Una Copa del Mundo siempre es una Copa del Mundo. Un momento que paraliza al planeta durante un mes, pendiente del mayor torneo deportivo por países de un único deporte. La celebrada en el año 1990 no iba a ser menos. Quizás no fue uno de los torneos más recordados por su juego ni por sus goles, pero si algo tuvo el campeonato mundial del país transalpino fue tensión. Toneladas de una tensión que se respiraba en el ambiente en Italia, organizadora del campeonato, en el que todos los países participantes querían ganar el Mundial, y en el que Argentina llegaba como el actual campeón a destronar por los otros 23 aspirantes.

El Mundial de Italia fue un campeonato a caballo entre la evolución del fútbol como juego iniciada en los banquillos por Arrigo Sacchi y su Milan, el fin del clasicismo del juego; una liga que estaba en la cima del fútbol como la Serie A italiana, que acaparaba la mayor cantidad de estrellas del momento, y otras competiciones que comenzaban a abrirse hacia sus actuales modelos de organización como la Premier League y la evolución de la vieja Copa de Europa a la renovada y modernizada Champions League.

Una gran constelación de estrellas jugaba ya en el país transalpino, que durante los años 80 se había erigido como la mejor competición liguera del viejo continente, y por ende, del "Planeta Fútbol". Los Maradona, Caniggia, Völler, Matthäus, Klinsmann, Völler, Gascoigne, Lineker, Maldini, Squillaci, Baggio, Francescoli, Gullit, Van Basten, Rijkaard... una amalgama de estrellas concentrados en la que por entonces era considerada la mejor competición liguera del viejo continente y del mundo.

A pesar de la grandísima expectación generada en esta edición de la Copa del Mundo, Italia 1990 fue el mundial con peor media de goles por partido, con 2,2 goles por encuentro. Un total de 115 goles en sus 52 partidos. Aunque como era lógico, era el fútbol que se imponía en la liga italiana. Un fútbol táctico, rocoso, donde defender bien era el principal secreto para vencer.

Maradona contra todos

Entre toda la ristra de grandes nombres de futbolistas, uno de ellos acaparaba la atención de todo el mundo. Diego Armando Maradona, el número '10' argentino, llegaba a la cita mundialista con la Serie A bajo el brazo. "El Pelusa" era la figura principal de un Sur de Italia que se alzaba contra la tiranía del Norte de Italia. Era la figura que I terroni, como se conocía despectivamente en el Norte del país azzurri a los habitantes del Sur, más veneraban porque les hacía creer que contaban en el país. Sin hablar de Nápoles, donde Maradona era considerado una deidad. Todavía lo es.

Maradona se lamenta tras fallar su penalti contra Yugoslavia. (Foto: FIFA.com)
Maradona se lamenta tras fallar su penalti contra Yugoslavia. (Foto: FIFA.com)

No era así en el resto de Italia, donde el futbolista de Villa Fiorito, de Roma para arriba, era el "enemigo número uno en términos fútbolísticos". Argentina soportó unos ambientes muy hostiles durante todo el campeonato, en especial en la final contra Alemania. Aquella noche del 3 de julio de 1990 en semifinales, Nápoles tuvo el corazón dividido durante el empate a uno que llevó a azzurri y albicelestes a la tanda de penaltis, donde Sergio Goycoechea fue el héroe para los sudamericanos.

La ceremonia de himnos de la final del 8 de julio de 1990, con la tremenda pitada del público italiano presente en el Olímpico de Roma mientras Maradona por los videomarcadores profería insultos contra el público, es una imagen que ha quedado para siempre en la historia mundialista. "El Diego" jugaba contra 23 selecciones, contra todo el Norte de Italia, contra su propio carácter y contra sí mismo, ya que diversas molestias físicas le impideron estar al 100% en la cita italiana. A pesar de ello, logró el premio del Balón de Bronce como tercer mejor jugador de aquella copa del mundo.

Roger Milla lidera a unos leones a punto de comerse el mundo

Toda historia tiene un inicio y tiene un final. Y no hay por qué apresurarnos en contar el final. Mientras Argentina llegaba tocada, con la decisión del "Narigón" Bilardo de dejar fuera del plantel convocado a Carlos Alberto Valdano, a pesar de la insistencia del capitán Maradona en que lo convocase, por su grave lesión, y con el propio jugador del Nápoles tocado del tobillo y también muscularmente; el 8 de junio de 1990 llegó a San Siro un grupo liderado por un delantero de 38 años, que ya había participado en España 1982 con poca fortuna y que estaba alejado del fútbol de élite, jugando en las Islas Reunión.

