2013 será recordado por mucho tiempo en Casa Celta. Un año claramente marcado por las emociones contrapuestas. Un año que vio el final de la etapa de Paco Herrera y el inicio de la de Luis Enrique, con un período de transición con Abel Resino al mando, en el que se consiguió una permanencia milagrosa, a la que la ley de la probabilidad solo daba un 4% de posibilidades en el penúltimo partido.

2013 también será recordado por el fin de la etapa de dos canteranos, claves en el ascenso y en la permanencia del equipo. Iago Aspas y Roberto Lago pusieron fin a sus recorridos como celestes y buscaron suerte lejos del equipo que les vio crecer y les hizo futbolistas. Mientras que el lateral de O Calvario no renovó y se fue gratis al Getafe, el delantero de Moaña dejó más de nueve millones de euros en caja con su traspaso al Liverpool.

2013 quedará en el recuerdo por ser año de la búsqueda de la consolidación. La consolidación en Primera y la consolidación de un estilo de juego basado en la pelota. Para ello el club contrató a Luis Enrique, un fichaje que generó unas expectativas tremendas en Vigo, llegando los más osados a hablar de Europa. La realidad se ha impuesto a la ilusión y el Celta está, una temporada más, inmerso en la lucha por la permanencia, con problemas de solidez y de regularidad. Buscando su sitio.

La caída de Herrera

No empezó mal el año para el Celta. Tras el parón navideño, volvió la liga el día de Reyes. Los vigueses derrotaron al Valladolid con claridad en Balaídos por 3-1, confirmando la fortaleza demostrada en casa en la primera vuelta del campeonato, con un bagaje más que aceptable de 15 puntos. Los problemas se encontraron a domicilio, donde el equipo vigués solo fue capaz de sumar tres puntos, logrados en una victoria en La Romareda. El último encuentro de la primera mitad liguera fue en Cornellà-El Prat, donde los célticos cedieron 1-0 contra el Espanyol en un mal partido.

Pero el momento que marcó la caída en picado del Celta fue el nueve de enero en el Bernabéu. El partido de vuelta de los octavos de final de la Copa del Rey, en el que el doloroso 4-0 inflingido por el Real Madrid fue lo de menos. Hugo Mallo volvía a Vigo con el ligamento cruzado de su rodilla izquierda roto, lo que le convertía en baja para el resto de la temporada. Túñez también regresaba lesionado. Baja para un mes. Un golpe moral del que el equipo no fue capaz de reponerse.

El Celta era el rey de las victorias morales

La segunda vuelta empezó con dos empates. Uno en La Rosaleda y otro en Balaídos contra la Real Sociedad, que permitían al Celta seguir fuera de los puestos de descenso, a pesar de su irregularidad.

La semana siguiente marcaba el principio del fin de Paco Herrera como entrenador del Celta. En Pamplona y contra un rival directo como es Osasuna, los celestes hacían un encuentro nefasto y caían por 0-1. La decisión de situar a Cabral como mediocentro, con discreto resultado y, sobre todo, la entrada del equipo en puestos de descenso por primera vez en la temporada, dejaban al preparador catalán en una delicada situación. La sensación creciente era que ya ni el buen juego acompañaba. La inoperancia céltica era palpable en cada partido.

Foto: Faro de Vigo.

El estadio de Balaídos, salvavidas de los vigueses todo el curso, no sería talismán en el siguiente compromiso liguero. Otra vez los últimos minutos condenaban a un Celta que perdía 0-1 con gol de Valdez en el descuento.

De esta manera y tras una semana de mucha tensión en la ciudad olívica, el Celta viajaba a tierras madrileñas para enfrentarse al Getafe. Los futbolistas no estuvieron a la altura y perdieron 3-1 después de jugar, seguramente, el peor partido de la temporada. El entrenador sustituía a un desparecido Iago Aspas para dar la alternativa al jovencísimo Santi Mina. El posterior palo a la estrella del equipo en la rueda de prensa generaba un clima insostenible.

De este modo y tras haberlo ratificado varias veces, la directiva cesaba a Paco Herrera con unas formas como poco discutibles. El presidente Mouriño, que pocas semanas atrás le había ofrecido la renovación, precipitaba la marcha del técnico del ascenso dejando en agua de borrajas la proclamación a los cuatro vientos del “modelo inglés” y del “proyecto a largo plazo”.

Sin mejoría con Abel

Para ocupar el puesto que dejó vacante Paco Herrera, la directiva eligió a Abel Resino. La llegada del entrenador manchego no estuvo exenta de polémica. El club se negó a firmar a Salva Ballesta como segundo entrenador a petición de su masa social, lo que llevó al Celta a estar en primera plana nacional, con interpretaciones y juicios de valor de lo más diversos.

