Vicente Engonga Nguema nació en 1937 en Bisabat (Kie Ntem, Guinea Ecuatorial), su infancia moldeada por la escasez y la lepra que golpeaban a la puerta de su casa no fue nada sencilla. Don Vicente vivía en la región de Micomeseng de Guinea, donde había muchos españoles, precisamente por apoyo y mediación de uno de ellos, (Juan Antonio Gómez Varillas), cántabro, profesor en el colegio Fernando Poo y presidente de un equipo de fútbol, llegó a España. Juan Antonio recomendó a aquel chaval que por entonces contaba con veintiún años de edad, que diera el salto a Europa. En gran medida con aquella decisión salvó la vida, puesto que el régimen de Macías dio órdenes de asesinar a una gran mayoría de profesionales.Vicente tenía condiciones para ser futbolista y las cualidades que se le vieron en los campos de tierra de Micomeseng le animaron a medir su talento en la Tercera División española, donde se pudo ver a un potente y rápido delantero que se batió el cobre con los recios defensores de las categorías amateur del fútbol español. Durante un año (en la temporada 59/60) jugó en las filas del Rayo Cantabria antes de enrolarse en las filas de la R.S.Gimnástica de Torrelavega. En aquellos años llamaba poderosamente la atención ver a jugar en Torrelavega a un futbolista de color, y por eso le llamaban “el negro”. Debutó en la temporada 60-61, disputando 22 encuentros y marcando 10 goles, dejando además un gran recuerdo de su paso por la Gimnástica.

Después de jugar en el Santoña su último equipo en Cantabria, pasó por varios equipos catalanes como el Mataró, el Condal y el San Andrés, donde tan siquiera llegaría a debutar en choque oficial durante el ejercicio 1965-66. El apellido Engonga va íntimamente ligado a Torrelavega y al Gimnástica, pues esta saga de jugadores surgió del equipo local de la ciudad cántabra. Don Vicente puso fin a su carrera a la edad de 27 años y se radicó definitivamente en Sierrapando, Torrelavega, ciudad en la que dejó una profunda huella y en la que se hizo querer tanto en los ámbitos sociales como deportivos. Allí nacieron sus hijos (excepto Vicente que lo hizo en Barcelona), junto a su esposa, Catalina Maté, puso los cimientos de una dinastía de buenos futbolistas, que atenuaron en gran medida la absoluta desconexión existente durante años entre el fútbol español y el guineano, pese a los evidentes lazos históricos que unieron a uno y otro país.

A excepción de la aventura guineana de Manuel Sanchis padre, en la que pudo comprobar en primera persona las miserias de un pueblo golpeado por el colonialismo y la dictadura, como abuelo y padre de una enorme saga, a Don Vicente se le debe que en asuntos del balón se conozca en buena medida a Guinea en el fútbol español. Y aunque estuvo durante cuarenta y ocho años sin pisar su tierra natal, jamás olvidó sus raíces, siempre quiso regresar y se perdió tanto los momentos felices como los dolorosos de una familia que tuvo que dejar atrás.

Como aprendió en su Guinea natal, Don Vicente enseñó a sus hijos a ser felices sin necesidad de enormes apegos materiales, la familia era pobre y los chicos comprendieron que tenían que construir su felicidad con lo poco que estaba a su alcance, por lo que decidieron hacerlo con un balón, con el que fabricaron un sueño de noventa minutos. Noventa minutos y una pelota entre sus piernas, el único juguete y el más ostentoso del que pudieron gozar unos chavales que vivieron sus mayores aventuras en derredor de la de cuero. Todo ello pese a que Don Vicente, que era un apasionado del fútbol y les llevaba asiduamente a ver los partidos, intentaba desanimarles diciéndoles que eran muy malos para que se centraran en los estudios, pero en el fondo estaba tremendamente orgulloso de la saga que él mismo comenzó.

