La temporada 2008-2009 fue testigo de uno de los partidos más espectaculares que se recuerdan en los últimos años de nuestra liga. Aconteció un primero de marzo de 2009, y los ecos de aquellos goles todavía resuenan en el recuerdo del Vicente Calderón, que no olvidará el partido que resultó clave para firmar la segunda clasificación- y hasta ahora última- consecutiva para la Liga de Campeones.

El Barcelona llegaba al Calderón después de trazar una trayectoria impecable en liga, clasificado para la final de copa y vivo en una Liga de Campeones que terminaría ganando. Era el Barça de los seis títulos, aquel que batió todo los records y que permanecerá para la posteridad como leyenda viva de la historia del fútbol.

Sin embargo, la derrota a domicilio frente al Español en la jornada previa había sembrado dudas en el seno culé y había reactivado la moral de un Real Madrid que parecía que no tenía opciones de dar caza a los barceloneses.

Por el contrario, el Atlético de Madrid llegaba a la cita tras tropezar en el Sánchez Pizjuán de Sevilla, merced a un gol en los minutos finales que alejaba a los hombres de Abel Resino a 5 puntos del objetivo de entrar en Champions; y tras empatar a 2 en la ida de los octavos de final de la Liga de Campeones, contra el Oporto.

El Barça golpea primero

El partido comenzó con dominio colchonero. Kun Agüero avisó con un disparo que chocó contra el lateral de la red, mientras que el holandés Heitinga empujó al fondo de las mallas el rebote de un disparo de Maxi. Sin embargo, el gol fue anulado, aunque debió subir al marcador.

Pero el Barcelona no tardó en responder, pese a haberse mostrado discreto en los primeros minutos. Un mal despeje de Pablo propició que la pelota cayera en los pies de Thierry Henry que conectó un disparo de rosca impecable que terminó con el esférico limpiando las telarañas de la portería de Leo Franco. Poco después, a la media hora de partido, Leo Messi recibe el balón en una posición centrada de tres cuartos de cancha, giró su cuerpo y, cambiando el ritmo, se fue de varios defensores, en una gran jugada individual, para batir al guardameta colchonero en el mano a mano, estableciendo el 0-2.

Todo parecía acabado. El Barcelona dominaba en un marcador que no estaba reflejando la igualdad vivida sobre el campo, y la afición del Atleti debatía con pesimismo sobre la cantidad de goles que se llevaría su equipo por un Barça de récords.

Remontada colchonera y reacción culé

Sin embargo, aquel Atlético de Madrid poseía un espíritu y una fe que, desde aquella temporada, no se le ha vuelto a ver. Con todo en contra y con el mejor equipo del mundo enfrente, los jugadores colchoneros hicieron gala de su orgullo, y Diego Forlán, que terminaría el año como Pichichi y Bota de Oro, conectó un zapatazo desde 30 metros, solo dos minutos después de la jugada de Messi, para poner el 1-2 y devolver la esperanza a un estadio que había quedado frío. Desde entonces, hasta el descanso, el ritmo del partido no bajó y las ocasiones se sucedían en las dos porterías. Gudjonsen tuvo una ocasión muy clara en la que no supo definir tras el control, marchándose desviado su disparo.

A los diez minutos de la reanudación, Kun Agüero rompió la tranquilidad tras la reanudación, al aprovechar un despeje en semifallo de Márquez para terminar cruzando el esférico desde la parte derecha del área y batir a Valdés, empatando a 2. El Atleti había logrado la remontada.

La euforia se apoderó de los rojiblancos que dispusieron de varias ocasiones claras en los minutos siguientes. Pero el Barcelona esta vez quiso ser más letal, y un contragolpe culminó en un pase de Gudjonsen a Henry, que no tuvo más que empujarla para hacer el 2-3. Corría el minuto 73 y, nuevamente, el partido parecía haber terminado, y que la inercia ganadora del equipo de Pep había bastado para frenar el ímpetu del Atlético, al que solo la magia podía hacerle remontar.

El Atleti se encomendó a la épica

Un Atlético que, pese a la adversidad, no se contentó con remar hasta la orilla y quiso llegar a tierra a base de garra y corazón. Messi pudo sentenciar con Leo Franco batido, pero no lo hizo. En ese momento la magia se apoderó del Vicente Calderón.

En el minuto 78, un centro de Antonio López no pudo ser rematado por Sinama-Pongole, al caer derribado por Henry. Forlán anotó la pena máxima y de nuevo la emoción hizo acto de presencia en un escenario donde todo podía pasar. Y pasó. En el minuto 86, cuando el partido agonizaba, la fe colchonera se manifestó en un balón que cayó en los pies de Agüero en el área, tras un rebote. El argentino batió a Valdés y el estadio se vino abajo.

La euforia invadía cada esquina del estadio del Manzanares, mientras los jugadores del Barcelona aún se preguntaban qué había podido pasar para que un partido que tenían tan de cara se les fuera de las manos. El Atlético de Madrid tomó aire y se acercó a posiciones Champions, mientras que el Barça pasaba a sentir el aliento del Real Madrid en la espalda, que recortaba la distancia de 7 a 4 puntos.

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