El derbi de Riazor, uno de los golpes más dolorosos para la afición

No parecía el mejor clima para arrancar una etapa, sin embargo, los futbolistas supieron sobreponerse y ganar al Granada en el debut de Resino. Un 2-1 que daba moral para afrontar el Tourmalet del calendario. A partir de ahí la trayectoria del Celta fue claramente descendente. Una goleada en el Pizjuán y una derrota contra el Madrid en Balaídos, dejaban al derbi de la semana siguiente en Riazor como un choque capital para la permanencia. Con los dos equipos ocupando los últimos puestos de la clasificación, el partido adquiría tintes dramáticos. Una derrota deportivista, prácticamente condenaba a los coruñeses a la Segunda División. Los futbolistas blanquiazules pusieron toda la carne en el asador, conscientes de lo que se jugaban.

Foto: Óscar Vázquez | La Voz de Galicia.

Lo que pasó en Riazor aquella noche de viernes ya está en la memoria negra de cualquier celtista. Aspas se autoexpulsó con un cabezazo a Marchena y Hugo Mallo, en fase de recuperación, se mostró en las gradas del coliseo blanquiazul en una actitud poco edificante para un profesional. Sobre el campo, el Deportivo endosó tres goles a Celta, que pudieron ser muchos más si no fuera por las intervenciones de Javi Varas. La situación tras el encuentro era muy grave, con el máximo goleador fuera durante cuatro partidos, hundidos en la clasificación y sin soluciones aparentes. Sin embargo, al final el destino sonreiría al Celta, que consiguió la permanencia mientras el Deportivo dio con sus huesos en Segunda División.

Antes del feliz desenlace, los de Abel siguieron cayendo en picado. A pesar de la nota positiva que significó el empate en contra el FC Barcelona, los vigueses siguieron yendo a peor en cada partido. El Rayo Vallecano ganó con muchísima facilidad, en el peor partido de los celestes en casa de la temporada. Sin intensidad, sin coraje y sin actitud. Inaceptable para un equipo que se está jugando un descenso.

El buen juego, al que tantas veces se apeló como causa para el optimismo ya no servía de escudo. Las prestaciones del equipo habían bajado y sus carencias ofensivas eran todavía más evidentes sin Iago Aspas. La baja forma de jugadores como Krohn-Dehli o Álex López, así como la escasa aportación de fichajes como Park, Orellana o Pranjic ahondaban en este problema. La insistencia de Abel Resino con la defensa adelantada completaba un cóctel que hacía del Celta un equipo endeble atrás e inoperante arriba.

Foto: Óscar Vázquez | La Voz de Galicia.

Como en todas las caídas, llega un momento en el que se toca el fondo. Esa situación la vivió el Celta en Mallorca. Los bermellones, colistas en ese momento, se impusieron a un equipo ramplón y sin alma, con gol de Giovani Dos Santos en el último minuto. Los de Resino eran en ese momento los colistas de la Liga BBVA.

Cal y arena en el tramo final

Cuando no se puede bajar más, solo queda subir. Así lo entendió el Celta que enfrentó al Zaragoza en Balaídos como una verdadera final. De perder, los vigueses estarían virtualmente en Segunda. Pero no fue así. El equipo celeste exhibió una garra inédita hasta ese momento y consiguió remontar el gol inicial para acabar ganando el minuto 92 con un gol de Bermejo. La inercia cambió y a la semana siguiente el Celta viajó a Valencia para jugar contra el Levante. En un partido muy serio, los gallegos lograron la victoria en el regreso de Iago Aspas tras su sanción.

A pesar de continuar en puestos de descenso, optimismo reinaba en Vigo para encarar las últimas jornadas de campeonato. Sin embargo, los siguientes tres enfrentamientos, disputados en una semana debido a la final de Copa, devolverían al Celta a su cruda realidad. El primero, en casa contra el Athletic se saldó con empate (1-1). En un choque en el que los vascos fueron superiores y fallaron varias ocasiones tras adelantarse en el marcador, apareció Aspas en los minutos finales para poner las definitivas tablas. El de Moaña ejerció de factor diferencial para rescatar un punto para su equipo aquella noche de viernes.