Roger Milla fue una de las grandes revelaciones de Italia 90'. (Foto: FIFA.com)
Roger Milla fue una de las grandes revelaciones de Italia 1990. (Foto: FIFA.com)

Camerún y Roger Milla. Roger Milla y la Camerún de 1990 ya son historia viva de los campeonatos del mundo. Aquel grupo semidesconocido para el gran público al fútbol de la época arribó a San Siro, el mítico templo de Internazionale y AC Milan, sin nada que perder. Los argentinos fueron claramente superados por el físico camerunés y su anarquía táctica. El calor, el mal momento en el que llegó el equipo argentino al partido inaugural y Omán Biyik hicieron la diferencia en Milán, donde saltó la sorpresa en el primer duelo.

Los cameruneses acabaron el grupo como primer clasificado, después de vencer por 2-1 con dos goles de Roger Milla en el tramo final a Rumanía y a pesar de ser derrotados en la última jornada por 0-4 contra la Unión Soviética. De esta manera, "Los leones indomables" quedaron encuadrados en octavos de final contra otra de las sensaciones del torneo, la Colombia de Pacho Maturana, René Higuita, Carlos Valderrama, Bernardo Redín o Faustino Asprilla. En un partido a cara de perro entre dos de las selecciones más descaradas del torneo, Roger Milla, ya en la prórroga, hizo dos tantos que dieron el pase a los cameruneses a los cuartos de final. El tanto de Redín no valió para mucho y Colombia quedaba fuera del mundial en el San Paolo napolitano. En cuartos de final esperaría Inglaterra.

Una sólida Italia

El equipo anfitrión llegaba tras unos años convulsos. El caso Totonero, antes de que los transalpinos ganasen el Mundial de España 1982 en el que la selección azzurra conseguía el título de campeón, lastró al fútbol italiano, que diez años antes había organizado la Eurocopa de 1980, una cita muy descafeinada por el escaso interés levantado y la falta de público en las gradas. La mala actuación en México 86, con Italia eliminada en octavos de final por Francia, generó dudas sobre la escuadra azzurra a cuatro años del campeonato, pero Italia, con un equipo joven bajo la batuta de Vicini Azeglio, volvió a ser Italia. Un conjunto rocoso y sólido, con orgullo de campeón.

Schillaci fue Bota de Oro del mundial con 6 goles. (Foto: GOAL.com)
Schillaci fue Bota de Oro del mundial con 6 goles. (Foto: GOAL.com)

Además de ello, contaron con la aparición estelar de Salvatore Schillaci y Roberto Baggio. La idea inicial de Azeglio era que Vialli y Carnevale fueran los titulares en el ataque italiano, pero en el primer partido en el mundial, los anfitriones estaban empatados a cero contra Austria. Ni Vialli ni Carnevale se encontraban acertados de cara al gol. De hecho, el entonces atacante del Nápoles fue sustituido por el delantero de la Juventus, que tres minutos después anotaba el gol de la victoria italiana. El "Toto", que había entrado en la lista de convocados por sorpresa, empezó a ganarse el apodo de Salvatore della patria.

Italia logró plantarse en octavos de final invicta, sumando tres victorias en sus tres partidos del grupo A, y sin haber encajado ningún gol. Sus triunfos por la mínima contra Estados Unidos con gol de Giannini y contra Checoslovaquia con tantos de Schillaci y Baggio le permitieron medirse en octavos de final a uno de los cuatro mejores terceros de grupo, Uruguay, clasificada en el grupo de España y Bélgica. La selección local volvió a hacer gala de su solidez en Roma, y en un partido muy igualado, Schillaci volvió a hacer gala de su momento de inspiración para anotar el tanto que abría el marcador. Aldo Serena, a cinco minutos del final, cerraba la victoria italiana frente a la selección charrúa por 2-0.

Los reyes del empate

La muestra del carácter defensivo y del fútbol táctico que se impuso en el Campeonato Mundial de 1990 fue el grupo F, en el que estaban encuadradas Inglaterra, Irlanda, Países Bajos y Egipto. Todo fueron empates en este grupo, salvo el apurado triunfo de Inglaterra sobre Egipto en la última jornada de la fase de grupos, con un gol de Ian Wright en el minuto 58 de encuentro, que dio a los ingleses el primer puesto del grupo.

La selección de "Los Tres Leones", que jugó sus tres partidos en la isla de Cerdeña, en Cagliari, comenzó marcando pronto en su primer duelo contra uno de sus acérrimos rivales, Irlanda. Lineker adelantaba a los suyos, antes de que Kevin Sheedy empatase a uno. Idéntico resultado hubo en el Países Bajos - Egipto. Willem Kieft adelantó a la selección oranje, pero Magdi Abdelghani, a falta de siete minutos para el final, empataba desde el punto de penalti.

Once inicial de la selección inglesa que disputó la semifinal contra Alemania Federal. (Foto: FIFA.com).
Once inicial de la selección inglesa que disputó la semifinal contra Alemania Federal. (Foto: FIFA.com).

