Una temporada más, el Getafe CF afrontaba el nuevo curso liguero 2015/2016 con una lista de prioridades bastante claras. El objetivo que tenía por delante no solo era mantenerse un año más en Primera División, sino hacerlo sin pasar apuros a final de temporada, jugando bien al fútbol y, como resultado, lograr recuperar esa masa social que tanto se echa en falta en el Coliseum Alfonso Pérez cada domingo.

Un proyecto ilusionante

El encargado de liderar el proyecto getafense sería Fran Escribá. El entrenador valenciano había dirigido las últimas tres temporadas al Elche y, pese a tener aún contrato con el club ilicitano, el descenso administrativo a Segunda División le hizo decantarse por buscar un nuevo destino en el banquillo madrileño. Conocía ya la casa, pues había estado en 2004 como segundo de Quique Sánchez Flores en el debut del Getafe en la máxima categoría del fútbol español. El buen juego que desplegaron los equipos donde estuvo (Valencia, Atlético de Madrid...) y los numerosos éxitos logrados a nivel nacional e internacional –siempre como segundo entrenador– presagiaban una campaña alentadora en el feudo azulón.

Tenemos plantilla para estar entre los 10 primeros” llegó a decir el presidente Ángel Torres en los micrófonos de Radio MARCA a principio de temporada. Y es que las incorporaciones de Moi Gómez (Villarreal), Bernard Mensah (Atlético), Vergini (Sunderland), Damián Suárez y Víctor Rodríguez (Elche), Medrán (Real Madrid) o Scepovic (Celtic) daban a priori un salto de calidad a un equipo cuya baja más importante había sido la de Sergio Escudero rumbo a Sevilla. Para completar aún más una plantilla ya de por sí compensada –pese a los problemas económicos– Escribá dejó claro que también contaba con la cantera (Vigaray, Wanderson, Emi Buendía…). Además, la renovación de Pedro León hasta 2018 sería la piedra angular para la consolidación del proyecto getafense.

Sin embargo, el destino depararía un final bastante diferente y desalentador para el Getafe.

Un comienzo con mal pie

No comenzaría bien la Liga para los de Escribá, que serían los encargados de estrenar la campaña 2015/2016 frente al Espanyol en Cornellà-El Prat. Un gol tempranero de Salva Sevilla bastaría para dar el primer triunfo liguero a los ‘periquitos’, aunque el Getafe tuvo la ocasión de rascar un punto de Barcelona en las botas de un desafortunado Álvaro Vázquez –quizás un presagio de lo que ocurriría el resto del año–. Tampoco sería el mejor estreno posible para el central argentino Santiago Vergini, que sería expulsado justamente por doble amarilla en el minuto 82. Una nueva derrota del Getafe en su primer partido de Liga y ya son cuatro estrenos ligueros consecutivos sin sumar puntos, todos fuera de casa (Sevilla, Real Sociedad, Celta de Vigo y Espanyol).

Hasta la jornada 4 no sería capaz de inaugurar su casillero el equipo azulón. Dos derrotas y la sensación de que Escribá no tenía nada claro su once. Ni en la portería Guaita era indiscutible tras los últimos errores cometidos contra Granada (1-2) y Athletic de Bilbao (3-1). La falta de confianza transmitida por el guardameta haría barajar la opción de probar con el ex del Olympiacos, Balázs Megyeri. En defensa la pareja de centrales Alexis-Velázquez se perfilaba como la más segura de entre todas las posibles, aunque el fichaje de Cala (que empezó como cuarto central) dotaba a la zaga de veteranía y carácter. Los laterales serían ocupados presumiblemente, aunque también con dudas, por Damián y Roberto Lago. Para la sala de máquinas Escribá confiaría en Lacen y Juan Rodríguez, dos centrocampistas que el año anterior habían rendido a buen nivel, aunque la variante del joven Medrán también gustaba y mucho. Arriba se empezaba a notar desde muy pronto la falta de gol que mermó al equipo durante toda la temporada. Tan solo Lafita y pequeños destellos de Wanderson aportaban algo de peligro al ataque azulón.

Tres partidos y tres derrotas, un mal arranque que Escribá ya conocía y que sería un déjà vu de su primer año en el Getafe como segundo de Quique. Al igual que en 2004, el técnico estaba convencido de que el equipo saldría adelante y más pronto que tarde daría la vuelta a la situación. Y así fue, el delantero serbio Scepovic daba (en el primer balón que tocaba en el partido) la primera victoria en casa frente al Málaga (1-0) en la siguiente jornada de liga. Tras ello se caería en el Vicente Calderón (2-0), donde los errores defensivos lastraron el buen partido de los azulones. Víctor Rodríguez comenzaría a ganar protagonismo desde entonces, hecho que distaba bastante del ostracismo en el que se encontraba Moi Gómez (ni siquiera se sentaría en el banquillo frente al Atlético).

