Dice el sabio refranero que “mal acaba quien mal empieza”. Hay veces que no se cumple esta profecía y hay quien empieza algún objetivo con resultados negativos, pero consigue levantarse y remontar el vuelo (que se lo digan a la selección española en el Mundial de Sudáfrica). Sin embargo, el destino quiso que el refrán se cumpliera a la perfección en la primera, y hasta ahora última, aventura de Luis Enrique como entrenador fuera de España. Obviando que el que iba a ser su segundo, su excompañero Iván de la Peña, abandonase su cargo en plena pretemporada por motivos personales, la relación Lucho-Roma empezó a romperse ya en el mes de agosto.

Viento en contra desde el primer día

Vincenzo Montella (el actual técnico de la Fiorentina) había clasificado al equipo romanista para jugar la última ronda previa de la Europa League. El rival, el Slovan de Bratislava eslovaco no invitaba a pensar en una posible sorpresa. Las cosas se torcieron en ese primer debut. Con Totti en el banquillo, la Roma perdió 1-0 tras encajar en un saque de esquina a poco del final (una situación que se convertiría en repetitiva la de perder partidos en los últimos minutos). Sentar a Totti trae consecuencias terribles entre los tifossi romanistas, que tienen a Francesco como un ser superior, un mito viviente. En la vuelta, jugada en el Olímpico el 25 de agosto, la Roma consumó el fracaso con un empate a uno (gol recibido en el minuto 87), 12 minutos después de Totti saliese del campo sustituido. La mecha prendió en la afición y en la prensa, que desde ese momento no perdonó una al equipo, a los jugadores y, sobre todo, al entrenador que había sentado a Totti.

La relación con la estrella fue de menos a más. Si al día siguiente de la derrota en Bratislava llegó al entrenamiento con una camiseta en la que se leía “BASTA!”, acabó despidiendo visiblemente emocionado el día que Luis Enrique se despidió de Trigoria en el mayo siguiente. Il Capitano, que criticó los métodos e ideas del entrenador en su momento, acabó admitiendo que había estado equivocado y que “todos nos divertimos”. Sin embargo, con la prensa y la afición la relación no mejoró. Más allá de su carácter serio y tajante cuando comparece en sala de prensa, a Luis Enrique le pesaron los malos resultados que cosechó durante casi toda la temporada. Sólo una vez consiguió enlazar 7 partidos sin perder (entre diciembre y enero).

Hubo varias derrotas importantes a lo largo de la temporada en un equipo al que llegaron ocho fichajes importantes que no pudieron rendir al nivel esperado (Stekelenburg, Heinze, Gago, Pjanic, Lamela, Osvaldo, José Ángel y Bojan). Más allá de esa eliminación europea en la previa ante un rival inferior y del adiós copero en cuartos ante la Juventus de Conte y de hasta ocho encuentros con pérdida de puntos por goles encajados en los últimos minutos, dolieron las dos abultadas derrotas ante Fiorentina (3-0 y acabando el partido con ocho jugadores) y Juventus (4-0). Esas derrotas evidenciaron la descompensación de un equipo que dominaba siempre, pero lento y que sufría graves problemas en defensa.

Duras derrotas en los derbis

Sin embargo, si hay algo peor para un hincha o periodista romanista que perder 14 duelos de Liga, caer eliminado prematuramente en Europa sin tu ídolo sobre el campo y ver un equipo entrenado por un español y dirigido por un estadounidense (Thomas R. DiBenedetto asumió la presidencia tras comprar el equipo -junto a UniCredit Group- a la romana familia Sensi), es caer las dos veces ante tu máximo rival.

La Roma perdió los dos derbis “della Capitale” que jugó esa temporada. El primero, en la quinta jornada, de manera cruel: con un gol en el descuento (Klose, minuto 93) tras haber sido empatado de penalti (Hernanes, minuto 50) el tanto inicial de Osvaldo (minuto 5). El segundo, jugado en marzo, empezó con la expulsión del guardameta Stekelenburg y un penalti que supuso el 1-0 (Hernanes, minuto 10). Borini, uno de los descubrimientos de ese año en la Serie A, logró empatar seis minutos después. No obstante, Stefano Mauri, a la hora de juego, puso el 2-1 definitivo. El aficionado de la Roma considera buena la temporada si su equipo no gana ningún título, pero vence los derbis. Ese año, ni títulos, ni tampoco victorias ante el conjunto 'laziale', que acabó muy por encima la liga (4º y con puesto de Europa League).

Datos de la temporada de Luis Enrique

AS Roma 2011/12 Partidos Victorias Empates Derrotas G.F. G.C.
Serie A 38 16 8 14 60 54
Coppa Italia 2 1 0 1 3 3
UEFA Europa League 2 0 1 1 1 2
TOTAL 42 17 9 16 64 59
XI tipo de la Roma 2011/12

Es difícil recordar algo positivo de la temporada de Luis Enrique en la Roma. Seguramente, un hincha giallorosso responda que no hubo nada de positivo en su año allí. También, seguramente, no recordarán el gran descubrimiento que hizo Luis Enrique colocando a De Rossi de central (tanto que Prandelli le utilizó allí en la Eurocopa de 2012). Un Daniele de Rossi que sí conectó con Luis desde un primer momento y que rindió a las mil maravillas fuese en la posición que le pusiese el asturiano. Tanto que le agradeció públicamente por descubrirle en un nuevo puesto y del que aseguro que era "el mejor entrenador con el que he estado, a nivel táctico y en las concentraciones". También Borini, cedido por el Parma esa temporada, se hizo un nombre en el panorama europeo y le valió para fichar por el Liverpool y debutar con la Azzurra. Sin embargo, como colectivo, esa Roma no trae grandes recuerdos.

Pensando ya en “clave Barça”, esa experiencia seguro le ha servido para madurar como entrenador, quien reconoció en su despedida que dimitía porque estaba “agotado” y que sabía que debía mejorar en el aspecto defensivo de cara al futuro (su Roma encajó 54 goles en liga, el 14º más goleado de la liga). Con la prensa pidiendo su puesto un día sí y al otro también, con un vestuario con peleas (el carácter de Osvaldo fue comprobado por Lamela) y después de conseguir edulcorar una relación que llegó a congelarse con la máxima estrella, se puede decir que Luis Enrique se doctoró en la asignatura de “ser entrenador y solventar problemas”. Siempre fue fiel a sus principios de juego, los que tanto gustan en La Masia, pero ni sus jugadores pudieron o supieron interpretarlo sobre el césped, ni él pudo enseñarles correctamente.

Llega a Barcelona más curtido y sabiendo lo que es la presión de un gran club (por títulos, a la Roma no se le puede considerar grande -apenas tres ligas y 9 copas-, pero sí por masa social). La Roma podría ser rival del Barcelona en la próxima Champions League. Quien sabe si los caminos de romanistas y de Luis Enrique vuelven a cruzarse. Así, el asturiano podría desquitarse ante la hinchada y la prensa que tantas veces gesticularon con el puño cerrado y el pulgar hacia abajo pidiendo al César su cabeza.