El regreso del Real Club Celta a la Primera División tras cinco años se presentaba ilusionante. Las altas de socios aumentaron notablemente y la ilusión se palpaba en la ciudad. El celtismo volvía a germinar. No obstante, la planificación deportiva generaba dudas. La liga estaba a punto de iniciarse y solo se habían producido tres incorporaciones: Javi Varas, cedido por el Sevilla, Cabral, procedente del Levante y Samuel desde el Hércules. Un portero y dos centrales. Demasiado poco para suplir a futbolistas capitales para el ascenso como Orellana u Oier, que ya no estaban. A ellos había que añadir las bajas de Catalá, David Rodríguez y Yoel. La dirección deportiva apuró hasta el último momento para incorporar novedades ofensivas a la plantilla. De este modo llegó Augusto Fernández, procedente de Vélez, a pocos días del debut liguero contra el Málaga. La semana siguiente, con el torneo empezado, arribó Krohn-Dehli desde el Brondby y poco después lo hizo Park Chu Young, cedido por el Arsenal. Un futbolista para cada banda y un atacante completaban una plantilla que quedaba algo desequilibrada en algunos puestos. Aunque tarde, el proyecto del Celta en su regreso a la Liga BBVA tomaba forma. La plantilla estaba conformada, principalmente, por el mismo bloque que logró el ascenso junto a los nuevos fichajes: jugadores jóvenes, de los que se esperaba que explotaran en primera, caso de Álex López, Iago Aspas o Hugo Mallo y veteranos que aportasen experiencia y serenidad a la juventud general del plantel, como Oubiña, De Lucas o Bermejo. Paco Herrera era el capitán del barco y el encargado de llevarlo a buen puerto a final de temporada.

Mejor juego que resultados

Balaídos era el escenario de la inauguración de la Liga BBVA 2012/2013. El municipal vigués acogía el primer partido del torneo. El sábado 18 de agosto, a las 18:00 la pelota empezaba a rodar. El Celta volvía a la élite nada menos que contra un rival Champions. El Málaga de Manuel Pellegrini era el primer rival de los vigueses. Los de Herrera jugaron sin complejos ante un rival que se vio sorprendido por el desparpajo de un recién ascendido. Los locales chutaron 17 veces, sin embargo acabaron perdiendo. Fabrice se convirtió en el jugador más joven en hacer un gol en Primera y los malagueños se llevaban los tres puntos a la Costa del Sol al ganar 0-1. Este primer partido dejó al descubierto las virtudes y los defectos del Celta en toda la temporada. Por un lado, un equipo que crecía a partir de la pelota. Dinamismo y alegría del centro del campo hacia adelante. Asociaciones y paredes. Con un Aspas eléctrico y un Hugo Mallo progresando en cada partido. En la parte negativa se encontraban unas carencias competitivas evidentes y una falta de contundencia en ambas áreas preocupante. Todo esto, así como la falta de agresividad e intensidad lastraron al equipo celeste toda la temporada.

La falta de contundecia en las dos áreas lastró al Celta toda la temporada

A pesar de la derrota en el debut las sensaciones fueron positivas para encarar la primera salida. La Real Sociedad recibía al Celta en Anoeta y ganaba 2-1 en un partido en el que fue absolutamente superior al equipo vigués. La primera victoria llegó en la jornada 3. Ante su gente, los celestes mostraron su mejor versión y derrotaron 2-0 a Osasuna estrenando su casillero de puntos. En la siguiente fecha, los de Herrera jugaban a domicilio en Mestalla y caían derrotados (1-2), pero con mejores prestaciones en el juego que en el encuentro de San Sebastián. Estos dos primeros choques como foráneos, dejaban a las claras que los partidos lejos de Balaídos iban a ser el gran problema de los vigueses, que llegaron a ser el peor visitante de Europa durante varios meses.

Fue el municipal vigués el que trajo de nuevo a la senda del triunfo a los gallegos. El debut de Park en casa no pudo ser mejor. A los pocos minutos de pisar el césped de su nuevo equipo, el coreano desnivelaba la contienda contra el Getafe, empatada a un gol hasta el momento. El estreno de Pedrito era esperanzador, desafortunadamente su temporada no colmó las expectativas creadas. En la siguiente fecha, otra vez la condición de visitante pudo con un Celta que fue inmensamente superior al Granada en su feudo. Sin embargo un Toño colosal impidió sumar a los de Herrera, que perdieron 2-1.

