Cuentan los sudamericanos que el listín telefónico en las ciudades de Uruguay está repleto de personas con un mismo nombre en común, el más repetido sin duda alguna en la parte oriental del Cono Sur americano. Para entendernos mejor, algo similar a apellidarte Fernández o García en España. La ecuación es simple: el apellido paterno acompañado del nombre más común en Uruguay, Alcides Edgardo. No se trata de ninguna casualidad, ni siquiera de un hábito o costumbre uruguaya, como si fuera liturgia tradicional. Más sencillo que todo eso. Todos quieren ser el héroe nacional celeste.

Cuenta Gigghia, héroe del Maracanazo, que tan solo tres personas han logrado enmudecer al sonoro e inmenso Maracaná: El Papa Juan Pablo II, Frank Sinatra y él con su gol en el Mundial de 1950 Este fenómeno encuentra explicación en la voluntad de los uruguayos de querer llevar el mismo nombre de la persona que forjó, para el mérito de Uruguay, una proeza a nivel mundial. Cuenta Alcides Edgardo Gigghia (Montevideo, 22 de diciembre de 1926) que en la final del Mundial de 1950, en la que ‘la Celeste’ se medía a Brasil en Río de Janeiro, los dirigentes del combinado uruguayo volvieron a Montevideo mientras la selección disputaba la final. No daban esperanza alguna de obtener un resultado beneficioso. Estaba todo en contra. El ambiente que vivía Maracaná era de pura euforia, de fiesta nacional, un orgasmo de ilusiones repartidas en 250.000 voces (casi el diez por ciento de la población de Río de Janeiro en esa época) que se animaron, aún más, con el gol de Friaça. El éxtasis se convirtió en ruido extraño, casi molesto. De repente, se hizo el silencio.

Gigghia es el único superviviente de aquella histórica Uruguay. Era extremo derecho, futbolista de Peñarol y con una velocidad tan insultante que era capaz de retar a un rayo a una prueba de 100 metros lisos. “No temía al Dios ni al diablo”, cuenta Franklin Morales en el libro divulgativo Maracaná, los laberintos del carácter. Venía de marcar en todos los partidos que Uruguay había disputado en la cita mundialística. Y, por supuesto, no falló en Río de Janeiro. En el minuto 79, Gigghia enmudecía Maracaná…

Cuenta Gigghia, con mucho orgullo en numerosas entrevistas que concede cuando recuerda aquel histórico tanto, que solamente tres personas han logrado hacer callar al sonoro Maracaná. Por un lado, el cantante americano Frank Sinatra, en un concierto en enero de 1980. Dos años después, el difunto Papa Juan Pablo II, logrando reunir 150.000 personas de 115 países diferentes. Y el primero de todos, el origen de todo, el extremo uruguayo que retó las gargantas brasileñas con su endiabla velocidad, en lo que se conoce tradicionalmente como el ‘Maracanazo’.“Te puedes encontrar enfrente con un equipo muy poderoso, pero todo se define en la cancha de juego. El público, aunque grite, no juega. Y eso que Maracaná impresiona”, recuerda en una entrevista para El País.“Cuando hicimos el segundo gol, se produjo un silencio enorme. No se oía nada. Habría 50 hinchas charrúas, ¡por 200.000 brasileños!”.

España busca el Maracanazo

El modelo y estilo de juego que ha impuesto el Fútbol Club Barcelona en su filosofía, adaptado por Luis Aragonés en la selección española cuando el cambio regeneracional y de identidad era un secreto a voces, es admirado por el fútbol occidental. La cuna de técnicos recién licenciados intenta encontrar la receta secreta, la fórmula de hacer funcionar a sus equipos de la misma manera que entrenadores como Rijkaard, Guardiola, Luis Aragonés o Vicente del Bosque han logrado conseguir para alzarse con los éxitos.

