Corría el verano de 1950 y Brasil acababa de sufrir la mayor decepción futbolística de su historia. Uruguay, gracias al mítico tanto de Alcides Ghiggia, se proclamaba campeón del mundo en un marco incomparable construido para la ocasión, el inmenso Maracaná.

Joao Ramos do Nascimento Dondinho había llegado a Três Corações, al sur de Minas Gerais, para servir al ejército a mediados de la década de 1930. Su talento para el fútbol le llevó a jugar en el equipo de la ciudad como delantero centro, gracias a sus excelentes condiciones para el regate y el remate de cabeza. Allí conoció a María Celeste, una joven con la que se casaría y tendría tres hijos: Edson, más conocido como Dico en el núcleo familiar; Jair –Zoca para sus más allegados– y Maria Lúcia.

Nace Pelé

El 4 de julio de 1943 el Atlético de Três Corações debía enfrentarse a un equipo de reciente creación, el Vasco de São Lourenço. Aparentemente un partido sin trascendencia entre el equipo de Dondinho y un conjunto creado apenas unos meses antes, fruto de la idea de un grupo de empresarios de su localidad. Pero el fútbol, como la vida misma, posee la capacidad de convertir este tipo de momentos en situaciones absolutamente cruciales para la historia. El Vasco, en pleno crecimiento, quería reforzar su equipo y se fijó en el delantero centro del equipo contrario. Sin ninguna duda sus aptitudes de cara al marco rival se antojaban en aquel momento un manjar muy apetecible. INSERTAR F15. Dondinho no se lo pensó dos veces y decidió llevarse a su familia a São Lourenço buscando nuevos horizontes en su vida.

El pequeño Edson apenas contaba 3 años de edad cuando se marchó de Três Corações, ciudad de la que apenas guarda un único recuerdo:

“Só me lembro que meu avó tinha uma leñadora em Três Corações e fazia entregas com uma carroça. Eu brincava nela e devía fazer isso todos os días porque é a única lembrança que guardo de lá”

Fue el azar, siempre caprichoso, el que quiso que en aquel equipo actuara un guardameta de cierto nivel conocido como Bilé. En el verano de 1943 Dondinho anotaba goles y Bilé se convertía en un muro infranqueable para los atacantes rivales, convirtiendo al Vasco en un equipo con buenas armas en las dos áreas. Con todo, nunca se ha recordado a Bilé por sus condiciones como arquero. La historia le reservaba un lugar muy diferente y completamente ajeno a su buen hacer bajo palos. Y es que sus paradas llamaban enormemente la atención de los niños de la época, entre ellos el pequeño Edson que apenas contaba 4 años de edad. Jugar a ser guardameta era uno de sus entretenimientos con los que pasar las horas y, más concretamente, jugar a ser Bilé, su portero favorito. Cada vez que le lanzaban un balón lo buscaba con determinación a la vez que gritaba: “Chuta aí para o Plé”. La deficiente pronunciación a esa temprana edad le llevó a cambiar la B por la P, creando sin querer un nombre que acabaría por convertirse en mítico. La gente que frecuentaba el campo comenzó a llamar así a Dico, provocando en no pocas ocasiones su llanto desconsolado. En efecto, el hijo de Dondinho aborrecía el nombre de Pelé y lo que quería a toda costa era que le llamasen Bilé. Muchos años después, en 2006, Pelé confesó al periódico alemán Bild lo poco que le agradaba ese apodo:

“Meu nome verdadeiro é Edson. Eu não inventei Pelé. Eu não queria esse nome. Pelé soa infantil em português. Edson é mais como Thomas Edison, o homem que inventou a lâmpada”

Aprendiendo a jugar al fútbol y a ser un hombre

Desde entonces el hijo de Dondinho dejó de llamarse Dico para convertirse en Pelé. Pero no sería en São Lourenço donde se forjaría el Pelé futbolista sino en Bauru, ciudad paulista en la que su padre jugaría al fútbol hasta que su tobillo dijo definitivamente basta. Sus inicios, como los de tantos jóvenes de la época, transcurrieron por las calles de su ciudad golpeando con los pies un calcetín relleno con restos de trapos.

Pelé, Dondinho y Zoca en Três Corações (Foto: Ag. Estado | Globoesporte.com)

En los campos de Bauru Pelé aprendió el fútbol callejero, la escuela que mejor funcionaba en el Brasil de aquella época. Eso sí, siempre con el consejo de su padre, a quien verdaderamente se puede considerar su primer entrenador. Fue también allí donde Edson y su padre vivieron el Maracanazo. Pelé lo cuenta en el libro “Mi Legado”:

“En julio de 1950 yo tenía nueve años. Estaba jugando en la calle, como siempre, y Dondinho, mi padre, me llamó.

Adentro, hijo, que ya empieza la final
¿Qué final?, pregunté
La final del mundo entre Brasil y Uruguay
¿Y qué pasa?, insistí
Que va a ganar Brasil y vamos a celebrar, respondió.

