Tercera derrota consecutiva para el Liverpool. Tottenham pareció ser un punto de inflexión. No fue más que un espejismo. Un accidente olvidado ha quedado constatado como un problema cuya solución Klopp no encuentra. Atacó y persistió el cuadro red chocándose de nuevo con la efectividad como su segundo gran enemigo. El primero son ellos mismos, con fallos en la concentración y el posicionamiento que les despojan de cualquier posibilidad de título. El Manchester City se aleja a diez puntos, con dos partidos menos y unas sensaciones diametralmente opuestas. El Leicester explotó sus oportunidades e hizo sucumbir a un equipo en alerta roja. El segundo puesto de los Foxes no es fruto de la casualidad. El cuarto del Liverpool tampoco.

La guerra del querer y no poder

Con la traumática lesión de James Justin aún en los pensamientos del Leicester -rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla- Brendan Rogers colocó a Amartey como tercer central, llevando a Ricardo Pereira a hacer frente a Salah en el otro costado. Un 3-4-2-1 con Evans y Soyuncu detrás de una línea con Albrighton, Tielemans, Ndidi, Pereira; Maddison adelantado junto a Barnes aguardando a Vardy en punta. Klopp hacía debutar a Kabak con Henderson en el eje ante la baja de Fabinho. En el medio apostaba por un Milner que se tuvo que retirar lesionado por Thiago en el ecuador de la primera mitad. Las lesiones siguen aterrorizando. 

Como si de un combate entre dos púgiles se tratase, el que defendía título salió moviéndose rápido por el cuadrilátero para terminar por la vía rápida con un adversario amenazante cuyos ganchos iban cargados de ímpetu. El envío largo a la espalda de Ricardo Pereira fue una estrategia cíclica que adoptaron los Reds para percutir a través de Salah. Soyuncu se multiplicaba para imponerse a los recibos del tridente, que asfixiaba con golpeos de derecha e izquierda la salida de balón. 

Arnold siendo perseguido en el corte por Pereira y Soyuncu / FOTO: Premier League
Arnold siendo perseguido en el corte por Pereira y Soyuncu / FOTO: Premier League

La altísima presión desde el inicio, a pesar de la conjetura final en la que se deja al Liverpool, volvió a ser seña de identidad. Con algunos minutos de descanso entre round y round para tomar aire, pero siendo sabedor de que el estilo es innegociable. Henderson puntilleaba balones en largo obligados a la diagonal de Salah y Mané, aunque fraguados sin disparo. El Liverpool arrinconaba en su esquina al Leicester mientras egipcio y senegalés carecían de la suficiente finura con la que tirar de croché. 

El aumento participativo de Trent Alexander-Arnold en labores elaborativas insufló mayor peligro a un área donde Amartey y Schemeichel sostenían a un agobiado Leicester. El arquero danés salvó la caída a la lona con dos intervenciones colosales. Agigantándose a la salida y tirando de flexibilidad para negar en boca de gol a Firmino hasta en dos ocasiones. La competividad de Salah, el protagonismo de los laterales y el papel catalizador de Bobby no fueron suficientes para enchufar un uppercut al mentón.

Schemeichel sostuvo al Leicester cuando más dominaba el Liverpool / FOTO: Premier League
Schemeichel sostuvo al Leicester cuando más dominaba el Liverpool / FOTO: Premier League

Los de Merseyside se ordenaban para dotar de raciocinio y agresividad a cada golpe. Sin embargo, Vardy estrujaba cada punch para imprimir cierto temor. Intentó primero una vaselina de espaldas, sin prácticamente espacio, con la que lamió el travesaño. La siguiente fue un centro lateral de Albrighton donde el zorro se impuso a las marcas para rematar de cabeza a un Allison bien colocado. Su mordiente despertó al Leicester, que se atrevió a salir a buscar al Liverpool saliendo de su esquina. Así conectaron el derechazo. Amartey encontró en largo a Maddison, que con un taconazo de fantasía provocó que el Liverpool bajase su guardia. Jamie la recogió para en el uno contra uno reventar el larguero. 