La tensión se acrecentó en el grupo, y en la segunda jornada de la fase de grupos ambos encuentros terminaron empate a cero. Tanto el duelo que midió a Inglaterra contra Países Bajos como el que enfrentó a Irlanda y Egipto terminaron sin goles, y todo hubo de decidirse en la última jornada, en la que el conjunto de Bobby Robson venció por la mínima a la selección de "Los Faraones", y tanto tulipanes como irlandeses empataban a uno, que les valía la clasificación a octavos ambos junto a Inglaterra.

La suerte sería bien dispar para las tres clasificadas del grupo F. Mientras la selección de Leo Beenhaker quedaba encuadrada contra Alemania Federal y caía por 2-1 en uno de los mejores partidos del campeonato, los ingleses y los irlandeses avanzaron a cuartos de final. "Los chicos de verde" lograban su pase con la fortuna de su parte en la tanda de penaltis frente a Rumanía gracias al fallo de Timofte, mientras que los pragmáticos pross vencieron en la prórroga a Bélgica merced a un postrero gol de David Platt en el tiempo suplementario.

España quiso... pero no pudo

Tras la dura eliminación en penaltis en el mundial anterior, la España dirigida por Luis Suárez llegaba al país vecino con las ilusiones de hacer un gran torneo, apoyada en la madurez de una Quinta del Buitre que todavía no había hecho suya Europa, y con un Dream Team en el Barcelona que comenzaba a gestarse.

El primer partido, contra Uruguay, fue un empate a cero en el que hubo mucha tensión entre charrúas y españoles. El viejo Friuli de Udine albergó un partido de juego tosco y rudo, con pocas ocasiones y en el que el empate dejó muchas incertidumbres con la victoria del día anterior de los belgas contra Corea del Sur.

La selección española llegaba al segundo partido con la necesidad de ganar. Y en la lluviosa noche de Udine emergió la figura de un inconmensurable José Miguel González "Míchel" para darle el triunfo a España con un hattrick. Adelantó al conjunto nacional con un remate de volea con la derecha ajustado mediada la primera parte. Empataría antes del descanso de libre indirecto el coreano Hwang Bo Kwan. Ya en la segunda parte, el jugador del Real Madrid desataría su calidad a balón parado con un lanzamiento de falta impecable. A menos de diez minutos para el final, el centrocampista madrileño recogió un balón suelto en el área, recortó dos veces, y con la zurda hizo el gol que quedó como una de las imágenes de aquel mundial. Desatado, tras las duras críticas de la prensa española por el gris primer duelo de aquella Copa del Mundo, Míchel se señaló varias veces a la vez que gritó: "Me lo merezco". La selección de Luis Suárez solventaba su primer duelo complicado.

Aún quedaba lograr la primera plaza del grupo, en juego en la última jornada contra la Bélgica que cuatro años antes había dejado fuera a España en aquella fatídica tanda de penaltis en la ciudad de Puebla. Sufrió la selección, pero se hizo con la victoria en el Marcantonio Bentegodi veronés. Míchel adelantaba a la selección española transformando un penalti cometido sobre Julio Salinas en el minuto 20. Vervoort, en un durísimo lanzamiento de falta que pasó entre medias de la barrera, empataba apenas ocho minutos después. Pero la reacción española fue definitiva cuando Bitxo Górriz, el central de la Real Sociedad, remataba al fondo de las mallas el saque de una falta de un iluminado Míchel. La selección aseguraba su pase a octavos de final como primera de grupo ante la presencia de Su Majestad El Rey Juan Carlos de Borbón, y ya pensaba en el duelo que le enfrentaría a Yugoslavia.

La selección nacional llegaba lanzada al duelo contra los balcánicos, con un Míchel enrachado que tiraba del carro, pero con la necesidad de que los Butragueño, Martín Vázquez, Bakero y Salinas acompañasen al centrocampista diestro madridista. En frente, una pragmática y sólida Yugoslavia, segunda del grupo D tras Alemania Federal. España hizo buen fútbol y acumuló ocasiones durante el partido, pero no tuvo puntería cuando la necesitó. Todo lo contrario que Yugoslavia, que juntaba en sus filas a talentos como Pedrag Spasic, Dragoljub Brnovic, Safet Susic, Srecko Katanec, Alen Boksic, Robert Prosinecki, Robert Jarni, Davor Suker, Dejan Savicevic o el verdugo español, Dragan Stojkovic. Los yugoslavos llegaron poco, pero siempre con mucho peligro.

Butragueño y Rafa Martín Vázquez tuvieron las mejores ocasiones españolas, pero fue Stojkovic el que marcó primero en el partido. El centrocampista por entonces del Estrella Roja de Belgrado recogía una pelota suelta para batir en el mano a mano a Zubizarreta a falta de diez minutos para el final del partido. Por fortuna, Salinas igualaría el tanteador casi de inmediato rematando en el segundo palo un envío de Martín Vázquez que forzaba la prórroga. Poco duró la alegría española, cuando a los tres minutos del tiempo suplementario, Stojkovic aprovechaba una falta cercana al borde del área para superar la barrera y hacer el definitivo 1-2 que echaba a España de Italia 1990.

