Los Hombres de Negro son personajes habituales en las teorías de la conspiración y sobre ellos existen rocambolescas historias que han dado para miles de artículos, libros y películas vinculadas al misterio y la ciencia ficción. Rodeados por un halo de misterio la veracidad y existencia de los mismos es defendida por aquellos que han dedicado su vida y profesión al estudio de lo desconocido. Y en la línea de lo desconocido, de los personajes más enigmáticos y castigados en la historia del deporte esférico nos topamos con una de sus figuras más representativas de las últimas décadas, el insigne Pierluigi Collina, el men in black más famoso de la historia del fútbol.

Nacido el 13 de febrero de 1960 en Bolonia, desde pequeño fue tifoso del Bolonia, pero con el paso de los años se aficionó por el Lazio, especialmente por la admiración que profesaba a Joseph Pino Wilson, implacable defensor y símbolo de aquel conjunto celeste que consiguió el scudetto en 1974. Siempre se sintió atraído por el fútbol, jugó en los infantiles del club boloñés Pallavicini, donde se desempeñaba como defensa libre, pero Pierluigi era de los que le gustaba mandar más que jugar, por lo que canalizó su pasión por el juego en el arbitraje. Todo gracias a la invitación de un compañero de escuela, que en 1977 (con 17 años) le propuso acudir a un curso de la sección arbitral de Bolonia, una decisión que cambiaría su vida.

Collina fue escalando progresivamente en el arbitraje, haciendo méritos para conseguir la profesionalidad en un mundo tan complejo como el elegido. En 1983 pasó a nivel nacional, en 1988 empezó a arbitrar partidos de la tercera división italiana, y tres temporadas después fue ascendido de categoría, pudiendo arbitrar ya partidos de la Serie B y la Serie A. Una enfermedad hormonal le produjo una alopecia fulminante por la que perdió el pelo en tan solo 15 días, tenía veintiséis años, y si no le hubiéramos visto con la indumentaria de colegiado, podríamos pensar en un personaje surgido del haz de luz de una nave alienígena. Graduado en la facultad de Bolonia en Economía y Comercio desde 1984, pese a su trabajo como asesor financiero siempre tuvo muy claro el pasional y complejo camino emprendido. En 1991, a la edad de 31 años, debutó en la Serie A, concretamente el 15 de diciembre de 1991, en un Verona-Ascoli 1-0.  Su entrada en el círculo internacional de la FIFA se produjo el 24 de abril de 1996, cuando debutó en un Holanda vs. Alemania.

Desde una de las posiciones más incómodas de este deporte Collina supo crear una imagen, una marca personal. Nunca le sedujo la idea de que le recordaran como el primer colegiado mediático, pues para Pierluigi todo lo que consiguió fue fruto de la acumulación de la experiencia, el sacrificio y trabajo personal de muchos años. De años en los que logró destacar en el arbitraje, considerado por la mayoría como un mal necesario Collina consiguió transformarlo en bien necesario. Para Collina como para todo colegiado profesional la preparación de un partido entrañaba una puesta a punto física, emocional y técnica, además del conocimiento de ambos equipos, el estilo de juego y la personalidad de sus futbolistas.

En este punto cimentaba buena parte del elemento diferenciador que le destacaba por encima del resto.  Sus frases nunca han dejado indiferente a nadie y en la mayoría de las ocasiones buscaban el beneficio para el colectivo arbitral. Con ocasión de la Eurocopa de Portugal de 2004 dijo lo siguiente: "Espero que al final de Portugal 2004 se pueda hablar de la victoria de los árbitros, como la decimoséptima selección presente en la cita europea. Sería una derrota para el colectivo arbitral que se produjeran polémicas sobre nuestra labor".

Adidas le escogió inteligentemente después de destacar internacionalmente en todas las competiciones, y el colegiado italiano rentabilizó al 100% el tirón de su imagen. La cabeza reluciente de Pierluigi, las venas marcadas por su rostro, su mirada firme y severa, le valieron para ser un reclamo publicitario, pero no olvidemos que lo que le llevó a la cima del arbitraje no fue su aspecto físico, sino su excelente labor como colegiado. Hay una infinidad de detalles que le situaban por encima de la media del arbitraje, saltaba al terreno de juego conociendo a la perfección a los futbolistas, normalmente los trataba por su nombre y además de impartir justicia, sabía imponer respeto. Los sólidos conceptos de Collina, y su capacidad para trabar bajo presión, (faceta sobre la que llegó a dar incluso conferencias) le convirtieron en el mejor colegiado del mundo, galardón que recibió en cinco oportunidades entre 1998 y 2002.

Pierluigi preserva instantes eternos en su memoria, pues aunque muchos puedan pensar lo contrario, los colegiados aman el fútbol y aun estando centrados en el reparto de la justicia arbitral sobre el terreno de juego, son conscientes de que su silbato y posición representan una de las más privilegiadas tribunas para los amantes del balompié. No todo es amargo y Collina jamás olvidará ese taconazo de Redondo en Old Tradford, o un golazo de Ronaldinho al ángulo ante el Chelsea, tampoco puede permanecer ajeno a la intensidad emocional vivida en el Camp Nou en 1999, una final que pasó a la historia por su trepidante desenlace en el que los alemanes perdieron el encuentro en los últimos instantes de partido. Encuentro del que se recuerdan especialmente aquellas imágenes que dieron la vuelta al mundo y trascendieron lo meramente deportivo, imágenes en las que se pudo ver a Collina intentando consolar a los abatidos jugadores del Bayern.

