El término lucky looser se usa para referenciar a ese jugador que ha sido eliminado en la fase previa de un torneo y acaba accediendo al cuadro final tras la renuncia o lesión de otro participante que sí ha logrado clasificarse. Esta definición se puede ligar con Dinamarca, país que se ha ganado el corazón de todo aficionado este año. Su gloriosa participación en la Euro 2021 los llevó a semifinales y demostraron sus valores a la hora de ayudar a su compañero Christian Eriksen. 

Su aventura por Suecia es más que llamativa. Trataron de ser la cenicienta, el segundo plato por el que nadie apuesta. La UEFA, que cedió ante las presiones de la ONU, invitó a una Dinamarca que quedó un punto por debajo de Yugoslavia en la fase clasificatoria.

Las semejanzas que existen entre la generación de 1992 y 2021 se palpan en el calco de nombres. En portería, Schmeichel padre y Schmeichel hijo lideran a su selección bajo los tres palos. Además, ambas plantillas cuentan con un Jensen, un Andersen, un Poulsen, un Christensen y un Christiansen. Todas las piezas del puzzle encajan por arte de magia.

Yugoslavia y su generación dorada

La guerra de los Balcanes fue el detonante que expulsó a Yugoslavia de la Eurocopa de 1992 celebrada en Suecia. Pese a contar con una de sus mejores generaciones con Predrag Mijatović como principal estrella, a nivel de títulos solamente se llevaron la Copa de los Balcanes durante dos años seguidos en la década de 1930. 

Gran parte de estos jugadores proceden del Estrella Roja de Belgrado. Con Dragan Džajic como técnico, conocido como el ‘Mago Dragan’, el cuadro balcánico reunió a una estela de grandes futbolistas como el croata Robert Prosinecki, el macedonio Darko Pancev o el rumano Miograd Belodedici. En apenas cinco años, Džajic consiguió su objetivo: ganar una Copa de Europa, en esta ocasión ante el Olympique de Marsella en Bari.

Mijatović es recordado en Madrid por dar el gol de la séptima Copa de Europa/ Foto: Gettyimages
Mijatović es recordado en Madrid por dar el gol de la séptima Copa de Europa / Foto: Getty Images

''Vamos a Suecia para ganar''

Durante la década de los 80, Sepp Piontek dejó huella en el país escandinavo.  Conocida como ''La Dinamita Roja'', su Dinamarca realizó brillantes participaciones en la Eurocopa de 1984 y el Mundial de 1986. Era un fútbol alegre y ofensivo, pero al que le faltaba el gen ganador que tenía, por ejemplo, Brasil. Tras su adiós, la federación danesa quiso apostar por un técnico extranjero, por lo que contactó con el alemán Horst Wohlers. Sin embargo, el no llegar a un acuerdo con su club en aquel entonces, el Bayer 05 Uerdingen, acabó por dejar a Møller Nielsen como segundo plato. Otra vez relegado a la sombra, se encargó de recoger su legado.

El entrenador danés quiso dar un lavado de cara para alcanzar su objetivo: clasificarse a la Eurocopa de 1992. El cambio a un estilo rocoso y defensivo no terminó de gustar en la plantilla, especialmente a Michael Laudrup, que se negó a formar parte del equipo mientras él fuese el técnico. Delante tenía a una de las mejores generaciones de la historia de Yugoslavia y acabó, de nuevo, en un segundo lugar que no bastó. Para su suerte, el abandono de Pancev y compañía tras la guerra de los Balcanes fue la última opción que pasó por sus cabezas. El destino los llamaba

Dinamarca tuvo que hacer un llamado de emergencia para rescatar a aquellos jugadores que ya se encontraban de vacaciones o disputando el final de la liga danesa. A 20 días del inicio del torneo, más que entusiasmo, dominaba la vagancia. 

''Vamos a Suecia para ganar el campeonato". Møller Nielsen lo tenía claro. Tenía claro que debía demostrar el error que cometió la federación danesa. Pese a las risas de los jugadores, entre ellos Brian Laudrup, acabaron por confiar en las declaraciones de su nuevo técnico. Dinamarca puso rumbo a Suecia. 

Moller Nielsen, el hombre anclado al segundo lugar / Foto: Getty Images
Møller Nielsen, el hombre anclado al segundo lugar / Foto: Getty Images

La complicada fase de grupos

La Eurocopa de 1992 la conformaban ocho selecciones: Alemania, Yugoslavia (más tarde Dinamarca), Francia, Países Bajos, la Comunidad de Estados Independientes (CEI), Escocia, Inglaterra y Suecia (país anfitrión). La CEI fue la que reemplazó a la Unión Soviética en la competición debido a que se desintegró y las naciones que la constituían estaban organizándose administrativamente.

Enfrente: Francia, Inglaterra y Suecia, la anfitriona. Tenían un nuevo objetivo: no hacer el ridículo. No obstante, no contaban con su mejor jugador, Michael Laudrup. Pese a este inconveniente surgió la figura de Peter Schmeichel que, como líder de la plantilla, se erigió como el buque insignia en la portería. Curiosamente, fue el único danés que entró en el Equipo del Torneo según la UEFA, torneo que se recordará como una de las mejores actuaciones de un guardameta en una Eurocopa.

'La Dinamita Roja' comenzó su andadura con un empate que supo a gloria (0-0) frente a Inglaterra. Un heroico Peter Schmeichel detuvo el bombardeo inglés y Jensen estuvo a punto de dar los tres puntos al final del encuentro, pero el poste se interpuso en su camino para dejar todo como comenzó. El segundo choque ante Suecia resultó ser peor que una jarra de agua fría. Desmoralizó a una Dinamarca que pinchó 1-0 tras el tanto de Thomas Brolin. Se la jugaban, como colistas, frente a la Francia de Cantona, Blanc, Papin y compañía. Solo les valía la victoria y que Inglaterra no ganasen a la anfitriona. Ante todo pronóstico, los hombres de Møller Nielsen dieron la sorpresa y ganaron el encuentro (1-2) con goles de Larsen (8') y Elstrup (78'), por lo que pasaron como segundos de grupo tras la remontada de Suecia. 

