No fue una eliminatoria para guardar en las hemerotecas en busca de encontrar, en un futuro, un ejemplo de fútbol brillante. Tampoco si lo que queremos es rememorar grandes actuaciones de Oliver Kahn, otrora ogro consumado de sueños europeos para los madridistas. Quizá estos dos partidos disputados en el 2004 muestren el ocaso de un Madrid galáctico que, sin embargo, le dio para eliminar con mucho oficio a su bestia negra, pero que más tarde se tropezó cuando todo parecía más sencillo. Tras superar los octavos ante los alemanes, el Real Madrid de Queiroz sufrió un descalabro al caer ante el Mónaco de Fernando Morientes en cuartos.

Un error de Kahn nivela el tanto inicial de Makaay

Los madridistas, entrenados por Carlos Queiroz, salieron al Olímpico de Múnich con una vitola de superioridad extraña por el rival y por el emplazamiento. El Real Madrid jamás había conseguido sacar un resultado distinto a la derrota en territorio bávaro, sin embargo, las trayectorias de ambos conjuntos y el firmamento galáctico que había conseguido aglutinar Florentino Pérez llevaron a equívoco a los blancos. Que saliess del Olímpico hay que achacarlo a la actuación del hoy capitán madridista: Iker Casillas. Su actuación fue inversamente proporcional a la de su rival en la portería muniquesa, Kahn. Su media docena de paradas a lo largo de todo el encuentro mandó al limbo la desastrosa actuación madridista que animó a los locales a intentar llevarse una renta al Santiago Bernabéu.

Los blancos salieron confiados y asustando al Bayern con su mera presencia. Un equipo que acumulaba a Guti, Raúl, Beckham, Figo, Zidane y Ronaldo en las seis posiciones de ataque, estremecía con solo verles calentar. Sin embargo, fueron perdiendo empuje y claridad con el paso de los minutos, y convirtieron el partido en un glosario de errores que acabaron por convencer a los locales de que eliminar a ese Madrid faraónico era viable. El medio del campo madridista, que intentaba sujetarlo Queiroz con Beckham y Guti, era superado por Hargreaves, Ballack y compañía, y provocó que el “14” tuviera una noche para olvidar. El Real Madrid merodeaba por el campo dando clara muestra del desastre táctico que era. Una descompensada alineación: delantera mortífera y fantasiosa junto a una defensa que era un mar de dudas. Entremedias, el vacío.

En la ida jugaron juntos Ronaldo, Figo, Zidane, Beckham, Raúl y Guti

Era cuestión de tiempo que Casillas, en alguna ocasión, no volase lo suficiente. Al final, la lógica se cumplió, y eso que el equipo bávaro tampoco realizó un encuentro para enmarcar. En ocasiones, demasiado obcecado por encontrar los huecos por el centro, aunque quizá se entienda si se observa que ahí jugaba Raúl Bravo (central junto a Iván Helguera). Finalmente, el jugador que en la actualidad defiende los colores del Rayo Vallecano se vio desbordado por Pizarro y este habilitó para que el holandés Roy Makaay anotase el merecido gol. Poco más se le podía pedir al portero madridista que había realizado una actuación impoluta a pesar del bombardeo sufrido.

El gol del holandés llegó con quince minutos aún por delante y todo hacía indicar que los jugadores de Ottmar Hitzfeld aprovecharían la inercia para asestar un duro golpe a la línea de flotación madridista. Pero aquella noche de febrero, el Real Madrid tuvo más vidas que un gato y la suerte le sonrió una y mil veces. En una de ellas, precisamente, Roberto Carlos botó una falta desde más de 30 metros y Oliver Kahn se vistió de Arconada en la Eurocopa del 84 para hacer de oro un disparo asequible para el portero germano.