Buenas sensaciones en el Tourmalet

Llegaba el momento de afrontar la parte más complicada del calendario. Los celestes habían sorprendido al planeta fútbol con su juego alegre. Una propuesta basada en la posesión y en las asociaciones constantes en campo contrario. Aspas se destapaba como una de las revelaciones del campeonato, llamando la atención de varios equipos interesados en hacerse con sus servicios. La propuesta de Paco Herrera gustaba entre propios y extraños. Sin embargo, este buen juego solo había canjeado seis puntos que bastaban para mantener al equipo fuera del descenso, pero insuficientes para las buenas sensaciones que transmitía el Celta.

El Celta fue el peor visitante de Europa durante varios meses

El primero de los cuatro compromisos fue el menos importante mediáticamente. El Sevilla visitaba la ciudad olívica y caía derrotado (2-0) en uno de los mejores encuentros de la temporada celeste. Tres puntos, para un total de nueve y una inyección de moral de cara a los importantes compromisos que se avecinaban. En la siguiente fecha, el Celta visitaba el Bernabéu. El coliseo madridista le pesó a los celestes que se mostraron atenazados. Un tempranero gol de Higuaín impidió a los de Herrara entrar en juego en el primer período. En el segundo acto, cuando los célticos se desperezaban y gracias a un penalti de Cabral a Özil, Cristiano Ronaldo sentenciaba el choque. Dos jornadas después, el Celta visitó el Camp Nou. Los celestes jugaron sin complejos, llegando incluso a empatar el partido por medio de Bermejo. El Barcelona volvía a adelantarse por mediación de Villa. El equipo vigués se rehízo y empezó a jugar cada vez mejor, sin embargo, justo en ese momento, los culés hicieron el tercer tanto definitivo por medio de Jordi Alba, que arrancaba en claro fuera de juego.

Entre los partidoscontra los grandes del campeonato, Balaídos albergó, cinco años después, un derbi gallego en Primera División. Celta y Deportivo empataron a uno en un choque lleno de intensidad. Bermejo adelantó pronto a los locales, sin embargo los visitantes se recompusieron y empataron gracias a Juan Domínguez. En la segunda parte, los vigueses se quedaron en inferioridad numérica por la expulsión de Cabral. No obstante, los coruñeses no supieron como desempeñarse con un hombre más y el resultado no se movió.

Poco a poco el equipo se desinfla

Después del Tourmalet, el Celta recibió numerosos elogios por su propuesta futbolística a nivel nacional. Estos halagos provocaron una relajación en la plantilla viguesa. Aunque no se notó de inmediato, el equipo celeste empezó a dejar señales de debilidad en su juego. En Vallecas, tras ir ganando 0-2, los gallegos acabaron perdiendo 3-2. Parecía un accidente, sobre todo, teniendo en cuenta que el cuadro céltico fue capaz de sumar cinco puntos consecutivos y su primera victoria a domicilio (en La Romareda, 0-1 contra el Zaragoza) a partir del choque contra el Rayo. Sendos empates contra Mallorca y Levante en Balaídos completaban tres partidos sin perder para el Celta.

A partir de ese momento las cosas empezaron a ir cada vez peor para los de Paco Herrera. Las carencias competitivas se hicieron cada vez más evidentes, perdiendo por un gol a cero los siguientes tres compromisos. En San Mamés, contra el Betis en Balaídos y en el Calderón, los celestes perdieron por jugadas puntuales en los tramos finales de unos choques en los que, al menos, habrían podido sacar un punto. Contra el Athletic, en un despiste de Túñez, Aduriz vacunó a los celestes tras una igualada contienda. Contra los verdiblancos, fue Cabral el que falló y permitió a Jorge Molina hacer el gol de la victoria andaluza en Vigo. Lo que el Celta ganaba en Balaídos lo perdía fuera En el último momento, Bermejo marró de manera incomprensible una clarísima ocasión para lograr las tablas. Otro ejemplo de falta de contundencia en las dos áreas. En el partido del Manzanares fue Adrián el que desniveló la balanza con un gran disparo desde fuera del área. De esta manera tan dubitativa alcanzaba la plantilla celeste las vacaciones navideñas. Tras el parón, los Reyes Magos le regalaban una victoria al Celta. El 6 de enero, Balaídos acogía el estreno en 2013 de los vigueses contra el Real Valladolid. El municipal vigués volvía a ser talismán y los locales doblegaban a los pucelanos por 3-1. Fue un espejismo. Para acabar la primera vuelta, los de Herrera se toparon de nuevo con su talón de Aquiles y perdieron tras realizar un pésimo encuentro contra el Espanyol en Cornellá.

