Guillermo Hernández Robaina (Las Palmas de Gran Canaria, 12/12/1945) es historia viva de la UD Las Palmas. Pero no fue una historia cualquiera la que vivió el lateral izquierdo grancanario en el club de su vida. No. Formó parte de la época más recordada en la corta historia de la entidad de Pío XII. Pero no solo formó parte de la misma como un jugador más. Tampoco. Lo hizo como uno de los hombres más importantes y ejemplares del club isleño durante los 12 años en los que defendió, vistió y dio a conocer con orgullo los colores tan característicos del equipo insular, los que representan a la arena amarilla de la playa de Las Canteras y al azul del océano Atlántico.

Un señor que fue siempre importante para todos y cada uno de los entrenadores de los cuales recibió órdenes: Luis Molowny, Héctor Rial, Pierre Sinibaldi, Heriberto Herrera, Roque Olsen, Miguel Muñoz y Antonio Ruiz Cervilla, todos ellos entre los años 1969 y 1981. Criado y crecido en el popular barrio de La Isleta y dados sus primeros pasos en el balompié en un carismático e histórico club (en el ámbito regional) como es el Real Artesano FC, Hernández fue integrante de aquella generación de futbolistas de la UD Las Palmas conocida como ‘Los diablillos amarillos’, los cuales tuvieron el honor de lograr una Copa del Rey de Juveniles en el año 1963, comandados por el mítico y ya mencionado Molowny, que, poco después, accedería a la dirección del primer equipo.

Dicha generación marcó una época en el fútbol español. Un club como Las Palmas que se sustentaba, única y exclusivamente, en jugadores nacidos en Canarias, la mayor parte de ellos naturales de Gran Canaria aunque también una gran cantidad de los mismos procedieron de la isla de Tenerife, mientras que una minoría de los integrantes del club isleño de aquellos tiempos también procedía también del continente sudamericano. Es el caso de uno de los otros exfutbolistas a los que se le entregará la insignia de oro, Gilberto Rodríguez Pérez, conocido como Gilberto I, nacido en el municipio tinerfeño de Los Silos. Hernández llegaría un poco más tarde a la primera plantilla que los Germán Dévora, Tonono, Guedes, Paco Castellano y compañía. Sería en el año 69 cuando debutaría con la Unión Deportiva que venía de conseguir sus mayores logros deportivos desde que se fundara en 1949.

El curso 67/68 será siempre recordado como aquel en el que los amarillos estuvieron más cerca de alzarse con el título liguero: tan solo cuatro puntos separaban al primer clasificado y, por tanto, campeón de la Liga, el Real Madrid (42 puntos alcanzados) y al tercero, en este caso, la UD (38 puntos, a tan solo dos partidos de igualar la anterior cifra) con el FC Barcelona como subcampeón. Mientras, en la temporada 68/69, la disciplina insular obtuvo su mejor clasificación histórica en la competición doméstica: segundos, a nueve puntos del primero que fueron, de nuevo, los merengues (48 puntos) en aquellos tiempos, los 60, conocidos como el ‘Madrid de los Yé-yé'.

Arribaba Guillermo al primer plantel con la conciencia de que el listón se encontraba alto y que la exigencia era máxima, no solo por tratarse de la Primera División, sino porque debía dar el nivel para ser considerado como apto en uno de los conjuntos que mejor y más bonito fútbol practicaba de la época, sino el que más, de España. Pero a él no le resultó tan complicado y enseguida se adaptó a lo que requería la máxima categoría, llegando a afirmar incluso que no era necesario, a él ni a sus compañeros, que le hablaran y le aconsejaran en los momentos previos a un partido porque "salir al campo y ver que tanta gente nos esperaba para animarnos nos daba una fuerza increíble”.

Debutó un 13 de septiembre de 1969 en el encuentro que correspondía a la primera jornada de la campaña 69/70, con 23 años, frente al Elche y, como no podía ser de otra manera, en el antiguo Estadio Insular. Debut soñado para el menudo jugador grancanario con una victoria aplastante sobre los ilicitanos por cinco goles a uno en una noche agraciada para Gilberto I, que anotó un hat-trick. En sus inicios como jugador de Las Palmas, Guillermo comenzó jugando en la demarcación de defensa central, algo chocante y sorprendente, sobre todo en nuestros tiempos, debido a su corta estatura: 1,70 metros. Sin embargo, se puede decir que le vino como anillo al dedo ocupar esa posición en el campo, pues pudo aprender de un experto en el corte, la rapidez, la seguridad y el pase como era Antonio Afonso Moreno, Tonono, ‘El Omega’. Muchos partidos en los cuales coincidió con el veintidós veces internacional con la Selección nacional que le sirvieron para ganar esa experiencia y solidez que más tarde le caracterizaron y que sería una de sus muchas señas de identidad.

