La Europa League. Esa competición europea en la que no todos los equipos ponen su punto de mira, utilizándola incluso para dar minutos a jugadores poco habituales en sus respectivas ligas domésticas. No fue en caso en el Valencia, que desde el comienzo se fijo como objetivo avanzar cuantas rondas se pudiese, para soñar con Turín, que aparecía muy lejano al comienzo, y quedo muy cerca al final.

La andadura ché en Europa empezó en la fase de grupos, encuadrado en el que se llamó ‘grupo de la muerte’ junto a Swansea, St. Gallen y Kuban Krasnodar. Aparentemente, estos conjuntos no despertaban demasiados temores en los aficionados valencianistas, dado que ninguno de ellos tenía mucha tradición europea. Sin embargo, la realidad fue distinta. Y se vio en el primer encuentro, ante el Swansea en Mestalla. Los de por entonces Laudrup vapulearon al Valencia, que aún no sabía caminar en ese momento inicial de la temporada. Tres goles que fueron una losa para el equipo ché, pero que sirvieron para encender las alarmas y trabajar la clasificación.

Con la derrota en la primera jornada, y la necesidad de sumar tres puntos para no complicarse el pase, el Valencia viajó hasta tierras rusas, para medirse con el desconocido Kuban Krasnodar de Ángel Dealbert. El encuentro, tosco y feo para el aficionado, se resolvió con un gol de Paco Alcácer, que comenzó su idilio con esta competición, y uno postrero de Feghouli, para maquillar el electrónico. El golpe sobre la mesa llegó en la tercera jornada, con la visita del St. Gallen suizo. Los de Mestalla borraron del terreno de juego a su rival, con cinco goles y una oda ofensiva para hacer temblar al Swansea, que veía como el conjunto ché recortaba puntos de distancia.

La visita a Suiza fue un punto de inflexión

Con dos puntos de desventaja respecto al equipo galés, el Valencia visitó el campo del St. Gallen, donde tuvo que remar a contracorriente, ante infinita adversidad, para poder arrancar los tres puntos. Mientras, el Swansea empataba en el último suspiro ante el Kuban, situando al Valencia como líder. Así, el liderato del grupo A se decidía en la penúltima jornada, en el Liberty Stadium, con el enfrentamiento entre los dos mejores conjuntos del grupo.

Un solitario gol de Dani Parejo dio los tres puntos a los de Djukic, capitán de la nave ché en ese momento, dando de manera matemática la primera posición al Valencia. Nada se jugaba ya en la jornada final de la fase de grupos, en la que el conjunto del Turia empató a uno ante el Kuban Krasnodar.

Sorteo benévolo hasta cuartos

Con el final de los grupos, empezó la fase de eliminatorias, desde los dieciseisavos hasta la gran final de Turín. El Valencia, ya con Pizzi al mando, fue emparejado con el Dinamo de Kiev, siempre peligroso, y autor de una eliminación pasada ante el Valencia. en Ucrania, el conflicto socio-político crecía, imposibilitando que se jugase el encuentro. De esta manera, rápido y casi sin tiempo para reaccionar, el Valencia tuvo que viajar hasta Nicosia para disputar el encuentro de ida. El estadio, prácticamente vacío, eliminó el factor ambiental con el que cuentan los conjuntos del este, dando mayor favoritismo al Valencia.

Los de Pizzi vencieron por 0-2, y resolvieron en la ida, con goles de Vargas y Feghouli, en un choque táctico del preparador argentino, demostrando algunas de sus cualidades en los banquillos. La vuelta, sin mayores consecuencias, finalizó con el marcador inicial y el conjunto ché en la siguiente ronda. En octavos ya, se las vería con el Ludogorets, equipo búlgaro que obró el milagro eliminando a la Lazio en un partido antológico. La ida, de nuevo en territorio desconocido, llevó al Valencia hasta Sofia, ya que el Ludogorets no podía jugar en su estadio por la ley UEFA. Los ché volvieron a resolver, con un 0-3 en el marcador, y comenzaron a despertar ilusión en la hinchada valencianista que veía como su equipo podía hacer algo grande en la competición continental. El encuentro, aun así, no fue sencillo, ya que los de Pizzi estuvieron más de una hora de juego con un hombre menos, teniendo Diego Alves que atajar un penalti cuando el 0-1 imperaba en el electrónico.

El choque de vuelta, en Mestalla, tuvo poca historia, y finalizó con un 1-0 y con el Valencia en los cuartos de final con paso firme hacia Turín. El sorteo, una vez más, era favorable para los de Pizzi, esquivando a rivales duros como Juventus o Benfica. Además, el encuentro de ida se disputaba en Basilea, sin aficionados, debido a los incidentes de estos en la anterior ronda de su equipo.

Una remontada de leyenda

Pero, casi sin saber cómo, el Basilea goleó al Valencia, 3-0, en un partido donde a los de Pizzi no les salieron las cosas, la pelota no quiso entrar y el conjunto suizo realizó un excelso esfuerzo. Desde que el colegiado pitara el final, hasta que comenzó el choque de vuelta, la ciudad de Valencia se vistió de gala, edulcorándose con un aroma a remontada histórica. Y así fue, en una noche mágica, Alcácer y Vargas igualaban el 3-0 de la ida y mandaban la eliminatoria a la prórroga.

El delantero valenciano, héroe de aquel encuentro, se lamentaba por fallar una ocasión al filo del tiempo reglamentario del partido, demostrando su carácter ganador. El Valencia no podía perder, no podía ceder en su empeño, y lo logró. Marcó el cuarto, y hasta un quinto, superando a un rival que aún desconoce lo que sucedió aquella noche. El conjunto ché avanzaba hasta semifinales, el éxtasis asomaba y Europa empezaba a conquistarse.

M’Bia acaba con el sueño

Quedaban solo cuatro conjuntos, cuatro ases para vencer, y al Valencia le tocó el Sevilla. La rivalidad, Unai Emery y el pasado sumaban morbo a una eliminatoria definitiva, que determinaría vencedores y vencidos. En el encuentro de ida, el Sevilla fue el claro vencedor del combate, con un gol en clamoroso fuera de juego, que debió ser anulado. El 2-0 llegó rápido, y los hispalenses jugaron con su rival blanquinegro. Los ché pudieron recortar distancias, pero no lo hicieron, saliendo derrotados del Pizjuán, pero pensando en una nueva gesta.

Y eso fue lo que la afición les trasmitió, desde horas antes del encuentro, en uno de los días más grandes que se recuerdan a orillas del Turia. El Valencia respondió, empatando la eliminatoria en la primera parte, y adelantándose en la segunda, dejando la final de Turín a un centímetro. Tan cerca, pero tan lejos. Dos minutos de añadido, un cabezazo de M’Bia, y sueños rotos. El Valencia se quedó a eso, a un suspiro, de alcanzar su final, cayendo derrotado en el más cruel final, ante el imberbe teatro de su ex técnico, que se olvidó la insignia y la vergüenza a orillas de Nervión.

La Europa League terminó entre lágrimas, con sufrimiento y mucho dolor en la afición valencianista. Pero si algo positivo se puede destacar, es la magia, la conexión afición y jugadores, que empezó con gritos de rabia en el primer encuentro, y terminó con aplausos y reconocimiento en el último. Así fue, la Europa League ché.

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