¿Estás aquí para la prueba? ¿Con esas botas? ¿Cómo puedes jugar así? ¿Y esos pantalones? ¿Nunca has tenido unos pantalones de fútbol de verdad? Preguntas. Preguntas que parecían losas sobre el sueño de un niño senegalés que dejó Sédhiou, su pueblo natal, y Bambali, el lugar que le vio crecer, para estar en Dákar el día que había una prueba para futuros futbolistas. La respuesta de Mané llegó con el balón en los pies. Las preguntas de aquel hombre irreverente, serio y despreocupado se tornaron en una frase demoledora: “Estás en mi equipo”. Mané lo había hecho. Mané había conseguido pertenecer a un equipo de fútbol. Dejaba atrás a sus amigos, aquellos con los que distraía el hambre jugando al fútbol en medio de una carretera sin asfaltar. Partía y se despedía de su familia, la que tuvo que vender todo lo que pudo para pagar el viaje de su hijo a la capital de Senegal. Y, lo que es más importante, emprendía un trayecto que le llevó de Sédhiou a Kiev.

Con total probabilidad, el africano estará en el once inicial que disponga Jürgen Klopp en la final de la UEFA Champions League que enfrenta a su Liverpool con el Real Madrid. Pero Mané no es uno más. Mané es un futbolista diferente y no se cansa de demostrarlo. Sereno, a buen seguro se mostrará tranquilo antes del partido más importante de su vida. Su forma de ver el deporte rey es distinta. Está convencido que, bajo presión, solo cabe el disfrute. Que estar tenso no ayuda. Que solo se puede jugar con calma. Preguntado en una entrevista por sus miedos, solo le preocupa lesionarse. Poner fin a lo que un día supuso esfuerzo, sacrificio y trabajo. Poner fin a lo que ha venido siendo su pasión desde que vio a Ronaldinho en la televisión. Sin embargo, no quería ser como él. Quería ser mejor. Quería ser el mejor jugador del mundo.

Mané destinó parte de su dinero a construir la única escuela de Bambali

Para cumplir ese objetivo, Mané se concentró. Se alejó de todo lo que pudiera distraerle y, aún hoy en día, sigue haciéndolo. No frecuenta discotecas. No se pone delante de una Play Station. Está convencido que su tiempo no tiene que ser malgastado delante de un videojuego que no le aporta nada. Ese carácter, comparado por el senegalés con el de sus vecinos de Bambali, le ha hecho mejor persona. De los que un día compartieron la poca comida que tenían con él destaca precisamente eso, que no tengan nada. Ni un supermercado. Ni una escuela. Bueno, ahora sí. Ahora otros niños sí tienen dónde estudiar. Sí tienen una ventana al mundo a través de la que coger no solo conocimiento, sino oxígeno. Ahora esos chavales que idolatran a su compatriota tienen un motivo más para seguir agradeciéndole su esfuerzo, pues fue Mané el que destinó una parte de su dinero a construir esa escuela.

Sédhiou, Senegal | Fotografía: The Architectural Review
Sédhiou, Senegal | Fotografía: The Architectural Review

Cada vez, un paso más

Ese dinero no le llegó al africano de la noche a la mañana. Aunque ahora roza la gloria con el Liverpool, las noches de frío en Francia forjaron a un futbolista que no olvida de dónde viene. Tras la ya mencionada prueba, Mané pasó a formar parte del Metz, un equipo francés que, como viene siendo habitual en la liga gala, se nutre de jugadores crecidos en el continente negro. Allí pasó apenas una temporada, en la que alternó partidos con el primer y segundo equipo. Pronto fue añadido a la lista de futuribles del Red Bull Salzburg, un conjunto que se hizo con sus servicios previo pago de cuatro millones de euros.

De nuevo, el Southampton encontró un jugador al que sacar rentabilidad

Dos temporadas en Austria dieron para mucho. Y es que, en los 87 partidos en los que estuvo vistiendo la camiseta del equipo dirigido por aquel entonces por Roger Schmidt hizo su primera incursión en la máxima competición continental a nivel de clubes. Además, también disputó encuentros de la UEFA Europa League y consiguió sus primeros títulos. La campaña 2013/2014 se cerró con un título liguero y otro copero, mientras que al año siguiente se repetirían los éxitos, aunque ya sin él en el equipo. Si bien comenzó la temporada con el conjunto austriaco, el último día del marcado de fichajes el Southampton ejerció su compra desembolsándose de 23 millones de euros. Pocos para los que recibiría apenas dos años después.

Teniendo en cuenta el desempeñó que dejó el senegalés con los Saints, se puede decir que la operación fue fructífera tanto en lo deportivo como en lo económico. Participando en 39 goles en sus 75 partidos con los del Saint Mary’s, fue pieza clave para el séptimo puesto del curso 14/15 y para el sexto de la campaña 15/16. De nuevo el conjunto del sur de Inglaterra adquiría un futbolista con presente y, sobre todo, mucho futuro. De nuevo el Southampton era un trampolín para lanzar al estrellato a un jugador que parece no tener techo.

Mané en su etapa en el Southampton | Fotografía: Premier League
Mané en su etapa en el Southampton | Fotografía: Premier League

Ya en 2016, el Liverpool cumplió un deseo que se venía forjando varios meses atrás. Tras pagar más de 41 millones de euros, los Reds se hacían con un futbolista que encajaba a la perfección con el fútbol rápido y vertiginoso de Jürgen Klopp. Además, el alemán tenía la oportunidad de combinar al senegalés con Firmino y Coutinho, un futbolista que una temporada más tarde retrasaría su posición para dejar paso a otro futbolista que completaría un cuadrado mágico: Salah. Con el egipcio, el Liverpool ha logrado no solo volver a ser un equipo temible en Inglaterra, sino uno de los más peligrosos a nivel continental.

Rodeado de grandes estrellas, Mané ha sabido encontrar su posición tanto dentro como fuera del terreno de juego. De nuevo, ha sabido adoptar su papel a la perfección y es fácil determinar la importancia que ha tenido en esa postura sus orígenes. Humildad, trabajo, esfuerzo, sacrificio, pasión, ganas, aprendizaje, palabras, todas ellas, sinónimos de Sadio Mané, el futbolista que viajó de Sédhiou a Kiev.