Papá, tío Jorge y varios amigos escuchaban el juego por radio. Cuando terminó, con el triunfo de Uruguay 2-1, Dondinho lloraba”

En ese momento Pelé no pudo soportar las lágrimas de su progenitor y se juró a sí mismo que él ganaría un mundial algún día. Costase lo que costase, la copa que su padre no pudo disfrutar en 1950 se la quería regalar él.

Pelé en sus inicios en el Bauru Atlético Clube (Foto: Marcos Ribolli | Globoesporte.com)

Durante los años siguientes el joven Pelé dejaba atrás su sueño imposible de convertirse en piloto y empezaba a pensar en dedicarse al fútbol. Otra anécdota destacada sucedió cuando su padre le sorprendió fumando:

“No te conviene fumar si quieres ser futbolista profesional pero si lo haces aquí tienes dinero para comprar tabaco. No vayas pidiendo por ahí”

Edson captó el mensaje y no volvió a fumar. La familia Arantes do Nascimento conocía de primera mano lo que significaba la pobreza y salía adelante con la ayuda de todos sus miembros incluido Dico, que ayudaba a su tío Jorge a recoger leña para poder venderla y conseguir algo de dinero para el día a día.

Los ciudadanos de Bauru sabían que aquel joven del Santos que había sido convocado por Vicente Feola podía llegar muy lejos

Mientras, su padre le enseñaba a jugar al fútbol y a manejar recursos técnicos como el regate, la conducción o el amago con los hombros. Una vez más Pelé ensalza la figura de Dondinho:

“Y me encantaba estar con mi padre aprendiendo a jugar al fútbol y aprendiendo a ser un hombre”.

Que su padre tomara en consideración las opiniones de un joven como si viniesen de un adulto era una de las virtudes más valoradas por el joven Pelé. Algo poco habitual en aquella época aunque sí lo parecía para Dondinho, el auténtico crack de Três Corações. Un hombre con una mentalidad claramente adelantada a su época.

Primeros pasos como profesional

Foto: pinterest.com

La carrera de Pelé estaba a punto de comenzar. Un fugaz paso por el fútbol sala en Bauru le aportó rapidez en sus gestos técnicos si bien iniciaría su carrera como profesional en el Atlético de Bauru, con solo 13 años de edad. Su primer entrenador importante de fútbol once sería Waldemar de Brito, reconocido futbolista durante los años 30. Waldemar trabajó intensamente con Pelé la recepción y el control de balón, aspectos que consideraba básicos. Por fin en 1956 pidió a su padre llevárselo a probar al Santos. Pero no fue Dondinho sino Doña Celeste, su madre, la que se mostró más reticente, su pequeño solamente contaba 15 años de edad y la sombra de una lesión como la que trajo por la calle de la amargura a su esposo le impulsaba a no querer dejarle marchar. Doña Celeste acabó por acceder y no se arrepentiría.

Los primeros meses no resultaron fáciles. El joven Edson todavía no se había desarrollado físicamente todo lo necesario para competir a nivel adulto y las dudas le llevaron a pensar en regresar a Bauru. Pero si quería una vida mejor para su familia no podía rendirse. Y así, tras cobrar su primer sueldo –unos 2.000 cruzeiros–, se lo envió a su madre. Debutaría como profesional el 7 de septiembre de ese mismo año frente a Corinthians de Santo André, participando con un gol en la victoria de Santos por 7-1.

Pelé no alcanzaría la titularidad hasta el año siguiente, cuando convirtió un total de 65 goles, logrando una de sus primeras metas: la internacionalidad por Brasil. Debutó con la Verdeamarela en la Copa Roca de 1957 –competición a doble partido frente a Argentina– anotando el único gol brasileño en el encuentro de ida y el primero en el encuentro de vuelta.

Suecia 1958: la coronación de un garoto

El siguiente desafío le llegaría un año después, con 17 primaveras a la espalda. La Copa del Mundo de Suecia parecía un escenario excesivamente grande… ¿o tal vez no? Los ciudadanos de Bauru sabían que aquel joven del Santos que había sido convocado por Vicente Feola podía llegar muy lejos. Pelé llegaba a Suecia como un semidesconocido para casi todos, pero Feola sabía muy bien lo que hacía cuando convocaba a Edson Arantes do Nascimento.

El técnico, nombrado apenas un par de meses antes de la fase final, arrastraba una fama de hombre tranquilo y muy abierto a escuchar opiniones. Tanto es así que siguiendo el consejo de Paulo Machado de Carvalho, jefe de la delegación brasileña, decidió llevarse a Europa una comisión técnica que incluía a profesionales tales como un dentista y un nutricionista. Y lo más importante, un psicólogo que tratase los vaivenes mentales de un grupo todavía afectado por el desastre de Maracaná 8 años antes. Nadie dudaba de las virtudes físicas y técnicas de los integrantes de la Verdeamarela pero a la hora de la verdad pocos les consideraban favoritos a causa de su mentalidad perdedora, muy en la línea de la “maldición de los cuartos de final” que durante tanto tiempo persiguió a España.