Solo unos días después, el miércoles, el Atlético de Madrid volvía a encender los focos de Balaídos. La jornada 36 se adelantaba a las 35 debido a la disputa de la final de la Copa del Rey entre los colchoneros y el Real Madrid. Celta y Málaga recibían los daños colaterales. En un choque en el que los de Simeone no expusieron demasiado, quedó clara la abismal diferencia entre las dos plantillas. Los rojiblancos ganaban sin esfuerzo (1-3) y dejaban a los gallegos en una situación muy comprometida. Además de la derrota, el partido trajo consigo la caída del gigante Bermejo, que se había erigido en el líder de la resistencia. En una acción fortuita, el cántabro se rompía el cruzado y decía adiós a la temporada.

De nuevo bajo presión, los futbolistas célticos no estuvieron a la altura y cayeron derrotados contra el Betis en el Villamarín, en un partido de nuevo con polémica arbitral por un gol anulado a Túñez por un fuera de juego inexistente. A pesar de esta decisión, a los vigueses les faltó la intensidad que se le presupone a un equipo que se está jugando la vida

El 4%

A falta de dos jornadas para la finalización del campeonato, el Celta era colista. Los de Resino viajaban a la capital castellana a enfrentarse al Valladolid, con un desplazamiento masivo de la afición, a pesar de que la ley de probabilidad otorgaba solo un 4% de posibilidades de permanencia. El milagro empezó a gestarse en Zorrilla. Los vigueses vencieron 2-0 y los resultados en otros campos acompañaron. No así la suerte en forma de lesiones. Si contra el Atlético de Madrid se cayó uno de los pilares del vestuario, en Pucela se partió otro. Javi Varas se perdía el desenlace final del campeonato. Tras una caída, el sevillano sufrió una luxación el su codo izquierdo que le apartaba de la competición. Rubén Blanco, de 17 años, asumió la responsabilidad.

Las cuentas eran claras para la salvación: los celestes necesitaban ganar al Espanyol en Balaídos y que el Deportivo no lo hiciera contra la Real Sociedad en Riazor. La diferencia de necesidades fue la clave. Mientras los catalanes no se jugaban nada, los vascos tenían al alcance de la mano una clasificación histórica para la Liga de Campeones. Y así fue. Los txuri-urdin se impusieron en Riazor, y los celestes en Balaídos con un gol de Natxo Insa. Los vigueses seguían en Primera un año más a costa de los coruñeses que descendían a Segunda.

La permanencia trajo consigo la invasión del césped de Balaídos. (Foto: Óscar Vázquez | La Voz de Galicia).

Una apuesta: Luis Enrique

A pesar del éxito de la permanencia, el feeling entre entrenador, afición y club no era del todo bueno. Tal vez por ello, la directiva decidió cesar a Abel Resino a pesar de contar con un año más de contrato. Para recuperar la ilusión y consolidad el proyecto, Luis Enrique Martínez fue el elegido. El entrenador asturiano llegó a Vigo rodeado de una expectación máxima. Su apuesta de juego era inequívoca. Modelo Barça. La pelota como protagonista.

Foto. Óscar Vázquez | La Voz de Galicia.

Con el técnico gijonés fichado, la dirección deportiva inició la confección de la plantilla. Iago Aspas y Roberto Lago dejaron el Celta para irse al Liverpool y al Getafe respectivamente. La venta del de Moaña reportó a las arcas viguesas 9’5 millones de euros. Otros jugadores como Natxo Insa o Quique De Lucas también abandonaron la entidad. Los cedidos Varas, Park, Pranjic y Demidov regresaron a sus destinos. Solo el sevillano dejó huella en su estancia en la Puerta del Atlántico.

La enorme ilusión del nuevo proyecto se dio de bruces con la realidad

Los fichajes no se hicieron esperar. Fontàs fue el primero, para reforzar la defensa. Luego vino Charles, el pichichi de Segunda, por un millón de euros. Nolito, procedente del Benfica, llegó para dar desequilibrio a la parcela ofensiva. Pero el más esperado y el que más ilusión levantó entre la afición fue Rafinha. El hijo de un mito viviente del celtismo como es Mazinho, llegaba para dar un salto de calidad. El fichaje de un lateral izquierdo (muy necesario) fue el que más problemas dio y la preparación del equipo arrancó sin él.

Pretemporada movida

Luis Enrique inició su proyecto el ocho de agosto. Mucha carga física en las primeras semanas, pero con el balón como protagonista. Pruebas, pruebas y más pruebas. La primera sentencia del asturiano fue que no necesitaba un portero. El regreso de Yoel de su cesión el Lugo, dejaba a la plantilla céltica con tres porteros. Junto al de Coia, Sergio y Rubén opositaban a la portería. A pesar de que se habló mucho de fichar a Javi Varas, el sevillano no regresó debido a su alta ficha y a la confianza de Lucho en los arqueros de la casa.

