Imaginen lo que podía ser para un niño  ver un Mundial en su país. Aquel gran evento marcó a una generación que acabó por enamorarse, aún más, de este magnífico deporte. Sin saberlo, se plantaba la semilla de una época dorada para el fútbol español.

Fue aquel Mundial de España el primero con 24 equipos en la fase final (hasta Argentina, eran 16 y en Rusia llegará la época de los 32). En consecuencia, se jugaba una primera fase con seis grupos de cuatro equipos cada uno en la cual no se clasificaban algunos terceros como ha venido ocurriendo en los Mundiales modernos, sino que solo pasaban los dos primeros de cada grupo. Doce conjuntos avanzarían a una segunda fase vertebrada en base a cuatro grupos de tres equipos cada uno. 

La primera fase tuvo un buen puñado de circunstancias, muchas de ellas sorprendentes. Fue una primera fase desastrosa para Italia, campeón a la postre, con tres empates ante potencias de la talla de Polonia (aunque esta tenía sus recursos en las figuras de Lato, Boniek o Smolarek), Camerún y Perú. Pero no fueron solo los empates; fue la lamentable imagen dada.

Y fue el (aún más) lamentable contubernio entre Alemania y Austria para dejar fuera a Argelia. Por aquel entonces, los encuentros de la tercera jornada no se disputaban el mismo día ni a la misma hora. Argelia, en una de las grandes sorpresas, no solo de aquel campeonato, sino de toda la historia de los Mundiales, había derrotado a Alemania por dos goles a uno (goles de los míticos, ojo a los nombres, Karl-Heinz Rummenigge, Rabah Madjer y Lakhdar Belloumi) en el primer encuentro de aquel grupo. Aquello puso a los germanos en una situación más que complicada para clasificarse. Sin embargo, Alemania y Austria se enfrentaban en la última jornada y una victoria por un gol a cero de los teutones clasificaba a ambos equipos. Aquello dejaría fuera a Argelia, que había ganado el día anterior a Chile en su partido de la tercera jornada. Y eso fue, exactamente, lo que sucedió: Hrubesch marcó el necesario gol de Alemania y, a partir de ahí, los dos equipos se dedicaron a contemporizar en uno de los espectáculos más deplorables que ha visto la historia de los Mundiales.

En el resto de grupos, se vieron clasificaciones con mucha solvencia de Brasil e Inglaterra (con los tres partidos ganados), así como una sorprendente derrota de la vigente campeona, Argentina, ante Bélgica en el partido inagural. Una Argentina que llegaba ya con Diego Armando Maradona como referente absoluto y disputando el primer Mundial de los cuatro que jugaría. También fue en tierras españolas donde se vivió la mayor paliza de la historia de los Mundiales: diez tantos a uno fue el resultado final del Hungría – El Salvador de la primera fase.

Diego Armando Maradona y Enzo Scifo, durante el partido inagural de Espana '82 (Foto: es.fifa.com)
Diego Armando Maradona y Enzo Scifo, durante el partido inagural de Espana 1982 (Foto: es.fifa.com)
 

Este curioso sistema de clasificación, así como los resultados de ciertas de las teóricas favoritas, dio lugar a una segunda fase de grupos absolutamente desequilibrada. Para hacerse una idea: España (anfitrión pero que pintaba poco en el panorama mundial por aquel entonces), Alemania e Inglaterra en un grupo; Brasil, Italia y Argentina en otro. En los otros dos, Polonia, Unión Soviética y Bélgica, y Francia, Austria e Irlanda del Norte. Salvo Francia, ninguno de esos equipos disponía de historia en grandes competiciones.  De hecho, ni siquiera Francia tenía mucha por aquel entonces.

No se puede hacer una historia de unos Mundiales sin referirse con todo detalle al mejor partido del campeonato: aquel Brasil – Italia disputado el 5 de Julio de 1982 en el desparecido estadio de Sarrià. Todo lo que se diga de aquel encuentro es poco, y es que fue un auténtico homenaje al futbol. Puede afirmarse, sin temor a muchas dudas, que aquella tarde mundialista en Barcelona nació el debate que dura ya 30 años: ataque frente a defensa, menottismo frente a bilardismo, imaginación frente a pragmatismo.

Brasil - Italia, Mundial de Espana 1982, posiblemente, el mejor encuentro de la historia de los Mundiales (Foto: es.fifa.com)
Brasil - Italia, Mundial de Espana 1982, posiblemente, el mejor encuentro de la historia de los Mundiales (Foto: es.fifa.com)

Brasil llegaba lanzada, habiendo ganado sus tres partidos en el grupo de clasificación y habiendo derrotado a Argentina por tres goles a uno en su primer encuentro de la segunda fase de grupos. Por si fuera poco, la canarinha lo había acompañado todo con un futbol combinativo, excelso, majestuoso. Italia, por su parte, parecía renqueante. Empató sus tres partidos de la primera fase y, aunque derrotase a Argentina en el primer encuentro de aquel segundo grupo de clasificación, ofrecía un juego ramplón, sin ningún atractivo, parapetado atrás y solo esperando un fallo del contrario, que no siempre llegaba.