El síndrome de Prometeo

Tras enfrentarse a los 19 equipos de Primera División, las sensaciones que transmitía el Celta eran contradictorias. Los de Herrera habían ofrecido un buen nivel de juego, a ratos notable. Sin embargo el nivel competitivo no estaba a la altura. Errores de concentración. Falta de contundencia. Los celestes habían perdido varios partidos que pudieron empatar (Málaga, Granada, Athletic o Betis) y habían empatado alguno que pudieron ganar (Deportivo o Levante). Las dificultades para cerrar los partidos eran palpables. Los célticos eran muy deficitarios en “el otro fútbol” del que hablaba José Antonio Camacho. Solo en La Romareda demostraron un oficio que les valió los únicos tres puntos a domicilio de la primera vuelta.

El equipo acabó la primera vuelta con más sensaciones que puntos

El gran lastre del Celta toda la temporada fueron los partidos lejos de Balaídos. Cuenta el mito que el titán Prometeo robó el fuego divino de la fragua de Hefesto para ofrecérselo a la humanidad, a la que amaba y respetaba. Cuando Zeus se enteró, furioso, decidió castigarlo de manera ejemplar: ató a un poste al titán y ordenó a un águila devorarle el hígado durante el día. Por la noche, el órgano se regeneraba. Así durante milenios, hasta que fue rescatado por Heracles. Al igual que Prometeo, el Celta conseguía en Balaídos todo lo que no hacía como visitante. El cuadro céltico solo dejó de sumar en dos encuentros en su feudo: contra el Málaga y contra el Betis. De hecho, los de Herrera sumaron quince puntos como locales, un bagaje bastante aceptable. Los problemas venían lejos de la ciudad olívica: solo tres puntos conseguidos en La Romareda, dejaban al descubierto el principal hándicap de los gallegos de cara a la permanencia.

Las vacaciones navideñas resultaron bastante movidas en casa Celta. La incertidumbre en torno a la continuidad de Iago Aspas, con varios equipos llamando a su puerta, descentraron al máximo goleador del Celta, que no volvió a alcanzar el nivel exhibido en la primera parte del campeonato. Los fichajes invernales también resultaron un quebradero de cabeza para Paco Herrera que pidió al club un mediocentro y un delantero. La respuesta de Miguel Torrecilla fue un central (Demidov para suplir a Samuel, lesionado de gravedad) y dos hombres para el flanco izquierdo (Pranjic y Orellana). Bustos y Joan Tomás abandonaron la disciplina céltica y la plantilla quedó todavía más desequilibrada para afrontar la segunda vuelta.

La Copa del Rey

El torneo del KO, como para cualquier equipo de la zona baja, resultaba más una distracción que un objetivo para el Celta. El sorteo deparó a uno de los equipos fuertes de Segunda: el Almería se antojaba como un duro rival. Así resultó. En el partido de ida en el Estadio del Mediterráneo, Paco Herrera presentó un once plagado de suplentes que no estuvieron a la altura. Los celestes caían por 2-0 y la eliminatoria se ponía muy cuesta arriba. Sin embargo, la posibilidad de enfrentarse al Real Madrid en la siguiente eliminatoria bien valía el esfuerzo. Por esto, Herrera salió con todo en Balaídos. El equipo volvió a mostrar su mejor cara como local y completó una remontada llena de épica. Bajo una intensa lluvia, los celestes forzaron la prórroga en el último minuto con un gol de Roberto Lago a la salida de un córner. Park había hecho el 1-0 con anterioridad. En el tiempo extra, De Lucas conseguía el 3-0 que daba la clasificación a los gallegos y llevaba el éxtasis al graderío vigués.

La siguiente eliminatoria se presentaba como un premio para la plantilla y para la afición del Celta. El todopoderoso Real Madrid garantizaba el lleno en Balaídos y la felicidad en los futbolistas por jugar contra uno de los mejores equipos del mundo. Además, el choque de vuelta en Chamartín serviría de presentación para la camiseta adidas. La marca alemana había diseñado una equipación especial para la Copa, como adelanto a la próxima campaña, en la que será el proveedor oficial del club.

Como no podía ser de otra manera volvieron a aparecer las dos caras del equipo vigués. En el partido de ida, con el campo lleno, los celestes cuajaron una memorable actuación, jugando de tú a tú contra los blancos. Paco Herrera hizo un gran planteamiento táctico, desactivando la salida de balón de Xabi Alonso con un gran trabajo de Mario Bermejo, que vio premiado con un gol. Hugo Mallo, excelente, secó a Ronaldo y Bustos puso el broche de oro con un auténtico golazo. La fiesta solo se vio empañada en los minutos finales con un gol de Cristiano que dejaba la eliminatoria muy abierta para el Bernabéu.

El partido de vuelta le salió muy caro a los vigueses y no por el resultado, un 4-0 incontestable con el que el Madrid apeaba al Celta de la Copa. El once, con muchos suplentes, no gustó a gran parte de la afición. Aquel día, Paco Herrera empezó a estar en entredicho. Sin embargo, lo peor de todo fue la grave lesión de Hugo Mallo. El Látigo de Marín se rompía el cruzado en una desafortunada acción y se perdía el resto de la temporada. El conjunto gallego se quedaba sin uno de sus mejores jugadores. Túñez también volvía lesionado a Vigo y se perdía el siguiente mes de competición.

