El resquemor de la final se respiraba en un Stamford Bridge en el que el público volvía a gobernar. Los londinenses impregnaron con sus voces una estampa tan colorida como sobrecogedora. El fútbol se reencuentra con su gente, y el Chelsea se reencontró tras el revolcón copero del sábado. La vendetta dibujaba los rostros de los once Blues que ajusticiaron a un Leicester que ha dejado de depender de sí mismo para escuchar el himno de la Champions la próxima temporada. El Liverpool acechaba, relamiéndose desde la distancia, viendo cómo uno caería para darle mañana el sorpasso. Cayó el Leicester, aun emborrachado por la hazaña de la FA Cup. 

En guerra consigo mismo

Tuchel metía en el once de la final a Chilwell y Pulisic, dos  alborotadores en la final, y mantenía la columna vertebral. Rogers repetía dibujo con el único condicionante de Maddison y Ayoze por detrás de Vardy, pero el aspecto del primer tiempo con el partido del sábado se asemejó solo en sus protagonistas. El Chelsea salió sediento del gol, la asignatura más importante, y en la que más ha errado. Los Blues salen con matrícula del resto, pero cuando tocan la puerta del área contraria, el que debería ser su cañón padece el desabastecimiento de su pólvora.

Timo Werner vive por y para un gol que se le diluye de forma tan dispar como traumática. Metió dos, uno en fuera de juego, y el otro ayudándose de la mano en un remate poco ortodoxo. El Chelsea lanzaba oleadas hacia el área cargadas con el vértigo de Kanté, las proyecciones de Azpilicueta y Chilwell, y el desborde de Pulisic y Mount. El error se personificaba en el delantero alemán, pero el desacierto era un matiz de la tonalidad Blue. En la zaga, la singularidad de Reece James como central fue una receta cargada de acritud para Vardy. El zorro se empequeñeció frente al agigantamiento de un James adoctrinado en la lectura al corte de Azpilicueta.

Werner, antagonista del Chelsea la primera mitad / FOTO: Chelsea FC
Werner, como antagonista y Fofana como sombra del alemán / FOTO: Chelsea FC

Los focos no dejaron de enfocar a Werner, ni tan siquiera en la polémica que Mike Dean protagonizó al arbitrar en la dirección contraria un penalti sobre el alemán. Para el colegiado fue falta de Timo, un giro de 180 grados que llenó de silbidos el Bridge. El Leicester resistía sin explicación, y su partido transcurría sin soluciones ni respuestas a lo que el Chelsea le planteaba. 

Cae la resistencia

Un minuto de segunda mitad y el Chelsea ya se había reconciliado con el gol. Rüdiger entró con preeminencia en el área para rematar con el muslo el centro de Chilwell desde la esquina. El central germano abrió el camino mientras seguía apostillando su discurso hegemónico en sus dominios. A pesar del golpe, el Leicester aunó esfuerzos para salir de su encierro. Sin embargo, su tierno y poderoso jerarca del área cayó en la trampa de Werner. El alemán rascó un penalti a Fofana que Jorginho transformaría con su escalofriante temple. El 2-0 dejó al Chelsea las herramientas para que administrase el pertinente cloroformo al partido.

Jorginho convirtiendo el penalti / FOTO: Chelsea FC
Jorginho convirtiendo el penalti / FOTO: Chelsea FC

Quien avisa no es traidor, pensaría  Iheanacho, recién entradotras obligar a Mendy a estirarse para que al minuto remachase el 2-1. Ndidi rebañó a Kovacic en salida y encontró a Iheanacho en el punto de penalti para que capitalizase la fe del Leicester a quince minutos del final. 

El sonido del suspense se escucharía en el Bridge cada vez que el Leicester se atrevía a sobrepasar el medio campo. Fue en el minuto 90 cuando los corazones de los Blues se encogieron al ver a Ayoze engatillar el balón en el área. El español encontró la pasarela, pero mandó el balón a leguas de la portería de Mendy. La tensión que aclimataba el encuentro se manifestó con una pequeña trifulca entre ambos equipos que dejó al descuento caldeando hasta que Mike Dean diese por concluida la segunda parte de la guerra entre Chelsea y Leicester. 

Los Blues se desquitan del mal sabor de la FA Cup con una victoria más contundente por sensaciones que por el resultado. La nota negativa la dejó Kanté, que se marchó lesionado a la media hora cuando estaba desestabilizando todos los cimientos del Leicester. Los Foxes, que aún andaban con la resaca copera, salieron de la zozobra con el colmillo de Iheanacho, insuficiente para tumbar a un Chelsea más 'tuchelizado' que en la final.