En su tránsito vital Don Vicente siempre tuvo una fecha marcada en el calendario, el 18 de septiembre de 1985. Cuando con motivo del partido de vuelta de la eliminatoria del Campeonato de España de Aficionados, el entrenador gimnástico, Venancio Díez Prieto posibilitó el sueño de ver juntos en el equipo torrelaveguense a los cuatro hermanos Engonga: Vicente, Julio, Rafael y Oscar. De los cuatro el que llegó a triunfar fue Vicente Engonga, desenvolviéndose por delante de la defensa, en la zona media demostró ser un futbolista con gran clase e inteligencia táctica. Su naturalidad de movimientos y el orden con el que desplegaba el juego hacía sospechar que el fútbol había nacido de una forma natural en ese chico que abrió paso a una saga quizás mucho más querida que triunfadora, pero que sin duda ha dejado y dejará huella tanto en el fútbol español como en Guinea. Vicente Engonga debutó en Primera junto al pibe Valderrama y Leonel Álvarez" (en el Real Valladolid de Pacho Maturana), jugó también en la Gimnástica de Torrelavega, O Val, Sporting Mahonés, Valladolid, Celta, Valencia, Mallorca, Oviedo y Coventry. José Antonio Camacho lo llegó a convertir en internacional, acumulando hasta catorce entorchados internacionales.

Curiosamente el más dotado técnicamente fue Óscar, que jugó en la Gimnástica, Barcelona B, Mirandés, Sporting Mahonés, Langreo, Valladolid, Toledo, Racing de Santander, Figueres, Mensajero de La Palma, Racing de Ferrol, Tropezón, Burgos, Castellón y Velarde. Pero no acabó por consolidarse ni desplegar su gran talento en ningún lugar. Le faltó quizás ese punto de profesionalidad de Vicente, para quizás haber llegado más lejos incluso que el jugador barcelonés. Para completar la saga fue el abuelo de los futbolistas Igor (hijo de Oscar) y Joshua (hijo de Julio).

En la zona de los Sagrados Corazones donde vivía, era un vecino muy querido al que le gustaba ver a los chavales jugar a la pelota, siempre con una amplia sonrisa y un baúl de buenos consejos. Con su cachaba formaba parte del paisaje habitual de la ciudad cántabra que lo acogió y en la que dejó huella, además un buen puñado de lecciones de civismo y humanidad. Se da la penosa circunstancia de que hace poco más de un año falleció Rafael Engonga, integrante de la saga de jugadores de la familia, un luctuoso deceso que golpeó seriamente a Don Vicente, patriarca de un sueño atado a una pelota.

Su fallecimiento el pasado 15 de noviembre, además de haber sido motivo de pesar en numerosos puntos de la geografía nacional en los que a los Engonga se les estima, se sintió especialmente en ‘su Torrelavega’, a la que llegó para cumplir un sueño y en la que acabó donando altruistamente la calidad humana y deportiva de una saga que trajo a España una historia tan corta como una vida y tan larga como noventa minutos y el rodar de un balón que es fruta madura de un árbol genealógico de raíces guineanas.

DEP Don Vicente

Foto 1: Marcador Gimnástico

Foto 2: http://contrameta.com

Foto 3: Marcador Gimnástico

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Sobre el autor
Mariano Jesús Camacho
Diez años escribiendo para medios digitales. Documentalista de la desaparecida web Fútbol Factory. Colaboré en la web deportiva italiana Sportvintage. Autor en El Enganche durante casi cuatro años y en el Blog Cartas Esféricas Vavel. Actualmente me puedes leer en el Blog Mariano Jesús Camacho, VAVEL y Olympo Deportivo. Escritor y autor de la novela gráfica ZORN. Escritor y autor del libro Sonetos del Fútbol, el libro Sonetos de Pasión y el libro Paseando por Gades. Simplemente un trovador, un contador de historias y recuerdos que permanecen vivos en el paradójico olvido de la memoria.