Las decisiones correrían a cargo de la comisión técnica pero Feola no necesitó el consejo de nadie para llamar al joven goleador del Santos. Su condición previa de técnico del Sao Paulo le permitió seguir en diversas ocasiones cómo se desenvolvía Pelé en un terreno de juego. Y lo que vio no le dejó dudas al respecto, aquel garoto viajaría a tierras nórdicas.

Curiosamente el 8 de junio, día del debut frente a Austria, no entran en el equipo tres de los futbolistas que despertaban más interés: Garrincha, Vavá y Pelé. Pese a ello Brasil gana con autoridad por 3-0 aunque con un fútbol poco convincente.

Tocaba enfrentar a Inglaterra y Vicente Feola apenas realiza una modificación en el equipo, retirando a Dida e introduciendo a Vavá. En esta ocasión no se pasa del empate sin goles, quedando el billete para cuartos de final pendiente del partido contra la URSS.

De cara a este encuentro llegan los cambios. Durante muchos años se creyó que la gente con más peso en el vestuario – Bellini, Didí o Nilton Santos– había influido en la decisión de Vicente Feola de introducir a Garrincha y Pelé, en relación con la supuesta falta de carácter del técnico. Pero en 2008 Zito, centrocampista que también entraría como titular contra la URSS, se encargó de arrojar un poco de luz sobre el tema, confirmando oficialmente a fifa.com que Pelé había llegado con molestias en una rodilla a Suecia tras una fuerte entrada sufrida en un amistoso previo al mundial ante Corinthians y que el médico firmó su alta justo antes del partido contra los soviéticos. El mismo Pelé confirmó este extremo, de la misma forma que Mario Lobo Zagallo contaba que Garrincha entró en el equipo tras una lesión del centrocampista Joel. No obstante parece evidente que si existieron presiones por parte de los pesos pesados del vestuario estas no se llegarán a confirmar jamás de manera oficial.

Más allá de especulaciones, lo cierto es que el debut de Pelé en una fase final de una Copa del Mundo tuvo lugar el 15 de junio de 1958 en Goteborg. La URSS había conquistado el oro olímpico en 1956 y se preveía un choque complicado. Y a decir verdad Brasil pasó por encima de su rival. Pelé, ya con su legendario número 10 a la espalda, se encontró una vez con el poste y colaboró activamente en la gestación del segundo tanto gracias a una combinación con Vavá aunque el mundo asistió a la presentación en sociedad del gran Mané Garrincha, indiscutible protagonista del choque. Los soviéticos en ningún momento entendieron que esos amagos y caracoleos no tenían otro objetivo que buscar una salida del balón para su pierna diestra y todavía le buscan en la banda derecha 56 años después.

En cuartos de final el adversario era País de Gales, selección que tocaba techo. Los galeses plantaron cara pese a haber sufrido la baja de John Charles, su futbolista más destacado. Los minutos pasaban y la supuesta superioridad brasileña no se plasmaba en el marcador. Por fin, en el minuto 66 llegó el momento. Pelé convertía uno de los mejores goles del torneo mostrando una coordinación y velocidad endiabladas tras pinchar un balón con el muslo. Gol que servía para que su país alcanzase las semifinales. El 19 de junio de 1958 pasaría a la historia como el día en que llegó el primer gol de Edson Arantes do Nascimento en una Copa del Mundo.

Pelé frente al portero francés Claude Abbes (Foto: S&G and Barratts | EMPICS Sport)

Pero lo mejor estaba por llegar. La Francia de Raymond Kopa y Just Fontaine llegaba con la aureola de poseer el ataque más poderoso del campeonato y se presentaba como un serio candidato a ganar el mundial. Pero Vicente Feola ya había encontrado su once y Brasil no iba a dar opción. En el primer tiempo Didí y Vavá toman las riendas, con un Pelé más centrado en el trabajo colectivo bajando a recibir balones y combinando al primer toque en corto. Será acto seguido, en la segunda parte, cuando ofrezca su primera gran exhibición. Una asistencia de espaldas y un gol de oportunista no son más que el inicio del recital. Taconazos, túneles, juego de espaldas y una amplia gama de recursos quedaron en el álbum de recuerdos de este partido. Todas las jugadas de ataque de la Canarinha durante los segundos 45 minutos compartían protagonista, ya fuese con conducciones, pases o remates. Llegarían, por supuesto, dos goles más de Pelé. En el último de ellos, al igual que contra Gales, volvió a valerse de un control con el muslo para definir con una volea. Actuación asombrosa, mucho más meritoria por tratarse apenas de un adolescente.