Alemania, con paso de campeón

La selección de Alemania Federal era una de las grandes favoritas a alzar la Copa del Mundo en Roma el 8 de julio de 1990. Los teutones, dirigidos por Franz Beckenbauer, avanzaron a octavos de final como primeros de grupo dando una gran sensación de solidez durante la primera fase. De hecho, los alemanes golearon en sus dos primeros duelos. 4-1 a Yugoslavia y 5-1 a Emiratos Árabes Unidos, dando la sensación de que iba a ser muy difícil batir a los germanos. San Siro se rendía ante la trituradora germana, que en el último partido de la ronda inicial igualaría a uno contra Colombia merced a un gol de Freddy Rincón en el descuento. Un empate muy celebrado por los cafeteros, por primera vez en octavos de final de un mundial.

Alemania Federal se encontraba en un gran momento de forma durante el Mundial de ItaliaDaba igual, porque los alemanes iban a octavos de final como primeros de grupo. Los Países Bajos eran el rival de los alemanes en la segunda ronda del torneo, en un duelo cargado de rivalidad. Dos años antes, la oranje había eliminado a la mannschaft en las semifinales de la Eurocopa que Alemania organizaba, remontando el tanto de Lothar Matthäus con goles de Koeman y Van Basten cerca del final. Viejas cuentas pendientes entre alemanes y holandeses, que ya se habían visto las caras en la final de 1974 en Münich.

San Siro albergaba "La batalla de Milan", en uno de los mejores partidos del campeonato sin alguna duda. Lleno a reventar en uno de los mejores duelos de unos octavos de final junto al Brasil - Argentina que tuvieron mucha tela que cortar. Fue un partido de muchísima tensión e intensidad, jugado a vida o muerte, que dejó imágenes como el escupitajo en la espalda del romanista Völler del milanista Frank Rijkaard, y que a ambos les costó la expulsión en el minuto 22 de partido. Había cuentas pendientes entre muchos futbolistas, ya que Matthäus, Brehme y Klinsmann jugaban en el Inter de Milán, mientras Rijkaard, Gullit y Van Basten lo hacían en el AC Milan, campeón de Europa.

Diez contra diez, Alemania golpeó dos veces, con los goles en la segunda mitad de Jürgen Klinsmann, adelantándose a Koeman en el primer palo tras un centro lateral, y de Andreas Brehme, con un gran disparo ajustado imposible de atajar para Hans Van Breukelen. A falta de poco tiempo para el final, Ronald Koeman engañaba a Bodo Illgner para marcar de penalti el definitivo 2-1, sin que los holandeses tuvieran tiempo para empatar. Esperaba Checoslovaquia en cuartos de final.

Brasil - Argentina, la final anticipada y el sueño de Branco

Argentina y Brasil. Brasil y Argentina. Dos maneras de entender el fútbol. Dos formas de vivirlo. Tan cercanos y a la vez tan lejanos. Enemigos íntimos. Amigos irreconciliables. Unos nos dejaron como legado a Pelé. Los otros nos regalaron a Maradona. Un eterno debate que solo un chico de Rosario parece desempatar. La caprichosa diosa fortuna quiso que tanto albicelestes como canarinhos cruzasen sus caminos en otavos de final, en un duelo a cara de perro.

Los entonces campeones del mundo llegaron al duelo contra los brasileños como uno de los terceros de grupo clasificados para octavos de final, tras su derrota en el partido inaugural contra Camerún. Después, llegaría la victoria contra la Unión Soviética por 2-0 con goles de los centrocampistas Pedro Troglio, de la Lazio, y Jorge Burruchaga, del Nantes. Un triunfo que dejaría la grave lesión del meta titular Nery Pumpido en el minuto 10 de partido, y que permitiría la entrada en el equipo de Sergio Goycoechea, decisivo y fundamental para que Argentina terminase subcampeona mundial. En el último choque, empate a uno contra Rumanía con gol de Monzón.

Por su parte, Brasil llegaba a Italia 90 como una de las selecciones brasileñas con menos brillo de su historia, pero como un conjunto fiable en un grupo asequible. Los hombres de Sebastião Lazaroni, que contaba en sus filas con futbolistas de la talla de Alemão, Careca, Müller, Romario, Renato Gaúcho o Bebeto, superaron con pleno de victorias la fase de grupos. Dos goles de Careca le dieron el triunfo por 2-1 en su debut ante Suecia en Delle Alpi. Müller hizo los tantos de las pírricas victorias contra Costa Rica y Escocia.

El 24 de junio, día de San Mundial durante el campeonato transalpino, paralizó el mundo futbolístico. Y el no tan futbolístico por igual. El Norte de Italia era el foco de atención, con Turín acogiendo uno de los grandes duelos sudamericanos y Milán haciendo lo mismo con el gran duelo europeo del momento. Brasil - Argentina y Alemania Federal - Países Bajos componían un menú de primera calidad.