El prestigioso juego español aburre a Brasil. Ni comprenden el modelo ni comparten la filosofía de juego Pero no para todos significa el objetivo a conseguir, el estilo de juego a copiar, el modelo a admirar. Si algo ha quedado claro en Brasil sobre el juego de la selección que dirige el técnico salmantino es que aburre. No entienden el concepto de posesión. Ni lo comprenden, ni lo comparten. En el país de la samba y de la Bossa Nova, los brasileños piden más acción, más rapidez en la fluidez de juego.

Entre silbidos, pitos y reproches se reparte el juego de España en los distintos estadios que ha jugado en Brasil. Fue aplaudida en su primer partido contra Uruguay, a la que logró despojar del balón durante todo el partido. Los de Tabarez corrían detrás del esférico sin sentido alguno, sin posibilidad de discutir la posesión. Aquellos elogios fueron tan solo una mínima muestra de cariño, un espejismo para lo que la selección se encontraría por parte del público contra Tahití e Italia, que se traduciría en miedo más tarde.

En el seno interno de la 'Canarinha' molesta el ruido que genera el fútbol español. Molesta que España parta como favorito en el torneo que organizan En el seno interno de la ‘Canarinha’ molesta el ruido que genera el fútbol de España. Al contrario del Mundial de 1950, donde se creó precisamente el inmenso Maracaná al estar seguros de la victoria en la final, la selección que dirige Scolari junto a su ayudante Parreira no parte como favorita para levantar el trofeo de la Copa Confederaciones. “Hablan de España como si ya estuviera en la final”, advirtió el lateral izquierdo Marcelo durante la fase de grupos, molesto por la relevancia que otorgaban los periodistas brasileños en la sala de prensa a la condición de España como rival para la supuesta final anticipada que todos soñaban.

Tras resolverse las semifinales, Brasil y España se citan en Maracaná, un entorno idílico para los brasileños. De 140 partidos disputados en el mítico estadio, tan solo cayeron derrotados en 11 ocasiones. Argentina, Uruguay, Paraguay, URSS, México, Inglaterra y Checoslovaquia son las únicas selecciones del mundo que pueden presumir de haber doblegado a Brasil en su más lujosa casa. Los brasileños no pierden en Río de Janeiro desde abril de 1998, en un amistoso disputado contra Argentina.

En el caso de España, antes de batirse contra Tahití en un festival goleador para David Villa y Fernando Torres, Maracaná era casi territorio desconocido. La última vez que la selección pisó Río de Janeiro se remontaba a julio de 1950, durante aquel Mundial de infausto recuerdo para Brasil. Fue precisamente contra la ‘Canarinha’ como rival. Victoria fácil para los locales. Ademir (2), Chico (2), Jair y Zizinho humillaron a la selección dirigida por el sevillano Eizaguirre y capitaneada por el vasco Gainza.

Maracaná, guiño periodístico

El nombre completo del mítico estadio (Estádio Jornalista Mário Filho) hace referencia a un brasileño fallecido en septiembre de 1966, Mário Rodrigues Filho, periodista y escritor brasileño nacido en la capital de Pernambuco. Inicialmente, era conocido como Estadio Municipal de la ciudad de Maracaná. Su nombre fue cambiado en la década de los 60, en honor al periodista que fundó el Jornal dos Sports, un periódico deportivo local. Falleció de un ataque al corazón cuando tenía 58 años. Su esposa, Celia, con la que se casó a los 18 años en la playa de Copacabana, no aguantó el dolor y se suicidó meses más tarde.

Maracaná lleva el nombre de un periodista que fundó el primer perioódico deportivo local. Era conocido como "el creador de las multitudes" Cuentan los cronistas brasileños, en homenajes literarios póstumos, que Mario era un revolucionario. Conocido como “el creador de las multitudes”, el periodista brasileño promovió un lenguaje diferente en la época, con textos enrevesados, que desataban la locura en los hinchas por sus equipos. Luchó, incluso, por profesionalizar el fútbol y fomentó la creación de un torneo entre las ciudades de Río de Janeiro y Sao Paulo en 1950. Fue, precisamente, en esta fecha cuando Mario pasaría a formar parte de la historia de Maracaná.

