Pesadez, eficacia y Cristiano Ronaldo. Las tres palabras que definen el partido de la vigente campeona de Europa. Empezó Portugal defendiendo el título en un colorido Puskás Aréna repleto hasta la bandera, más propio de tiempos pasados que presentes. La afición puso lo diferente, porque el juego de Portugal siguió desarrollándose bajo la rúbrica de Fernando Santos. 

El Puskás Aréna albergó a 60.000 espectadores / FOTO: UEFA
El Puskás Aréna albergó a 60.000 espectadores / FOTO: UEFA

El doble pivote

El seleccionador portugués colocó de inicio un doble pivote compuesto por William Carvalho y Danilo Pereira para que escudase a Cristiano, Bruno Fernandes, Bernardo Silva y Diogo Jota. La inclusión de dos futbolistas en la base, situados en paralelo y de corte destructivo, facilitó el trabajo a Hungría, que se activaba cuando recibían los del siguiente escalón. El partido de William y Danilo se desarrolló sobre una fijación posicional y una horizontalidad en los envíos que dejaba seca a Portugal en el plano creativo. Sin fluidez, solo Guerreiro, Bernardo Silva y destellos de Bruno Fernandes producían acciones que movilizasen al equipo, pero la ralentización del centro del campo dificultaba la activación. 

Bruno Fernandes estuvo opacado entre las líneas húngaras / FOTO: UEFA
Bruno Fernandes estuvo opacado entre las líneas húngaras / FOTO: UEFA

El equipo redundaba, Hungría se acomodaba y el juego se atascaba. El gol anulado a Sallai sembró el pánico. Tuvieron que pasar 80 minutos para que Fernando Santos rompiese su infructuoso doble pivote. Renato Sanches, André Silva y Rafa Silva entraron e introdujeron las marchas que necesitaba el juego luso. La salida de Bernardo Silva sembró incertidumbre por su capacidad hallar espacios, pero los cambios sentaron bien.

Guerreiro celebra el 0-1 / FOTO: UEFA
Guerreiro celebra el 0-1 / FOTO: UEFA

Rafa imprimió frenetismo, entrando por derecha y trazando diagonales, siendo profundo y determinante. El partido de Portugal fue una carta de presentación idónea para conocerla. Sobria, sólida y eficaz, meciéndose en el abismo sabedora de que su artillería enmendará la papeleta, porque con poco, saca mucho.

Resistencia húngara

Espoleados por su gente, Hungría demostró una fortaleza física y mental admirable. Anuló a la vigente reina del continente haciéndose grande en su área, despejando envíos a zona y blindando las inmediaciones. El repliegue fue la tónica de su juego, pero en la segunda mitad, Szalai y Sallai empezaron a oxigenarla saliendo al contragolpe. Atrás, Orban, Attila Szalai y Botka formaron una línea de tres implacable que Portugal solo pudo derruir a partir del minuto 82. Gulácsi blindó cuanto pudo su portería y por centímetros Sallai no se convirtió en el héroe nacional.

Szalai aguanta un balón frente a Rafa / FOTO: UEFA
Szalai aguanta un balón frente a Rafa / FOTO: UEFA

El marcador fue gigantesco, pero Hungría demostró que aunque le haya tocado bailar con los tres cocos (Portugal, Francia y Alemania) la competitividad no se negocia. 

Cristiano Ronaldo, depredador del gol

El día en el que se convertía en el único jugador en disputar 5 Eurocopas tenía que marcar para batir otro récord. Su doblete deja su marca en 11 tantos, superando a Platini, y convirtiéndose en el máximo goleador de la historia de la Eurocopa. Su influencia en el tramo final fue arrolladora, marcando el 0-2 e hilando un juego de paredes con Rafa Silva para firmar la obra de arte que significó el 0-3, pero su partido no respondió a sus cifras. Fijado como referencia, no estuvo cómodo entre la acumulación húngara. Le costó entrar en juego y conectarse, pero cuando lo hizo, Hungría claudicó.

Cristiano Ronaldo sigue batiendo récords / FOTO: UEFA
Cristiano Ronaldo sigue batiendo récords / FOTO: UEFA