El silbato de Philip Don señaló el principio del fin. El Dream Team de Johan Cruyff, un equipo legendario, que ha pasado a la historia del fútbol mundial, cayó el 18 de mayo de 1994 ante el Milan. Era la final de la Champions, 1 año y 363 días después de consagrarse como rey de Europa por primera vez. 
El estadio olímpico de Atenas fue el fiel testigo de una de las decepciones más grandes de la historia del club. El Barça se enfrentaba a un Milan inestable que se vino arriba tras unas declaraciones de Johan Cruyff, en las que aceptaba la vitola de favorito. 
El Dream Team acumulaba su tercera liga consecutiva. Después de los dos milagros de Tenerife, el fantasma de Djukic acabó con la persecución del Barça al Deportivo de la Coruña. 15 victorias consecutivas coincidieron con el temblor de piernas de los gallegos, que empataron 12 partidos hasta el penalti que erró el futbolista serbió. 

El Barça, tras conseguir la tercera liga seguida, se presentó al Olímpico de Atenas con Zubizarreta; Ferrer, Nadal, Koeman, Barjuan; Guardiola, Bakero, Amor; Txiki Beguiristain, Hristo Stoichkov y Romario. En frente el Milan de Capello: Rossi; Panucci, Galli, Tassotti, Maldini; Albertini, Desailly, Donadoni; Boban, Savicevic y Massaro. 

La sorpresa fue mayúscula. Una afición triunfal y un equipo confiado toparon de bruces con la derrota más dolorosa de la historia del club: 4-0 para los italianos. Dos goles de Massaro, un golazo de Savicevic y otro de Desailly desarmaron a los azulgrana. Massaro remató dos balones a la red en la primera mitad, de primeras, como mandan los cánones del nueve italiano. 

En la reanudación, Savicevic recuperó un balón en el flanco izquierdo y superó a Zubizarreta con una vaselina estupenda que se coló por el palo largo. Desailly cerró la humillación con un chute cruzado tras recuperar la pelota en zona de tres cuartos. El banquillo italiano lo celebraba en la pista de atletismo griega mientras que Rexach, el Flaco y compañía observaba atónitos el baño en las sillas plegables del Olímpico de Atenas. 

El Barcelona afrontará la octava final de Copa de Europa de su historia con un clima similar al de ese encuentro. Un estadio parecido, con pista de atletismo incluida, ante un rival italiano y con la inconfundible vitola de favorito. Esta vez Luis Enrique rechaza esa etiqueta y los jugadores parecen concienciados de que costará derrotar al campeón italiano. 

El ganador se adjudicará un triplete histórico. Para la Juventus sería el primero de su historia y si lo consigue el Barça se convertiría en el primer equipo en conseguirlo dos veces. Pero lo cierto es que se respira en el ambiente que el Barça lo tiene hecho. 

Los azulgrana parece que solo pueden ya perder esta final y el precedente indica que las finales no entienden de favoritos. Es necesario girar la cabeza, mirar a Atenas y aprender de los errores. 

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