La nueva normalidad futbolística acoge escenarios imprevisibles para resolver las contiendas europeas. Aquella fase final veraniega se resiste a ser olvidada entre las estrictas restricciones que mueven Europa. Ni los gigantes en Champions ni los aspirantes de Europa League escapan de la pandemia. De hecho, este duelo a doble estacada no ha pisado Lisboa ni Londres, sino que los testigos han sido primero Roma y luego El Pireo. Consecuencias colaterales que desangran el factor campo, aunque no el doble valor foráneo, perdurando el pánico por encajar primero en la filosofía continental.

Cuánto miedo a encajar...

Tras el paréntesis marcado por el vendaval citizen, el Arsenal salía a El Pireo a hacer bueno el marcador de la ida (1-1) con esa línea de mediapuntas cargada de fantasía amparando a Aubameyang.

Cierta lentitud e incomodidad marcaron el inicio. Con la necesidad de hacerse al escenario, la presión era tímida y las líneas se asentaban con cierta altura para descartar los acontecimientos en cada portería y reducirlos al medio campo. Tal predisposición dificultaba al Arsenal progresar con el balón, convirtiéndose el encuentro en una guerra donde nadie quería dar el primer paso, hasta que apareció Odegaard. El noruego entró en juego, activando el mecanismo Gunner para crear el 1-0. Tiró Saka de hilo y aguja para tejer un envío en profundidad hacia Aubameyang, que rompió con su desmarque y rebosante gesto de sutileza para superar a Helton Leite.

Aubameyang abrió la lata / FOTO: Arsenal
Aubameyang abrió la lata / FOTO: Arsenal

Limpiando telarañas

El primer miramiento hacia portería contraria se traduciría en gol tras 20 minutos marcados por la timidez. Las prisas cesaron en el Arsenal, que vivió plácidamente en zonas donde su ventaja no se viese comprometida. El Benfica intentaba generar, pero caía en el ineficiente recurso del balón a la espalda con el fin de batir unas líneas por las que era incapaz de progresar por bajo.

Aubameyang y Saka eran presas del arriesgado adelantamiento de la zaga lisboeta, cayendo en fueras de juego permanentemente. Cuando se miraba al descanso con cierto escepticismo desde los ojos del Benfica, llegó Gonçalves para dotar de luz la noche helena. Dirigió con potencia y colocación una falta en la frontal del área a la mismísima escuadra, llevando la equidad a la eliminatoria.

Gonçalves golpeando la falta del 1-1 / FOTO: Benfica
Gonçalves golpeando la falta del 1-1 / FOTO: Benfica

La placidez que motivó al Arsenal fraguó en el nerviosismo con el que tomó camino de vestuarios y con el que empezó los segundos 45 minutos. El Benfica creyó en sí mismo y empezó con cierta inclinación hacia delante, pero de nuevo Odegaard cambiaría el guion. Nutrió a Aubameyang de una delicatessen que desarbolaría al cuadro luso, y que no subió al marcador por los escasos milímetros que el futbolista de Gabón aventajaba a su par. 

El enemigo en casa

Cuando las riendas volvían a ser londinenses, Ceballos se convirtió en villano. Sacó en largo Leite buscando sorprender. El español peinaría el balón hacia un apoyo que no existió, momento en el que Rafa salió de las sombras para encarar a Leno y asestar el 1-2. 

Protagonista del 1-1 al generar la falta y de propiciar el regalo del 1-2, Ceballos saldría al instante por Thomas. Willian entraría por un desaparecido Smith-Rowe como respuesta al triple cambio lisboeta. Núñez, Everton y Gabriel agitarían en lugar de Seferovic, Pizzi y Taarabt. Los cambios surtirían efecto en ambos costados. En el local, generando el 2-2, en el visitante, al oxigenar y estirar líneas al contragolpe. El empate Gunner recayó en la zurda de Tierney, que aprovechó la pusilanimidad de Everton para hacer el llamamiento a la esperanza. 

Y se obró la remontada

El nuevo Arsenal vivió su primera gran noche / FOTO: Arsenal
El nuevo Arsenal vivió su primera gran noche / FOTO: Arsenal

Más allá de algún intento de Darwin Núñez haciendo la guerra en solitario, el Arsenal sometería al Benfica a vivir en su área en una carrera contra el tiempo y el marcador. Hubo tramos de desesperanza, de las Águilas defendiéndose con pelota, de nerviosismo convertido en una falta de intensidad cuando el precipicio asomaba. Pero si algo brilla en este Arsenal es el descaro con el que los "niños" sacan el equipo hacia delante. Caracoleo, centro medido y explosión de júbilo para consumar la épica mitológica. ¿Los personajes? El elegido y el cazador, Bukayo Saka y Pierre-Emerick Aubameyang.

La fe la encarnaron 19 años llamados a liderar la bandera no solo del Emirates, sino que también de la nación que inventó el balompié; Aubameyang fue el producto final de la historia. La eliminatoria pareció acabar en ese minuto 86, pero aún quedaría orgullo al Benfica para luchar por un tercer tanto que sufragase su billete. Un fuera de juego y posterior travesaño con el 92 iluminando el Georgios Karaiskakis amagaron el infarto. 

La cuádrupla que tiró abajo la defensa lisboeta / FOTO: Arsenal
La cuádrupla que tiró abajo la defensa lisboeta / FOTO: Arsenal

Londres pasó a ser Grecia, en cuerpo y alma, en territorio y en mitología, en césped y en heroicidad. Los jueves son el nuevo domingo para el Arsenal, y es que su temporada pasa por levantar un trofeo cuyo valor reside en su condimento y no en su grandeza: la clasificación para la próxima Liga de Campeones. Los Gunners vieron borrada su existencia, pero hicieron honor a la tierra de dioses que pisaban para dibujar belicismo y suspense a su relato. El próximo capítulo ya está titulado, ahora falta conocer su antagonista.