Fotografía: Google Images

En ese mismo curso debutaría en competición europea. En un momento en el cual tan solo los primeros clasificados de las ligas participaban en la Copa de Europa, la UD, subcampeona, como se dijo antes, en la anterior campaña, accedió a la disputa de la que en ese momento se denominaba Copa de Ferias, pues la Copa de la UEFA asistiría a su creación poco tiempo después, en 1971. Hernández sería protagonista en la primera participación europea de la UD Las Palmas en su historia contra el Hertha de Berlín. A los cuatro días de debutar con la zamarra amarilla, jugaría de nuevo en el Insular ante los alemanes en lo que era el duelo de ida de los treintaidosavos de final. Empate sin goles en el recinto del barrio de Ciudad Jardín para luego ser eliminados en la capital germana un mes y medio después con un solitario tanto del defensor tudesco Bernd Paztke.

Se podría decir que Guillermo Hernández estuvo presente y fue fundamental en los momentos clave de la UD Las Palmas como institución deportiva, como serían los cuartos de final de la Copa del Generalísimo jugadas frente al Real Madrid en el año 1975. Victoria insular en Las Palmas de Gran Canaria por un apabullante cuatro a cero, pero derrota abultada y polémica, bastante, por cinco goles a cero en el Santiago Bernabéu en el encuentro de vuelta. Siempre se dijo que en aquel partido se produjo un auténtico robo a los amarillos por parte del colegiado que dirigió la contienda aquel día, el sevillano Sánchez Ríos.

Hacía menos de dos años antes, en 1972, Hernández fue artífice de uno de los mejores partidos que se recuerdan de la entidad grancanaria en su historia y en la mejor participación europea de los isleños de las tres en las que estuvieron presentes, pues en la 77/78 jugarían una tercera. A las órdenes del técnico galo Pierre Sinibaldi, la UD ganaría al Torino italiano por un inolvidable 4-0 con dobletes de Germán y del paraguayo-argentino Soto, remontando, de esta manera, el 2-0 de la ida en Turín en la cual Guillermo no estuvo presente. La UD llegaría a los octavos de final, tras apear de la competición en dieciseisavos al Slovan de Bratislava, donde se las vería con el Twente holandés que los eliminaría por un global en la eliminatoria de 2-4. El conjunto de los Países Bajos llegaría, finalmente, hasta las semifinales. En todas esas citas, estuvo presente el defensor isletero que, con el tiempo, sería traspasado de la posición de central a la de lateral izquierdo, siendo su homónimo en el otro costado Martín Marrero. Al chicharrero le correspondía la faceta más ofensiva, siendo uno de los pioneros en nuestro país de la función del carrilero, mientras que en el grancanario residía el aspecto más defensivo de los dos laterales, afirmando este en más de una ocasión que “defendía en un 70 % del tiempo”.

A pesar de su ya nombrada baja estatura, Guillermo no tenía dificultades en lo que a juego aéreo se refiere, pues era un futbolista que se caracterizaba por su buen salto y su regularidad, aparte de por su dureza pero no por ello no era un jugador limpio. Al contrario, siempre tenía como único objetivo el balón.

Pero si un momento fue especial para él fue la disputa de la final de la Copa del Rey contra el FC Barcelona el 19 de abril del año 1978 en Chamartín y siendo el capitán de Las Palmas en la misma. A diferencia de la Copa de la UEFA, donde el equipo fue eliminado en dieciseisavos por el conjunto inglés del Ipswich Town merced a un global de 3-4 (Guillermo participó en los treintaidosavos donde los canarios vencieron al Slobodan Tuzla bosnio por un global de 8-4), la participación de los isleños en el torneo del KO había sido inmaculada tras eliminar, desde la tercera ronda, a equipos de Primera División salvo el antiguo CD Málaga, en aquel entonces en Segunda. El resto de equipos superados por los insulares fueron el Espanyol en la cuarta ronda, el Cádiz en dieciseisavos, el Atlético de Madrid en cuartos (remontando el 3-2 de la ida en El Calderón) y el Sporting de Gijón en semifinales hasta llegar al último y más esencial partido, el de la ya mencionada final.

