Y, aunque no es cuestión de entrar en comparaciones (primero, porque hay muchas circunstancias que influyen y segundo, porque lleva a pocos sitios), otra hazaña que merece la pena recordar es la de aquél Hellas Verona, campeón de la Serie A en 1985. Y  no está de más ponerla de relieve precisamente en estos días en que el Hellas Verona acaba de descender a Serie B, tras completar una de las temporadas más mediocres de su historia en Serie A, con apenas cinco victorias, tres de ellas conseguidas en el último mes y medio de la temporada, cuando ya estaba virtual o matemáticamente descendido.

Pero, volvamos a 1984. El calcio italiano de aquella época no era, ni mucho menos, lo que es hoy. Actualmente, en Italia hay muchos buenos jugadores, algunos muy buenos jugadores pero pocos dudan que Inglaterra o España tienen hoy mejores jugadores y, en consecuencia, mejores ligas. Sin embargo, en los ’80, época dorada del calcio, Italia era una orgía de millones que atraía, cual agujero negro, casi a cualquier futbolista de un cierto prestigio: era la Italia a la que acababa de llegar Diego Armando Maradona, sobre todo, pero también Sócrates o Rumenigge… Y era la Italia en la que ya estaban Zico, Platini, Falcao, Toninho Cerezo, el gran Paolo Rossi (héroe del Mundial italiano del ’82), Sandro Altobelli, Daniel Pasarella, un imberbe Michael Laudrup… Y se quedan muchísimos en el tintero  porque Italia reunía, por aquel entonces, lo mejor de lo mejor.

Diego Armando maradona, recién llegado al calcio (Foto: twitter.com)
Diego Armando maradona, recién llegado al calcio (Foto: twitter.com)

Y entre todos estos cracks y poderosos equipos, emergió el Hellas Verona, un equipo modesto, con jugadores descartados por otros, teóricamente, más grandes… El portero Garella, tremendamente fiable, venido de la Sampdoria; el líbero y líder real de aquél equipo, Roberto Tricella, procedente del Inter y tercer jugador con más partidos en la historia del club, el medio Fanna y el delantero Giuseppe Galderesi, ambos llegados de la Juventus… Pero, basado en el sacrificio de cada uno de sus jugadores, en una excelente planificación deportiva y en el fichaje de dos extranjeros (si… en su día, sólo había dos extranjeros por equipo… y los hoy llamados ‘comunitarios’ eran extranjeros) que, aunque sin tanto nombre como los Maradona, Zico o Rumenigge, resultaron providenciales: el alemán Hans-Peter Briegel y el danés Preben Elkjaer-Larsen. Briegel, llegado aquél verano del Kaiserlautern, era el típico futbolista germano todoterreno, con gran capacidad de brega, un físico casi sobrenatural y capaz de jugar en varias posiciones (central, lateral, mediocampista…). En aquél Hellas partía de la posición de interior en medio campo pero su fortaleza y derroche físico le hacían cubrir mucho más campo que lo que su posición de partida haría suponer. Y Elkjaer Larsen, llegado también en ese verano del ’84, en su caso procedente del Lokeren belga; el danés era capaz de conjugar, de forma admirable, potencia en la carrera y habilidad en su movimientos y resultó el complemento ideal para el italiano Galderisi, ‘9’ habitual del equipo.

Elkjaer-Larsen, encarando a Franco Baresi (Foto: pinterest.com)
Elkjaer-Larsen, encarando a Franco Baresi (Foto: pinterest.com)

Y todos ellos dirigidos por el mítico Osvaldo Bagnoli, quien, tras dejar el Hellas en 1990, entrenaría a Genoa e Inter y cuyo recuerdo sigue presente cada domingo entre los aficionados gialloblu en forma de pancarta en el Marcantonio Bentegodi: “Gli uomini come lei restano per sempre” (los hombres como tú permanecen para siempre.

Otra de las innumerables diferencias entre el Leicester de 2016 y el Hellas Verona de 1985 era que los italianos ya habían alcanzado plazas europeas en las temporadas inmediatamente precedentes (habían sido sextos y cuartos, respectivamente, y alcanzado las finales de Coppa de 1983 y 1984). Y, aunque deben juntarse muchas circunstancias para que se de una hazaña de este tipo, posiblemente la llegada de Briegel y Elkjaer-Larsen fuese el punto de inflexión (positivo) para hacer al Hellas campeón. Y aunque también deben juntarse muchas circunstancias para dar con un equipo campeón en la segunda división de su país, el empezar a jugar competiciones competición europea año tras año con su consiguiente desgaste físico en una plantilla con ciertas limitaciones y la marcha paulatina de piezas clave del Scudetto (Briegel, Elkjaer, Di Gennaro, Volpati…) fueron, posiblemente, los puntos de inflexión (negativos) para que el Hellas fuese bajando, poco a poco, su rendimiento y su posición en la tabla clasificatoria para, finalmente, dar con sus huesos en Serie B en 1990.

Desde ahí, el Hellas se ha convertido en lo que se ha dado en llamar equipo ascensor: numerosos ascensos y descensos, pocos años consecutivos en Serie A (sus mayores períodos han durado tan sólo tres años: entre 1999 y 2002, y el actual, entre 2013 y 2016), un descenso a los infiernos de la Serie C1 en 2007 (y pudo ser peor, porque en la temporada 2007/08 se salvó, en un play-out frente al ProPatria, no descender a la Serie C2)… Y ello, pese a que en estos años han pasado por el Hellas Verona jugadores de la talla de Adrian Mutu, Mauro Camoraseni, Massimo Oddo, Rafa Márquez, Luca Toni, Alberto Gilardino…

Osvaldo bagnoli, “Gli uomini come lei restano per sempre” (Foto: wikiwand.com

Desgraciadamente, para una parte de la afición del Marcantonio Ventegodi, la que banca al Hellas, un drama más, que no por repetido, deja de doler. Pero siempre quedará, para el recuerdo, aquel equipo de Bagnoli “Gli uomini come lei restano per sempre” y el Scudetto de 1985.