Branco acusó a los argentinos al final del partido de haberle drogado con una botella de aguaLlenos espectaculares y mucho colorido en las gradas bajo un calor tórrido a pesar de estar a los pies de los Alpes. Brasileños y argentinos jugaban un duelo bajo el sol a vida o muerte. Brasil se sentía superior a su archienemigo, y tuvo cuatro ocasiones claras en la primera parte, la mejor en la cabeza de Careca, compañero de "El Diego" en el Nápoles, que estrelló su remate a bocajarro con la testa en el poste de la meta de Goycoechea.

Cerca del final del primer tiempo, lo que parecía una simple falta del lateral zurdo Branco sobre Pedro Troglio pudo cambiar el encuentro. Los asistentes albicelestes que saltaron al césped a atender al centrocampista laziale llevaban bidones de agua. Branco, encargado de las acciones a balón parado verdeamarelhas, se acercó y bebió agua de los argentinos. El entonces jugador del FC Porto se quejó amargamente al final del partido de que aquella botella llevaba algo que le había dejado "drogado y somnoliento" el resto del encuentro. A pesar de que el brasileño informó de lo ocurrido al árbitro durante el encuentro, el partido siguió.

El conjunto de Lazaroni apretaba, con un espectacular disparo del también compañero en el Nápoles del diez argentino Alemao que se estrellaba contra el poste. Argentina sufriendo conseguía aguantar a duras penas los envites de su oponente. Y justo cuando la noche es más oscura, apareció la luz divina de Maradona, que en una Copa del Mundo en la que no parecía especialmente inspirado por sus problemas físicos, encontró el espacio para recibir en el centro del campo, y tomar dirección hacia la meta de Taffarel. Sorteó en el camino a varios jugadores rivales, y puso la pelota por el único sitio que había para dejar a Claudio Paul Caniggia sólo delante del guardameta, regatearle y marcar a placer el 0-1 definitivo a falta de diez minutos para el final. Müller tuvo la suya para empatar el partido, pero cuando parecía más fácil el gol que fallarla, echó la pelota fuera.

La expulsión del capitán brasileño Ricardo Gomes cuando quedaban cinco minutos para el final del encuentro terminó por decantar la situación hacia el bando albiceleste, que sufriendo y a trompicones ya se había colado entre los ocho mejores del campeonato mundial. El final del encuentro, con los argentinos festejando como locos y Maradona ataviado con la camiseta de Careca, es otra de las grandes imágenes de este torneo. Años después, José Basualdo y Diego Maradona confirmaron que alguien del banquillo argentino puso un somnífero (rohypnol) en una botella de agua que ofrecieron a los jugadores de Brasil.

Los actores secundarios, más principales que nunca

En la que estaba llamada a ser "La Copa del Mundo de Maradona, Matthäus, Careca, Vialli, Lineker, o Van Basten", terminó siendo el Mundial de los secundarios. Argentina contó con la gran actuación de Sergio Goycoechea para plantarse en la final y los goles de Caniggia. Italia no pensaba en Baggio y Schilacci, y acabaron siendo determinates para los azzurri. Inglaterra esperaba los goles de Lineker, y encontró la magia de Paul Gascoigne. Y entre ellos se colaron los Carlos Valderrama, René Higuita, Omán Biyik, Roger Milla, Toni N'Kono, "Conejo" Pérez, Robert Prosinecki, Dejan Savicevic... y el más determinante de todos, Andreas Brehme, autor del tanto que coronó a los alemanes en la final, que sentenció el pase a cuartos contra Holanda y que también hizo el gol en semifinales contra Inglaterra.

Brëhme celebra su tanto en la final contra Argentina. (Foto: FIFA.com).
Brehme celebra su tanto en la final contra Argentina. (Foto: FIFA.com).

No fue un campeonato para las grandes estrellas, todos bajo el foco y todos ellos perseguidos por la excesiva dureza que hubo durante la Copa del Mundo en varios momentos. Y lejos del foco, fue donde Italia 90 encontró a sus héroes, a los que portarán siempre sobre sus espaldas el honor y la gloria del torneo.

Cuartos de final, la auténtica frontera

Los cuartos de final de un mundial siempre son la frontera entre los mejores equipos y los buenos equipos. Aunque fue un campeonato caprichoso, con eliminatorias de octavos que eran finales anticipadas como Brasil - Argentina o Alemania Federal - Países Bajos, otras eliminatorias como el Irlanda - Rumanía, el Camerún - Colombia o el Checoslovaquia - Costa Rica permitieron ver sorpresas entre los cuartofinalistas.

El mundial se había puesto serio. Irlanda - Italia, Checoslovaquia - Alemania Federal, Argentina - Yugoslavia y Camerún - Inglaterra fueron los cuatro duelos en la búsqueda de la victoria final en el país de la bota. Los italianos no tuvieron excesivos problemas para deshacerse de los irlandeses, con el cuarto gol del "Toto" Schilacci en el campeonato. Sufrieron, pero la selección anfitriona ya tenía su plaza entre las cuatro mejores del mundo.

