Cantaba Joan Manuel Serrat: “Esos locos bajitos que se incorporan con los ojos abiertos de par en par, sin respeto al horario ni a las costumbres”. Esos niños, lejos de molestar con el balón en los pies, han marcado un estilo en todo el mundo. Adjetivos como admiración, éxtasis o asombro han quedado anticuados y la RAE busca un nuevo término para descubrir la excelencia que demuestran con el balón en los pies. La mayoría de las personas tienen el ideal de la búsqueda de la felicidad, sin darse cuenta que no es una meta, sino más bien un conjunto. Cada pequeño momento de alegría, por más minúsculo que aparente ser, es parte de ese acumulado. Es la filosofía de los “bajitos de oro” de la selección española, de un Xavi Hernández que nutre el desarrollo y crecimiento de sus sucedáneos como Andrés Iniesta, Cesc Fábregas y David Silva.

Aragonés marcó un punto de inflexión tras la derrota en Belfast que peligraba la clasificación para la Eurocopa. Desterró los egos, dio galones a los que sabían jugar con la pelota en los pies y se achacó su atrevimiento. Criticaban que eran bajitos, pero lo cierto es que han derrotado gigantes Como dijo Antoine de Saint Exupery en “El principito”, las personas mayores nunca son capaces de comprender las cosas por sí mismas, y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones. Por “sabio”, Luis Aragonés encontró respuestas a los errores del costumbrismo nacional. España caminaba recto y se topaba con las mismas barreras en los momentos que requerían grandeza. La derrota contra Irlanda del Norte en Belfast durante la fase de clasificación para la Eurocopa de 2008 marcó el punto de inflexión del cambio de ser “la furia española” a la excelencia.

Transfirió el protagonismo de los que habían sido pesos pesados en el vestuario a los nombres de los jóvenes que empezaban a irrumpir en el panorama futbolístico con fuerza. Emblemas como Raúl González Blanco o piezas importantes como Joaquín dejaban la selección para dar paso a un Iniesta al que nadie daba importancia hasta el gol que marcó en Wembley en un amistoso contra Inglaterra, a un Fernando Torres que comenzaba a darse a conocer dando galopadas por el Vicente Calderón, a un Sergio Ramos que prometía ser un cacique en el centro de la zaga o un Cesc Fábregas avalado por los galones que Arsene Wenger había dado como sucesor natural de Patrick Vieira en Londres.

La transición que cambió la historia

Del músculo que aportaba Albelda, Baraja, Hierro o Nadal, entre otros, a la magia de Xavi Hernández, Cesc Fábregas, Iniesta o Silva. Poco a poco, Luis Aragonés fue introduciendo un cambio de noción en la mentalidad, un estilo hasta el momento impracticable e inigualable, que ha sido continuado por Vicente del Bosque en el Mundial y en la última Eurocopa celebrada. Dio el testigo a Xavi Hernández, que asumió la batuta e hizo música con sus compañeros alrededor. Implantaron el fútbol de toque, la jugada de asociación, la concepción de atacar y defender con el balón en posesión, que no haya nada más preciado que tener la pelota en tus pies. Se achacó la idea en un principio, pues plagó el centro del campo con jugadores de corta estatura. Ellos, que comprendían la vida y el fútbol, se burlaban de los escalpelos. Decían que eran bajitos, pero lo cierto es que han derrotado a gigantes.

Xavi es el inventor de todo el arquetipo tejido; paradigma de todos sus compañeros, es el prototipo a seguir. Explica fácil lo que es difícil y se exige todo lo que sabe que puede dar: no ha conocido aún su techo Xavi Hernández es el inventor de todo este arquetipo tejido. Es el paradigma de todos sus compañeros, el prototipo a seguir. Es el escritor de la selección española, y como tal, crea obras de artes. Por sus botas se entrevé que es lector asiduo de las obras de Paulo Coelho y así lo demuestra. Decía el escritor portugués que “un niño siempre puede enseñar tres cosas a un adulto: a ponerse contento sin motivo, a estar siempre ocupado con algo y a saber exigir con todas sus fuerzas aquello que desea”.

Tomó la frase como suya propia y ha hecho ser feliz a toda una nación con la simplicidad que tiene el silbido del balón al contacto con el viento cuando toca el balón hasta que se posa sobre el interior del pie de otro receptor. Siempre está ocupado con algo, ya sea mandando sobre el campo, colocando a sus compañeros, robando balones para darlos en profundidad o levantando títulos al término de los noventa minutos. Explica fácil lo que es difícil. Y por último se exige todo lo que sabe que puede dar. Era consciente de que su Eurocopa no había sido la que se esperaba de él. Gris y apático, no era determinante. Los genios aparecen cuando frotas la lámpara y en las grandes finales, se antojan vitales. Salió de su frasco y participó en tres de los cuatro goles anotados. Se debe pedir a cada cual, lo que está a su alcance realizar. Y Xavi Hernández aún no ha conocido su techo.