Sin duda el colofón a su carrera lo obtuvo en la final Copa del Mundo de 2002 disputada entre Brasil y Alemania. El italiano firmó una actuación sobresaliente, manejando de forma sublime la tensión de una gran final, repartiendo justicia con equidad, controlando con elegancia y seguridad el desarrollo del juego, dejando jugar  en todo momento. Su labor fue sobresaliente y el estadio le llegó a ovacionar al aparecer su imagen en la gran pantalla del marcador en la entrega de trofeos, un gesto nunca visto con anterioridad hacia los men in black del fútbol. A la finalización del choque demostró una vez más ser un tipo con una peculiar personalidad: “Ha sido maravilloso recibir una medalla de la FIFA. Es todo lo que deseas como árbitro". "Me siento muy feliz por Ronaldo (anotó los dos goles del triunfo de Brasil)", dijo, "porque regresaba de un momento muy difícil en su carrera". "También estoy triste por Ballack porque las cosas hubieran podido ser diferentes con él en el campo".

En aquel instante le tocó vivir las mieles de una apasionante profesión con un claro componente amargo, Collina supo reconocer desde el primer instante la que iba a ser su mejor aliada y más fiel compañera: la soledad. Sin palabras de aliento es duro sobreponerse al error, en los páramos solitarios que constituyen los pasillos de seguridad del colegiado se oye la música de fondo del insulto, y en aquellos áridos momentos en los que el fútbol viste de villanía al referee, el italiano construyó y forjó la fortaleza de una gran pasión de la que solo pueden hablar los que se han vestido de árbitro. Aquellos que conocen bien la diferencia entre la soledad elegida y otra soledad que les elige, vinculada a elementos de interés y superficialidad.

En la Liga italiana vivió momentos de todo tipo, pero fue en el campeonato italiano, donde acumuló sus mayores silencios. Vivió su momento más difícil en un Perugia-Juventus de mayo del año 2000, que llevó hasta el final tras una suspensión de una hora con los turineses derrotados y el Lazio favorecido como campeón. También el delicado momento experimentado tras las dos penas máximas pitadas al Roma en los últimos minutos de un partido que ganó 2-0 al Venezia. Se equivocó en numerosas ocasiones y decisiones, pero los futbolistas al mirarle no tenían dudas: ha pitado lo que ha visto. Y ese es uno de los grandes problemas del arbitraje, los deportistas no confían en las decisiones de los colegiados y generan gran controversia, pero en raras ocasiones se plantea la citada disyuntiva desde el prisma contrario. Desde la honradez y deportividad del jugador, pues son muchos los casos en los que el futbolista intenta engañar al colegiado, provocando una cadena de errores humanos condicionados por decisiones tomadas en fracciones de segundos.

Pierluigi, considerado por muchos como el mejor árbitro de la historia, por encima incluso del brasileño Romualdo Arppi Filho y el francés Michel Vautrot, vivió curiosamente un final un tanto desalentador. Pese a que la Federación Italiana de Fútbol (FIGC), estaba dispuesta a prorrogar su marcha del arbitraje una temporada más, (la normativa vigente se retocó única y exclusivamente para permitirle estirar su carrera en el Calcio una temporada más),  el contrato que firmó con Opel, patrocinador de la camiseta del Milan, que acordó pagarle un millón de euros, puso fin a su carrera. La Federación Italiana, para prevenir suspicacias, le prohibió pitar en la Serie A, por lo que Collina en una decisión acertada decidió salir por la puerta grande, aunque eso sí dejando claro su opinión al respecto: "Para mí no sería problema ser árbitro en partidos de la segunda división, pero hay que tener claro si la FIGC confía en sus árbitros o no. Si no confía, entonces tenemos que irnos. Sin confianza no podemos ir hacia adelante",  “El problema es si se cree o no en los árbitros. Si no creemos en ellos, nos tenemos que preguntar por qué ”. “Al final hemos perdido todos”.

Su futuro como designador oficial de la Lega Calcio se fue a pique, pese a la admiración que le profesaba el presidente de la Asociación Italiana de Árbitros, Tullio Lanese. Collina agradeció el ofrecimiento pero renunció a Asociación Italiana de Arbitros (AIA), después de 28 años de servicio. De esta forma el árbitro más popular del planeta y posiblemente el mejor de los últimos tiempos, elegido seis veces el mejor árbitro del mundo por la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol, se marchó con nostalgia y enfado al comprobar cómo injustamente una vez más su colectivo era cuestionado. Afortunadamente el transcurso del tiempo trajo consigo la reflexión y rectificación, siendo designado finalmente asesor de la AIA, labor que compagina con la de Jefe de Arbitraje de la UEFA.

Collina dirigió su último partido en Copa de Italia, un domingo, 21 de agosto 2005 en el Estadio "Pietro Fortunati", el partido disputado entre el Pavia y el Bari acabó con empate a cero y se resolvió en la tanda de penaltis. Aquel día el más brillante y recordado men in black del fútbol, extraterrestre del arbitraje, colgó su silbato dejando tras de sí innumerables enseñanzas, pero sobre todo partiendo con la soledad ante el error como equipaje más valioso de su mediática experiencia.