Similar destino afrontó la selección alemana, que con un gol de Lothar Matthäus desde el punto de penalti eliminó a Checoslovaquia y logró su billete a las semifinales, camino de su tercera final en otras tantas ediciones y de su sexta final desde 1954. Pero la historia con letras de sangre y oro se escribió en los otros dos cruces de la antepenúltima ronda.

Italia y Alemania Federal vencieron por la mínima, mientras que Inglaterra lo hizo con un gol en el último minuto de la prórroga y Argentina necesitó de la tanda de penaltisArgentina y Yugoslavia firmarían un partido a cara de perro, que terminaría con empate a cero tras los 90 minutos más los 30 minutos de la prórroga. Se llegaría a la tanda de penaltis, en la que argentinos y yugoslavos se mostrarían nerviosos. Adelantó Serrizuela a los argentinos. Stojkovic, verdugo de los españoles, fallaría el suyo estrellando su lanzamiento en el larguero.

Burruchaga, uno de los héroes de México 86, lanzó y anotó el segundo penalti albiceleste. Mucha presión para el que fue mejor jugador joven del mundial, Robert Prosinecki, que no acusaría el tanteador y engañaría a Goycoechea para el 2-1. Llegaba uno de los momentos cruciales de esa tanda de penaltis. Diego Maradona era el encargado del tercer lanzamiento del defensor del título. Los decibelios del Artemio Franchi subieron de nivel. El diez argentino quiso engañar a Ivkovic, pero su lanzamiento con la zurda salió suave y mordido, fácil para la parada del guardameta balcánico, que daba a los suyos una nueva esperanza en la tanda de penaltis con el posterior empate a dos goles de Dejan Savicevic.

La cosa parecía empeorar para los argentinos cuando Pedro Troglio estrellaba su lanzamiento en el poste derecho de la meta de Ivkovic. Farud Hadzibegic iba a ser el encargado de lanzar el cuarto penalti yugoslavo, pero en el último momento Ivica Osim decidió cambiarlo por Dragulan Brnovic, cuyo lanzamiento fue un mensaje nítido al "Vasco" Goycoechea, que detuvo el penalti y salvó la situación para Argentina. Quedaba el quinto y definitivo lanzamiento. Para los sudamericanos el encargado era Gustavo Dezotti, que acertó lanzando abajo a la izquierda, imposible para el portero. Para los europeos era el turno, ahora sí, del central Hadzibegic. El bosnio lanzó a la izquierda de Goycoechea a media altura, y el arquero argentino adivinó muy bien el lanzamiento para conseguir la clasificación a la penúltima ronda de Italia 1990.

El mejor partido del campeonato

Inglaterra y Camerún protagonizaban en el San Paolo de Nápoles el último enfrentamiento de cuartos de final de Italia 1990. Sin saberlo, ambos combinados serían los encargados de llevar a cabo el mejor encuentro del torneo, lleno de gran emotividad. Mientras la selección africana se convertía en la primera del continente en alcanzar la antepenúltima rona de la copa del mundo, los ingleses llevaban 24 años sin pisar una semifinal mundialista, y querían lograrlo a toda costa.

David Platt adelantaba al conjunto inglés mediada la primera mitad del choque con un cabezazo en el segundo palo libre de marca. Camerún pagaba la novatada ante el conjunto de Bobby Robson, pero en la segunda parte enterraron sus nervios y se fueron directos a por el partido. Al cuarto de hora de la segunda mitad, un penalti claro sobre Roger Milla se encargaba de transformarlo Emanuele Kundé.

No contentos con el empate a uno, en apenas tres minutos "Los Leones Indomables" le daban la vuelta al duelo. Ekéké se plantaba solo en mano a mano ante Shilton y superaba al guardameta británico en su salida por evitar el gol camerunés. El sueño de "Los Tres Leones" peligraba, hasta que en un despiste defensivo camerunés Lineker recibía solo dentro del área y era derribado claramente. El propio jugador del Tottenham Hotspur convirtió la pena máxima y llevó el partido a la prórroga.

Era un tiempo suplementario angustioso, con los dos equipos maniatados por sus propios miedos a perder. A no estar en semifinales. A dejar escapar algo que sentían rozar con la yema de los dedos. Uno de los dos iba a caer sin quererlo, y a más tiempo de partido transcurriese, más cruel sería la caída. Y así fue. En una prórroga tensa y tosca, Gascoigne encontró el hueco en el 105' de partido para poner un balón al espacio a Lineker, que controló y enfiló la meta de N'Kono. El portero africano del Espanyol derribó al ex delantero del FC Barcelona, y Lineker volvió a marcar para delirio británico. Los ingleses alcanzaban unas semifinales de la copa del mundo 24 años después, algo que nunca más han repetido desde este mundial.