En pleno stage en Melgaço, se produjo el bombazo. Tito Vilanova dejaba de ser entrenador del FC Barcelona a causa de su enfermedad y Luis Enrique se postuló inmediatamente como su sustituto. La rumorología se disparó y con ella la incertidumbre. Fueron tres días sin noticias del entrenador del Celta, que no soltó prenda sobre su futuro. Finalmente, el culebrón acabó con el fichaje de Gerardo Tata Martino por el equipo culé. Luis Enrique seguía en Vigo, pero ciertas dudas asomaban en torno a su actitud ante la situación vivida.

En lo deportivo el equipo dejó muchas dudas en sus amistosos. Solo una victoria ante el Coruxo, tres derrotas (Oporto, Sportig de Gijón y Marítimo de Funchal) y un empate en el Memorial Quinocho contra el Southampton. Luis Enrique probó mucho con tres centrales y dos carrileros, pero la fórmula no tuvo éxito.

Solo una victoria en casa en Liga

La segunda sorpresa de la pretemporada llegó cuando el técnico hizo oficial que no contaba con Andrés Túñez. La referencia defensiva del Celta el año anterior se vio obligado a hacer las maletas y salir cedido hacia Israel, para jugar en el Beitar. Fabián Orellana fue el otro descarte, pero ante la imposibilidad de encontrar equipo, el chileno se quedó en Vigo para intentar convencer al entrenador, como finalmente ocurrió.

Buen arranque liguero

La liga empezó como acabó la anterior. Contra el Espanyol en Balaídos. Las pruebas habían terminado y empezaba lo serio. Se notó. El Celta desplegó gran fútbol en la primera hora de partido, llegando a estar 2-0, pero los nervios y el mal de altura aparecieron de nuevo y los pericos acabaron empatando. La semana siguiente, en el Villamarín, los de Luis Enrique lograban su primera victoria de la temporada, gracias a un Yoel portentoso, que hacía buena la decisión de su entrenador de no fichar portero. En la tercera jornada, contra el Granada, el Celta volvió a sumar, aunque solo un punto. Corto bagaje, tras ser muy superior a su rival los noventa minutos.

Foto: Xoan Carlos Gil | La Voz de Galicia.

La cuarta jornada vio la primera derrota de los gallegos. En el estreno del nuevo San Mamés, el Athletic daba la vuelta al gol inicial de Charles, para acabar ganando 3-2. A la efeméride del estreno del nuevo estadio, se sumó la del estreno goleador de Santi Mina en Primera, lo que le convertía en el jugador más joven en hacerlo vistiendo la celeste. Balaídos recibía al Villarreal en la quinta jornada y el Celta volvía a sumar un empate, aunque esta vez con mejor sabor de boca, ya que los amarillos fueron superiores.

Getafe: punto de inflexión

En jornada intersemanal, el Celta visitó el Coliseum Alfonso Pérez. Luis Enrique presentó un sorprendente once plagado de suplentes y el Getafe ganó con mucha facilidad un partido que dejó tocada moralmente a la plantilla viguesa, como demostró la derrota contra el Elche en Balaídos. La primera de tres derrotas consecutivas. En las siguientes jornadas, los de Luis Enrique cayeron en el Calderón y contra el Levante en Balaídos.

El Celta debe mejorar su solidez defensiva

El Celta pasaba por un momento de dudas. Debilidad defensiva y poca frescura en ataque, unidas a discutidas decisiones desde el banquillo. La más controvertida de todas, la incursión de Toni como lateral izquierdo. El coruñés, que había sido descartado por el club, se quedó para intentar convencer al entrenador con trabajo y lo consiguió, aunque fuera para ser reconvertido a una posición nueva. La llegada de Aurtenetxe no le movió del once, a pesar de tener un rendimiento muy flojo. Débil a nivel defensivo, sin rigor táctico y muy blando en los cruces. A nivel ofensivo, sus prestaciones se limitaron únicamente a llegar y centrar, sin contemplar otras opciones. Sin duda, el punto más frágil del equipo de Luis Enrique.

Andalucía, tierra prometida

La inercia cambió la semana siguiente. El Celta visitó la Costa del Sol para jugar contra el Málaga. En un partido en el que todo fue rodado, los vigueses vencieron 0-5. Nuevamente una jornada intersemanal trajo una derrota, aunque esta más digerible por ser contra el FC Barcelona y más teniendo en cuenta que días después el Celta volvió a vencer en tierras andaluzas. Esta vez en el Pizjuán, en un encuentro muy serio de los de Luis Enrique. Álex López hizo el solitario gol del choque y el equipo cuajó una segunda parte de mucho nivel táctico.

