Mundial de México 1986. Durante la disputa del mismo, todos los focos de atención estaban presos de una figura indiscutible, un futbolista de 25 años que había rendido al mundo futbolístico a sus pies, merced de unas cualidades que haría que muchos le considerasen desde entonces y para siempre como el mejor jugador de la historia. Diego Armando Maradona llegaba a la cita de selecciones en todo su esplendor, en el auge de su carrera deportiva y en uno de esos picos altos que, junto al extremo opuesto, caracterizaron su vida, tanto dentro como fuera de los terrenos de juego. No obstante, si había alguien capaz de discutirle el protagonismo al futbolista argentino en aquel torneo, ese no era otro que Gary Lineker.

Gary Lineker, en su sinicios | Foto: Getty Images.


En la órbita de los grandes de Europa

50 goles en dos temporadas pusieron su nombre en el disparadero

Nacido en Leicester, el 30 de noviembre de 1960, sus dotes futbolísticas no tardaron en llevarle a su primer club, el perteneciente a su localidad natal -Leicester City-. Allí, la friolera de 50 goles en apenas dos campañas, dispararon su nombre para el conocimiento de los más grandes clubes europeos, siendo el Everton el que se llevaba el gato al agua con su contratación para la siguiente temporada -39 goles-. Una y no más porque al año siguiente, Lineker daría el salto de las islas británicas hasta territorio español para aterrizar en las filas del FC Barcelona, donde militó durante tres campañas más. La llegada de Johan Cruyff y el reposicionamiento de Gary sobre el campo -reconvertido a extremo- minaron su rendimiento y el jugador vio descender notablemente su número de goles. Desde la ciudad condal, Lineker volvió a Inglaterra, esta vez para recalar en el Tottenham Hotspur durante tres ejercicios más hasta que finalmente, tras aceptar una suculenta oferta de la liga japonesa -Nagoya Gampus Eight-, pondría punto y final a su carrera deportiva.

Lineker, tras su llegada al FC Barcelona| Foto: Getty Images.


Muchos le definen aún hoy como uno de los mejores delanteros de su tiempo. Y es que las razones del británico no son precisamente faltas. Lineker dejó su impronta un Mundial de difícil factura a pesar de que la selección inglesa sucumbiera de la manera más dolorosa posible ante la Argentina de Diego Armando Maradona. La sombra del futbolista albiceleste dificultaba a todas luces, la aparición de una figura que osase, tan si quiera desafiar al mito de la gaucha. Pero Lineker, que por aquel entonces militaba aún en filas del Everton, presentó credenciales más que suficientes para no pasar inadvertido a pesar de la presencia del astro argentino.

Explosión fulgurante en el Mundial 86

Su Inglaterra había quedado encuadrada en el grupo F, junto a Marruecos, Polonia y Portugal, protagonizando además un pésimo arranque con una derrota ante el combinado luso (1-0) y un empate ante el marroquí. No obstante, Lineker se resarciría a base de bien en el tercer partido del grupo, el duelo ante Polonia con el que anotaría un hat-trick, un triunfo que a la postre le serviría al equipo británico para situarse en segunda posición, sólo por detrás de Marruecos. Los octavos de final cruzaron el camino de Inglaterra con el de Paraguay en lo que sería una nueva exhibición del jugador inglés con un doblete que, sumado al tanto de Beardsley, le servía a los suyos para imponerse al combinado sudamericano por 0-3 y certificar el pase a la siguiente fase.

"El gol de Maradona me obligó a aplaudir"

Los cuartos de final, no obstante, supusieron el amargo tope de Inglaterra ante Argentina en un partido histórico para la albiceleste que hubo de degustar el combinado de Lineker para mayor inri. El 1-0 que inauguraba el marcador sería obra de Diego Maradona, el mundial e históricamente conocido como 'la mano de Dios', un tanto que el argentino anotaba con la mano, gesto del que no se percató el árbitro del partido, haciendo que ese gol subiera al marcador para desgracia de los ingleses. El segundo, de menor reproche y mayor admiración, no aminoró el dolor de los europeos. El 2-0 de la albiceleste también encontraría un lugar en las vitrinas del tiempo y la leyenda, siendo conocido como 'el gol del siglo', el mismo que la FIFA elegiría después de que Diego Armando dejase en el camino a un sinfín de jugadores ingleses en una serie de regates eternos que levantaron a todos de sus asientos. "El gol de Maradona me obligó a aplaudir", manifestaba el inglés años después.

Lineker y Maradona, en un amistoso, tras el Mundial 86 | Foto: Goal.com.


Él abrió el macador de Inglaterra y él lo cerró

Ser el máximo goleador del Mundial 86 le valió el Balón de Plata

Ante la evidencia de quien, cuanto menos en aquel momento, era el mejor jugador del planeta, Gary sólo pudo poner su particular grano de arena en la forja de su propia identidad, anotando el último gol de Inglaterra en el Mundial, de igual manera que él mismo había anotado también el primero. El postrero 2-1, no sólo haría las veces de gol del honor para los de Lineker, sino que también le serviría para confirmar al jugador inglés como el máximo aritllero del campeonato mundial, a pesar de competir con hombres de la talla del mismísimo Maradona y a pesar de despedirse de la competición en los cuartos de final. De aquello se derivaría también la recepción del Balón de Plata, que le certificaban como el segundo mejor jugador del mundo, por detrás únicamente de Igor Belánov, jugador del Dinamo de Kiev y a la postre, campeón de la Recopa de Europa ese mismo año.

Aquel éxito le sirvió a Lineker para labrarse el citado hueco en el FC Barcelona, que no tardó en hacerse con sus servicios. Pero a pesar de que en el club catalán sólo prolongaría su estancia durante tres campañas, alzándose con una Copa del Rey y una Recopa de Europa, la sombra del jugador inglés continuó alargándose en el Mundial de 1990 como una necesidad de confirmación para sí mismo y para el mundo. En aquella ocasión no repitió la hazaña de proclamarse como máximo goleador del mismo pero junto a Paul Gascoigne, acaparó buena parte de la "culpa" de que Inglaterra alcanzase unas semifinales que posiblemente mereció ganar.