Hace ya tres veranos Jaime Jiménez Merlo llegaba desde Levante a la Meseta, desde el Mediterráneo hasta el Pisuerga o lo que es lo mismo, desde Elche a Valladolid. Pucela firmaba a un portero que en su último enfrentamiento, en el aciago playoff del curso 2010-11, había padecido gravísimos calambres mientras, oh casualidad, los suyos ganaban a los entonces dirigidos por Abel Resino.

El triunfo ilicitano quedó truncado por el Granada y Jaime cambió de aires, vil casualidad, en dirección a la ciudad que había quedado chafada al ver roto su sueño de volver a Primera. El de Valdepeñas llegó a su nuevo hogar tras haber recibido no pocas críticas por su actuación como jugador del Elche, aunque la parroquia supo perdonarlo y darle el respaldo que merece un jugador que porta la zamarra blanca y violeta.

El roce hace el cariño

Los primeros partidos del Real Valladolid en la era Djukic fueron con Jaime en portería, y Zorrilla quedaba satisfecha con su nuevo guardameta, que pronto se ganó el respeto del graderío con buenas actuaciones y simpatía y amabilidad en los entrenamientos con los más pequeños. En el ámbito futbolístico, los pucelanos mostraban sus credenciales al ansiado ascenso, siempre que los equipos gallegos flaqueasen en su rumbo a Primera.

Deportivo y Celta eran los rivales directos de los castellanos, que no tardaron en afrontar un partido de gran relevancia ante los celestes. Ese choque, disputado en el feudo vallisoletano, se saldó con triunfo visitante merced a un gol de Orellana en el que Jaime, que estaba cuajando una buena campaña, pudo hacer bastante más. Algunos aún recuerdan las declaraciones del cancerbero a la conclusión de los 90 minutos en el que aseguraba que el disparo era casi imparable. A pesar de este fallo, nadie le puso la cruz, ya que errar es humano, y todos tenemos derecho a un traspiés de vez en cuando.

Y en invierno, apareció el Tottenham en escena, como ese actor secundario que quiere entrometerse en la hermosa pareja formada por la princesa y el príncipe. Al parecer, los británicos querían que reforzara su portería, si bien el albaceteño denegó oferta formal ninguna y habló de mero interés, aunque muchos aficionados, en su empeño en oír lo que quieren oír y no la realidad, todo sonó a que Jaime había desestimado a los de White Hart Lane por seguir el Nuevo José Zorrilla.

La temporada siguió adelante con Jiménez atravesando un buen estado de forma, así que la grada asistía, convertida en Julieta, al buen hacer de su Romeo bajo los palos. Como en la obra de Shakespeare, la tragedia se cernió sobre estos enamorados protagonistas, ya que en el primer partido de playoff ante el Córdoba, Jaime caía lesionado y decía adiós al curso futbolística, en favor del hasta entonces inédito Dani Hernández, que supo desenvolverse adecuadamente y ayudar al retorno a Primera.

Dos años después de caer al pozo, Djukic comandó un grupo que devolvió a Valladolid a la élite del deporte rey español, así que todo eran alabanzas y palabras de apoyo a los pucelanos, desde el delantero hasta el portero, así que corrían ríos de vino y rosas.

Jaime el campeador

Una vez recuperado de su lesión y tras la pretemporada, el ex del Eche seguía contando con la confianza del técnico serbio y ayudaba al buen rumbo tomado por el equipo, mostrando que habían llegado a la división de oro para quedarse. Sin embargo, su nivel comenzó a descender y este bajón se confirmó en forma de sendas cantadas ante Espanyol y Betis, si bien la primera de ellas fue anulada erróneamente por el árbitro, aunque la cometida ante los andaluces significó la derrota ante los verdiblancos.

Miroslav se percató y dio entrada a Dani Hernández en su lugar. El manchego quedaba relegado a la suplencia y daba a entender que no sabía el porqué, que él se veía como siempre. Finalmente el míster balcánico revocó su apuesta y devolvió a Jaime entre los tres palos, que cual Cid sobre Babieca recuperó su mejor nivel para impedir que su amada afición olvidase al galán con guantes que él es.

