Antes de comenzar la temporada pocos apostarían a que el Atlético iba a acabar el curso con dos títulos más en sus vitrinas, más aún si hubieran sabido que uno de ellos iba a ser levantado en el Santiago Bernabéu tras derrotar al Real Madrid. Porque 10 meses antes de que Gabi alzase al cielo de la capital la décima Copa del Rey para el Atlético, la euforia por la victoria en Bucarest comenzaba a disiparse: Falcao se encontraba en la órbita de media Europa, Diego Ribas había hecho las maletas para volver al Wolfsburgo, y las únicas incorporaciones del equipo eran Emre Belozoglu, el Cebolla Rodríguez y el Cata Díaz, 3 jugadores con experiencia pero alejados de las expectativas de fichajes que tenía la afición rojiblanca. La nota positiva fue la prolongación del periodo de cesión de Courtois, que permanecería un año más defendiendo el arco del Atlético.

En los primeros partidos de la pretemporada no hubo goleadas escandalosas a equipos menores, sino que resultó ser el caldo de cultivo de lo que más adelante ofrecerían los hombres de Simeone. Porque ese Atlético dejaba una sensación agridulce en cada encuentro que disputaba, dando imagen de equipo competitivo y sacrificado pero que no terminaba de ilusionar. 3 victorias, 2 empates y una derrota eran la carta de presentación de los rojiblancos para comenzar la Liga. Las bajas provocaron además que Simeone iniciase la competición con un esquema 1-3-5-2 que no volvería a repetir jamás, y el Atlético dejó la misma sensación que en los partidos anteriores. Para entonces, el cuerpo técnico colchonero ya daba por completado el periodo de preparación de cara a una de las fechas señaladas en el calendario: la final de la Supercopa de Europa frente al Chelsea.

Ante la situación de no poder mantener el mismo nivel físico durante toda la temporada, el ‘Profe’ Ortega, encargado de la preparación física de los jugadores, explicó hace unos días: “Hay que buscar picos de rendimiento, y nosotros escogimos 3: la Supercopa, la primera rueda para sacar muchos puntos de cara a ir a la Champions de forma directa y la Copa”. Dicho y hecho, el Atlético llegaba a la primera cita plenamente preparado, y el Chelsea dio buena fe de ello. Los londinenses, igual que el Athletic Club unos días antes, recibió 4 goles de un equipo que pasó por encima de ellos gracias a un Falcao en estado de gracia. Neptuno volvía a recibir por segunda vez a los supercampeones de Europa.

El entusiasmo volvía a reinar en el Vicente Calderón y esta vez había razones para ello, porque a diferencia de otros años, el Atlético cumplía las expectativas, y de hecho las superaba. A estas dos victorias les siguieron otras 11 de manera consecutiva, en Liga, Copa del Rey y Europa League. En la novena jornada los de Simeone eran los únicos capaces de seguir la estela del Barcelona, y se encontraban igualados a puntos en lo alto de la clasificación. Entonces, llegó la primera derrota de la temporada en la visita a Mestalla. El conjunto entonces dirigido por Mauricio Pellegrino le dio de probar al Atlético de su propia medicina, y los rojiblancos se encontraron con un rival más duro, más solidario y con más puntería de cara a gol, por lo que finalmente se llevó la victoria. Sin embargo, no sería más que un tropiezo, pues otras 5 victorias seguidas permitían a los rojiblancos distanciarse de sus competidores en Liga e ir avanzando rondas en la Copa del Rey.

En la Europa League, la marcha del equipo iba en paralelo a la que estaba realizando en Liga y Copa. Sin embargo, una derrota frente al Académica de Coimbra y otra en la visita al Viktoria Plzen en la última jornada provocaron que el Atlético acabase la fase de grupos en segunda posición por detrás de los polacos. Esto dio lugar a que en el sorteo de dieciseisavos de final los rojiblancos no fueran cabezas de serie y tuvieran que enfrentarse al Rubin Kazan, jugando la vuelta en Rusia. Pero aquella eliminatoria aún quedaba lejos.