Proclamado mejor jugador de la Eurocopa, Andrés Iniesta sigue repartiendo perplejidad ante sus imposibles movimientos. Es el mayor talento que las canteras de la selección han sacado, un embrión que ha crecido sin hacer ruido y que hace historia sin ser estridente: “Juego para ser feliz, no para ganar Balones de Oro”. Se le llama para la ocasión y responde. No es necesario hacerlo, pero ahí está. Otorga seguridad cada vez que tiene el balón entre los pies. Es el jugador con el promedio más bajo de balones perdidos en toda la Eurocopa y el que más jugadores rodean para pararlo. No lo intenten, no podrán conseguirlo.

Sobre él, Menotti decía que tenía pinta de oficinista, sin embargo le das una pelota y te hace magia con ella. Con la cabeza en alto, barajando las posibilidades, descodifica a gran velocidad cuál es la mejor opción de pase. Posee una mente maravillosa, un coeficiente insuperable. Ve la jugada antes de que se produzca y le da vida sin que su rival tenga capacidad de reacción para desbaratarla. No se le resiste la regulación del concepto espacio-tiempo; es el metrónomo de la selección. Debutó en mayo de 2006 con el aval de Luis Aragonés, una apuesta arriesgada para un jugador de unas características muy diferentes al bruto de los futbolistas convocados por el momento. Con la transición adquirió relevancia y calló a todos los críticos con un gol en Wembley contra Inglaterra, el primer gol de su carrera internacional. Así, hasta diez goles más, a cada cual más importante, durante 72 internacionalidades.

Parafraseando a Lillo, ver jugar al fútbol a Iniesta te hace feliz. Al contrario que en otras épocas, ha llegado al torneo en su mejor momento mental y físico, sin achacar problemas musculares y con una edad ideal para seguir escribiendo historia. Dibujó una sonrisa permanente en Johanesburgo con su gol en la final contra Holanda desprendiendo magia a toneladas durante todo el torneo. El cuento no ha sido diferente en la Eurocopa de Polonia y Ucrania, destacando en cada partido de la selección y alzándose con el premio del MVP del partido.

Unos mosqueteros de lujo

Cualquier poder, si no se basa en la unión, demuestra toda su debilidad. Una alianza es más sólida si los aliados, más bien que conocerse mutuamente, creen los unos en los otros. El éxito de Xavi Hernández o Andrés Iniesta se ve alterado si no se entiende la necesidad que implica la aparición de agentes secundarios como Cesc Fábregas o David Silva. Una unión simbólica que entiende como patrón biológico los laureles que visten a la selección.

 

El caso de David Silva es el ejemplo perfecto de cómo luchar por lo que más quieres. Hacer una convocatoria para una selección que juegue un torneo internacional no es fácil. Muchos deben asumir el rol que cumplen, entendiendo que pueden ser jugadores secundarios o que directamente ni siquiera puedan participar. Mucho más peligroso y problemático en un vestuario que, como dijo Aragonés, rezumaba egos por las cuatro esquinas. El “sabio de Hortaleza” supo gestionar los liderazgos y controlar la situación, una estela que continuó Del Bosque y que no permitió propagarse. En una selección donde ser titular se paga caro por la enorme calidad de todas las líneas, David Silva sorprendió con unas declaraciones que no provocaron alarmismo en el seleccionador. Tranquilo, callado y sereno, Silva se desmarcaba en septiembre de 2011 de su introversión pidiendo un sitio en el once inicial: “Siento que Del Bosque no cuenta conmigo”.

Se ha ganado sobre el campo el hueco que reclamaba. Del Bosque le preguntó y Silva respondió. Firmó una temporada notable con el Valencia, que valió para que fichara por el Manchester City, donde ha jugado una temporada excelsa y en donde los problemas de tobillo en la recta final han frenado un tanto su progresión. Se ha colado entre los jugadores más determinantes del panorama deportivo y se ha ganado el calificativo de “bajito” con la selección. Con desmarques en profundidad o con pases al hueco, Silva era un quebradero de cabeza en ataque. No solo eso. También entendió que su trabajo es correr hacia atrás y ofrecía continuas ayudas en las labores defensivas.