La entrada en descenso y la destitución de Herrera

Los celestes encaraban la segunda vuelta conscientes de que debían mejorar, pero sin excesivos apuros. Los halagos a su juego y el hecho de no estar en puestos de descenso siempre quitaban hierro a los serios problemas competitivos del equipo. El Celta era el rey de las victorias morales pero éstas no se canjeaban por puntos. La segunda parte del campeonato empezaba en La Rosaleda con un empate. El punto dejaba un regusto agridulce: por un lado, los gallegos conseguían sumar fuera, su principal problema, aunque por otro, fallaron una gran cantidad de ocasiones que hubieran posibilitado un botín mayor. El calendario continuaba contra una Real Sociedad que ya empezaba a postularse como un equipazo. Los vigueses jugaron muchos minutos con diez, pero consiguieron mantener el empate a uno y sumar por segunda semana consecutiva.

Los resultados precipitaron la destitución de Herrera

La siguiente semana marcaba el principio del fin de Paco Herrera. En Pamplona y contra un rival directo como es Osasuna, los celestes hacían un encuentro nefasto y caían por 0-1. La decisión de situar a Cabral como mediocentro, con discreto resultado y, sobre todo, la entrada del equipo en puestos de descenso por primera vez en la temporada, dejaban al preparador catalán en una delicada situación. La sensación creciente era que ya ni el buen juego acompañaba. La sensación de inoperancia céltica era palpable en cada partido. El estadio de Balaídos, salvavidas de los vigueses todo el curso, no sería talismán en el siguiente compromiso liguero. Otra vez los últimos minutos condenaban a un Celta que perdía 0-1 con gol de Valdez en el descuento. De esta manera y tras una semana de mucha tensión en la ciudad olívica, el Celta viajaba a tierras madrileñas para enfrentarse al Getafe. Los futbolistas no estuvieron a la altura y perdieron 3-1 después de jugar, seguramente, el peor partido de la temporada. El entrenador sustituía a un desparecido Iago Aspas para dar la alternativa al jovencísimo Santi Mina. El posterior palo a la estrella del equipo en la rueda de prensa generaba un clima insostenible. De este modo y tras haberlo ratificado varias veces, la directiva cesaba a Paco Herrera con unas formas como poco discutibles. El presidente Mouriño, que pocas semanas atrás le había ofrecido la renovación, precipitaba la marcha del técnico del ascenso dejando en agua de borrajas la proclamación a los cuatro vientos del “modelo inglés” y del “proyecto a largo plazo”.

Llega Abel Resino

En medio de un ambiente enrarecido, el club vigués se hacía con los servicios de Abel. El técnico toledano firmaba hasta final del curso y una temporada más. La polémica en torno a Salva Ballesta, que venía como segundo entrenador, no hizo más que ahondar en la complicada situación institucional. El club, a instancias de su masa social, se negó a firmar a Ballesta. Esa decisión puso al Celta en boca de todas las tertulias y debates en medios nacionales, con interpretaciones diversas.

En esta compleja realidad deportiva e institucional afrontaba el preparador manchego su debut al frente del equipo gallego. El Granada ponía a prueba a los vigueses en Balaídos. En un partido emotivo, con más empuje que fútbol, el Celta se imponía 2-1 con un gol salvador de Mario Bermejo en el tramo final del encuentro. Esta agónica victoria suponía una inyección de moral para afrontar el Tourmalet de la segunda vuelta. Sin embargo, el cuadro céltico volvía a toparse con su talón de Aquiles esta temporada y caía goleado en el Pizjuán contra el Sevilla. En la jornada siguiente, el Real Madrid visitaba las Rías Baixas. El ambiente en el municipal vigués era de gala. El Celta jugó de tú a tú contra el conjunto blanco. Sin embargo, el planteamiento de Resino de jugar al intercambio de golpes fue demasiado arriesgado contra un equipo con la pegada del madridista. A pesar de la portentosa actuación de Javi Varas, los celestes caían 1-2.

Las sensaciones en torno al juego no eran del todo malas, sin embargo, a nivel competitivo el Celta de Resino no solo no ofrecía mejoras, sino que se mostraba más débil que con Herrera. La defensa adelantada que proponía el nuevo entrenador fue el blanco de la mayoría de las críticas.