De las 38 jornadas de Liga, el Atlético sólo estuvo fuera de los puestos de Champions League en la primera

Las jornadas de Liga se sucedían, y el Atlético marchaba segundo, a 3 puntos del Barcelona y 8 por encima del Real Madrid. Llegaba así el primer derbi del año con la seguridad de que independientemente del resultado, los de Simeone seguirían delante de su eterno rival. Pero en aquel momento, el Atlético aún no había vuelto a ganar un derbi desde el año 1999, y la situación era idónea para cambiar el rumbo de la historia. El destino, y los 2 goles de los madridistas aplazaron la fiesta hasta una nueva ocasión. La impotencia rojiblanca quedó reflejada en Diego Costa: el brasileño estaba siendo la mayor revelación del Atlético, y en aquel partido, entre Pepe y Sergio Ramos consiguieron sacarle del encuentro y provocando que el delantero ofreciera su peor versión.

Una semana después, llegaría otro momento cumbre de la temporada. El Deportivo de la Coruña visitaba el Calderón en una noche fría de diciembre que Radamel Falcao se encargó de calentar a base de goles. Serían finalmente 5 los que anotase el delantero colombiano, que acompañaron al primero de Diego Costa para dejar el marcador final en un aplastante 6-0.

Pero a la jornada siguiente el Atlético volvería a tropezar en otro de los partidos importantes del año, esta vez frente al Barcelona. Los de Tito Vilanova seguían invictos, pero el buen inicio de temporada de los rojiblancos hacía pensar que el conjunto blaugrana pudiera sufrir la primera derrota de la temporada. Esas ilusiones parecían tomar forma cuando en el minuto 30 Radamel Falcao adelantaba a Atlético, pero no sería más que un espejismo, pues la máquina del Barça empezó a carburar y los goles fueron entrando en la portería de Courtois hasta dejar el casillero final en 4-1. Acababa la primera vuelta, y el Atlético, para sorpresa de muchos, seguía en la segunda posición con total merecimiento. El Real Madrid se encontraba a 7 puntos de distancia, mientras que el Málaga, en 5ª posición, se alejaba hasta los 13. El objetivo de la Champions estaba un poco más cerca, tal y como se pretendió en la planificación de la temporada por parte del cuerpo técnico.

El mismo camino en la segunda vuelta

En la segunda mitad de la temporada, el desgaste físico comenzó a pasar factura, por lo que el equipo dejó de mostrarse tan agresivo y dio unos cuantos pasos hacia atrás a la hora de recuperar el balón. Ya no se entraba en el campo rival para robarlo y sino que los once jugadores se replegaban para correr con espacio a la espalda de la defensa rival. Esto supuso algunos quebraderos de cabeza al inicio de la segunda vuelta, pero la variante se interiorizó perfectamente para los momentos clave de la temporada.

En la Europa League, el sorteo había deparado una eliminatoria contra el Rubin Kazan en la que la vuelta debía jugarse en estadio Luzhniki de Moscú, por lo que había que intentar dejar resulta la clasificación en el Vicente Calderón para viajar a Rusia sin la necesidad de sufrir. Pero los de Kurban Berdyev armaron un cerrojo que acompañado del gol inicial de Karadeniz, supuso un muro imposible de derribar para los rojiblancos. Por si fuera poco, la subida de Asenjo al área rival para tratar de rematar un córner, cumpliendo la orden de Simeone, terminó convirtiéndose en la sentencia de los rusos, que se volvían a su país con una renta de 2 goles. Para el partido de vuelta, el técnico argentino revolucionó la convocatoria, dejando fuera a Filipe Luis y Arda e incluyendo a 7 canteranos. Finalmente, el gol de Falcao a falta de 6 minutos para el final no impidió la eliminación del hasta entonces vigente campeón de la competición.