Un Mundial desde el punto de penalti

Los lanzamientos desde los once metros tomaron mucho protagonismo en el campeonato a partir de las semifinales. Hasta ese momento se habían anotado 11 goles desde los once metros y las eliminatorias entre Irlanda y Rumanía en octavos de final, y la clasificación de Argentina para semifinales se habían dilucidado en una tanda de penaltis.

Pero su protagonismo en semifinales creció de manera exponencial. De las 24 selecciones en liza al inicio del campeonato, ya sólo quedaban en pie Argentina, Italia, Alemania Federal e Inglaterra. Entre todas ellas sumaban ocho de los trece mundiales disputados, y se jugaban el decimocuarto, sin saber que el desenlace de todo estaba a once metros de la gloria.

Por una parte, Italia y Argentina volvían a verse las caras. Era la primera vez que lo hacían en la penúltima ronda. Los argentinos nunca habían vencido a los italianos en una Copa del Mundo, con un balance de dos empates a uno en las fases de grupos de 1974 y 1986, y dos victorias italianas por 1-0 en Argentina 1978 y 2-1 en España 1982.

Para colmo, el encuentro se jugaba en Nápoles, con toda la carga emotiva que ello suponía. La guerra psicológica entre el Norte de Italia y la selección argentina tuvo a Nápoles como fondo y forma. Los compatriotas solicitaban el apoyo incondional para su selección a los napolitanos para alcanzar la final de Roma. Maradona, mientras, hurgaba en la herida, recordando los miles de desprecios que sufrían los habitantes del Sur en todo el país ahora que les pedían que apoyasen a su selección a muerte. En realidad, todo residía en el odio al diez argentino extendido por gran parte del país transalpino.

Nadie mejor que el pueblo partenopeo para saber resumir sus sentimientos encontrados aquellos días: "Maradona, Nápoles te ama pero Italia es nuestra patria". Una frase lapidaria que ha quedado en la historia del fútbol y de los mundiales. Al menos, Argentina ya tenía lo que quería en parte. No iba a disputar el pase a la final bajo un ambiente excesivamente hostil contra el equipo anfitrión.

El partido fue durísimo para los argentinos, dominados por una Italia hambrienta, que al cuarto de hora encontraba el gol del "Toto" Schillaci, el quinto del campeonato del atacante azzurro. Los de Vicini Azeglio tenían claro que querían hacer sangre y dominar como fuera el partido, sin que los hombres claves de los sudamericanos pudieran participar. Los hombres de Carlos Salvador Bilardo se fueron sacudiendo de encima la presión del anfitrión, y mediada la segunda mitad, Caniggia se adelantaba a Walter Zenga en un centro lateral para hacer el tanto del empate.

Ya no hubo nada que moviera el marcador en el partido. Ni la expulsión de Ricardo Giusti, ni el magistral lanzamiento de falta de Roberto Baggio en la primera parte de la prórroga que Sergio Goycoechea sacó en una de las mejores paradas de la historia de los mundiales. Ni la cabezonería italiana por tratar de imponer su superioridad numérica en el marcador. Se mantuvo el empate tras el paso de la prórroga. Llegaron los penaltis.

Empate a tres tras los lanzamientos de Baresi, Baggio y De Agostini para los europeos, y de Serrizuela, Burruchaga y Olarticoechea para los sudamericanos. Era el turno de Donadoni. El milanista lanzó a la izquierda del "Vasco" Goycoechea, a media altura, y el meta argentino adivinó muy bien la intención del centrocampista italiano. Maradona era el cuarto, tras su fallo contra Yugoslavia, pero no todos los días son fiesta, y esta vez el diez argentino engañó a Walter Zenga. Tres a cuatro para los de Bilardo, que con una nueva parada de su portero al lanzamiento de Aldo Serena alcanzaron la final.

En la otra semifinal, Alemania Federal e Inglaterra volvían a medirse en una Copa del Mundo. Era la cuarta vez en un torneo mundial, con una victoria para cada uno, y un empate en 1982, y la sexta en partido oficial, tras medirse en la clasificación para la Eurocopa de 1972, en el que los alemanes vencieron por 1-3 en Wembley y empataron a cero en territorio teutón. Delle Alpi acogía una semifinal por todo lo alto, en uno de los duelos más clásicos del fútbol europeo de selecciones.

Una confrontación llena de detalles y de mucha tensión. Dos figuras del fútbol de cada país, Franz Beckenbauer y Bobby Robson, frente a frente en los banquillos. Era el momento de ajustar cuentas, tras la victoria inglesa en la final de 1966. Alemania llegaba como la selección más fuerte del campeonato, e Inglaterra, dando tumbos y con fortuna, se había plantado en unas nuevas semifinales mundialistas.