De esta manera llegaba el derbi gallego. Con los dos equipos ocupando los últimos puestos de la clasificación, el partido adquiría tintes dramáticos. Una derrota deportivista, prácticamente condenaba a los coruñeses a la Segunda División. Los futbolistas blanquiazules pusieron toda la carne en el asador, conscientes de lo que se jugaban. Los celestes no estuvieron a la altura. Aspas se autoexpulsó cuando le propinó un cabezazo a Marchena en el minuto 28. Los de Abel, en inferioridad numérica, recibieron tres goles que pudieron ser más sino fuera por las intervenciones de su portero. Las consecuencias del partido fueron todavía peores que el resultado del mismo. El equipo perdía a su máximo goleador para los siguientes cuatro partidos y volvía a hablarse del club en todo el país por motivos extradeportivos: las imágenes de Hugo Mallo en las gradas de Riazor dieron la vuelta a España y se sometió al de Marín a un juicio público. Bermejo hacía unas duras declaraciones al respecto y la estabilidad institucional se tambaleaba.

El Celta de Abel no sumaba y cada vez jugaba peor

Tras el derbi, el campeonato paró quince días debido a los compromisos de las selecciones. Dos semanas sin jugar que se hicieron todavía más largas. Todo lo que pasó en A Coruña seguía coleando y en ambiente en torno al club era de mucha tensión. No obstante, después de la tormenta siempre llega la calma. Hugo Mallo se disculpó por lo sucedido rápidamente. Aspas, aunque tardó un poco más, hizo lo propio. Poco a poco la situación se fue normalizando de cara al encuentro contra el líder de la liga. El FC Barcelona visitaba Balaídos. En un partido del que casi nadie esperaba demasiado, el Celta ofreció una buena imagen y consiguió sumar un punto gracias a un gol de Borja Oubiña en los minutos finales del choque.

Como siempre a lo largo de la temporada, el Celta ofrecía una de cal y otra de arena. Los partidos de casa eran la tabla de salvación de los celestes que, en ese momento eran el peor visitante de Europa. Sin embargo, el efecto Balaídos no funcionó en la siguiente jornada. Los de Abel repetían como locales recibiendo a al Rayo Vallecano. Este choque contra los madrileños estaba marcado en rojo para remontar el vuelo e iniciar una racha favorable, pensando en un calendario que continuaba con enfrentamientos contra Mallorca y Zaragoza, rivales directos en la lucha por la salvación.  Una vez más la situación le pudo a los gallegos que completaron su peor partido como locales. Inoperantes, sin intensidad y sin ideas. Los de Jémez se llevaban, sin mucho esfuerzo, los tres puntos de las Rías Baixas.

El buen juego, al que tantas veces se apeló como causa para el optimismo ya no servía de escudo. Las prestaciones del equipo habían bajado y sus carencias ofensivas eran todavía más evidentes sin Iago Aspas. La baja forma de jugadores como Krohn-Dehli o Álex López, así como la escasa aportación de fichajes como Park, Orellana o Pranjic ahondaban en este problema. La insistencia de Abel Resino con la defensa adelantada completaba un cóctel que hacía del Celta un equipo endeble atrás e inoperante arriba.

En esta situación llegó el partido contra el Mallorca, considerado como la primera “final”, de las varias que jugarían os vigueses hasta final de temporada. Otra vez, como había pasado en Riazor, un colista tomaba aire a costa de Resino. El encuentro fue un cúmulo de nervios, ansiedad e imprecisiones. La tensión se podía cortar. El choque fue bronco, trabado. En este escenario, el Celta fue mejor en la segunda parte, sin embargo su inocencia de cara a gol volvió a quedar patente. De este modo, parecía que los vigueses iban a sumar un punto. Sin embargo, los minutos finales volvieron a penalizar a los celestes. En la enésima falta de concentración de la temporada, Giovani Dos Santos anotaba un gol que hacía soñar al Mallorca a costa de un Celta que tocaba fondo y se convertía en el nuevo colista de la Liga BBVA.

Inmersos en una crisis de juego y de resultados, los celestes recibían al Real Zaragoza en un encuentro con tintes dramáticos. Una derrota dejaría a los vigueses con pie y medio en Segunda División. La ciudad se volcó y lleno Balaídos a pesar de ser lunes. Ganar o ganar. Por esos tres puntos pasaban las esperanzas de continuar en la máxima categoría. Abel incidió en la idea propuesta en Mallorca de retrasar la línea defensiva y reforzar la zona ancha. Los nervios volvieron a hacer acto de presencia en los primeros minutos y pronto llegaron las dificultades en forma de gol zaragocista. Sin embargo, empujado por su afición, el Celta ofreció una imagen inédita hasta ese momento. La victoria ante el Zaragoza fue un punto de inflexión Coraje y garra fueron las armas para remontar el choque. La falta de fútbol fue compensada con empuje. Álex López consiguió empatar. A partir de ahí, la parroquia viguesa llevó en volandas a los suyos que fueron arrinconando cada vez más al equipo maño hasta que, en el minuto 92 apareció Bermejo para hacer el gol salvador que permitía soñar a los célticos.