En 1950 se organizó el Mundial de Brasil. Había que preparar todo para hacer de la cita un espectáculo. Estaban seguros de estampar en el pecho la primera estrella en su historia. Y para ello, había que construir un estadio a la altura del acontecimiento. Aprobada por el Presidente de la República, fue promovida y auspiciada por Mario Filho. Logró convencer al pueblo brasileño que la ciudad de Río era el lugar idóneo para dicha construcción. En pleno barrio de Maracaná, Brasil levantó una de las mayores joyas arquitectónicas que el mundo del fútbol ha visto nacer.

Años después, con el fallecimiento del revolucionario periodista, Brasil decidió homenajear a Mario en función de lo luchado por su país. El viejo Municipal Estadio Maracaná pasó a llamarse, de forma institucional y oficial, como Estadio Jornalista Mário Filho.

Poco queda del antiguo y mítico Maracaná. Remodelado y reinaugurado, ha pasado de contar con un aforo de más de 200.000 personas a poco más de 70.000 Poco queda de aquella mística que tenía el viejo Maracaná. En julio de 1992, durante un partido entre Flamengo y Botafogo, una de las gradas se precipitó al vacío, cayendo alrededor de medio centenar de aficionados. Provocó tres muertes. De un aforo de 200.000 personas, se redujo a un cupo de 130.000. El infortunio siguió presente. Ese mismo año se inundó a causa de una torrencial lluvia. Durante la década de los noventa, sufrió varias remodelaciones. Poco a poco, la capacidad total se ha reducido considerablemente, hasta tener poco más de 70.000 asientos. En junio fue reinaugurado como el Nuevo Maracaná en un partido de selecciones disputado entre Inglaterra y Brasil, que quedó en empate a dos.

Su futuro, una incógnita. Está previsto que sea la sede que albergue las ceremonias de apertura y cierre durante los Juegos Olímpicos que se van a celebrar en 2016. Como principal oposición a que se sigan celebrando eventos en este estadio se encuentra Joao Havelange, expresidente del organismo FIFA, que desde el año 2007 aboga por demolerlo al considerar que se trata de un estadio obsoleto.

El dolor de corazón de los brasileños

Scolari se afana en esconder el papel de favorito de España ante sus jugadores. Confía en la magia y resolución de Neymar, de la que ha vivido todo el torneo; en la sorpresa de Paulinho como actor secundario que se convierte en protagonista; y en un Julio César que tras detener el penalti de Forlán en la semifinal se redimió de su grave error contra Holanda en el Mundial de 2010. "Serán más de 70.000 brasileños gritando y animándonos para que conquistemos el título. Estoy seguro de que la afición de Río de Janeiro no nos va a fallar, como no lo han hecho las aficiones de Brasilia, Salvador, Fortaleza y Belo Horizonte”, afirma el veterano técnico brasileño.

"¿Es usted Gigghia, el de la final? Todavía nos duele el corazón" No obstante, Ghiggia es la viva imagen de que ese factor del que presume Scolari no resulta determinante en una final entre dos potencias deportivas, ya sea por historia en el caso de unas y por juego en el caso de otras en estos momentos. En su visita en 2001 a Brasil, Gigghia fue asaltado por una joven controladora que espió su pasaporte como parte de su rutina de trabajo. Al darse cuenta de su nombre, la joven detuvo su mirada unos segundos, inmóvil, sorprendida. El uruguayo, impactado, recuerda el suceso. “¿Es usted Gigghia, el de la final de 1950?, pregunta la joven. “Fue hace mucho tiempo”, respondió restando gravedad. “Sí, pero a nosotros todavía nos duele en el corazón”.

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Sobre el autor
Víctor Molina Pozo
Madrid. Redactor del Atlético de Madrid B. Hasta junio de 2015 fui Moderador de contenidos de VAVEL. También Coordinador y redactor del Atlético de Madrid. Gestioné la cuenta @Atleti_VAVEL. E-mail de contacto: [email protected]