Este gol inesperado no hizo justicia a lo que se vio sobre el césped del Olímpico de Múnich, que no premió los méritos de ninguno (1-1). Los blancos se llevaron una preciosa renta para la vuelta, que se disputó dos semanas después, y lo hizo gracias a las actuaciones muy dispares de los guardametas de ambos equipos: Oliver Kahn e Iker Casillas. Quedó la sensación de que los bávaros habían dejado vivo a un equipo que difícilmente tendría dos noche tan aciagas de forma consecutiva.

Zidane y Casillas contienen al Bayern

En la antesala al día más triste que ha vivido este país en la historia reciente, el 11 de marzo del 2004, el Real Madrid consiguió doblegar al Bayern gracias de nuevo a la actuación del portero madridista y al francés Zinedine Zidane. El fútbol exquisito del mediapunta francés desarboló a los alemanes en un encuentro pobre y sin ideas, que retrató lo que fue una eliminatoria que decepcionó a propios y extraños. La calidad existente en ambas escuadras se dejó ver a cuenta gotas y en la miseria, Zidane erigió su magia sobre el resto de mortales.

Tras la mala imagen que los madridistas dejaron sobre el Olímpico, en el Bernabéu debían mostrar una mejor cara. Sin embargo, no fue así y se volvió a apoyar en los hombros de Casillas para desbaratar una tras otra las ocasiones del equipo alemán. La victoria por 1-0, con el citado gol de volea de Zidane, tiene más mérito si se valora la ausencia por lesión del gran Ronaldo Nazario y del lateral Roberto Carlos, este por sanción. Las sensibles ausencias fueron cubiertas por Mejías, desplazando a Raúl Bravo al lateral; y por Solari, que dotó de más control al centro del campo madridista. Hay que destacar que los blancos pasaron de ronda sin contar con ningún mediocentro puro de contención, contraponiendo al actual pensamiento de la necesidad de contar con uno, dos e incluso tres jugadores que mantengan el control del partido. Guti y Beckham jugaron la ida y la vuelta, aunque en el último partido, Solari ayudó a ambos.

Al equipo madridista le faltó calidad e ideas, pero mostró una versión corajuda y disciplinada que fue suficiente para mantener a raya a los alemanes. La primera parte tuvo un antes y un después al gol del francés que llegó tras una acción envalentonada del lateral Michel Salgado. Antes del tanto que clasificó al Madrid, los blancos salieron algo más enchufados y gozaron de las mejores ocasiones, sin embargo los alemanes reaccionaron con fuerza al 1-0 y metieron el miedo en el cuerpo a los aficionados madridistas. En ese momento, Casillas creció a lo alto y a lo ancho y edificó un muro insuperable en su portería. Detuvo las acciones de Zé Roberto, Makaay y Pizarro antes del descanso con acciones de un mérito nada desdeñable y esto desmotivó al Bayern que en la segunda parte no tuvo tanto empuje.

Tras la reanudación se volvió al ritmo aburrido que interesaba al Madrid y la tensión acumulada saltó por los aires con múltiples tanganas. Al final, poco pudo hacer el equipo de Hitzfeld y se perdieron en el juego que planteó Queiroz, autodestructivo pero con efecto devastador sobre el Bayern que se desconectó del choque perdiendo la eliminatoria por 2-1. Con lo más difícil hecho, eliminando al laureado conjunto muniqués, el Real Madrid dio un paso de gigante camino de la ansiada décima Copa de Europa y se vería las caras, posteriormente, con el Mónaco de Fernando Morientes, Evra o Giuly en cuartos de final. Parecía un camino despejado, pero el Moro” se empeñó en eliminar a su equipo (estaba cedido por el Madrid al conjunto monegasco) y acabó por llevar al equipo francés a la final, que posteriormente se llevaría el Oporto de Mourinho, Deco, Carvalho y compañía.

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Sobre el autor
Adrián Orzáez
Editor. Redactor del Real Madrid. Licenciado en Economía y Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid. Email de contacto: [email protected]