La precocidad ha marcado la trayectoria deportiva de Cesc Fábregas. Siendo aún un crio, Wenger pidió su fichaje y firmó con el Arsenal. Un brillante porvenir, con una gran capacidad de manejo del balón y de distribución. Superó la adaptación a Londres gracias a la ayuda de Phillipe Senderos, central hispano-suizo del Arsenal y tutelado por veteranos como Patrick Vieira o Gilberto Silva. Rápidamente, se ganó la comparación con el centrocampista de francés por sus parecidos a la hora de jugar. Tras su marcha, heredó el “4” y asumió las responsabilidades de Vieira. Tenía tan solo 18 años.

Fue Aragonés quien decidió convocarle para comprobar su potencial. Fue llamado a filas en un amistoso contra Costa de Marfil en marzo de 2006, anotando su primer gol en el debut internacional. Su primer gol oficial llegó contra Rusia en la Eurocopa de Austria y Suiza. Desde ese momento, ha decidido repetir responsabilidades como en el Arsenal y tirar los penaltis más decisivos desde los once metros. En la presente Eurocopa, se ha discutido si era el falso nueve o no. Se ha encargado desbaratar debates insulsos y ha demostrado a la perfección que ha sido uno de los once jugadores que más merecían la titularidad. Hábil buscando espacios, Cesc peleaba con las defensas para encontrar el hueco a los pases milimétricos filtrados por sus compañeros. En el torneo que faltaba el goleador por antonomasia de la selección española, Fábregas ha hecho olvidar su figura.

Una revelación que no tiene precio

Mientras España mece la pelota y duerme a sus rivales defendiendo con el balón en posesión, Jordi Alba es la antítesis representada por ser el rayo que busca la luz mediante la sorpresa cuando las defensas obstaculizan el paso en la parcela ofensiva Es el cuento de hadas de Jordi Alba. En apenas un mes y medio, ha sido el lateral izquierdo de la selección española, jugador más sorprendente del torneo, ha firmado por el FC Barcelona por 14 millones de euros y ha sido elegido mejor lateral izquierdo del torneo, amén de anotar un gol en la final de la Eurocopa. No hace falta pellizcarle para que se lo acabe de creer, pues todos estos halagos están fundamentados en una dieta basada en trabajo y esfuerzo, ilusión y arrojo, atrevimiento y voluntad.

Mientras España mece la pelota, duerme a sus rivales defendiendo con el balón en posesión y toca y toca hasta buscar el hueco que les permita adentrarse, Jordi Alba representa la antítesis mediante la sorpresa, el rayo que busca la luz cuando las defensas provocan una obstaculización que impide el paso. La cultura del extremo, hábil en el regate, incisivo en el desmarque y veloz en la carrera, se ha trasladado al lateral con la intención de buscar rápidas incorporaciones al ataque y precisar los centros al punto de penalti del área grande.

No ha habido jugador que pare en ataque a Jordi Alba. Ni rival que le superara en defensa. Ha destronado la incógnita del lateral izquierdo después de la desaparición de Capdevilla, el último jugador en ocupar dicha zona. Desde su debut en octubre de 2011, ha disputado once internacionales. Fue en la final donde obtuvo el premio a tanto reconocimiento durante la Eurocopa.

Si hace un año prometen a Jordi Alba que jugaría de titular en la Eurocopa, se reiría, no se lo creería y pensaría que era una broma de mal gusto. ¿Por qué? En el verano pasado, durante el Europeo sub 21 celebrado en Dinamarca, la España dirigida por Luis Milla se alzó con el titulo venciendo a Suiza. En aquel equipo, lo más cercano para conocer a los futuribles convocados con la selección absoluta, no figuraba Jordi Alba. En detrimento de él, José Angel (Roma) y Dídac Vila (Milán) fueron los escogidos por Milla para representar a las categorías inferiores.

Presente y futuro teñido de rojo

La antología de los bajitos de oro ha cambiado el cuento de la selección española. En épocas pasadas, era el combinado que dirige Del Bosque quien temía a sus rivales. En la actualidad, son los rivales los que temen el juego de España, elogiado por toda la prensa mundial e imitado por selecciones como Alemania o Italia.

Al igual que San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, dijo: “¿Viste cómo alzaron aquel edificio de grandeza imponente?” ¡A fuerza de cosas pequeñas! Todo el mundo trata de realizar algo grande, sin darse cuenta de que la vida se compone de cosas pequeñas. Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo.En la vida, solo los valientes se atreven a repetir la historia. Si el pasado fue negro, los locos bajitos lo han teñido de rojo.