Dino Zoff recoge el balón de las redes y mira hacía el banquillo. Se señala la muñeca. “¿Cuanto falta?”, pregunta. En el banco, Trapattoni le responde, también mediante gestos. “Doce minutos”. El mítico guardameta niega con la cabeza. “No vamos a aguantar”, piensa.

Esa escena se produjo en San Mamés, el 18 de mayo de 1977. El Athletic había conseguido remontar el tempranero gol de Bettega, y le quedaba poco tiempo para conseguir el tercer gol, el que le diese su primer título continental, la Copa de la UEFA. La 'Juve' resistió y, gracias al valor doble de los tantos en campo contrario, se llevaron el trofeo, dando inicio a una década llena de éxitos de la mano de Giovanni Trapattoni. Los leones se quedaron a las puertas de la gloria europea. Un mes después, perdería también la Copa contra el Betis por penaltis. La temporada 76-77, como la 2011-12, pasó de histórica a infausta para el recuerdo de los seguidores rojiblancos.

Aquel Athletic de Iribar, Txetxu Rojo, Dani o Irureta, entre otros, apeó a equipos potentes como el Milan y el FC Barcelona para encontrarse con los turineses en la gran final, “el mejor equipo de la competición” según Agirre.

Trayectorias paralelas

La Juve y el Athletic no eran muy diferentes en aquel entonces. Ambos equipos habían ganado numerosas Ligas y Copas en sus respectivos países, pero ningún trofeo continental presidía sus salas de trofeos. Para los rojiblancos, además, era su primera final internacional en competición oficial. Anteriormente había disputado las finales de la Copa Latina (1956) y de la Pequeña Copa del Mundo (1967), la cual ganó. Los italianos, por su parte, habían disputado y perdido la final de la Copa de Ferias del 71 ante el Leeds, y la de la Copa de Europa del 73 ante el Ajax de Cruyff.

Parecía que la Vecchia Signora estaba abocada al fracaso cada vez que salía de Italia. Pero en la temporada 76-77 aterrizó en el banquillo turinense un joven entrenador con poca experiencia en los banquillos, pero leyenda viva del calcio y del AC Milan. Giovanni Trapattoni, centrocampista defensivo durante su carrera, tenía las ideas claras. Las victorias se sustentaban en una buena defensa. Y así se lo inculcó a sus nuevos pupilos, muchos de ellos campeones del mundo en España 82.

La llegada de Trapattoni revitalizó a la Vecchia Signora

El partido de ida, en el Estadio Olímpico de Turín, o Comunale, se presentaba con un favorito claro: el conjunto local. Todo lo que no fuese una clara victoria de los italianos sería una sorpresa. El partido se desarrolló según el guión establecido.Tardelli dio el triunfo por la mínima a los turineses con un tempranero tanto. No era mal resultado para los leones de cara a para la vuelta en San Mamés. Para Rojo I haber perdido por un gol era “como una victoria”.

El gol de Bettega

Dos semanas después, llegó la vuelta a Bilbao. El ambiente era ensordecedor en La Catedral. No se percibía nada, sólo un constante rugido que únicamente se silenció cuando el cabezazo en plancha de Bettega en el minuto 7 adelantaba a los italianos. Un repentino despertar, sin siquiera haber llegado a la fase REM. Sin tiempo para soñar.

Se suele decir que la grandeza de un equipo se mide en la adversidad; en saber levantarse. Y aquel Athletic era enorme. En la siguiente jugada de peligro que hubo empató el partido. Fue una galopada llena de amor propio por parte de Lasa, que centró al área e Churruca según le venía la empaló con la izquierda. El balón, demasiado cruzado, se iba fuera, pero la casualidad quiso que ahí estuviese Irueta, que se encontró el balón entre las piernas, y sin saber muy bien como lo mando al fondo de las mallas. Los leones volvían a creer- Volvían a rugir. Los locales siguieron atacando la portería rival. El tiempo pasaba y parecía que la pelota no quería entrar. El árbitro austriaco Erich Linemayr no vio, o no quiso ver un clarísimo penalti cometido sobre Churruca. También anuló un gol a los locales, por supuesto fuera de juego. Posteriormente, en rueda de prensa, Koldo Agirre se quejó amargamante de las decisiones del árbitro. “Con justicia arbitral seríamos campeones”, vino a decir.

El último arreón

Lo cierto es que la Juventus estaba cada vez más cerca del título. Viendo el panorama el técnico de Sondika dio entrada al goleador Carlos, en lugar del defensa Lasa. Los rojiblancos lo siguieron intentando en la segunda parte, y a pocos minutos para la conclusión consiguieron el segundo. Fue obra del recien incorporado delantero.

Carlos logró el 2-1 a diez minutos del final

A falta de doce minutos la Juventus se encerró descaradamente en su área. Catenaccio puro y duro. Sufrieron lo indecible, pero les sirvió. Aguantaron estoicamente las acometidas del Athletic y se llevaron el campeonato. El fin no justifica los medios, pero los medios condicionan el fin. Ese sufrimiento de más endulzó la celebración final.

Los jugadores del Athletic, desolados, fueron uno con el público, pero no como ellos esperaban. Equipo y afición no se fundieron para celebrar el triunfo. Ambos derramaron lágrimas de rabia por la oportunidad perdida. Una oportunidad única. El destino, cruel, tenía deparada otra parada en la estación del desconsuelo para la masa rojiblanca 35 años después, materializada en la final de Bucarest.

La gloria no quiso, sin embargo, quedarse en La Catedral. Rozando el arco voló hasta la capital del Piamonte, y allí se instaló durante unos cuantos años, quien sabe si pensando en volver para quedarse.

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Fotografía del cuerpo: miathletic.com
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Sobre el autor
Egoitz Ingunza
Redactor en las secciones del Athletic Club y Bilbao Basket.