Probablemente el nombre de Francisco Javier Gómez Ruiz no diga demasiado. Es el nombre completo de uno de esos futbolistas que quedan grabados en la retina de la hinchada ‘granota’, esos que dejan huella y que forman parte de la historia más reciente del club. Se trata de Paco Salillas.

Nacido en las frías tierras de Alagón, Salillas se crió como futbolista en distintos equipos aragoneses hasta recalar en el filial del Zaragoza, donde maduró como delantero hasta debutar con el primer equipo en Primera División.

Una carrera deportiva de veinticinco años en los que este ariete bajito saboreó las categorías más humildes del fútbol español y comprobó de primera mano la dura competitividad de la ‘división de oro’, donde jugó en las filas del Villarreal, el Celta de Vigo o el Zaragoza. Los que le conocen hablan de él como una persona sencilla y cercana fuera de los terrenos de juego. En el campo era distinto. Cuando se ataba las botas y pisaba el césped, la tranquilidad desaparecía de su ser para transformarse en un jugador de nervio, un delantero peleón y escurridizo a partes iguales. Un goleador con olfato.

A sus 48 años, ‘El Panzer del área’ - como le llamaban algunos - sigue disfrutando del fútbol de una forma distinta pero con la misma ilusión que demostró tener en su etapa de futbolista, ahora como entrenador del EFB Pedrola.

De Regional a la Primera División

Salillas comenzó su andadura en el fútbol profesional en 1995 con el Teruel, después de haber militado en equipos juveniles de menor calado como el Alagón, el Calasanz o el Illueca. Los continuos cambios de club y la adaptación a cada entrenador que tuvo en los primeros años de su carrera le hicieron mejorar rápidamente sus cualidades como goleador. A los 21 años ya destacaba entre sus compañeros de equipo y un ojeador le llevó al Deportivo Aragón, filial del Zaragoza.

No necesitó demasiado tiempo para demostrar sus cualidades. Apenas una temporada después, Salillas se haría con un puesto en la plantilla del primer equipo del Zaragoza, cuyo entrenador era un serbio de cuarenta años que entrenaba por primera vez España: Radomir Antic.

Corría la temporada 1988-1989 cuando el delantero maño debutó en Primera División. Necesitó algunos partidos para adaptarse la categoría y al juego del equipo, pero el joven delantero de 1,66 pronto se ganaría la confianza del técnico serbio y con ello una plaza en el once titular. Dos temporadas más tarde de su llegada al Zaragoza, el Real Madrid fichó a Antic como sustituto del, hasta entonces, entrenador blanco: Alfredo Di Stéfano. Esto supuso un punto de inflexión en la importancia de Salillas en el equipo. Poco a poco fue perdiendo peso en el juego del Zaragoza hasta frecuentar el banquillo en su última temporada como blanquiazul. El club había hecho fichajes para reforzar la delantera y Salillas quedó como quinto delantero, una situación que forzaría su salida al finalizar la campaña 1990-1991.

Las circunstancias le llevaron a Vigo, a recalar en un Celta que por aquellos años militaba en Segunda División. Quiso el destino que tras una etapa complicada en Zaragoza, Salillas marcara en su debut su primer tanto con el conjunto celtiña, recuperando la ilusión que había menguado en los meses anteriores.

En su primera campaña (la mejor de su etapa en Vigo) el aragonés disputó 36 partidos y anotó 8 tantos. Su rendimiento en la temporada 1991-1992 no pasó desapercibido para nadie en la disciplina celtiña y sus goles contribuyeron a que el equipo quedase campeón de la ‘división de plata’ y se consumara el ascenso a Primera División. Pero la ambición del club de hacer un buen papel trajo consigo nuevos fichajes que desterraron a Salillas al banquillo. Su segunda temporada en Vigo no fue la deseada por el delantero.

En su último año como jugador del Celta apenas contó en el campeonato doméstico. Eclipsado por Salva y Losada, Salillas perdió peso en el equipo y acabó el año con 12 partidos jugados en su haber. A pesar de ello, el maño aún contaría con una oportunidad de acabar la temporada 1993-1994 con un título, ya que el Celta consiguió llegar a la final de la Copa del Rey ante un viejo conocido de Salillas, su ex equipo, el Zaragoza. Salillas partió como titular en el once celtiña. Fue un partido disputado, con poco fútbol pero con intensidad y fuertes disputas por el balón en la medular. Tras los noventa minutos reglamentarios con empate a cero el partido se fue a la prórroga, donde nadie lograría romper la igualada. Finalmente el Zaragoza se alzó con el título al imponerse en la tanda de penaltis, dejando a los jugadores del Celta con la miel en los labios y a Paco Salillas con un sabor amargo tras una temporada decepcionante.