Enderezando el rumbo

La reacción más inmediata se produciría en el partido contra el Levante (3-0), gracias a un Álvaro Vázquez que decantó la balanza en apenas 15 minutos con dos goles y una asistencia a Emi. Demostraba así el ariete catalán que iba a seguir dando guerra pese a que Scepovic le había mandado a la suplencia en las últimas jornadas. Luego vendría un valiosísimo empate a 0 frente al Celta en Balaídos, un campo difícil en el que el Barça había perdido inesperadamente por 4-1 dos jornadas antes. Tras la visita a Vigo, tocaba la UD Las Palmas en casa, un recién ascendido que no había iniciado muy bien la Liga y que se encontraba en puestos de descenso. La novedad del Getafinder suponía un atractivo más para que la ‘marea azul’ acudiera al Coliseum a animar a su equipo. Y el conjunto azulón respondió con una goleada (4-0). Víctor, Sarabia y Scepovic en dos ocasiones certificaron la victoria y el cambio significativo de mentalidad del conjunto de Escribá.

Tres partidos con la portería a cero daban cuenta de una solidez defensiva que no se había visto en el arranque de la temporada. Además, el gran estado de forma de sus dos delanteros y el buen rendimiento de jugadores que hasta entonces habían pasado desapercibidos (Sarabia, Pedro León, Vergini…) era muestra de que el equipo volvía a recobrar la sonrisa de la mano de Escribá. Sin embargo, en octubre una mala noticia sacudía el vestuario cuando mejor estaban saliendo las cosas. Álvaro Medrán se fracturaba el peroné durante un entrenamiento, una lesión que había sufrido en abril de ese mismo año y que le mantendría entre tres y cuatro meses apartado de los terrenos de juego.

Un jarro de agua fría para un Getafe que encadenaría tres derrotas consecutivas. La primera frente al Sevilla (5-0) fue un bofetón en toda regla que frenaría la línea ascendente del equipo. Luego vendría la famosa rueda de prensa de Víctor Rodríguez interrumpida por varios jugadores del Barça disfrazados de Halloween, tras victoria azulgrana por 0-2. Sería el propio Víctor el que marcase en la visita a Ipurúa (3-1), ya en la jornada 11, aunque no serviría para vencer a un conjunto armero que por aquel entonces se aferraba a los puestos de Europa League.

Sin Copa, pero centrados en Liga

El empate frente al Rayo (1-1) en el Coliseum, un campo donde los franjirrojos han sumado cuatro victorias y un empate desde que ambos juegan en Primera División, marcaba el camino de la mejor racha de resultados del Getafe esta temporada. La victoria ante el Villarreal (2-0), con una soberbia actuación de Lafita, alejaba a los azulones de la zona de descenso. Tan solo el Real Madrid en el siempre complicado Santiago Bernabéu (4-1) podría ganar a los de Escribá en las siete jornadas siguientes. Tres empates consecutivos (Real Sociedad, Valencia y Deportivo) en los que se empezaría a notar la relevancia de Vicente Guaita bajo palos y también los primeros vestigios de la (algo tardía) explosión de Pablo Sarabia.

Entre tanto, la eliminación en dieciseisavos de final de la Copa del Rey frente al otro equipo ‘modesto’ de la capital. Quizá una eliminación aún más dolorosa debido a esa eterna disputa por el calificativo de “tercer equipo de Madrid”. El 3-1 de la vuelta (Pedro León, Vergini y Álvaro) sería inútil. El mal partido en Vallecas (2-0) condenó al equipo de Escribá, que no se rindió y se volcó al ataque tras el gol de Lass. Otra vez el Rayo salía victorioso del duelo madrileño, aunque no en este partido, pero sí en la eliminatoria. Y es que desde que Getafe y Rayo están en la Liga BBVA, los azulones solo han ganado en una de las nueve ocasiones en las que se han enfrentado. El debut de Megyeri y los minutos de Mensah serían los únicos aspectos positivos de la andadura del ‘Geta’ por esta Copa del Rey.

La marcha de dos pilares fundamentales

Por si fuera poco, el mercado de invierno supondría un duro revés para las aspiraciones del Getafe esta temporada. Dos de sus jugadores más veteranos y con mayor peso dentro del vestuario dejaban el club con el fin de sanear las cuentas de la entidad. Alexis (hasta entonces primer capitán) optaría por el fútbol turco marchándose al Besiktas, mientras que Lafita haría lo propio con su fichaje por el Al-Jazira de los Emiratos Árabes. También el joven canterano del Real Madrid Javi Noblejas –que había sido titular en Copa frente al Rayo– optaría por enrolarse en las filas del Elche en Segunda División. Varios nombres sonaron para reforzar al conjunto azulón en invierno, como el atlético Thomas o incluso la joven perla madridista Odegaard, pero finalmente no se realizó operación alguna y Escribá se quedaría con tan solo veinte futbolistas de la primera plantilla.