Vardy sacó a relucir su olfato para rascar ocasiones / FOTO: Premier League
Vardy sacó a relucir su olfato para rascar ocasiones / FOTO: Premier League

Tiró de conservador el Liverpool en el tramo final viendo el afán con el que el púgil azulado tiraba hacia delante. El aumento de protagonismo de la sociedad Maddison-Vardy siguió su ascenso en la segunda mitad. 

¿Qué te pasa Liverpool?

Evans arrancó renqueante, con síntomas de un derrumbe que nunca se produjo. El desorden moldeó los primeros compases tras el break, donde Maddison crecía al compás de su equipo, ganando peso en el ring con cada minuto que se añadía al contador. Arnold respondió desde una faceta ciertamente olvidada en su figura: el balón parado. El británico envió a la cruceta una falta lanzada destino cabeza, un directo o jab en toda regla.

Con las revoluciones en caída, y los dos púgiles más cautelosos en sus embestidas, Thiago decidió tirar hacia delante batiendo líneas y asumiendo ese papel asignado desde su llegada. En ese momento, llegó el golpe de Salah. Corría el 66 cuando Arnold conectó con Firmino. Centro raso al área que cae en el brasileño de espaldas, cubierto, difícil, como a él le gusta. Sacó la magia y la dejó de tacón para un Salah expectante en el balcón del área. El egipcio teledirigió el esférico con el encantamiento con el que lo había recibido. Una parábola que cayó en el ángulo. 

Salah celebra junto a Firmino y Thiago su delicatessen / FOTO: Premier League
Salah celebra junto a Firmino y Thiago su delicatessen / FOTO: Premier League

El gol allanaba el camino hacia el asalto final al Liverpool, pero fue a partir de ese momento cuando todo se derrumbó. Entró el VAR a clarificar una falta en el borde del área a Barnes. Retificada, Maddison la mandó dentro de la portería, aunque de nuevo la tecnología entró para definir que Amartey, que intervino en esa trayectoria al intentar golpear, se encontraba en posición reglamentaria. La incertidumbre valió la pena. El Leicester se rehizo con un certero derechazo. Y empezó la remontada. 

El empuje de Maddison, parte del corazón del Leicester / FOTO: Premier League
El empuje de Maddison, parte del corazón del Leicester / FOTO: Premier League

Dos minutos después, con el Liverpool volcado, Tielemans dispuso en largo una pelota aparentemente sencilla para Kabak. Esa apariencia fue despojada por Allison, que salió fruto del fallo comunicativo y chocó con su nuevo zaguero en un intento por despejar. El rebote cayó a pies de un Vardy que aprovechó el regalo para dejar en la lona al campeón. Un fallo estrepitoso.

Vardy empujando el regalo de Allison / FOTO: Premier League
Vardy empujando el regalo de Allison / FOTO: Premier League

Con la toalla a punto de ser arrojada, con los brazos caídos, a merced de un rival que había tenido contra las cuerdas, llegó el definitivo 3-1. Allison se repuso consigo mismo sacando con una doble parada, la segunda sobre la línea, el que hubiera sido ese KO que llegó minutos después. La capacidad del Leicester de montar contragolpes certeros, inteligentes, veloces y mortíferos en escasos toques significaron la sentencia. Una pérdida en medio campo pilló descosida a la zaga, que dejó espacios a Barnes para que cerrase el combate en el mano a mano. 

Barnes, artífice del KO / FOTO: Premier League
Barnes, artífice del KO / FOTO: Premier League

El final fue un duro trámite para un boxeador bañado en su propia derrota. Aun con tintes del oro que lo encumbró, pero sin respuestas para responder las múltiples incógnitas que plantea cada partido. Choca consigo mismo, con lo que fue y lo que es. Pudo ganar, como cada derrota, pero el Leicester clamó como ese pequeño empoderado encaprichado en deshacer un Big Six cuya gobernanza se ha diluido por completo.