Era el cierre de la temporada 1996/97, donde FC Barcelona y Real Betis Balompié habían cuajado un año algo irregular pero prácticamente inmaculado en el tramo final. Llegaban como segundo y cuarto clasificados en la Liga, y habiendo abatido en las respectivas semifinales coperas a Las Palmas, por un global de 7-0, y al Celta, en cómputo de 2-1.

Éste fue uno de los mejores Betis que se recuerdan, el que formó Lorenzo Serra Ferrer, cuyos tres meritorios años en Sevilla le llevarían a formar parte del cuerpo técnico y posteriormente a dirigir, aunque de manera breve y con escaso éxito, al propio FC Barcelona. Asimismo ésta sería su última temporada en el banquillo verdiblanco, tras la que marchó habiéndonos permitido disfrutar de un fenomenal ataque, atrevido y de calidad, formado por los excelentes extremos Finidi y Robert Jarni y el delantero español Alfonso Pérez, que cuajaba sus mejores campañas y ya era pieza importante de la Selección, donde tras jugar la Eurocopa 96 de Inglaterra, disputaría el Mundial de Francia 98 y la Eurocopa 2000 en Holanda y Bélgica, rendimiento que acabaría por catapultarlo al FC Barcelona, ya con Serra Ferrer, en el curso 2000/01.

El equipo azulgrana pasó un intermitente año de alegrías y desdichas. Las primeras en lo referente a conquistas y tramos de juego, las segundas en lo institucional, como tantas otras veces en esos agitados tiempos en la Ciudad Condal. La temporada que finalizaba sería un período de transición entre el pasado, encarnado en la figura mítica de Johan Cruyff y reflejado en el campo y las vitrinas, y el futuro, ya decidido, con la llegada del también holandés Louis Van Gaal.

Entrenadores y crack (foto:pinterest)
Entrenadores y crack (foto:pinterest)

El británico Bobby Robson fue el encargado de relevar a Cruyff – realmente a Carles Rexach, que dirigió las últimas jornadas anteriores tras el cese del Flaco-, dejando atrás las ocho campañas de éste al mando de la nave barcelonista, las mejores de la entidad hasta la llegada del Guardiola entrenador en 2008. Su arribo y su posterior cese, seguramente de manera injustificada, ya estaban marcados. La que no había sido predeterminada fue otra de las salidas más dolorosas y precipitadas de la historia del club. Ese mismo año se fichó a uno de los mejores delanteros de todos los tiempos para relevar a Romario, el último hombre gol del combinado de Johan. Como su predecesor, del PSV Eindhoven llegó Ronaldo, deslumbró y goleó por castigo, para abandonar el barco tras una única campaña por desavenencias con el presidente Núñez en temas contractuales. Esta marcha sí que no estaba prevista. Su marca de 47 goles en 49 partidos, prácticamente la seguridad de gol por encuentro, no sería fácil de recuperar.

Lo cierto es que el FC Barcelona de Robson, asimilándose así al Betis, también fue uno de los últimos mejores equipos catalanes que vienen a la memoria. Desde la despedida de Cruyff hasta la contratación, mucho tiempo después y ya con Joan Laporta en la presidencia, de Frank Rikjaard, el FC Barcelona no encontró el nivel real de un club de su importancia. Robson, con la ayuda de Mourinho como segundo entrenador, formó un bloque plagado de grandes futbolistas y lo hizo funcionar. Funcionó a ratos de manera brillante y otros de modo pragmático. Cuando De la Peña o Guardiola no jugaron juntos, sino que el capitán estuvo acompañado de Popescu en el eje del centro del campo, fueron Ronaldo y Figo los encargados de cerrar las victorias, como la conseguida en la Supercopa de España frente al Atlético de Madrid de Radomir Antic, aunque la fluidez no fuera todo lo continua que se quisiera. Al entrar De la Peña y tomar el mando, mediada la temporada, su sociedad con Pep valió para levantar la Recopa de Europa frente al PSG y la Copa del Rey, y dejar tardes de verdadero espectáculo a ras de césped. Fue un buen año. Si hablamos de un equilibrio dominio-juego-triunfos, fue el mejor de la era post Cruyff, bastante más destacado que cualquiera de las dos Ligas de Van Gaal.

Pues así se plantaron en la final catalanes y andaluces, y el escenario no sería otro que el Santiago Bernabeu. El Real Madrid de Capello y estrellas como Redondo, Raúl, Mijatovic o Davor Suker, que había alzado la Liga, cayó a las primeras de cambio contra el propio Barça, que haría valer su victoria por tres goles a dos en la ida con el empate en la vuelta. El conjunto catalán vencería igualmente al otro principal rival de la capital española en la siguiente ronda, el Atlético de Madrid, en un partido de vuelta memorable con hat trick del 9 brasileño que permitiría la remontada del 3-0 inicial y el abultado resultado de 4-5 con el que acabarían los 90 minutos. Así, los blancos, ni por ellos mismos ni a través de sus vecinos colchoneros, pudieron impedir que su eterno rival compareciese en su estadio para intentar levantar un título.