Continúa la racha

La eliminación de la Copa del Rey supuso un aliciente más para dar el cien por cien en Liga. El nuevo año 2016 por fin traería la primera victoria a domicilio. Sería en su visita al Molinón, con dos goles en un minuto (Cala y Sarabia) que remontaron el tanto inicial de Sanabria para el Sporting. Era la primera victoria fuera de casa desde abril de la temporada 2014/2015, cuando un gol de Fredy Hinestroza sirvió para poner el 0-1 final en el Martínez Valero. Hasta entonces el Getafe estaba siendo el peor equipo de la Liga fuera de casa, con un bagaje de solo 2 puntos de 24 posibles (Balaídos y Mestalla).

Dos victorias en casa frente al Betis (1-0) y el Espanyol (3-1) devolvían la sonrisa al Coliseum Alfonso Pérez y al aficionado azulón, que incluso soñaba con luchar por Europa a comienzos de la segunda vuelta. Comandados por un Sarabia y un Víctor Rodríguez en plan estelar, con Pedro León pareciéndose al que una vez fue y con el ahora sí valorado Juan Cala siendo el mariscal de la zaga, el navío azulón navegaba más rápido que nunca. Fran Escribá parecía que había dado con la tecla. Los aficionados, como no, también respondieron y la #grandiosaminoría superó los 10.000 abonados.

Un golpe de realidad

Pero nada más allá de la realidad. La racha de tres triunfos con la que el Getafe cerraba la jornada 20ª a mediados de enero, y que dejaba el descenso a 10 puntos, se truncó fatalmente y sumergió al equipo azulón en una crisis de resultados que parecía no tener final. El vestuario tocó fondo. La cómoda posición en mitad de tabla hizo que el equipo se relajase y bajase los brazos. Siete partidos consecutivos viendo la derrota (Granada, Athletic, Málaga, Atlético, Levante, Celta y Las Palmas), seis de ellos sin marcar, la fortaleza del Coliseum ya derrumbada, y la sensación de que o las cosas cambiaban radicalmente o el equipo tocaría fondo de forma irremediable. Para empeorar aún más las cosas, la humillante derrota por 4-0 en Las Palmas dejó una desafortunada declaración de Mehdi Lacen al concluir el encuentro: “Somos una auténtica mierda como equipo”.

Las cosas no cambian

El ridículo de Las Palmas debería haber sido lógicamente el punto de inflexión para que Ángel Torres decidiese de una vez por todas destituir a Escribá. Pero no fue ni mucho menos así. La apatía del equipo en el campo, un vestuario triste y desdibujado, la mala relación de algunos jugadores con el entrenador… todo ello no era motivo suficiente para que se produjese su destitución. Una destitución que la mayoría de aficionados getafenses estaba esperando ansiosa, como así manifestó en la grada.

Los fichajes a la desesperada del internacional uruguayo Álvaro Pereira (que arrastraba una grave sanción de ochos partidos y que sería expulsado en su debut) y del ex delantero del Almería Henok Goitom (124 minutos en 2 partidos) no aportaron apenas nada al conjunto madrileño. La defensa flaqueaba cada domingo y sus errores costaban goles a un Guaita que poco podía hacer. Víctor Rodríguez fue tan de más a menos que llegó a ausentarse en casi toda la segunda vuelta. Y los delanteros, Stefan y Álvaro, perdieron por completo esa chispa goleadora que habían mostrado en algunos partidos antes de acabar el año.

Cinco jornadas más de angustia habría que esperar para que Ángel Torres diese el paso definitivo. Dos empates en casa frente a Sevilla y Eibar con sendos goles de Velázquez, un central que si de por sí su labor defensiva no era poca, también debía encargarse de marcar los goles que los atacantes eran incapaces de hacer –Álvaro Vázquez falló varios goles inexplicables a puerta vacía en algunos partidos–. El resto de encuentros, tres derrotas en las visitas al Camp Nou, Vallecas y El Madrigal. Hasta que el empresario toledano no se vio con el agua al cuello, es decir, con la amenaza del descenso tan cerca, no reaccionó. Vivir eternamente de las rentas del pasado ya no valía. Jugar con fuego les había pasado factura, aunque por suerte todavía no era demasiado tarde.