Con la moral reforzada y con el regreso de Aspas de su sanción, afrontaban los de Abel una nueva final: el Ciutat de Valencia y el Levante ponían a prueba las paupérrimas prestaciones de los vigueses como visitantes. Liberados de los grilletes de la ansiedad gracias a la victoria ante el Zaragoza, los celestes cuajaron una espléndida primera mitad. Jugando fácil, madurando el partido y sin precipitación. Habían pasado muchos meses desde la última vez que el Celta jugó así. Estas sensaciones las refrendó el gol de un Augusto Fernández que estaba siendo uno de los mejores del equipo en este tramo final de campaña. En el segundo acto aparecieron los nervios. Un penalti muy riguroso errado por Barkero ahondó en el miedo a ganar de los gallegos que, sin embargo aguantaron el resultado hasta el final. El Celta sumaba dos victorias seguidas por primera vez en toda la liga.

A pesar de continuar en puestos de descenso, optimismo reinaba en Vigo para encarar las últimas jornadas de campeonato. Sin embargo, los siguientes tres enfrentamientos, disputados en una semana debido a la final de Copa, devolverían al Celta a su cruda realidad. El primero, en casa contra el Athletic se saldó con empate (1-1). En un choque en el que los vascos fueron superiores y fallaron varias ocasiones tras adelantarse en el marcador, apareció Aspas en los minutos finales para poner las definitivas tablas. El de Moaña ejerció de factor diferencial para rescatar un punto para su equipo aquella noche de viernes. Solo unos días después, el miércoles, el Atlético de Madrid volvía a encender los focos de Balaídos. La jornada 36 se adelantaba a las 35 debido a la disputa de la final de la Copa del Rey entre los colchoneros y el Real Madrid. Celta y Málaga recibían los daños colaterales. En un choque en el que los de Simeone no expusieron demasiado, quedó clara la abismal diferencia entre las dos plantillas. Los rojiblancos ganaban sin esfuerzo (1-3) y dejaban a los gallegos en una situación muy comprometida. Además de la derrota, el partido trajo consigo la caída del gigante Bermejo, que se había erigido en el líder de la resistencia. En una acción fortuita, el cántabro se rompía el cruzado y decía adiós a la temporada. De nuevo bajo presión, los futbolistas célticos no estuvieron a la altura y cayeron derrotados contra el Betis en el Villamarín, en un partido de nuevo con polémica arbitral por un gol anulado a Túñez por un fuera de juego inexistente. A pesar de esta decisión, a los vigueses les faltó la intensidad que se le presupone a un equipo que se está jugando la vida.

Un 4% de posibilidades

La situación clasificatoria del Celta, ya de por sí muy complicada, se agravó netamente el siguiente fin de semana. La jornada 36 (adelantada para los celestes con derrota frente al Atlético) trajo consigo victorias del Deportivo, Granada y Mallorca que volvían a colocar a los de Resino como colistas de la categoría. Este panorama dejaba a los gallegos al borde del abismo, con tan solo un 4% de posibilidades de permanencia antes de los dos últimos partidos. A pesar de las dificultades el mensaje desde la caseta fue el de no rendirse hasta el final. La esperanza se convirtió en la única arma de un equipo que olía a Segunda División. También lo fue para una afición que creyó hasta el final y que empujó a más de mil personas a acompañar al equipo a tierras castellanas.

Zorrilla era el escenario y el Valladolid el rival. Los pucelanos no se jugaban nada y se notó. El Celta empezó frío pero poco a poco fue carburando y gracias a un gol en la primera parte de Cabral, el partido fue rodado. En el segundo tiempo Aspas transformaba un penalti que colocaba el 2-0 definitivo. Con el trabajo hecho, tocaba mirar a otros campos. Los resultados acompañaron: el Deportivo y el Zaragoza perdían y el Mallorca empataba. Solo Osasuna conseguía ganar en casa y certificar la permanencia. Sin embargo, los demás no hicieron sus deberes y le dieron vida al Celta de cara a la última jornada. La nota negativa del choque de Zorrilla fue la luxación en el codo de Javi Varas tras una caída. A su vez, la positiva fue el debut del jovencísimo Rubén Blanco, de 17 años que demostró una serenidad impropia de su edad. Las buenas prestaciones exhibidas le valieron la titularidad en el partido definitivo, a pesar de la recuperación de Sergio.