Pero una semana antes, el Atlético se encontraba inmerso en otra eliminatoria, en este caso de Copa del Rey, frente al Sevilla. En la ida de las semifinales, tras haber eliminado al Betis en cuartos de final, los de Simeone se impusieron en un partido muy disputado que se resolvió gracias al penalti transformado por Diego Costa. La vuelta, jugada precisamente una semana después de la eliminación de la Europa League, guardó mucha relación con el partido de Rusia, y Simeone lo explicó de la siguiente manera: “Fuimos a Moscú con 11 titulares porque pensábamos que con esos jugadores podríamos pasar, y estuvimos a punto de hacerlo. Volvimos el viernes por la mañana, y el domingo, contra el Espanyol, nos quedamos con uno menos. Seguramente, si no hubiésemos hecho rotaciones para ir a Rusia, en la vuelta en Sevilla no habríamos aguantado”. Porque el Atlético sufrió para lograr el pase a la final de Copa, a pesar de haberse adelantado con un 0-2 que parecía sentenciar la eliminatoria gracias a un Diego Costa a un nivel impresionante. Sin embargo el Sevilla logró empatar, pero finalmente sería el Atlético quien disputase la final de Copa frente al Real Madrid.

En Liga, la tercera posición quedo asegurada a falta de 2 jornadas para acabar el campeonato gracias a una victoria frente al Celta. Como aspecto negativo, a pesar de los resultados favorables, los rojiblancos tampoco pudieron doblegar a un Real Madrid plagado de suplentes en el partido de Liga, un derbi descafeinado que se encargó de resolver Di María. Una semana antes de la final de Copa, los de Simeone caían también frente al Barcelona en el Vicente Calderón.

La décima Copa del Rey

Llegaba entonces el gran día, ése con el que tantos aficionados habían soñado. El miedo por caer en otro derbi, pero esta vez en el peor momento, competían con la ilusión de dejar atrás tantos años de sufrimientos y derrotas asaltando el feudo del eterno rival. Y entonces el 17 de mayo, 14 años después de que Hasselbaink diese forma a la última victoria rojiblanca, el Atlético volvió a vencer al Real Madrid: en el Santiago Bernabéu, en una final y con un gol de la prórroga. Tras 90 minutos de tensión acumulada en ambos bandos, el 1-1 continuaba en el marcador, después de que Diego Costa lograse el empate gracias a una asistencia magistral de Falcao. Corría el minuto 98, el rechace de un córner caía a los pies de Koke, que previamente se había encargado de lanzar, el canterano puso el balón al primer palo, y entonces se produjo el delirio en la mitad rojiblanca del Bernabéu. Miranda, el invitado sorpresa a la fiesta del Atlético, se adelantaba a Essien y lograba el gol de la victoria. Simeone pedía calma desde el banquillo, pues quedaban más de 10 minutos. Pero el futuro ya estaba escrito, el Atlético de Madrid era el nuevo campeón de la Copa del Rey. Tras las correspondientes celebraciones por Madrid, a la tarde siguiente Neptuno se llenó de nuevo para recibir a la plantilla y el cuerpo técnico en una tarde llena de imágenes para el recuerdo.

En el último partido de Liga en el Vicente Calderón, el estadio se llenó para recibir a los campeones, y homenajear también a aquellos que levantaron en mismo trofeo años antes. El empate frente al Mallorca fue lo de menos. Tras el partido, muchos jugadores se acercaron al fondo sur a celebrar junto a los aficionados el reciente campeonato, aunque algunas declaraciones sonaron más a despedida, como las de Falcao. Una semana después, en Zaragoza, el Atlético venció al conjunto maño, certificando así el descenso a Segunda División de estos. Para entonces, Falcao ya había firmado su contrato como nuevo jugador del Mónaco y se había despedido entre lágrimas de la afición y el club en una rueda de prensa más que emotiva. Asímismo, Courtois lograba el trofeo Zamora al portero menos goleado, título que podrá defender la próxima temporada como jugador colchonero.

Terminaba así la temporada más exitosa de la historia reciente del Atlético donde los dos títulos obtenidos sirvieron para consolidar la comunión entre el equipo y la afición, lideradas ambas por un mismo hombre: Diego Pablo Simeone. El argentino, en poco más de año y medio como entrenador rojiblanco, ha levantado 3 trofeos, pero incluso más importante que eso es que ha logrado transmitir unos valores que parecían desaparecidos a una plantilla que ha sabido interiorizarlos a la perfección. La temporada que viene, como el mismo Simeone ha afirmado, el Atlético deberá afrontar cada partido “como si fuera el último, sin pensar en lo que vendrá después”.