Y es que Pelé estaba viviendo un proceso de maduración acelerado. En lo personal también quedó impresionado por las jóvenes suecas, rubias y de ojos azules:

“Nos amaban, especialmente a los negros, tuve una aventura con una mujer llamada Ilena”

Un día, mientras entrenaban cerca de un lago en Goteborg, vieron a mujeres semidesnudas tomando el sol:

“El descubrimiento nos inspiró para que todos los días entrenáramos más”

Formación de Brasil que se enfrentó a Suecia en la final (Foto: fifa.com)

Vivencias extraordinarias para un joven brasileño de aquella época. Pero la experiencia tocaba a su fin y a la final Pelé llegaba con toda la confianza del mundo. Habían derrotado al rival más fuerte y solamente quedaba un paso para conseguir la Copa Jules Rimet. En esta ocasión Edson Arantes do Nascimento no necesitó esperar al segundo tiempo. De poco sirvió que los suecos saliesen con valentía y marcasen a los 5 minutos, otra vez el chico de Três Corações tomó el mando y con la inestimable ayuda de un Garrincha estelar llevó a Brasil hasta el cielo. Con una elasticidad propia de una gacela conseguía eludir feas tarascadas. Su permanente influencia en el juego ofensivo se acompañaba de jugadas que quitan el aliento como un disparo al palo con la zurda o un nuevo control con la rodilla para rematar fuera. Su tanto, tras dibujar un perfecto sombrero sobre Bengt Gustavsson, asombró al mundo pero tenía muy poco de casual. Años después relacionaba los sombreros con su aprendizaje en Bauru:

“Eu digo que deveriam ver o que a criançada de Bauru fazia nos campinhos de várzea. Era um campo pequeno, com vinte jogadores de cada lado. Então, para ficar alguns segundos com a bola, o jogador tinha que driblar por cima, entende? Porque embaixo não havia espaço”

Aun con todo, quedarse únicamente con sus goles no es suficiente. Pelé significaba mucho más y para poder apreciarlo no cabe otra alternativa que verlo jugar y compararlo con el resto de sus compañeros y rivales. De manera especial en 1958, siendo todavía un recién llegado. La forma de moverse, el atrevimiento con el que intentaba regatear y la potencia con la que disparaba marcaban la diferencia. En plena final de un mundial ningún otro futbolista mostraba su omnipresencia ni su voracidad. Asumiendo responsabilidades que no le correspondían y mostrando una personalidad arrolladora, cualquiera con su edad y en medio de tanta estrella se habría encogido. El cabezazo en el minuto 90 que ponía el 5-2 definitivo daba paso a la emoción y a la alegría desbordadas.

En el plano personal Pelé ya vivió en 1962 el rodaje de la primera película sobre su vida

Las imágenes de un Pelé roto por un incontenible llanto adolescente y recibiendo los abrazos de sus compañeros constituyen una de las imágenes más hermosas y emotivas de la historia de los mundiales.

En el horizonte próximo se divisaba el inicio de una nueva era y que el joven imberbe a quienes todos llamaban Pelé se convertiría en O Rei, sobrenombre que surge a raíz de una portada de la revista "Paris Match" tras el mundial. La prensa brasileña expresaba un sentimiento de liberación tras el trauma al que se habían visto abocados en 1950, el día del Maracanazo. Y mientras, Dondinho, que había permanecido escuchando el partido por la radio al igual que 8 años atrás, recibía una llamada telefónica procedente de una estación de ferrocarril nórdica. Dico había cumplido su promesa y llamaba para compartir su júbilo con su padre.

Chile 1962: lesión y bicampeonato

La Copa del Mundo recibía en 1962 con enorme respeto a los campeones del mundo. Brasil llegaba a tierras chilenas –esta vez sí– como favorito y Pelé como líder de un grupo de futbolistas extraordinarios que se mostraban convencidos de que repetir título era más que posible. La fama de equipo caótico e inestable había dejado paso a un conjunto que ofrecía resultados y desprendía un aura de jogo bonito. Reinar de nuevo parecía casi una obligación.

Foto: dnasantastico.com

A estas alturas y con 21 años Pelé ya se había convertido en referencia indiscutible en el fútbol mundial. 103 partidos jugados en 1959, 33 goles en el torneo paulista de 1960 y 110 goles en 75 partidos disputados en 1961 hablaban a las claras de su regularidad. En este último año anotaba el famoso Gol de Placa en Maracaná, del que únicamente se conservan fotografías. En 1962 y 1963 el Santos conseguiría sus dos primeras Copas Libertadores en plena efervescencia de O Rei, acompañadas de sendas Copas Intercontinentales ante Benfica –hat-trick incluido– y Milan. En el plano personal Pelé ya vivió en 1962 el rodaje de la primera película sobre su vida.

En cualquier caso, cuando la Canarinha viajó a Chile el Santos todavía no había conseguido ninguno de sus títulos continentales. Aymoré Moreira reemplazó a Vicente Feola en el banquillo debido a los problemas de este último en relación con su sobrepeso, los cuales le repercutían a nivel cardíaco. El nuevo técnico pareció entender que no sería inteligente modificar en exceso lo que venía funcionando a las mil maravillas. No se equivocaba.

