Hay pequeños momentos que acaban cambiando la historia para siempre. Para la selección española, el mayor punto de inflexión fue la tanda de penaltis contra Italia en aquella eliminatoria de cuartos en la Euro 2008. Hubo otros muchos que marcaron el camino que encumbró al éxito a ‘la Roja’. Por ejemplo, dejar a Raúl fuera de la Eurocopa y entregar el brazalete a Casillas fue un golpe sobre la mesa de Luis Aragonés que sirvió para unir al grupo. Otro gran punto de inflexión fue el cambio en el estilo de juego. Tras el Mundial de Alemania, el cuerpo técnico decidió dar un giro radical y apostar por tener mucho el balón con largas posesiones y jugadas muy preparadas. La llamada ‘revolución de los pequeños’, donde Xavi e Iniesta se convirtieron en el eje fundamental del juego.

El torneo empezó de la mejor forma posible, con una aplastante victoria contra Rusia por 4-1 (equipo al que también pudo eliminar en semifinales). En la siguiente jornada, se cobraron la venganza de la fase de clasificación contra Suecia, con un encuentro muy ajustado que resolvió David Villa en el minuto 92. En la última jornada, España se lo pudo tomar con calma después de asegurar el primer puesto en las dos jornadas anteriores. Aun así, los suplentes españoles se llevaron la victoria y consiguieron hacer pleno; de nuevo, un gol en los últimos minutos (esta vez de Güiza), decantó la balanza. Tres victorias de tres posibles, pero aún quedaba lo más difícil. El equipo que asustaba a Europa tenía que medirse contra un grande para conocer su verdadero techo.

Por eso, entre otras razones, fue tan decisivo el cruce contra Italia en la primera eliminatoria. Si la selección española quería aspirar a algo más que las últimas décadas, era el momento de reivindicarlo. En primer lugar, porque tenían más ganas que nunca de derribar la barrera de los cuartos de final. Eran más de 20 años sin superar esa ronda, así que la oportunidad era histórica para el fútbol español. En segundo lugar, el rival. Uno de los grandes rivales en el derbi del Mediterráneo; un equipo histórico que, además, venía de ser campeón del mundo dos años antes. Un hueso muy duro contra el que medir las posibilidades de España para reeditar una hazaña inédita desde hacía 44 años.

El partido no defraudó. Fue un auténtico despliegue futbolístico de los dos equipos, cada uno demostrando la fortaleza de sus armas. España no pudo practicar un mejor fútbol, moviendo el balón de un lado a otro y generando las suficientes ocasiones como para conseguir una victoria holgada. En total, el equipo español tuvo 22 ocasiones, de las cuales 7 fueron tiros a puerta. Pero enfrente había un equipo muy sólido. El seleccionador italiano, Roberto Donadoni, entendió a la perfección qué partido le convenía llevar a cabo esa noche, y casi le sale bien. Quizá pecó de encerrarse demasiado atrás, y eso le pasó factura en el juego ofensivo: solo tuvieron 10 ocasiones en 120 minutos de juego. Solo la sólida defensa y un Buffon en la plenitud de su carrera llevaron el encuentro hasta el límite.

A pesar del ritmo, fue un partido muy trabado, de esos en los que toca bajar al barro y pelear duro. Señal de ello fue que, entre los dos equipos, sumaron 51 faltas (una más de España). Eso sí, fue duro desde la nobleza; no hubo una extrema agresividad ni entradas muy duras. De hecho, solo hubo cuatro amonestaciones, y ningún expulsado. Aquella noche, el fútbol brilló con esplendor en el Ernst-Happel de Viena con una demostración de juego y lucha entre dos grandes equipos. Dicho todo esto, a los puntos, España mereció ganar en los 90 minutos, y también durante la prórroga a pesar del increíble cansancio. De hecho, David Silva tuvo una de las ocasiones más claras en la última jugada del tiempo reglamentario. Pero el destino e Italia quisieron que esta historia tuviera la máxima emoción posible, y lo consiguieron. A pesar de todas las oportunidades, la falta de gol llevó la eliminatoria a la tanda de penaltis.

En el deporte en general, y en el fútbol muy en particular, no se pueden entender las grandes hazañas sin grandes dosis de suerte. La selección española ha realizado un gran fútbol durante la última década, pero no se pueden entender sus éxitos sin el factor suerte. Disfrutó de esa fortuna con el penalti que para Casillas contra Paraguay en 2010, con el gol tardío de Iniesta y el mano a mano de Robben ese mismo torneo y en la tanda de penaltis contra Portugal en 2012. Pero nada de esto hubiera sido posible si la gracia no hubiera señalado a la Península Ibérica aquella noche. Todo se juntó en favor de España, que no defraudó.

Imagen: Getty Images
Imagen: Getty Images

La tanda de penaltis fue perfecta para el conjunto español. Todo empezó en el sorteo; ganó Casillas, que todavía tenía que vestirse de héroe, y decidió que su equipo lanzaba primero. Así, toda la presión para los italianos en cada lanzamiento. Abrió la tanda David Villa, que no falló y adelantó a ‘la Roja’. Le siguieron Grosso y Cazorla, que también marcaron y pusieron el marcador 2-1. Pero tenía que lanzar Italia para igualar. Fue la primera vez que el portero español se puso el hábito de ‘santo’; lo hizo parando el penalti a De Rossi. Tras esto, anotaron Senna y Camoranesi, pero no pudo decir lo mismo Güiza. Buffon salvó una bola de partido importante deteniendo el lanzamiento. Aun así, Casillas se había propuesto ser el auténtico héroe y volvió a parar un penalti, esta vez a Di Natale.

Y, entonces, llegó el momento decisivo. El realmente decisivo. España estaba ante los once metros más largos de la historia. Si Cesc Fàbregas marcaba el penalti, España eliminaría a Italia y pasaría a semifinales 24 años después. Por eso cogió el balón con mimo, dándole un par de besos antes de colocarlo sobre el punto de penalti. Y entonces llegó el momento. El entonces jugador del Arsenal dio diez pasos hacia atrás, ligeramente escorado hacia la izquierda para facilitar el golpeo con la pierna diestra. Diez pasos por el dorsal 10 que lucía en la espalda y en el pecho. El árbitro hizo sonar su silbato, Fàbregas arrancó la carrera, llegó al balón, tiró cruzado a la izquierda de Buffon y gol. España estaba en semifinales. De haberse ido ese lanzamiento dos metros a la derecha, quizá no hubiera ocurrido todo lo de después. Por eso es tan importante destacar los pequeños momentos que cambian la historia para siempre. Este penalti, sin duda alguna, cambió el rumbo de este deporte. Porque después de este penalti, simplemente vino la mejor selección de la historia del fútbol español.