Esnáider devuelve la esperanza

El 11 de abril de 2016 Fran Escribá dejaba de ser entrenador del Getafe CF. Su sustituto hasta final de temporada sería un conocido de la Liga española: Juan Eduardo Esnáider. Al igual que Escribá, también conocía el banquillo azulón antes de su fichaje, donde ya había trabajado como segundo de Míchel en la temporada 2008/2009 y 2009/2010. Ese año la situación del Getafe era muy similar a la de este, y finalmente se consiguió la permanencia tras lograr 8 puntos en los últimos cinco partidos.

Esnáider tenía mucho trabajo por delante. El principal objetivo estaba claro: recuperar la confianza del equipo. Sin gol el camino a Segunda División parecía inevitable, por lo que su fe en Álvaro Vázquez y Scepovic se hizo evidente desde el primer partido en casa y frente a todo un Real Madrid. Encajó una goleada, sí, pero algo hacía presagiar que la actitud había cambiado. Que realmente la plantilla estaba dispuesta a trabajar duro para salir de la tan nefasta situación cuanto antes.

Y así fue, Esnáider cambió la cara al equipo. Había traído consigo motivos suficientes para creer en la salvación. Recuperó al mejor Pedro León, confió en un Sarabia que asumió dotes de liderazgo, apostó por Medrán en el centro del campo pese a los más de cuatro meses que había pasado en la enfermería, se arriesgó con el canterano Miguel Ángel para cubrir las bajas en defensa y, en definitiva, devolvió la ilusión al Coliseum y movilizó de nuevo a la ‘Marea Azul’. Cinco partidos por delante, cinco finales.

Más cerca de la permanencia 

El primer gran triunfo se conseguiría en Anoeta frente a la Real Sociedad. Un partido que se puso en contra desde la primera parte con el gol de Vela, pero que se sacaría adelante gracias a los tantos de Sarabia y Álvaro Vázquez. La siguiente final: el Valencia en casa. El equipo de Ayestarán era un rival propicio para conseguir otros tres puntos, pero dos ex getafenses, Parejo y Alcácer, aguarían la fiesta (2-2) y complicarían de nuevo las opciones de salvación del Getafe. Solo quedaba pensar en el próximo partido, en Riazor y ante un Depor que aún no estaba salvado matemáticamente. Esnáider demostraría una vez más que su contratación no había sido en vano. La competitividad que antes escaseaba en los azulones se vio más que nunca en A Coruña, certificando un nuevo triunfo con los goles de Pedro León y Vigaray. Tan solo quedaban dos partidos. Ganar uno podía significar seguir en Primera el año siguiente.

En casa, contra un rival directo en la lucha por la salvación y con un Coliseum Alfonso Pérez que registró una de las mejores entradas de la temporada. Pero el Sporting de Gijón de Abelardo daría mucha guerra. Tanta que llegó a adelantarse en el marcador con un gol de Sergio Álvarez que parecía acabar con toda esperanza getafense. Solo la imprudencia de Nacho Cases (que sería expulsado por doble amarilla) daría alas al equipo azulón, que empataba en los minutos finales gracias a un cabezazo de Scepovic. El Getafe terminaba la jornada 37 con la mejor posición posible de entre los tres equipos que descenderían el fin de semana siguiente (Rayo Vallecano, Sporting de Gijón y el propio Getafe). Ahora sí que sí. Todo o nada. La salvación o el infierno de Segunda.

Vencer o morir

Obligados a ganar, el Getafe acudió al Benito Villamarín con el objetivo de lograr su permanencia en la Liga BBVA ante un Betis ya salvado que jugaría su último partido de la temporada como local. Desde el minuto 1’ los nervios eran palpables en los azulones: pésimos controles, pases imprecisos, el lateral izquierdo de Pereira siendo desbordado una y otra vez, apenas tiros a puerta… y todo sabiendo que los resultados del resto de partidos eran desfavorables a sus intereses. Las malas sensaciones se volvieron realidad. El gol a balón parado de Pezzella y el posterior de Rubén Castro desde los once metros mandaban al Getafe a Segunda. La responsabilidad de corresponder a los más de 3.000 aficionados azulones que se desplazaron hasta Sevilla también pesaba sobre los jugadores. Medrán se sacaría un misil desde fuera del área ya en el 84’, que sería en vano tras el 2-1 final que mandaba a los del sur de Madrid a Segunda.

Fin del sueño

El Getafe se despedía de la máxima categoría del fútbol español tras 12 años. Los de Esnáider habían nadado para morir en la orilla. Una segunda vuelta para olvidar les había condenado a jugar el año que viene en la Liga Adelante. Habían tenido la oportunidad de salvarse en su mano, pero no habían demostrado que mereciesen quedarse en Primera en toda la temporada. Ningún equipo desciende en la última jornada, ni en el último mes de competición, sino que se trata de una consecución de 38 encuentros desde agosto hasta mayo. Y el Getafe no había hecho los deberes en la mayoría de ellos. La reacción, desafortunadamente, llegó demasiado tarde.