Contra México en Chile 1962 (Foto: fifa.com)

Tocaba comenzar contra México, partido en el que jugaron los mismos once –a excepción de la pareja de centrales– que cuatro años antes habían derrotado a Suecia. Brasil se encuentra con un rival respondón en el primer tiempo y le cuesta madurar el partido. El peso ofensivo lo lleva Garrincha pero Pelé, en su línea habitual, participa mucho en el juego triangulando en zona de tres cuartos y utilizando gestos técnicos espectaculares tales como un control con el tacón o un disparo con el empeine aprovechando un mal bote. Balones al hueco, una pared con el central Zozimo o un pase de la muerte son otras de las perlas que dejó O Rei en este partido. Un buen zurdazo fue el preámbulo de la jugada del primer gol, en la que tras un slalom pierde la bola para recuperarla rápidamente y asistir a Zagallo. Otra de sus muchas virtudes, la inteligencia a la hora de robar balones, salía a la luz frente a México. Su destacada actuación se veía culminada con el segundo gol tras una excelente jugada personal. Dos rivales no pueden soportar la potencia del astro brasileño y, cuando la caída parece inevitable, remata cruzado con la zurda. Golazo que rubricaba el primer triunfo de la Canarinha en el mundial 62. Y Pelé arrancaba la competición manteniendo exactamente la misma línea con la que había finalizado el anterior.

Desgraciadamente su trayectoria en Chile finalizaría mucho antes de lo esperado. En el siguiente partido, 3 días después, el rival era Checoslovaquia. Un fenomenal zurdazo que desvía el guardameta checo Schrojf se convierte en el último detalle que Pelé dejó en este mundial, sufriendo un desgarro inguinal en el mismo momento de ejecutar el disparo.

Pelé y Amarildo (Foto: fifa.com)

Pese a no pasar del empate sin goles en este encuentro Brasil avanzaría en el torneo hasta conquistarlo y convertirse en bicampeón mundial. En la final se volverían a encontrar con los checos derrotándolos esta vez por 3-1, pasando el primero de los goles a la historia como el gol de Amarildo. Amarildo sustituyó a Pelé con éxito en esta fase final anotando tres goles y complementando a un excepcional Mané Garrincha. Pero O Rei había participado activamente del triunfo y solo la mala suerte le privó de acaparar un mayor protagonismo, el bicampeonato también era suyo y le sobraban merecimientos.

Poseía tal influencia mediática que media hora antes de iniciarse la final el público mantenía la esperanza de que pudiese jugar pese a que se encontraba en la tribuna firmando autógrafos y concediendo fotos a los aficionados que se lo pedían. En cuanto finalizó el partido Pelé se fue al terreno de juego a celebrar el triunfo con sus compañeros.

Foto: ESPN

De su estancia en Chile Pelé cuenta una anécdota durante su concentración en Viña del Mar:

“Iba con un par de compañeros, no recuerdo cuáles. Alguien, al vernos en la entrada del hotel, nos preguntó si nos había gustado Viña del Mar. Nosotros respondimos que no, que a nosotros no nos gustaba el vino y que no podíamos tomarlo tampoco”

Evidentemente a los brasileños les había encantado Viña del Mar aunque probablemente tampoco habrían despreciado un buen vaso de vino. Buena muestra del carácter políticamente correcto de Pelé, uno de sus rasgos distintivos, que más le alejan de la filosofía “maradoniana” y que tanta antipatía ha generado en su etapa post-futbolista.

Foto: taringa.net

Inglaterra 1966: la soledad de un rey

Durante los cuatro años siguientes O Rei continuó cosechando títulos con el Santos aunque no a nivel continental ni intercontinental. Individualmente se coronó como máximo goleador de la Copa Libertadores en 1965, año en el que completaba también su novena temporada consecutiva como máximo goleador del Campeonato Paulista.

El 21 de febrero de 1966 Edson Arantes do Nascimento contraía matrimonio con la que fue su primera esposa, Rosemeri Cholbi, relación que mantuvo hasta 1978 y fruto de la cual nacerían tres hijos: Kelly Cristina, Jennifer y Edinho. Todo parecía ir viento en popa para O Rei.

La lección de pundonor que ofrece O Rei contra Portugal probablemente se pueda comparar a la que cuatro años más tarde protagonizaría Franz Beckenbauer con su brazo en cabestrillo frente a Italia

Sin embargo de cara al mundial de Inglaterra la historia sería bien distinta, con una preparación muy deficiente que acarrearía nefastas consecuencias. Vicente Feola, de nuevo al frente, utilizó más de 45 futbolistas antes de tomar la decisión de quién viajaría a Inglaterra, muy presionado por los clubes brasileños para que sus jugadores fuesen convocados. Tanto baile en las convocatorias generó mal ambiente y muy poca estabilidad. Y lo más importante, el equipo había empeorado sensiblemente. Jugadores como Garrincha, Zito o Djalma Santos ya llegaban bien entrados en la treintena, mientras que los huecos provocados por las retiradas de Didí y Vavá eran ocupados por futbolistas menores como Denilson o Alcindo.

