No todos los futbolistas tienen la oportunidad de ser un Steven Gerrard en el Liverpool. O un Lars Ricken en el Borussia Dortmund. Y quien creyese que el comienzo de este artículo llevaría al lector a la Premier League o a la Bundesliga, también se ha equivocado. Sin embargo, pese a no ser dos one club man por su trayectoria profesional, Carlos Pita y Álex Bergantiños sí lo son en su corazón. Del Deportivo de La Coruña concretamente.

La importancia de la cantera y el trabajo de la misma en la entidad presidida por Augusto César Lendoiro ha sufrido una curiosa evolución desde el último año que el Deportivo jugó la Champions League, concretamente la temporada 2004-2005. A finales de dicho curso, Javier Irureta dio minutos a dos de los mejores futbolistas que, por entonces, militaban en el Fabril: Xisco Jiménez y Carlos Pita. Las necesidades del equipo obligaron a que el técnico vasco buscase en el ariete balear una alternativa para un frente ofensivo que dependía en exceso del mejor momento de Albert Luque y de los fugaces destellos de Diego Tristán. Precisamente, en la última jornada de aquel año que alumbró la posterior transición al Deportivo de Caparrós, Xisco y Pita coincideron once minutos sobre el campo de Los Pajaritos. Sólo once minutos. Un período de tiempo muy corto para cualquier persona que desea debutar en Primera División, pero inolvidable para aquellos que lo hacen con la camiseta de sus amores. Pita fue uno de ellos.

Álex Bergantiños contempló el debut de Pita el mismo año que se incorporó al Deportivo B. El pequeño Bam Bam Mármol, ese jugador que porta el número '4' pese a llevar en su interior el '6' de Mauro Silva era un futbolista que había dejado apenas dos años antes el Imperátor, el equipo de su barrio y uno de los de mayor solera del fútbol base coruñés. El centrocampista que ahora se ha convertido en el principal emblema del deportivismo reciente tuvo que superarse a sí mismo en Tarragona, Jerez o Granada para ganarse el puesto en una primera plantilla donde ser canterano sonaba a chino aún cuando las arcas habían dejado de llenarse tiempo atrás.

La trayectoria de ambos encontró un punto de inflexión en la temporada 2007-2008, cuando el Fabril de Tito Ramallo se quedó a las puertas del ascenso a Segunda División tras un curso espectacular en el que futbolistas como Iago Iglesias o Lassad dejaron muestras de su calidad en el retorno del filial deportivista a la categoría de bronce gracias, en parte, al gran trabajo de Bergantiños y Pita en la sala de máquinas. El buen hacer de ambos tuvo premios dispares. Álex aceptó la llamada de Esteban Vigo para integrarse como cedido en un Xerez que, a la postre, ascendió con un buen fútbol a la Liga BBVA. Pita, por su parte, finalizó contrato con el Deportivo y emprendió una nueva aventura en el Valencia Mestalla, acompañado por el propio Iago Iglesias. Posteriormente, tras un fructífero paso por Guadalajara, Pita retornó a Galicia para enrolarse en las filas de un Lugo que, dos temporadas después, volvió a Segunda División con el coruñés como uno de sus emblemas y principales exponentes del buen juego que buscaba poner en liza Quique Setién.

Cinco años más tarde de iniciar su particular viaje en el mundo del fútbol, el destino quiso que su reencuentro se certifique en el templo que ambos soñaron pisar con la misma camiseta. Pese a los supuestos contactos que la entidad herculina mantuvo a finales del pasado curso con Pita, el jugador formado en el Galicia Gaiteira renovó su compromiso con el club que le dio la oportunidad de mostrar su mejor versión y reivindicarse como uno de los mediocentros con más clase de la Liga Adelante. ¿Quién no habría firmado una medular conformada por Juan Domínguez, Álex Bergantiños y Carlos Pita a principios del turbulento verano anterior? Muchos aficionados y profesionales perfectamente conocedores de la casa como Secho lo habrían hecho con entusiasmo.

El sueño se desvaneció y ahora los hinchas de ambos equipos disfrutan igualmente de dos centros del campo de auténtico lujo en la categoría, en el que Álex y Juan dan trabajo y pausa al juego del Deportivo, mientras que Pita y Fernando Seoane -jugador que puede no dar portadas, pero es imprescindible para que éstas sean positivas- aportan equilibrio al equipo lucense. Todos ellos saltarán al césped de Riazor este sábado si ningún contratiempo lo impide. Sin embargo, muchas miradas estarán puestas en este duelo de deportivistas que, pese a representar escudos distintos, forman parte de esa cantera de Abegondo que tras años de espera, impaciencia e incluso dejadez comienza a dar sus frutos.

Álex y Pita fueron dos de los primeros, y aunque este fin de semana la Sagrada Familia y A Gaiteira observen a dos de sus mejores productos frente a frente, nadie olvida que, una vez hace ya tiempo, ambos pasaron de crecer en campos de tierra como antaño eran la Leyma o La Torre a, en un determinado momento, defender el blanco y azul que ambos llevan dentro. Porque si algo es cierto es que lo que define verdaderamente a one club man no es su trayectoria, sino su amor a unos colores.