Sus siguientes pasos le llevaron al Lleida, de nuevo a la ‘categoría de plata’ del fútbol español. Salillas demostró en su primera campaña que no había perdido su olfato goleador, consiguiendo perforar la red de las porterías rivales en 18 ocasiones. Su segundo año fue más discreto en la faceta goleadora y el jugador, ya con treinta años de edad, decidió cambiar de aires y fichar por el Villarreal. En el equipo castellonense sus goles fueron decisivos para entrar en la promoción de ascenso, que se resolvería con el histórico primer ascenso del Villarreal a Primera División. Ya en Primera, el club reforzó su plantilla y realizó nuevos fichajes, lo que llevó a nuestro protagonista a ocupar un segundo plano en el equipo.

Salillas escribe su historia en Orriols

Si se mide el rendimiento de Paco Salillas en un terreno de juego, las dos temporadas que defendió la camiseta ‘granota’ fueron en las que pudo ver al mejor Salillas de su carrera.

Llegó a la disciplina levantinista en la temporada 1999-2000 para ser el delantero titular del equipo. Con el dorsal 9 a la espalda, el ariete comenzó la temporada en un gran estado de forma, marcando algunos goles importantes que dieron aire al equipo en las primeras jornadas ligueras. El jugador pronto lograría ganarse el cariño de una afición entregada a un delantero que estaba sorprendiendo en sus primeros meses en Orriols.

Esa temporada consiguió el trofeo Pichichi de Segunda División con 20 goles. A pesar de su gran temporada individual, en lo colectivo el equipo no logró el ascenso a Primer División. La temporada acabo con el Levante en 7ª posición de la tabla, a tan sólo cinco puntos de los puestos de ascenso.

En su segunda temporada, ya veterano a sus 33 años de edad, Salillas mantuvo un gran rendimiento y se consolidó como el ídolo de la afición ‘granota’. El ‘9’ siempre respondía y ayudó a lograr puntos importantes. Cuando el partido se tornaba complicado, siempre quedaba la esperanza de que Salillas “cazase” algún gol que diera la vuelta al resultado. Aquel delantero bajito presionaba, se vaciaba en el campo, asistía y marcaba. Los que le veían jugar decían que era rápido y ‘pillo’, del estilo de jugador - salvando las distancias - de Raúl, Neuville o el ‘conejo’ Saviola.

Aquella temporada la terminó con 17 goles en su casillero, a tres goles de pichichi del Atlético de Madrid, Salva Ballesta. El Levante cerró aquel año en la 8ª posición del campeonato a catorce puntos de los puestos de ascenso.

Esa sería la última temporada de Paco Salillas en las filas del Levante. Tras dos años en Orriols, el delantero maño disputó un total de 72 partidos en los que anotó 37 goles, algunos de ellos de muy bella factura. Otros, simplemente, contribuyeron a los intereses del equipo.

72 partidos, 37 goles y su huella imborrable en una afición agradecida. Ese fue el legado que ‘El Panzer del área’ dejó en su corta etapa en el Levante, el equipo en el que más goles anotó como profesional.

Una forma menos exigente de disfrutar del fútbol

Cerrado su capítulo como levantinista, Salillas recaló en el Castellón con la ilusión de ayudar a lograr el ascenso a Segunda División. El Castellón quedó ese año campeón de su grupo de Segunda B y Salillas anotó goles importantes en el play off de ascenso, aunque no fueron suficientes para que el equipo escalase a la ‘categoría de plata’.

En los últimos años de su carrera pasó por equipos humildes como el Alagón, el Figueruelas o el Remolinos, aún con talento en sus pies y con la realidad de tener que colgar las botas cada vez más próxima. En su último año en el Remolinos desempeñó la función de jugador-entrenador, pensando en que era momento de empezar a visualizar otras posibilidades.

Paco Salillas se retiró del fútbol profesional en 2008, tras veinticinco años de carrera deportiva y nueve equipos profesionales distintos.

Actualmente vive tranquilamente con su familia en Alagón, su tierra natal. Aunque no está totalmente desvinculado del fútbol. Dirige una escuela de fútbol en Remolinos desde hace once años, además de ser el entrenador del EFB Pedrola.

(Fotos: canfranc279.blogspot.com.es y mundolevante.com)

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Sobre el autor
Javier Barco
El fútbol. Patrocinador oficial de mis estados de ánimo desde 1993.