Flemming Povlsen controla el balón con la atenta mirada de Deschamps y Cantona / Foto: Getty Images
Flemming Povlsen controla el balón bajo la atenta mirada de Deschamps y Cantona / Foto: Getty Images

La épica: Schmeichel contra el mundo

La semifinal deparó que Países Bajos se topara con Dinamarca. La defensora del título contaba con estrellas como Gullit o Rikjaard y fue la cabeza de serie del grupo B. En cualquier escenario se apostaría por la derrota de los daneses, pero la balanza se decantó por el pequeño en la tanda de penaltis. 

Bajo los mandos de Rinus Michels, Países Bajos lideró su fase de grupos con dos victorias y venía de ganar la pasada Eurocopa. Por su parte, Dinamarca estaba cumpliendo un sueño y tenía la esperanza de llegar a la final.

Alineaciones.

Países Bajos: Van Breukelen; Frank De Boer (Kieft 46'), Ronald Koeman, Van Tiggelen; Wouters, Rijkaard, Gullit (c), Bergkamp, Witschge; Roy (Van’t Schip 115'), Van Basten.

- Dinamarca: Schmeichel; Andersen (Christiansen 70'), Lars Olsen (c), Piechnik, Sivebæk; Larsen, Vilfort, Jensen, Christofte; Povlsen, Laudrup (Elstrup 57').

Dinamarca se adelantó en dos ocasiones gracias a los dos tantos de Larsen, el goleador del equipo. Sin embargo, Bergkamp y Rikjaard forzaron la prórroga. Países Bajos atacó y atacó, pero había un tipo que volvió a ser el héroe: Peter Schmeichel. Lo paraba todo. Absolutamente todo. Era un hombre fuera de sí, incluso en su rostro, la sensación de tener un don que no se repetiría jamás de esa manera. Dinamarca aguantó hasta los penaltis. Ahí, Schmeichel completó el festival atajando el disparo de Van Basten. Los daneses cumplieron, uno a uno, frustrando a Van Breukelen y dando el pase a la final. El viaje llegaba a su fin. 

Schmeichel detuvo el lanzamiento de Van Basten / Foto: Gettyimages
Schmeichel detuvo el lanzamiento de Van Basten / Foto: Getty Images

El último paso: David contra Goliat

Al otro lado del puente, Alemania consiguió pasar por encima de Suecia (2-3). Dinamarca se enfrentó a la defensora de la última Eurocopa (Países Bajos) y en la final le tocaba contra la campeona del mundo (Alemania). Hasta 37.800 personas en el Nya Ullevi de Gotemburgo, entre ellas, Pelé

El protagonista de esta final fue Kim Vilfort. El centrocampista danés abandonó la concentración tras las dos primeras jornadas, cuando todo parecía haber llegado a su fin, cuando parecía que Dinamarca había caído como todo aficionado esperaba. El motivo era algo más grave de lo que uno se imagina: su hija estaba luchando contra la leucemia. Dinamarca introdujo varios cambios, pero Vilfort repitió en el once. Volvió en la semifinal para ganar el torneo y conseguir que su niña viera lo que hacía su padre

Vilfort participó en los dos goles / Foto: Gettyimages
Vilfort participó en los dos goles / Foto: Getty Images

Alineaciones.

- Dinamarca: Schmeichel, Sivebaek (Christensen, 65’), K. Nielsen, L. Olsen, Christofte; J. Jensen, Vilfort, Piechnik, H. Larsen, Brian Laudrup y Povlsen.

- Alemania: Illgner, Reuter, Kohler, Buchwald, Brehme; Hassler, Helmer, Sammer (Doll, 46’), Effenberg (Thom, 78’), Riedle y Klinsmann.

Los hombres de Møller Nielsen estaban nerviosos, pero con la conciencia de saber que estaban ante una oportunidad única en sus vidas y que una derrota no les valía. Debían ganar. Por eso salieron a morder desde el inicio, con una intensidad pasmosa. Parecía que las palabras de su entrenador antes de iniciar el torneo habían hecho efecto. 

Si precisamente reinaban los nervios, más aumentaron con el primer tanto danés en el minuto 18. John Jensen aprovechó un balón que quedaba dentro del área para rematar con todas sus fuerzas. El milagro era real. A partir de ahí, los alemanes se lanzaron al ataque, pero ahí estaba de nuevo Schmeichel. Con una mano, con dos, por el suelo, por alto, daba igual, lo detenía todo. Era frustrante para los rivales.

Con la ventaja, Dinamarca desplegó su rocoso y agresivo estilo, llegando al punto de desesperar a Alemania. Si se hablaba anteriormente de Vilfort, volvió a aparecer para poner el punto y final al encuentro. En el minuto 78, el centrocampista recogió un rechace en el medio del campo. Solo ante dos defensas, dejó botar el balón, se lo llevó con la derecha y chutó con la izquierda, raso, al palo de Illgner, golpeando la cepa del poste para acabar tirado en el suelo por sus compañeros.

Tenía que ser Vilfort. El único que creyó desde el principio. Al finalizar el encuentro, todos abrazaban a Schmeichel mientras Kim lloraba en medio del campo. Era el hombre más feliz del mundo y lo fue, al menos, durante diez días; el tiempo que la muerte concedió a su hija.