Dos victorias unidas a los fallos de los rivales otorgaron la permanencia al Celta

Las cuentas eran claras para la salvación: los celestes necesitaban ganar al Espanyol en Balaídos y que el Deportivo no lo hiciera contra la Real Sociedad en Riazor. Una vez más, las necesidades hicieron las diferencias, como confirma el hecho de que las tres últimas victorias célticas en el campeonato fueron ante equipos que no se jugaban nada (Levante, Valladolid y Espanyol). El rival de los de Abel llegaba a Vigo con el objetivo cumplido. Sin embargo, el Dépor recibía a un rival que se jugaba una clasificación histórica para la Liga de Campeones. Este razonamiento se cumplió y la esperanza fue suficiente para consumar un milagro que parecía imposible una semana antes. El Celta derrotó a los pericos con un gol de Natxo Insa y con otra gran actuación del portero juvenil. La Real hizo lo propio 150 kilómetros al norte consumando la salvación del equipo celeste y la consiguiente fiesta en la Puerta del Atlántico.

De esta manera tan agónica certificaba el Celta su presencia en la élite la próxima campaña. Sin embargo, a pesar del éxito, no conviene perder de vista la objetividad sobre lo sucedido. Los 37 puntos que le otorgaron la permanencia a los vigueses es una de las cifras más bajas de la historia. Basta recordar que el anterior descenso del Deportivo, hace dos años, se produjo con 43 puntos, una cantidad que en esta campaña hubiera dado la permanencia a más de un mes para el final de la competición. Los deméritos de los rivales han permitido salvar la categoría a un Celta que hizo muchas cosas mal. Sin embargo, el club ha optado por una propuesta continuista, habiendo renovado ya al director deportivo Miguel Torrecilla. Sin embargo, en contraposición, el club ha decidido que Abel Resino no seguirá la próxima temporada.

Entrenadores

Paco Herrera empezó el campeonato al frente del equipo en la que iba camino de ser su tercera temporada en el club. Desde la tranquilidad y la sensatez dotó al Celta de un modelo y en dos años logró el deseado ascenso. El técnico catalán apostó por la continuidad en su idea de fútbol. Muchos apoyos y juego dinámico. A partir de ahí, crecer a partir de la pelota. En los primero choques probó con un 1-4-4-2 con De Lucas acompañando a Aspas arriba. Sin embargo, con el paso de las jornadas terminó decantándose por el 1-4-2-3-1 de la temporada anterior. En los partidos de casa era Bermejo el que ocupaba la mediapunta. En algunas salidas, Natxo Insa entraba en el medio para dar más empaque en detrimento del cántabro. Cabral y Túñez formaban la pareja de centrales. El equipo tenía una identidad clara y las sensaciones eran buenas. Sin embargo las carencias competitivas de la plantilla eran difíciles de ocultar y el Celta no sumaba todos los puntos que debería. A pesar de todo, los celestes respondían en Balaídos. El municipal vigués se convirtió en el principal sustento clasificatorio de los gallegos.

El club destituyó a Herrera a pesar de haberle ofrecido la renovación

En varias ocasiones, Herrera demostró que no es un entrenador encorsetado. En el partido de vuelta de dieciseisavos de final de la Copa del Rey, obligado a remontar tras caer 2-0 en la ida, el entrenador celeste apostó por un nuevo dibujo en busca de la remontada. El Celta salió con un 1-4-4-2 con el centro del campo en rombo. Oubiña en un vértice, con Krohn-Dehli y Augusto como interiores y Bermejo enganchando. Arriba Park y Aspas. Los vigueses remontaron y pasaron la eliminatoria. Sir Paco alternó este dibujo con el habitual en varios partidos, logrando su mayor éxito al derrotar al Real Madrid en la siguiente ronda copera en Balaídos.

El equipo capeaba el temporal, pero el técnico catalán era consciente de las carencias. Le pidió a la dirección técnica un mediocentro y un delantero en el mercado invernal. Las prestaciones de Park eran netamente inferiores a las esperadas y un sustituto de garantías para Oubiña era fundamental para equilibrar la plantilla. Sin embargo, futbolistas de ese corte nunca llegaron. Torrecilla fichó a un central (Demidov) para suplir a Samuel, lesionado de larga duración. Los otros dos jugadores fueron para el mismo puesto: la banda izquierda. Pranjic llegaba para aportar experiencia y calidad pero su aportación fue escasísima y Orellana llegó sobre la bocina para contentar a la masa social celeste. El chileno fue una sombra del estilete que maravilló en Segunda División. Del mediocentro y del delantero ni rastro.