Muchos nombres que pasarían a la historia del FC Barcelona posteriormente por motivos muy dispares y a veces contrapuestos compondrían la obra aquella noche del 28 de junio. A los ya citados Robson, Mourinho, Serra Ferrer o Alfonso, se añaden el actual entrenador Luis Enrique; el mejor de ellos, Josep Guardiola; el crack que permitió que el Dream Team fuera lo que llegó a ser, el búlgaro Hristo Stoichkov; y la figura más admirada primero y odiada después por los culés, el portugués Figo. El partido fue un derroche de ocasiones y vaivenes, un espectáculo en estado puro. Analizado en perspectiva, la miga no queda ahí, sino que ver lo que representaron algunas de aquellas figuras para el FC Barcelona, el Real Madrid luego, y los anaqueles futboleros siempre, no tiene desperdicio.

Lucho y Nadj (foto:playbuzz)
Lucho y Nadj (foto:playbuzz)

Síntesis de una intensa final

Robson formó con su esquema habitual en 4-2-3-1. El pivote defensivo clásico, en la figura de Popescu, había pasado a mejor vida, cediendo el testigo a la pura creación e imaginación. Guardiola y De la Peña como pareja de medios centros servirían los balones una y otra vez a Luis Enrique y Stoichkov en derecha e izquierda, y a Figo en el centro. En ausencia de Ronaldo, que se encontraba disputando la Copa de América en Bolivia que a la postre levantaría en unión de Romario, Denilson o Roberto Carlos, el encargado de golear en la final sería el hispano-argentino Pizzi. Y como era habitual en él, no defraudaría en tales menesteres. La línea defensiva, como durante la temporada, sería lo más endeble. Vitor Baia y Fernando Couto no cumplieron las expectativas y se mostraron inseguros la mayoría de los partidos. Ferrer estaba en descenso de su mejor nivel, alcanzado allá por inicio de los 90, y Sergi y Abelardo, los restantes componentes, se presentaban como los valores más fiables.

En el Betis se estableció un rígido 4-3-3. Jaro en la portería, dos líneas de extrema solidez en retaguardia, con futbolistas como Vidakovic, Jaime, Merino y el internacional Roberto Ríos, y más adelantados los tres medios organizadores/destructores: Nadj, Alexis y Cañas, para dejar los rápidos ataques al trío de astros del equipo. Finidi, Jarni y mayoritariamente Alfonso, se bastaron para horadar la defensa azulgrana en multitud de ocasiones.

La final se ganó sin la pieza clave, sin Ronaldo, demostrándose una vez más que cuando el esférico va de un lado a otro con sentido y velocidad, cuando los que lo manejan son futbolistas como Lo Pelat o Pep, genios del balón que piensan antes de recibir y de correr, todo suele ser más sencillo.

Por dos veces se adelantaría en el marcador el conjunto de Serra Ferrer. Alfonso abriría el casillero con un gol de rebote tras parada de Baia, y Finidi tras una espectacular jugada del 9 bético volvería a poner por delante a los suyos, remontando así el empate conseguido por Figo con su chut desde la frontal. El 2-2 lo haría Pizzi de cabeza, tras un exquisito toque de balón bombeado de Guardiola. El definitivo 3-2 que coronaba al FC Barcelona en el Santiago Bernabeu lo volvería a hacer la estrella azulgrana Luis Figo, ya en la prórroga, al aprovechar una carambola de un deficiente tiro a portería del nigeriano Amunike.

Alfonso va a marcar (foto: masquebetis)
Alfonso va a marcar (foto: masquebetis)

La final se ganó sin la pieza clave, sin Ronaldo, demostrándose una vez más que cuando el esférico va de un lado a otro con sentido y velocidad, cuando los que lo manejan son futbolistas como Lo Pelat o Pep, genios del balón que piensan antes de recibir y de correr, todo suele ser más sencillo. El Betis, por intensidad global e imaginación en los metros finales, fue mejor que su rival. Pero la suerte le resultó esquiva esta vez, y los mazazos psicológicos que supusieron las igualadas en el tanteador inclinaron la balanza hacia la zona azulgrana.

Fue un gran partido, sin duda. El colofón de dos grandes equipos que disfrutaban en aquel verano del 97 de los últimos días de mayor gloria de la década de 1990.