Empezó su andadura en el fútbol como casi todos los que son recordados cada domingo en los Campos de Sport, jugado en la playa con sus amigos. A pesar de haber sido un componente importante de las plantillas racinguistas durante sus años en activo, su leyenda comenzó a forjarse en el momento en el que se colocó en el banquillo del viejo Sardinero. En ese momento ya hablamos de Nando Yosu, el brujo de Munguía.

La leyenda de este ilustre entrenador comenzó en 1996. No era la primera vez que Nando Yosu se sentaba en el banquillo para dirigir al Racing, pero sí fue el primer milagro que obró en una situación complicada. En la jornada 21, tras la destitución de Vicente Miera, la directiva le encomendó la misión de salvar al equipo y Nando no defraudó a nadie. La afición racinguista quedó satisfecha, pero ni por asomo imaginaba que había encontrado al salvador del equipo.

Dos años después, en 1998, el brujo confirmó sus buenas maneras como entrenador en situaciones límite salvando al Racing de nuevo tras la destitución de Marcos Alonso. Esta vez, el técnico racinguista consiguió mantener al equipo en la élite con ocho jornadas menos de margen.

Tres años más tarde, el Racing descendió a Segunda División. Pasaron tres entrenadores por el banquillo verdiblanco y ninguno de ellos se llamaba Nando Yosu. El milagro no pudo hacerse realidad porque no se supo elegir al hombre adecuado.

Al año siguiente, en la temporada 2002/2003, con el regreso del equipo montañés a la Primera División, el equipo se mantuvo en primera con relativa facilidad y no necesito ningún tipo de milagro.  Desde la cúpula racinguista no quisieron tentar a la suerte y siempre se mantuvo a Nando Yosu vinculado al club, especialmente en forma de secretario técnico.

En el año 2005 las alarmas de un posible descenso del Racing volvieron a llamar al entrenador vizcaíno, que una temporada más acudió puntual a su cita con la salvación. El racinguismo ya sabía que en los momentos de apuros Nando era el hombre.

Nando Yosu se convirtió en mito viviente del Racing en la temporada 2006, cuando cogió a un equipo hundido con cuatro jornadas para enmendar una temporada en la que el desaparecido Manolo Preciado reconoció no poder hacer nada más por la salvación del equipo. A pesar de las buenas maneras de ‘Manolín’, que acabo siendo famoso por sus ascensos y permanencias agónicas con el Sporting, esta situación tenía un protagonista, todo el racinguismo lo sabía y a su reputación se encomendó.

Como en los guiones de las mejores películas, Nando Yosu consiguió la permanencia en el último partido en el que se sentó en el banquillo de los Campos de Sport de El Sardinero. Un gol de Antoñito cuando el partido agonizaba firmaba una de las permanencias más recordadas por toda la afición cántabra, y la imagen de Nando manteado por sus jugadores es la imagen del racinguismo, de un hombre que nación en Vizcaya y es tan cántabro como el que más. Un profesional, un héroe anónimo. Un racinguista, de los de verdad.