueltas. En sus 13 campañas como profesional consiguió triunfos importantes en grandes carreras, pero se sucedieron como cuentagotas, pero de manera constante.

En su palmarés habitan victorias en carreras como la Amstel Gold Race del año 1993 y 1998, el campeonato nacional de su país en 1990, en un corredor que podría haber tenido mejores resultados. Participó en las grandes vueltas y aprovechó sus dotes de buen escalador para llevarse la 12ª etapa del Tour de 1992, después de una larga escapada.

Etapas en el Tour o en el Giro no las consiguen todos, pero Jarmann hizo una apuesta todo por el todo hacia las clásicas de cotas, y se topó con rivales como Laurent Jalabert, Gianni Bugno, o Michele Bartoli, a los que pocas veces venció. En la Vuelta no participó, ya que sus equipos dieron prioridad a un calendario basados en las clásicas y el Tour.

Laurent Dufaux y Pascal Richard, les faltó rematar

Apodado "Duduf" por los aficionados, Laurent Dufaux fue uno de los mejores escaladores de los 90 y uno de los ciclistas con mejor rendimiento en las grandes vueltas, no por sus numerosas victorias, si no por su regularidad en las clasificaciones generales. Nuca subió al cajón del Tour, algo que si que consiguió en la carrera española.

La edición del año 1996 fue la edición más helvética de la ronda española. Los tres mejores suizos del momento coparon las tres primeras posiciones, con Dufaux en segundo lugar. Ante un enchufadísimo Alex Zulle, el de Montreux solo pudo ocupar el segundo cajón del pódium de Madrid, algo que repetiría en la edición de 1997, cuando quedó tercero, solo por detrás de su compatriota Zulle y de un fenomenal Fernando Escartín, que aprovechó sus oportunidades en aquella edición y solo pudo ser segundo. Un rendimiento en la Vuelta muy superior del ciclista suizo al mostrado en el Tour, al que solo le faltó rematar para consagrarse como una estrella de la época.

Pascal Richard (Vevey), por su parte, más dedicado a ganar etapas en las grandes vueltas que en sus generales, se endosó en su carrera como ciclista un total de cinco etapas repartidas entre Giro y Tour, y varios triunfos en las generales del Tour de Romandía y Vuelta a Suiza.

Sus contratos con equipos italianos le impidieron venir a la Vuelta, haciendo un calendario basado en las clásicas italianas y las dos primeras grandes vueltas. Como a su compatriota Dufaux, le faltó rematar con algún cajón del pódium en una ronda de tres semanas, algo que hubiese redondeado su palmarés como ciclista.

Alex Zulle: el eclipsado

Alex Zulle tuvo una actuación muy destacada durante sus temporadas como profesional, pero estuvo siempre eclipsado por la existencia de su compatriota Tony Rominger. El de Wil, completo en las grandes vueltas como pocos, comenzó su trayectoria profesional en equipos españoles y con grandes resultados en la Vuelta. Después de su abandono en la edición de 1992, hizo pódium en las dos ediciones siguientes, y ganadas por Rominger, que se empezaba a consolidar como uno de los grandes vueltómanos de la época.

En el Tour no tuvo tan buenos resultados como en la Vuelta, teniendo la mala suerte de coincidir con Miguel Induráin y Lance Armstrong en la carrera francesa y pudiendo quedar como máximo en el primer puesto de los mortales. A pesar de ello subió dos veces al pódium como segundo clasificado: una en 1995 ante el navarro y en 1999 ante el americano.

Cuando llegaba la Vuelta, sus prestaciones mejoraban. En plenitud de sus resultados deportivos aprovechó y se endosó las Vueltas de 96 y 97 con claridad. En la primera cogió la prenda de líder en la crono de Ávila, que ganaría Rominger, y la aguantó hasta Madrid sin dificultades e incluso con victoria en Cruz de la Demanda, eliminando a Induráin de la lucha por la general. En la edición siguiente volvió a repetir victoria, con otra victoria de etapa incluida, esta vez en la crono de Alcobendas, con su flamante maillot de campeón del mundo contra el crono.

Como datos, Alex Zulle ganó nueve etapas en la Vuelta, seis de ellas contra el crono y tres de etapas en línea, y ha sido el corredor que más días ha vestido la prenda de líder con un total de 48 en un total de once participaciones. España se el dio bien, puesto que ganó también dos ediciones de la Semana Catalana (1992 y 1996), la Vuelta al País Vasco (1995 y 1997) y la Volta a Catalunya (1996).

Tony Rominger: la estrella

Tony Rominger puede considerarse como el motor de la explosión suiza o simplemente su máxima expresión. Nacido en Dinamarca pero de padres suizos, emigró al país helvético y debutó como profesional a los 26, a una edad muy tardía. Su paso al Clas Cajasur en plenos años 90 iba a dar un giro de 180º a su carrera. Especialista como pocos contra el crono y brillante escalador, el suizo no tardaría en endosarse general de una semana como la Tirreno - Adriático o el Tour del Mediterráneo.

Pero Rominger tenía calidad para algo más. En su debut en una grande, la Vuelta a España de 1992 demostró estar hecho para ella, llevándose el maillot oro gracias a su crono de Fuenlabrada, donde le quitó el liderato a Jesús Montoya. Un triunfo apurado pero que le sirvió para consolidarse en la élite como uno de los hombres a batir en las grandes vueltas.

Pero en el Tour ya había un dominador y este se llamaba Miguel Induráin, que consiguió su segunda victoria dejando a Rominger con una segunda plaza en el pódium. Un mes después llegó a la Vuelta y solo encontró la oposición de su compatriota Zulle. Aunque se llevara la clasificación por puntos y de la montaña, y tres etapas destacando su subida al Naranco, solo 28 segundos separaron a los dos suizos, en una vuelta en la que solo él y Zulle portaron el maillot de líder durante los 21 días.

En 1994 repitió el éxito cosechado en los años anteriores y se convirtió en el ciclista con más victorias generales en la Vuelta a España, con un total de tres. Después de su abandono en el Tour llegó fresco y lo demostró con seis victorias parciales (tres de ellas contra el crono) y un liderato de principio a fin. Para redondear su palmarés, venció con autoridad en el Giro de 1995 y demostró su calidad de clasicómano ganado dos ediciones del Giro de Lombardía. Un palmarés que muchos consideran como el del mejor ciclista suizo de la historia y que le convirtió en la estrella suiza de la revolución del ciclismo helvético de los 90.

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Sobre el autor
Nacho Primo Genis
Buscaba libertad para escribir unas cuantas líneas sobre mi deporte favorito, el ciclismo, y encontré VAVEL a principios de 2014. Debilidad por el ciclocross y responsable de @Ciclismo_VAVEL.