Tras una primera vuelta algo corta en puntos pero con sensaciones positivas en torno al juego, llegaron los problemas para Herrera. Pamplona fue el principio del fin. La derrota, la mala imagen, el entrar en puestos de descenso o el colocar a Cabral como mediocentro fueron factores que cayeron como una losa sobre el preparador catalán. La suerte tampoco acompañó. La semana siguiente el Celta perdía en el último minuto contra el Valencia en Balaídos. La sentencia del entrenador céltico llegaría en Getafe. Sin el equilibrio de Oubiña, el Celta fue barrido por el equipo local en el peor partido de los gallegos en todo el campeonato. Toda esta vorágine desembocó en la destitución de Paco Herrera, con unas formas, cuanto menos, discutibles. En los últimos meses se había hablado en casa Celta por activa y por pasiva de “modelo inglés”, o de que ofrecerían al técnico la renovación aunque el equipo descendiese. Al final la ley del fútbol fue la misma para todos y Herrera se vio fuera del club, enterándose por la prensa y sin el presidente o el director deportivo en su despedida.

Abel Resino fue el elegido para ocupar el banquillo con Herrera todavía sin conocer la decisión de su cese. El ambiente, ya complicado de por sí, se volvió convulso. La gran mayoría de la afición, enfadada por la destitución del técnico catalán, mostró una oposición frontal a que Salva Ballesta fuera el nuevo segundo entrenador del Celta. En esta tesitura, Carlos Mouriño decidió no contratarlo. Esta decisión provocó un enorme revuelo en parte los medios de comunicación nacionales.

A pesar de toda esta problemática, Abel se estrenó con victoria. 2-1 contra el Granada en Balaídos que daba un balón de oxígeno a un equipo tocado. Sin embargo, esta victoria no tuvo continuidad y el Celta acumuló seis partidos sin ganar. Numerosas críticas fueron vertidas sobre la idea de juego del entrenador manchego, sobre todo en torno a la defensa adelantada que propuso. Con centrales lentos como los celestes y sin presionar la salida de balón del rival, tirar la línea de retaguardia a 40 metros de la portería era casi un suicidio. Partidos como el del Pizjuán, el de Riazor o contra el Rayo en Balaídos evidenciaron este hecho. La sensación era que Abel no conocía el perfil de jugadores que tenía en la plantilla y quería ir con su idea contra viento y marea.

En Mallorca el equipo tocó fondo. El Celta salió de la isla colista a costa de resucitar de nuevo a un equipo en esa condición. No obstante, Resino colocó la defensa 15 metros más atrás y el equipo jugó más junto. La entrada de Natxo Insa redundó en ese aspecto y equilibró más la zona ancha. El alicantino se convirtió en una figura clave en la fase final del campeonato poniendo un inmejorable broche con el gol de la salvación en la última jornada.

Aunque le costó al principio, el equipo acabó carburando con Abel

Estas mejoras se refrendaron con una victoria agónica contra el Zaragoza que quitó mucha presión al equipo. En el Ciutat de Valencia se vio un Celta sereno que se mostró superior a su rival consiguiendo la victoria. Otra faceta en la que el equipo estaba mejor era la forma física. Los celestes llegaban mejor a los tramos finales de los partidos. Competían mejor. Defendían mejor. Álex López pasó a la mediapunta con Abel. El ferrolano tuvo más presencia en los últimos partidos, liberado de la gran carga defensiva que le suponía jugar en el doble pivote. Todo esto desembocó en un Celta más sólido a costa de perder capacidad de asociación y posesión. El entrenador toledano le dio la alternativa a Madinda y a Rubén Blanco (por la lesión de Varas), haciendo debutar a dos canteranos más. La fórmula dio resultado y, unida a los malos resultados de los rivales y una pizca de suerte, consumó la permanencia del Celta en la última jornada.

El club ha decidido que Abel Resino no dirija la nave celeste en la Liga BBVA 2013-2014. Luis Enrique será su sustituto. Las expectativas son buenas gracias al optimismo que ha generado la salvación in extremis. Sin embargo el club no parece querer aceptar sus errores. No ha habido un atisbo de autocrítica y en Plaza España han renovado a Miguel Torrecilla, apostando por la continuidad de un modelo que ha dejado más luces que sombras. La confección de la plantilla y el margen de maniobra que le concedan al nuevo técnico, serán las pruebas para comprobar si el club ha sido capaz de aprender de los errores o de si ha preferido ponerse en los ojos la venda que ha supuesto la permanencia del Celta en la máxima categoría del fútbol español.

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Sobre el autor
Borja Refojos
Estuve en VAVEL desde octubre de 2012 a enero de 2016. En ese período coordiné la sección del Celta desde julio de 2013 hasta diciembre de 2015, así como la cobertura del Mundial 2014, además de escribir crónicas, reportajes y todo tipo de artículos informativos. Actualmente trabajo como redactor en la Axencia Deportiva Galega (ADG Media) y colaboro en tuRadio 88.4 Vigo. Email de contacto: [email protected]