Incertidumbre para 2014

Todo ese buen sabor de boca del equipo fuera de casa, tenía la contraposición en Balaídos. Jornada 13 y el Celta no había ganado en casa. Un Rayo Vallecano hundido en la clasificación se presentaba como víctima propiciatoria para la primera victoria como local. No fue así. Los de Jémez fueron netamente superiores y ganaron 0-2, dejando a los celestes en un mar de dudas.

A partir de ahí nada salió y todo fue de mal en peor. En Anoeta, tras ir ganando 1-3, los vigueses dilapidaron su ventaja al quedarse con un hombre menos. Carlos Vela con cuatro goles dio la vuelta al marcador.

La siguiente jornada fue una isla en esta mala dinámica de resultados. Al octavo intento, el Celta consiguió su primera victoria como local de la temporada, tras ganar con mucha claridad a un Almería que apenas presentó batalla. La semana siguiente, los de Luis Enrique repitieron en Balaídos y volvieron a ganar. Esta vez en Copa del Rey y contra el Athletic Club. La afición y el equipo recuperaban optimismo.

Foto: Óscar Vázquez | La Voz de Galicia.

Sin embargo, esas victorias no encontraron continuidad y ante dos rivales directos el Celta no estuvo a la altura. Ante el Valladolid, los vigueses volvieron a quedarse en inferioridad numérica, hecho que derivó en los tres goles que les endosó Javi Guerra. Un 3-0 que le quitaba de un plumazo la posibilidad de distanciar a seis puntos a los castellanos. Parecida tesitura tenía el último partido del año contra Osasuna en Balaídos. Los navarros visitaron la Puerta del Atlántico a un punto de distancia de los vigueses que, nuevamente no dieron el nivel. En la primera parte, los rojillos pudieron haber hecho tres goles, pero la suerte sonrió a los celestes que solo encajaron uno y consiguieron empatar gracias a un tanto en propia puerta de Lolo.

Necesidad de mejora en la segunda vuelta

En el parón navideño el Celta acumula 16 puntos. Faltan dos jornadas para finalizar la primera vuelta, pero la primera será en el Bernabéu y la segunda en casa contra el Valencia. No sería extraño que los celestes no sumaran en ningún partido y acabasen la primera mitad del campeonato con los puntos que tienen actualmente (dos menos que el año pasado). Una cantidad muy baja para afrontar con garantías la lucha por la permanencia.

Hacer más puntos en la segunda vuelta parece básico para conseguir el objetivo. Para ello el equipo debe mejorar en la solidez defensiva y encontrar más variantes en ataque, así como reforzar el aspecto mental para ser más competitivo. Habrá que ver también si el club mueve ficha para traer futbolistas en el mercado invernal que mejoren la plantilla. Las enormes ilusiones generadas a principio de temporada se han encontrado con el pan de cada día de todo equipo pequeño: cada partido es una final y cada punto cuenta. La Liga está muy igualada por abajo y todavía queda mucha tela que cortar, pero el Celta debe mejorar sus prestaciones en la segunda parte del campeonato sino tendrá muchas dificultades para mantener la categoría. Los milagros solo pasan una vez.

Imágenes laterales: Alineaciones tipo de Paco Herrera, Abel Resino y Luis Enrique, respectivamente.

Celestes 2013

#1 Sergio Álvarez

#2 Hugo Mallo

#3 Roberto Lago

#3 Andreu Fontàs

#4 Borja Oubiña

#5 Andrés Túñez

#6 Jonathan Vila

#8 Álex López

#9 Mario Bermejo

#10 Iago Aspas

#10 Manuel Agudo Durán, Nolito

#11 Daniel Pranjic

#11 Charles Dias

#12 Rafael Alcántara, Rafinha

#13 Javi Varas

#13 Yoel Rodríguez

#14 Fabián Orellana

#15 Vadim Demidov

#15 Jon Aurtenetxe

#16 Carlos Bellvís

#17 Lévy Madinda

#18 Park Chu-Young

#18 David Rodríguez

#19 Jonathan Castro Otto, Jonny

#20 Antonio Rodríguez Dovale, Toni

#21 Samuel Llorca

#22 Quique De Lucas

#22 Gustavo Cabral

#23 Michael Krohn-Dehli

#24 Augusto Fernández

#25 Natxo Insa

#26 Rubén Blanco

#29 Santi Mina

Entrenadores (Paco Herrera, Abel Resino, Luis Enrique Martínez)