Pero contaban con Paolo Rossi, el mito. Un jugador que llevaba dos años sin jugar un solo encuentro oficial por el famoso escándalo del Tottonero (apuestas deportivas ilegales) y al que Enzo Bearzot, seleccionador italiano, convocó para el Mundial contra viento y marea. Pese a terribles criticas de gran parte de la prensa italiana, que no entendía como podía ir a Mundial alguien llevaba dos años sin jugar, el seleccionador no lo dudó.

Los primeros encuentros parecieron dar la razón a los detractores de Bearzot. Ni un solo gol en la primera fase; ni un solo gol en el primer encuentro de la segunda ante Argentina. Pero llegó el encuentro frente a Brasil, donde de verdad se deciden las cosas, donde se hacen notar los grandes de verdad. E Italia ganó, finalmente, por tres goles a dos. ¿El autor de los tres goles? Sí, ese que están pensando. Complementaría su mágica actuación en aquel campeonato del mundo con los dos goles que permitirían a Italia imponerse a Polonia en su semifinal. Total: seis goles para ser el pichichi de aquel Mundial y para firmar una de las actuaciones personales más destacadas de la historia de estos torneos.

Y España. Lo de la selección española fue un absoluto desastre. Clasificados por los pelos en la primera fase tras un triste empate ante la Honduras de Julio Cesar Arzu (notabilísimo portero, que sería fichado ese verano por el Racing de Santander) y Gilberto Yearwood (que ya jugaba en el Valladolid), una pírrica victoria ante Yugoslavia y una lamentable derrota ante la Irlanda del Norte del mítico Pat Jennings.

Cartel Joan Miro para el Mundial de Espana 82 (Foto : es.fifa.com)
Cartel Joan Miro para el Mundial de España 1982 (Foto : es.fifa.com)
 

Aquel desempeño relegó a España a un grupo de tres con Alemania e Inglaterra; en el solo se clasificaba el primero. Empate entre teutones y anglosajones en la primera jornada y derrota de España ante los alemanes en la segunda. Conclusión: España fuera del Mundial. “España, matemáticamente, queda fuera del Mundial”, narrabael mítico José María García.

Al margen de la reseñada semifinal entre Italia y Polonia, que no tuvo mayor historia, la segunda, disputada entre Alemania y Francia fue otro homenaje al futbol; y al anti fútbol, por cierto. Empate a uno al final del primer tiempo (Littbarski y Platini marcaron antes de cumplirse la primera media hora de encuentro), y al final que partido. Llegaba la prórroga. Una prórroga que, con sus cuatro goles, logró emocionar a cualquiera. Los franceses llegarían a adelantarse tres a uno (goles de Marius Tresor y Alain Giresse) pero que el empuje alemán lograría equilibrar nuevamente, con tantos de Rumenigge y Klaus Fischer.

Turno para los penaltis. Empate a cuatro en la primera tanda de cinco (fallarían Ulli Stielike para los alemanas y Didier Six para los franceses). Hubo que esperar al el sexto penalti, el primero de la muerte súbita, para que el acierto de Horst Hrubesch y fallo del francés Maxime Bossis decidiesen el partido.

Y el anti fútbol. En pleno espectáculo ofensivo por parte de ambos equipos y en un contrataque francés, se produjo otra de las imágenes más deplorables que han visto la historia de los Mundiales: la terrorífica entrada, rodilla elevada y por delante, del arquero alemán Harald Schumacher al francés Patrick Battiston. La dura acción acabó con este retirado en camilla en estado inconsciente, y como consecuencia de la cual, todavía hoy tiene marcas en la cara. Sorprendentemente, Schumacher ni siquiera vio la tarjeta amarilla.

Así llegaba la final al Santiago Bernabéu de Madrid, con una pasarela construida al efecto (y desmontada pocos días después) para que las autoridades pudiesen cruzar “en altura” el paseo de la castellana, desde el vecino Palacio de Congresos y sin ser molestados por la gente de a pié.

Sandro Pertini, veterano presidente italiano (85 años le contemplaban en aquel momento) vivía en el palco (casi) como un aficionado más el partido y los goles de su selección, en una imagen que ya está en la historia de los Mundiales. Con razón se oía por España aquello de: “Que don Juan Carlos calme a Sandro Pertini, que se nos queda aquí”.

El encuentro fue muy igualado en su primer tiempo, pero el gol de Paolo Rossi en el minuto 57 daría alas a una selección azzurra que acabaría venciendo por tres tantos a uno; logrando, así, su tercer entorchado mundial 44 años después.

Los italianos, celebrando su tercer Mundial en el Bernabeu (Foto: es.fifa.com)
Los italianos, celebrando su tercer Mundial en el Bernabeu (Foto: es.fifa.com)

Un Mundial, en resumen, que dejo muchísimas imágenes para la historia de este eventoy que la mayoría guardan con mucho cariño en su memoria.

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