Nacido en 1964, Miloš Bursac era un nueve puro. Sus 184 centímetros y 80 kg de peso no intimidaban en el plano físico pero sí le capacitaban para desenvolverse con peligro cerca del marco rival. Poseía un buen disparo con ambas piernas y un aceptable juego aéreo. Desarrolló sus primeros años como profesional en el fútbol de la antigua Yugoslavia, goleando en equipos como Hajduk Split, Sutjeska o Estrella Roja, donde coincidiría con Robert Prosinecki o Darko Pancev.

Desde allí daría el salto a la liga francesa, fichando por el SC Toulon, club que desde entonces ha sufrido graves problemas financieros que le han obligado a refundarse pero que en aquel momento peleaba con los mejores. Tras tres temporadas en Francia llegaba al Celta con la misyojugueión de complementar la faceta realizadora que con tanto acierto había llevado a cabo Vlado Gudelj en la temporada anterior. Bursac había anotado 22 goles durante su periplo por tierras galas, cifra modesta pero nada despreciable para un equipo que perseguía la permanencia.

Inicio con turbulencias

La temporada no comenzó bien para el serbio. Una lesión le mantuvo en el dique seco hasta la sexta jornada, en la que disfrutó de sus primeros minutos frente al Espanyol. No conseguiría anotar ni en este encuentro ni tampoco en los minutos de los que disfrutó ante Rayo Vallecano y Osasuna. Bursac, con la pólvora mojada, no lograba hacerse con la titularidad pese a que el equipo competía de manera digna y veía como las semanas pasaban sin caer a los temidos puestos de descenso.

Pese a los buenos resultados los problemas del Celta se acumulaban en los despachos. Un cuello de botella que alcanzó a uno de los jueces de línea de Santamaría Uzqueda durante el partido en Balaídos ante el Atlético de Madrid provocó la clausura del estadio durante una jornada. La situación se agravaría tras el tristemente célebre Celta-Sevilla arbitrado por Díaz Vega, que supuso el cierre del estadio por otros dos partidos más así como sanciones diversas para varios miembros de la plantilla y del cuerpo técnico. El colegiado asturiano se había erigido también como protagonista cinco años atrás en un Deportivo-Celta de Segunda División que resultó clave para resolver el ascenso a Primera.

Una caldera en pleno invierno

Con estos condicionantes tocaba jugarse los cuartos en el exilio de Pasarón el día 6 de diciembre. Con una climatología típica del invierno gallego, el barrizal pontevedrés acogía el duelo entre Celta y Real Sociedad. Un Celta con importantes bajas debido a las sanciones impuestas por los diferentes comités saltaba al terreno de juego dispuesto a imponerse a un equipo donostiarra que no llegaba en un buen momento. Los de Toshack apenas habían sumado ocho puntos – con cuatro negativos de la época– en 12 jornadas y ocupaban puesto de promoción de descenso mientras que los celestes llegaban hasta los diez puntos y veían el choque como una buena oportunidad de distanciar a un rival de la zona baja. La afición respondió y 17.000 almas llenaron Pasarón, llevando a un disminuido Celta en volandas.

Océano marcó el gol de la Real (Foto: LFP)

El partido comenzó a pedir de boca para los celestes. Todavía no habían transcurrido diez minutos cuando Bursac, en disposición de encarar a Yubero, era derribado por Alaba. El zaguero donostiarra veía la tarjeta roja y dejaba a su equipo en inferioridad numérica con 80 minutos por delante. El choque se ponía cuesta abajo, más aun cuando apenas tres minutos más tarde Bursac anotaba el 1-0. Lo más difícil ya se había hecho y solamente quedaba gestionar la ventaja numérica bajo una lluvia pertinaz y un frío invernal con el marcador a favor. Pero la Real no se rendía. Pese a su mala situación en la tabla los vascos contaban con gente de peso como Górriz, Pikabea, Imaz, Oceano o Kodro. Sería precisamente el portugués quien colocaría las tablas en el marcador con un cabezazo a la salida de un córner que batía a Santi Cañizares. Tocaba volver a empezar.

Gloria sobre el barro

Equipo dispuesto por Chechu Rojo en Pasarón

La segunda mitad se convirtió en una lucha sin cuartel sobre un césped tremendamente castigado por la climatología y Toshack, consciente de que tantos minutos en inferioridad podían pasar factura a su equipo en el aspecto físico, optó por un planteamiento conservador retirando en el intermedio a Meho Kodro e introduciendo a Guruceta, futbolista de brega. Chechu Rojo no hizo aquel día honor a su fama de precavido e introducía a Carlos y Mosquera por Aguirretxu y Dadie. Ni el mismísimo Louis Van Gaal se atrevería a semejante ofensiva en un partido actual, aunque enfrente únicamente tuviese a diez futbolistas. El Celta, con el indiscutible apoyo de Pasarón, se vino arriba y encerró a los donostiarras. El premio a la constancia llegaría en el minuto 70. Una jugada personal de Paco Salillas terminó con un pase a Miloš Bursac, que disparó sobre la meta de Yubero. El tanto se dio por válido pese a que no quedó del todo claro que la pelota hubiera traspasado la línea de gol. Era el 2-1 que resultaría definitivo. La Real intentó estirarse en los minutos finales pero sin el olfato goleador de Kodro sobre el césped nada pudo hacer para restablecer las tablas.

Aunque fuese solo por un día, Miloš Bursac se convirtió en héroe del celtismo

Fueron dos puntos muy importantes para los de Chechu Rojo, que dejaban a seis equipos por debajo, quedando la zona de promoción de descenso a cuatro puntos. Una zona en la que se mantenía la Real, muy por debajo de lo esperado a esas alturas. No obstante, Celta y Real Sociedad terminarían la temporada empatados a 34 puntos en los puestos undécimo y decimotercero, con un cierto margen sobre los cuatro últimos clasificados, que aquella temporada fueron Albacete, Espanyol, Cádiz y Burgos. Aquel Celta enamoraba aunque no por la vistosidad de su fútbol sino más bien por su absoluta honradez. Cada punto que lograba el equipo dirigido por el técnico de Begoña se festejaba como una verdadera conquista y la afición así lo sentía, constatando cada domingo que aquellos futbolistas se dejaban la piel en el campo.

El adiós

Miloš Bursac disputaría en total 14 partidos con el Celta durante aquella campaña pero no sería capaz de anotar ni un solo tanto más. En ningún momento conseguiría hacerse con una titularidad que terminarían repartiéndose Gudelj y Salillas, los mismos que en Segunda División. Al finalizar la temporada se formalizó su traspaso al Amberes, donde apenas anotaría tres tantos en un año. Después volvería a España para fichar por el Atlético Marbella, equipo en el que jugaría hasta 1996. A partir de ahí un peregrinaje por distintos equipos belgas y yugoslavos le conduciría hasta la retirada definitiva en el año 2004, con 40 años.

Para la historia del club quedará aquel partido disputado en diciembre del 92. Allí, aunque fuese solo por un día, Miloš Bursac se convirtió en héroe del celtismo. El héroe del exilio. El héroe sobre el barro de Pasarón.