De la concentración previa se puede rescatar un curioso episodio con los legendarios The Beatles, quienes quisieron ofrecer un concierto a la delegación brasileña, el cual fue vetado por uno de los directivos que rechazaba el contacto con “esos melenudos”

A pesar de todo el 12 de julio de 1966 Brasil seguía creyendo que se podía lograr el tercer campeonato consecutivo. Enfrente estaba Bulgaria y Pelé vuelve a ofrecer una exhibición de arrancadas y pases al primer toque. Incluso anota el primer gol en un lanzamiento de falta directa si bien son dos las jugadas más espectaculares que deja O Rei. La primera, una galopada por banda izquierda con dos regates que levanta un grito de admiración espontánea del público. La otra, ya en la segunda mitad, en otro alarde de potencia deshaciéndose de dos defensores y disparando cruzado para que el guardameta búlgaro se luzca. Como contrapartida sufre un marcaje severo con varias entradas ante las que no se arruga, respondiendo con alguna tarascada. Finalmente Brasil consigue la victoria con dos goles a balón parado –el segundo de Garrincha– pero con lagunas importantes en su juego que quedarían al descubierto en los encuentros siguientes.

Contra Hungría las molestias físicas impiden la participación de Pelé, sufriendo Brasil su primera derrota en un mundial desde que en 1954 les derrotaran los Magiares Mágicos.

Pelé contra Portugal en 1966 (Foto: Art Rickerby | Getty Images)

Para el encuentro a vida o muerte contra Portugal volvía el líder de los campeones del mundo. Enfrente, el reto de vencer al equipo de Eusebio y varios de los integrantes del Benfica que había conseguido dos Copas de Europa. Tras el descalabro ante Hungría Vicente Feola cambia a 8 jugadores, nueva muestra de la inestabilidad del vestuario. El partido se recuerda básicamente por dos circunstancias: la exhibición de poderío de la Pantera Negra y las continuas faltas sobre los futbolistas brasileños, consentidas una y otra vez por el colegiado británico George McCabe. Pero hubo más. A la media hora Portugal ya gana 2-0 y Pelé sufre una dura entrada, recibiendo atención médica en la banda. Cuando vuelve al terreno de juego su cojera es evidente pero al no permitirse los cambios Pelé juega durante una hora lesionado.

Pelé, lesionado y eliminado de Inglaterra 1966 (Foto: terra.com)

Tras el descanso sale con un aparatoso vendaje en su rodilla derecha, abandonando su posición habitual de diez para situarse en banda izquierda, buscando una zona con marcajes menos férreos. La lección de pundonor que ofrece O Rei probablemente se pueda comparar a la que cuatro años más tarde protagonizaría Franz Beckenbauer con su brazo en cabestrillo frente a Italia. Pelé no se esconde en ningún momento pese a jugar literalmente con una sola pierna. Absolutamente todos sus envíos son ejecutados con la izquierda, mostrando la misma precisión que un zurdo nato. Pases con destino hacia los puntas e incluso un buen disparo llevaron su firma. Aun así la diferencia entre los dos equipos resultó excesiva, un Portugal especulativo en los segundos 45 minutos se bastó y sobró para contener unos ataques brasileños totalmente carentes de energía.

O Rei se marchaba de Inglaterra enojado con la permisividad arbitral y planteándose muy seriamente no volver a una Copa del Mundo. Pero a veces es necesario tocar fondo para volver a lo más alto. Y a Edson Arantes do Nascimento todavía le quedaba una hermosa historia que escribir cuatro años más tarde, en México 70.

México 1970: presión, madurez y júbilo

“Nosotros salimos directamente de la concentración rumbo al Estadio Azteca. Estábamos llegando al vestuario cuando escuchamos los gritos de la hinchada en las tribunas. De pronto, estallé en llanto, no conseguía parar”.

En efecto, la tensión acumulada por Pelé durante el mundial de México 70 afloraba justo antes de la gran final. La tercera final de un mundial en 12 años para la Verdeamarela. Y es que pese a lo ídílico de las imágenes de aquella Copa del Mundo, los jugadores brasileños soportaban una presión política brutal. La dictadura militar que gobernaba en Brasil quería a toda costa conseguir nuevamente la Copa Jules Rimet, generoso aval para mantenerse en el poder.

Foto: Popperfoto | Getty Images

Pelé había regresado a la selección tras dos años de descanso. Con João Saldanha como técnico el equipo arrasó en la fase de clasificación, sumando 23 goles a favor y solo 2 en contra, logrando 6 victorias en 6 partidos y con Tostao como máximo artillero. Pero Saldanha discrepaba abiertamente con el régimen militar que gobernaba en Brasil, algo que no se esforzaba en ocultar, y tras lograr el pase al mundial únicamente bastaría con una mínima excusa para desencadenar su cese. La gota que colmó el vaso cayó tras un aparentemente intrascendente empate en un amistoso preparatorio disputado el 14 de marzo de 1970. Todos los integrantes de la Canarinha hicieron frente común para impedir la destitución. Todos excepto Pelé, que no mantenía una buena relación con Saldanha e incluso había visto peligrar su titularidad en beneficio de Tostao.