Miles de aficionados fueron los que se desplazaron a la capital de España para animar a los chicos entrenados por el mítico Miguel Muñoz en el que era, y es, el encuentro más importante en la historia de la entidad palmense. Guillermo Hernández había sobrevivido a esa especie de etapa de transición que se había producido en el club a principios de los 70 cuando los inolvidables Tonono, Guedes, Castellano, Dévora, los Gilbertos y compañía dejaron de tener esa vital importancia en el equipo, unos por su edad y otros por desgraciados acontecimientos como fueron las muertes prematuras de los dos primeros jugadores nombrados anteriormente, y llegó la etapa de los argentinos a Pío XII con Miguel Ángel Brindisi, Carnevali, Quique Wolff y Morete.

Alineaciones de la final de Copa del Rey de 1978

TVE emitió el compromiso copero con la ilusión pendiente de, no solo la isla de Gran Canaria, sino de todo el archipiélago. No obstante, con el protestado arbitraje del trencilla murciano Ángel Franco Martínez, los blaugrana salieron sin miramientos al terreno de juego y a los quince minutos ya vencían por cero goles a dos, obra estos de Charles Rexach desde los once metros y de Juan Manuel Asensi. El mediocampista albiceleste Brindisi conseguía recortar distancias a los veinte minutos con un golazo desde la banda izquierda, sin apenas ángulo. La esperanza volvía a instaurarse en la afición amarilla, pero siete minutos después, de nuevo Rexach volvía a anotar. Cuatro goles antes de la media hora que serían, a la postre, los que dibujarían el marcador final en el luminoso.

Poco más se le podía pedir a la UD. Un equipo humilde como el canario, con recursos no tan numerosos y sobrados como los que podían tener en aquella época clubes como el Barça, el Madrid, el Valencia (con el matador Kempes en sus filas) o el Atlético, pocos años antes subcampeón de Europa frente al Bayern de Münich y campeón intercontinental. Si Guillermo Hernández no era un histórico antes de aquel partido de abril de finales de los 70, el mismo fue la confirmación definitiva de que su nombre, apellidos, trayectoria y entrega quedarían grabados para siempre en las páginas doradas y legendarias de la UD Las Palmas.

El futbolista de La Isleta permaneció tres temporadas más en el plantel 'pío-pío', totalizando, hasta el 15 de noviembre del año 1980, fecha de su último compromiso como jugador amarillo frente al Almería en el Insular (3-0), un total de 307 partidos con el equipo isleño en la élite futbolística nacional, 375 si se le suman a esos los disputados en Copa del Generalísimo/Copa del Rey, Copa de Ferias y Copa de la UEFA, anotando, en total, seis goles.

La estirpe de los Hernández no se quedó en el recuerdo de Guillermo, sino que continuó desarrollándose con sus tres sobrinos: Juan Francisco Hernández Socas 'Francis' (1969), José Javier Hernández Socas 'Javi' (1969) y Andrés Alberto Hernández Socas 'Alberto' (1977).

Producto los tres de la cantera amarilla, no tuvieron tanto éxito como su tío, ni mucho menos, pero tuvieron la oportunidad de debutar con el primer equipo grancanario, logro que no muchos consiguen, y que, a pesar de ser pocos los encuentros que jugaron, no los desaprovecharon. Francis perteneció a la plantilla de la UD durante cinco cursos seguidos jugando en Segunda División y en Segunda División B, mismo caso que el de su hermano Javi. Alberto, hermano menor de los dos primeros, que eran gemelos, sí llegó a debutar con Las Palmas en Primera División. En concreto, en la temporada 01/02, en septiembre de 2001 contra el Depor en el Insular (0-1).

El sábado, en los prolegómenos del partido frente al FC Barcelona, le fue entregada, junto a Gilberto I, Oregui y Guedes, este último a modo de título póstumo, la insiginia de oro del club. Más que merecida para el exjugador isletero y hasta tarde parece, por parte de la directiva de Las Palmas, entregarle la misma. Querido Guillermo, si tuvieses 40 años menos...