El reciente fallecimiento de Vujadin Boskov a la edad de 82 años ha desempolvado del archivo el recuerdo del que fue un gran entrenador, tremendamente querido y respetado por la mayoría de los futbolistas que tuvo a sus órdenes, entre ellos nombres de la talla de Camacho, Sinisa Mihajlovic, Francesco Totti, Del Bosque, Uli Stielike… y la personalidad de un tipo que redujo el fútbol a la mínima expresión, puesto que al serbio le bastaba conjugar una frase con solo dos palabras y sin artículos, para resumir la simpleza y complejidad del juego

Nacido en Begeč  el 16 de mayo de 1931, a Boskov le sedujo el fútbol desde muy pequeño pero uno de sus mayores sueños fue llegar a ser profesor de Geografía e Historia, algo que tuvo que dejar para dedicarse por entero al balón. Jugó durante catorce temporadas en las filas de la Vojvodina de Novi Sad (desde 1949 a 1961), Vujadin se desempeñaba con bastante acierto como medio volante y llegó a ser internacional por la extinta Yugoslavia en 57 ocasiones. Disputó los Mundiales de 1954 y 1958, y obtuvo la plata en los Juegos Olímpicos de Helsinki'52, en los que Yugoslavia perdió 2-0 ante mágica Hungría de Puskas, Czibor, Kocsis y compañía.

De la Vojvódina pasó al Sampdoria y luego al Young Boys suizo, precisamente en este club inició su carrera como técnico ejerciendo como entrenador/jugador. Regresó a su país para dirigir al Vojvodina, integrando con posterioridad el staff técnico de la selección Yugoslava, primero como técnico asistente y luego como seleccionador. Entre 1974 y 1978 prosiguió su carrera técnica en Holanda, donde dirigió al Den Haag, conjunto con el que conquistó la Copa Holandesa, y también al Feyenoord durante dos temporadas.

En España comenzamos a conocer la peculiaridad de su carácter y su estilo contragolpeador en Zaragoza. El concepto Boskov del fútbol llamó la atención, su equipo se convirtió en matagigantes y aunque su rendimiento bajaba sensiblemente como visitante, llegando a pasar apuros para salvar la categoría, su carácter y conceptos técnicos dejaron huella. Era la temporada 78/79 y el técnico serbio aprobaba holgadamente en los tres aspectos que comenzaban a cobrar capital importancia en el por entonces fútbol moderno; la psicología, la táctica y la preparación física.

En cuanto a lo primero Boskov poseía la capacidad de generar una indudable motivación en sus pupilos, en referencia a la táctica el serbio destacaba por su amplio repertorio en las jugadas a pelota parada y, en el aspecto físico como buen entrenador de los Balcanes que tenía experiencia en varios puntos de la geografía europea, contaba con sólidos conocimientos en la materia. Además Boskov era sumamente peculiar, muy listo en todas sus intervenciones públicas, con la excusa del idioma poseía una precisión de cirujano para llevarse a todo el mundo a su terreno.

Cuentan que “Fútbol e fútbol, e gol e gol”, la frase acuñada por Boskov en Zaragoza en el año 1979, no fue otra cosa que una forma recurrente de salir airoso en las ruedas de prensa debido a su escaso manejo del castellano. Pero aquella frase aparentemente tan simple acabó convirtiéndose en uno de los mayores tópicos de la historia de este deporte, adquiriendo incluso una significación axiomática, mucho más profunda. La aplastante simplicidad de Boskov en el uso del lenguaje deportivo marcó tendencia y aunque fuera un recurso para salvar la barrera idiomática, lo cierto es que poseía la capacidad de resumir en una frase lo que a muchos les hubiera llevado horas expresar.

Bajo todos estos condicionantes Luis de Carlos, por entonces presidente del Real Madrid decidió apostar por el técnico balcánico, el conjunto blanco buscaba un perfil similar al de Miljanic, estratega en lo táctico y preocupado por la evolución física del juego. Boskov como dijimos reunía ambas condiciones aunque con matices, puesto que a diferencia de Miljanic no vino con técnicos auxiliares pues pensaba que un entrenador debía de ser a su vez un buen preparador físico. En cualquier caso en lo que sí creía era en la inclusión en el staff de un buen recuperador, figura que el Madrid no tenía por entonces. Para Boskov era importante la óptima recuperación de los lesionados y la adecuada puesta a punto de los jóvenes de la cantera, que debían estar en todo momento al nivel necesario para entrar en el primer equipo.

En un principio se puso en duda la capacidad de Boskov para dirigir un equipo con las exigencias del conjunto madridista, pero la directiva confió ciegamente en sus posibilidades. No dudó en proporcionar a Boskov de una serie de fichajes para rejuvenecer la plantilla y elevar la calidad del equipo, destacando entre otras la incorporación del delantero inglés Laurie Cunningham, procedente del West Bromwich Albion, por un millón de libras, el hasta entonces fichaje más caro en la historia de la entidad. Desde un principio comenzó a tomar decisiones controvertidas, especialmente la de llevarse al equipo a Holanda en pretemporada huyendo del calor, algo muy cuestionado y que acabaron haciendo la mayoría de equipos.