Así llegó Zagallo al banquillo, uno de los héroes de 1958 y 1962, figura más ligada al deporte y mucho menos a la política. Y con él la garantía para O Rei de un puesto fijo en el once, junto a los otros cuatro dieces que integrarían una delantera legendaria: Gerson, Rivelino, Jairzinho y Tostao acompañarían a Edson Arantes do Nascimento en una formación mítica durante aquella Copa del Mundo.

Festejando un gol en México 1970 (Foto: cnn.com)

El 3 de junio comenzaba la fiesta y Brasil se medía a Checoslovaquia. Los checos dieron la cara adelantándose en el marcador pero acabaron claudicando ante la calidad de la Verdeamarela. Pelé ofreció todo su repertorio, con un fútbol sencillo e inteligente pero sin despreciar detalles como algún caño, un autopase o una asistencia a Clodoaldo con la zurda. Una vez más sus arrancadas desde el círculo central causaron estragos en el entramado checo y sus conducciones resultaron fundamentales para atraer defensores. Su control con el pecho tras asistencia de Gerson seguido de un disparo cruzado a la red revelaba una potencia física en su máximo esplendor, con 29 años a sus espaldas. Con todo, la jugada que más se recuerda de ese partido no es otra que su no gol con un disparo desde el mediocampo que sale a escasos centímetros de la portería de Ivo Viktor.

El choque frente a Inglaterra ya era harina de otro costal. La prensa lo había anunciado como una final anticipada y Pelé desveló posteriormente su ansiedad ante su primer enfrentamiento contra los ingleses en un mundial. Sin duda la herida de Inglaterra 66 continuaba abierta. El calor no invitaba a grandes esfuerzos y efectivamente, el partido discurrió por unos cauces de gran conservadurismo y con una primera parte tremendamente cerrada. Rota, eso sí, por un chispazo digno de una final, el famoso cabezazo de O Rei al que respondía de manera sobrehumana Gordon Banks. El segundo no gol que Pelé dejaba para la historia, encumbrando a su vez al guardameta británico. Pero el astro brasileño también participó activamente en la jugada del único gol del partido con asistencia a Jairzinho, ejecutando asimismo una vaselina cerca del final que se marchó alta. Su saludo final con Bobby Moore forma parte de la colorida galería de México 70.

Ante Rumanía, sin Gerson ni Jairzinho, Brasil ganó casi por inercia en un partido en el que Pelé asumió el peso ofensivo del equipo. O Rei colaboró con otros dos goles, uno de falta directa y otro de puro instinto a la salida de un córner. Fue quizás el partido más gris de aquel increíble equipo pero lo más importante se había logrado. La primera plaza del grupo permitía esquivar a la temible selección alemana, además de poder mantener Guadalajara como sede tanto en cuartos de final como en semifinales.

No todo era poesía en el fútbol de Pelé y menos a estas alturas de su carrera

El rival al que tocaba enfrentar en cuartos no era otro que Perú. Un muy buen equipo que intentó hacer frente a una selección netamente superior. Pelé abría el partido con un sensacional control de pecho y de rodilla para acabar la jugada estrellando el balón en el poste. Un gol de Rivelino y otro de Tostao permitieron a Brasil mandar desde muy pronto en el marcador. Perú no se arrugó y entró al trapo permitiendo disfrutar de un hermoso intercambio de golpes en el que, obviamente, la descomunal calidad de los brasileños salió triunfadora. Con 3-2 en el marcador, no obstante, se dejó sentir la experiencia de Pelé, que paró la pelota y decidió pausar el juego evitando riesgos innecesarios. Un partido en el que no marcó, estrellándose dos veces en los palos y asistiendo a Tostao en el tercer gol. Siempre participando y siempre sumando pese a no mostrarse fino de cara a la portería rival.

Llegaban las semifinales, donde esperaba Uruguay, el enemigo íntimo de Brasil desde hacía 20 años. Otra vez la sombra del Maracanazo sobre Pelé. El efecto psicológico parecía el único punto a favor de los charrúas, con un equipo claramente inferior. Y efectivamente, durante la primera parte Brasil se ve atrapado en una telaraña de espesura y ritmo cansino. Pelé es el único capaz de tirar del carro pero la poca participación de sus compañeros hace que su producción ofensiva se limite a arañar unas cuantas faltas en las inmediaciones del área rival. Durante casi media hora Brasil se vio con el marcador en contra pero el empate de Clodoaldo al filo del descanso mudó el panorama. En la segunda parte Brasil se impone y O Rei deja tres jugadas con sabor a auténtica crema pastelera. La primera una galopada por carril central con verdaderos tintes maradonianos y que finaliza cuando la zaga celeste lo derriba al borde del área. La segunda, de esas que levantan el “ooooooooh” espontáneo del público, cuando tras un saque de puerta de Mazurkiewicz, Pelé empalma sin dejar caer la bola y está a punto de sorprender al guardameta. Y la tercera, la más recordada, el último no gol que logra en este mundial, la finta de las fintas sobre el arquero charrúa y el disparo cruzado final que debió acabar besando la red. Cuántos goleadores habrán deseado que alguno de sus tantos fuese siquiera la décima parte de recordado que cualquiera de los tres no goles de Pelé en este mundial.