Cómo buena parte del campeonato, el partido fue tenso. Muy igualado, con pocas acciones ofensivas claras para cada equipo. Brehme, a la hora de partido, ponía por delante a los suyos con mucha fortuna. Su lanzamiento de falta golpeaba en un futbolista inglés, y la pelota cogía una parábola imposible para Peter Shilton. Los ingleses, otra vez en Italia 1990, contra las cuerdas. Aparecieron sus mejores futbolistas, Gascoigne y Lineker, para desenmarañar la situación. El delantero recogió una pelota rechazada dentro del área y batió con la zurda a Illgner para poner el empate a uno.

Los alemanes se salvaron cuando los ingleses, en el final del primer tiempo de la prórroga, estrellaban un disparo en la base del poste. No hubo manera de evitar los lanzamientos desde los once metros. Como en la otra semifinal, todo se decidía desde el punto de penal. Y al igual que en el enfrentamiento entre argentinos e italianos, empate a tres tras tres disparos de cada selección. Era el turno del central del Manchester United Stuart Pearce. El portero alemán adivinaba el lanzamiento y detenía la pelota. Ölaf Thon marcaba el cuarto de Alemania Federal, y la situación era crítica para Chris Waddle. El centrocampista inglés mandó fuera su lanzamiento, y los germanos eran los finalistas, en lo que sería la reedición de la final de hace cuatro años.

Por primera vez, se repite una final

Nunca antes había sucedido, pero por primera vez, se repetía una final en un campeonato mundial. Argentina y Alemania Federal cambiaban el Estadio Azteca por el Olímpico de Roma, y algunas caras como Rümmeniegge, Valdano, Schumacher, Pumpido, Förster, Cuciuffo... ya no estaban entre los actores principales. En su lugar entraron los Klinsmann, Dezotti, Illgner, Goycoechea, Köhler, Sensini... Bilardo no podía contar con Caniggia ni Giusti, sancionados. Además, varios de los hombres importantes como Batista u Olarticoechea estaban tocados y tampoco tuvieron minutos en la final contra los teutones. En juego, el tricampeonato para los dos. El que saliera campeón, conseguiría el título en propiedad.

El ambiente contra la selección argentina fue muy hostil. Virulentamente hostil. La ceremonia de himnos manifestó el desencuentro notorio entre Maradona y el público italiano. Las pancartas, los insultos, los cánticos, los silbidos al himno... el diez no pudo aguantar o no quiso aguantar y mostró toda su rabia cuando le enfocaron las cámaras durante el himno albiceleste, respondiendo a los insultos de los italianos con una frase poco recomendable para reproducir.

Alemania Federal celebra su tercera corona mundial, conquistada en Italia 1990 contra Argentina. (Foto: FIFA.com).
Alemania Federal celebra su tercera corona mundial, conquistada en Italia 1990 contra Argentina. (Foto: FIFA.com).

Este caldo de cultivo, con los italianos deseando la derrota argentina tras conseguir la tercera plaza contra Inglaterra por 2-1, favoreció a los germanos. Fue una final fea y dura, en la que el árbitro mexicano Edgardo Codesal tomó gran protagonismo desde el principio. Dezotti vio la amarilla nada más arrancar el partido, pero lo que arrancó la indignación argentina fue la expulsión de Pedro Monzón mediada la segunda parte.

Con 10 hombres y tocada físicamente, Argentina se quiso refugiar cerca de su área para alcanzar los penaltis. Y cuando parecía que estaban cerca de conseguir llegar a la prórroga, a falta de tres minutos, el mexicano Codesal decretó penalti en una caída de Klinsmann ante Sensini muy protestada por la albiceleste. Un penalti muy dudoso, que años después el lanzador se encargó de avivar la polémica afirmando que "no hubo penalti" en esa jugada.

Era Andreas Brehme el encargado de lanzar el penalti desde los once metros en una final muy pobre y gris. Sobre sus hombros, dar al país alemán su tercera corona mundial. El lateral zurdo alemán tuvo miedo y no golpeó del todo bien la pelota, pero la puso lejos del alcance del meta argentino, que no pudo hacer su tercer milagro en el campeonato. Era el gol partita que buscaban los alemanes. Aún quedó tiempo para que el encuentro se enrevesara aún más con la expulsión de Dezotti y la excesiva agresividad de los argentinos, muy enfadados con el colegiado mexicano.

El pitido final llevó a la gloria mundialista a una selección alemana que venía de dos derrotas consecutivas en las finales de 1982 y 1986, mientras que la hasta ese momento campeona, Argentina, cedió su corona conquistada cuatro años antes en México. Las lágrimas desconsoladas de Maradona recibiendo su medalla de subcampeón contrastaron con la alegría de Lothar Matthäus, capitán alemán, que conseguía hacerse con la Copa del Mundo en su tercera participación. Italia 1990 terminaba con estas imágenes, en un Mundial que dejó muchos momentos para el recuerdo futbolístico y para la leyenda popular de este deporte, a pesar de que el juego desplegado dejó mucho que desear.