Con el verano en el calendario, llegó la hora de renovar. El guardameta iba a cumplir 33 años y el club no quería casarse con él por más de una temporada, por mucho que a ciertos sectores de la grada les encantaría contraer nupcias eternas con el carismático meta de Valdepeñas. El tira y afloja residía en que Jiménez y su representante, Javier González, querían un contrato de mayor duración, ya que la edad en el fútbol puede ser un impedimento para encontrar nuevo acomodo. La dirección deportiva pucelana, por sus circunstancias deportivas y económicas, no le concedió más de un año. "Lo tomas o lo dejas" fue el mensaje de los despachos, un mensaje que Jaime aceptó y dio lugar al inicio del último año de este portero como blanquivioleta.

El principio del fin

Con Dani Hernández en Grecia, la competencia no decayó sino que aumentó en Zorrilla, pues llegaba Diego Mariño, flamante campeón sub-21, aunque bajo la estela de David de Gea. El Villarreal depositaba su confianza en los ahora entrenados por Juan Ignacio Martínez para que pulieran a su joven guardameta mediante minutos y confianza. A pesar de que Jaime no bajó la guardia, Juan Ignacio se decantó por el gallego como su hombre bajo palos. La floja actuación del de Valdepeñas en Copa, el escaparate donde los suplentes pueden reivindicarse, no ayudó a cambiar la situación.

Mientras tanto, el sector amante de Jaime no se cansó de loar y enviar rosas al albaceteño, no siendo pocos los mensajes que aseguraban que era un error que Mariño dejara a Jiménez en el banquillo, aunque los partidos demostraban que el ex del Villarreal era objetivamente mejor que el ex del Elche. El Valladolid, sin embargo, iba en caída libre y coqueteaba con los puestos de descenso a pesar de que Diego hiciese paradas salvadoras en más de una ocasión.

(Foto: Defensa Central).

Las cosas no funcionaban y, para alegría de esta Julieta encarnada por parte de la afición del Real Valladolid, Juan Ignacio cambió de parecer y otorgó a Jaime Jiménez Merlo la titularidad. Su actuación fue de diez partidos, recibiendo en ellos una docena de goles, entre ellos uno del Real Madrid y el especialmente sangrante del Betis, que prácticamente desde el medio del campo indicó al Pucela la dirección de Segunda.

El último partido de la temporada, en forma de derrota ante el Granada, dejó una de las imágenes con más trasfondo de la campaña: Jaime estaba sentado, abatido, con la cabeza gacha bajo el larguero de una portería que no consiguió mantener impenetrable. Para muchos, especialmente para quienes querrían al manchego en su equipo para siempre, era una muestra de desolación propia de amor a un escudo. Para los críticos con Jiménez, no era sino otro ejemplo de que ese portero, el que un día de hace muchísimos meses sufrió un calambre cuando aún llevaba la equipación del Elche, trataba de aprovechar las circunstancias para quedar bien con la afición.

La infidelidad con la mejor oferta

Tras la tormenta del descenso, llegó la hora de configurar la plantilla en busca de retornar a Primera. ¿Y Jaime? El club estaba satisfecho con sus servicios, así que su representante recibió una proposición formal de seguir dos años más a orillas del Pisuerga, con la cautela que caracteriza a una operación protagonizada por un hombre que en diciembre soplará 35 velas. Sin embargo, el tira y afloja de esta ocasión no se ha saldado con acuerdo.

Según comentaron los medios locales, el presidente del Real Valladolid, Carlos Suárez, se negó a verse las caras con Javier González, que acabó reuniéndose con Braulio Vázquez en nombre de su representado. La mala relación entre Suárez y González terminó por imposibilitar que Jaime Jiménez siguiera portando el '1' pucelano, por desgracia para los "jaimistas", que ven cómo su portero predilecto no ha tardado en firmar por el Eibar, recién ascendido a Primera.

Los vascos le han ofrecido un año de contrato, pero que se ampliaría a otra temporada más si los de Ipurúa logran mantener la categoría. ¿Desde cuándo manejaba Jaime esta proposición? ¿Qué trasfondo hay en la negociación mantenida en los despachos de Zorrilla? Solo lo conocen los allí presentes, pero el caso es que Jaime ha puesto punto y final a su trienio en el Real Valladolid, tres años en los que deja una parte de la grada que defiende a cuchillo al cancerbero albaceteño y a un sector que ha recelado de la forma de actuar del de Valdepeñas, aunque agradecen los servicios prestados.

Adiós Jaime. Una parte del que fue tu estadio te añorará. La otra no sabe si debe echarte de menos.

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Sobre el autor
Juan  Navarro García
Periodista y persona por encima de todo. Cofundador de @sexomandamiento. Caer, levantarse, insistir y aprender.