Pero de la semifinal conviene rescatar especialmente su juego sin balón. O lo que es lo mismo, su dureza defendiendo y su contundencia a la hora de entrar al contrario, sin nada que envidiar a la de los jugadores uruguayos. Era un partido para remangarse y O Rei también dominaba ese registro. En ocasiones pedía faltas inexistentes y sabía cómo interpretar su papel de víctima de manera primorosa. El fútbol subterráneo que le había apartado de los dos mundiales anteriores también formaba parte de su vasto repertorio. No todo era poesía en el fútbol de Pelé y menos a estas alturas de su carrera, enseñando un carácter camaleónico que le permitía adaptarse a las condiciones del partido y del rival.

Faltaba un paso para recuperar la Copa Jules Rimet. Italia se perfilaba como un duro adversario en la gran final del estadio Azteca pero ni Edson Arantes do Nascimento ni sus compañeros estaban dispuestos a quedarse sin el título. Dominando desde el inicio, Brasil se adelantaba pronto tras un cabezazo en suspensión de Pelé que ponía de relieve su fantástica potencia de salto. O Rei demostró en esta final una intuición para rematar fuera de lo normal, en parte trabajada desde el entendimiento con sus compañeros y en parte puramente genética. Un caño a Burgnich, una asistencia de cabeza a Jairzinho y el pase en la jugada coral que terminaba con el 4-1 de Carlos Alberto ponían el broche de oro a una carrera mundialista irrepetible. Las celebraciones llevándole a hombros con un sombrero mexicano en la cabeza reflejaban una alegría mucho más madura que la experimentada en 1958. Sin lágrimas que recorrieran su rostro pero con una radiante sonrisa de felicidad, Pelé se coronaba de nuevo en México 70 aunque la prensa ya comenzaba a reconocer que su reinado en el plano individual tocaba a su fin. Y su padre, con 53 años, veía cómo Edson ganaba por tercera vez aquella copa que se les había escapado en 1950. Hacía ya mucho tiempo que se habían invertido los papeles, Dico ya no ejercía de hijo de Dondinho sino que Dondinho se había convertido en el padre de Pelé.

Alegría tras el triunfo en México 1970 (Foto: AP)

Mucho más que un tricampeón mundial

Edinho, Pelé y Dondinho (Foto: pinterest.com)

Edson Arantes do Nascimento se retiraría de la Verdeamarela en julio de 1971 y no volvería a jugar en un campeonato del mundo. Sabia decisión, en 1974 hubiese llegado con 33 años y con muy pocas opciones de triunfar ante la pujanza de las nuevas tendencias europeas. Llegaba el fútbol moderno. Su último partido oficial se celebraría el 1 de octubre de 1977 en la liga estadounidense. Una carrera con 1.283 goles y tres títulos mundiales, logros que será extremadamente complicado que alguien alcance algún día. Un abanico de recursos físicos, técnicos, tácticos y psicológicos difícilmente igualable. 12 años al más alto nivel en su selección y que completan un currículum que le sitúan, más allá de gustos personales, entre los 4 futbolistas más grandes de la historia.

Pocas cosas malas se pueden decir de un futbolista que en 1969 fue capaz de detener la guerra entre Nigeria y Biafra durante 48 horas para que el Santos disputase un amistoso en Lagos. Un hombre al que han besado sus manos y tocado su cabeza cientos de veces simplemente para tratar de buscar algún tipo de bendición sobrenatural. A lo largo y ancho del Planeta Tierra el simbolismo de Pelé es muy superior a lo que supone haber logrado tres títulos mundiales. Un orgullo, un estandarte, un emblema que escapa de lo puramente terrenal. ¿Quizás una religión? ¿Un dios? Para muchos lo más grande que han visto sobre un terreno de juego. El mejor. Dico, O Rei, Edson Arantes do Nascimento. Nunca existirá otro como él. En una palabra, Pelé.

Fuentes consultadas:

- www.biography.com
- www.zcastel.com
- Pele: The Autobiography. Trans. Daniel Hahn. London: Simon &Schuster, 2006
- www.globoesporte.com
- www.elperiodico.com
- www.taringa.net
- Revista Era Pelé, 1984.
- Pelé: a historia que faltou. Silvestre Gorgulho, octubre 2004
- www.blogs.estadao.com.br
- www.everardoherrera.com
- www.fifa.com
- www.v-brazil.com
- www.futeboldonorte.com
- Pelé 69 sigue siendo el Rey. Juan Carlos Méndez, Caretas/22 octubre 2009

- pcweb.info

- ESPN deportes
- Entrevista a Pelé. La Tercera, 27 de mayo de 2012
- www.worldcupblog.org
- www.heraldo.es
- La caída de Saldanha. Chema R. Bravo/Ecos del balón
- www.elperiodico.com