Dirigió al “Madrid de los García” por la numerosa presencia de futbolistas con el citado apellido en la plantilla (García Hernández, García Remón, García Navajas, García Cortés, Pérez García). El Madrid recuperó la disciplina en el entreno, reforzando el tono físico y táctico. En su primera temporada logró el doblete en Liga y Copa, logrando ganar el Campeonato tras una emocionante y dilatada pelea con la Real Sociedad. La Copa fue conquistada en la histórica final disputada ante el filial blanco, el Castilla, precisamente en relación a ello y pese a ser considerado un entrenador que no vacilaba a la hora de recurrir a la cantera, este fue uno de los aspectos en los que quizás no cumplió expectativas.

Vujadin estuvo en todo momento arropado por los ‘pesos pesados’ de la plantilla madridista, los Juanito, Del Bosque, Camacho y Santillana le consideraban un gran entrenador y así lo defendieron en numerosas ocasiones cada vez que se refirieron al técnico serbio. No en vano su equipo llegó a semifinales en su primera temporada, cayendo ante el Hamburgo y a Boskov se le debe que el Madrid accediera en 1981 a la final de la Copa de Europa, un hecho que la afición no disfrutaba desde 1966. En aquella final disputada en París ante el Liverpool el Madrid de Boskov cayó por un gol a cero. Todo ello en una campaña en la que en un amistoso de pretemporada el Madrid cayó con estrépito por un contundente 9 a 1 ante el conjunto bávaro del Bayern. Hecho que propició otra de sus geniales escapadas sintácticas: “Prefiero perder un partido por nueve goles que nueve partidos por un gol”, con esta frase salvó el técnico toda la dignidad maltrecha tras la escandalosa derrota del Real Madrid ante el Bayern.

El concepto futbolístico de Boskov quedaba perfectamente ejemplificado en su escueta y certera capacidad de expresión. En su última entrevista concedida a El País en 2010, quedó simplificada esa capacidad que poseía para reducir el juego a la más mínima expresión, pues con una sola frase resolvió la ecuación del éxito de este deporte: “El fútbol es bello porque es sencillo”. Es sin duda la ejemplificación de la personalidad del viejo Boskov, que a lo largo de su carrera nos dejó perlas de su cosecha como: "punto es punto"; "penalti es cuando árbitro pita"; "ganar es mejor que empatar y empatar es mejor que perder"; o "el fútbol es imprevisible porque todos partidos empiezan cero a cero".

Boskov vivió momentos de gloria y decepción como entrenador madridista, tocó la cima en aquella final de la Copa de Europa en la que se quedó a la orilla del éxito. En la citada temporada el Madrid no logró un solo título, y aunque se mantuvo al frente del equipo a la siguiente campaña puso fin a su etapa como entrenador madridista, consiguiendo la Copa del Rey como última contribución al conjunto blanco.

Tras salir del club blanco se marchó al Sporting de Gijón, donde permaneció durante dos temporadas, la primera de ellas completando una primera vuelta más que aceptable con el conjunto astur en la sexta plaza y desinflándose luego en el segundo tramo del campeonato. La segunda temporada fue prácticamente un calco de la temporada anterior y una suculenta oferta del Ascoli le hizo iniciar su carrera en el fútbol italiano, donde dirigió durante una década.  En las filas del Ascoli consiguió un campeonato de la serie B y luego dirigió al Sampdoria, donde posiblemente hizo el trabajo más completo de toda su carrera. Con el conjunto genovés logró el título de la Recopa de Europa en 1989, la Supercopa de Italia, un título de la Serie A y dos Copas de Italia, además  del acceso a la final de la Copa de Europa de 1992, que perdió ante el Dream Team de Cruyff con el histórico gol de Koeman.

Posteriormente dirigió al Roma, Nápoles y Perugia, haciendo debutar a Francesco Totti con 16 años en el conjunto romano.  Boskov sabía transmitir su concepto de juego a sus equipos, la contención y el contragolpe eran sumamente identificables en su ideario de juego, quizás Vujadin lo mejor que hacía era simplificar el fútbol y transmitirlo con idéntica precisión y pasión a todos los jugadores y equipos que dirigió. Tras diez años dejando huella también en Italia se marchó al Servette suizo, para luego poner punto y final a su carrera como seleccionador yugoslavo durante la Eurocopa del 2000.

Aquel último día se percató que había llegado el momento de marcharse, pues no acababa de identificar ese fútbol es fútbol que tanto había amado, ya no sentía la misma motivación para seguir en un fútbol que bajo su prisma cada día se complicaba demasiado. Por ello quizás ahora que nos ha dejado ha llegado el momento de retroceder a esa rueda de prensa histórica en la que una frase aparentemente sencilla y pueril quedó para la historia y nos puede servir como recordatorio para percatarnos que tanto en el fútbol como en la vida nos complicamos demasiado, cuando todo debería ser más sencillo.