La primera temporada que se adentraba en este siglo XXI dejaría el recuerdo más infausto de la historia reciente del FC Barcelona. Tras la marcha de Cruyff a finales de la campaña 95/96 nos abandonó el fútbol alegre, despreocupado y netamente ofensivo, pero no los títulos. El inglés Robson en su único año y Louis Van Gaal en sus dos iniciales siguieron llevando trofeos a las vitrinas del Camp Nou. Pero tras las dos Ligas y la Copa conseguidas los años anteriores, la temporada 1999/2000, última en el banquillo azulgrana del entrenador holandés, finalizó en blanco, dando paso así a una sequía que avanzaría sin freno como una pandemia, absolutamente fuera de control.

La conclusión abría así uno de los períodos más dramáticos del Barça desde que llegase Cruyff a últimos de los años 80. La presidencia de Joan Gaspart, que daba inicio ese mismo verano del 2000 tras la dimisión de Núñez, daría paso a una carestía absoluta no sólo de resultados, sino de identidad. El FC Barcelona pasó de ser el mejor equipo de la última década a un mediocre más a quien nadie temía. Serra Ferrer primero, Carles Rexach, nuevamente Van Gaal y Antic después, firmarían desde el banquillo varias temporadas para olvidar, que únicamente la llegada en 2003 de Joan Laporta a la presidencia aparejada a la de Frank Rikjaard en la dirección, conseguirían ir superando.

Fue aquella campaña que dio inicio en agosto del año 1999 algo particular. Nunca se encontró la estabilidad, pero, paradójicamente, se mantuvieron las opciones de título y por ende la esperanza hasta el último momento. Los escasos diez meses que duró parecieron eternos, ya que en el transcurso de los mismos el equipo catalán fue mutando, pareciéndonos en períodos de tiempo relativamente cortos varios equipos distintos, unas veces arrolladores y otras -las más- totalmente endebles.

Van Gaal consiguió culminar su obra, la que se había propuesto desde que sustituyese a Bobby Robson en 1997, pero ésta no resultó generarle los beneficios esperados. Poco a poco formó un equipo a su absoluta medida, fichando una batería de compatriotas y conocidos, la mayoría de su exitoso pasado en el Ajax campeón de Europa de 1995. Pero, a juzgar por el fútbol desarrollado, Louis no analizó correctamente ninguna de las situaciones de su nuevo club. Pudo tratarse de una falta de apreciación del nivel real o el apetito de los fichajes, que llegaban varios años después de su explosión; o igual fue esa disgregación involuntaria que generó con la aún precaria composición de un vestuario con una notable mayoría foránea de nacionalidad común -los europeos podían ficharse libremente desde hacía menos de cinco años, cuando cuajó la Ley Bosman-. Tal vez su férrea disciplina, sus métodos castrenses o su actitud distante que le hacía parecer más un jefe intratable que un componente del plantel, hecho al que muchos de los criados en La Masía y desarrollados con Johan no estaban acostumbrados. O quizá nada de eso y únicamente pesó el azar, la mala fortuna, o la impericia. Pero lo cierto es que en una liga que ningún equipo estuvo cerca de ser dominante, con una plantilla de primer orden, y viniendo con ánimos de reciente campeón, Van Gaal y los suyos naufragaron estrepitosamente desde la primera fecha.

Van Gaal, Rivaldo y Puyol (foto:elcorredors)
Van Gaal, Rivaldo y Puyol (foto:elcorredors)

En lo puramente futbolístico el equipo no afinó, variaciones constantes en las alineaciones y problemas de caracteres afloraron ese año más que nunca. El sistema usado fue el 4-3-3, mediante el que Van Gaal pretendía estabilizar la retaguardia para permitir al tridente de ataque compuesto por Figo, Rivaldo y Kluivert -lo único indiscutible para él- jugar más suelto y decidir los partidos.

La mayor preocupación de Van Gaal en los primeros compases de campeonato no era exclusivamente la carencia de juego, sino el descontento de la principal estrella, Rivaldo.

Varios fueron los aspectos fallidos aquella temporada, el principal: la defensa. Ruud Hesp, que venía de ser la revelación desde su llegada como relevo de Vítor Baía y, a su edad, había alcanzado un nivel propio de los mejores porteros europeos, comenzó la temporada inseguro, por lo acabó siendo sustituido por Arnau, un canterano que aún seguía verde y sobre quien cayó el peso de soportar la debilidad de su muralla defensiva. La línea de cuatro no dejó de variar semana tras semana, y la mayoría de las veces lo hacía de manera poco comprensible. Reiziger, lateral derecho por antonomasia, que había adelantado a Ronald de Boer -que llegó a jugar hasta de organizador- en el carril diestro, pasó al centro de la zaga, casi "obligado" por la irrupción de uno de los mayores aciertos de la era Van Gaal: Carles Puyol y la confianza depositada en él. Bogarde empezó lesionado y cuando se recuperó tampoco dio el mínimo exigido, acumulando fallos en sus partidos iniciales, alternando igualmente las parcelas de central y lateral zurdo. Fran de Boer y Dehú se pasaron el año prácticamente en el banquillo, siendo Abelardo el más beneficiado de ello, ya que su continuidad ayudó a jerarquizarlo, convirtiéndose en el líder y único jugador totalmente fiable de la línea.

Van Gaal decidió ese curso mandar al ostracismo a uno de los mejores laterales izquierdos pasados por el conjunto catalán, que aún contaba con 28 años y volvería a ser indiscutible una vez marchado el míster. Sergi dejaría de participar radicalmente, ocupando el carril izquierdo la mayoría de las ocasiones un extremo como Zenden, otro de los fichajes neerlandeses y quizá el de menor entidad. Pese a que tuvo buenas prestaciones de manera esporádica, sus escasos conceptos tácticos defensivos le hicieron acreedor de las mayores críticas, no llegando a dominar el puesto.

El centro del campo también fue controvertido. Dos ídolos como el excelente capitán Guardiola y el aguerrido Luis Enrique perdieron su sitio apenas iniciada la campaña, lo que generó gran revuelo ambiental, tanto interno como mediático. Pero lo cierto es que los primeros meses de Pep como timón, que cumpliría 29 años y había sido trascendental en la última conquista liguera, no fueron todo lo dominantes que se esperaban. Xavi, que tanto como Puyol sería ascendido un año antes, fue su sustituto delante de la defensa, siendo Litmanen primero, Ronald de Boer más tarde y Gabri finalmente, los recambios de Luis Enrique en el interior derecho que formarían el triángulo central con el único volante imprescindible, el holandés Cocú.

Por extraño que parezca, la mayor preocupación de Van Gaal en los primeros compases de campeonato no era exclusivamente la carencia de juego, sino el descontento de la principal estrella. Rivaldo, que sería galardonado Balón de Oro, estaba cansado de jugar fuera de su mejor puesto. Pegado a la banda había conseguido todos los éxitos desde su arribo dos años antes, pero una vez alcanzada la categoría de mejor jugador del mundo decidió pasar al ataque y exigir un cambio de rol. Quería jugar centrado, con más zona de influencia para asistir y golear. La carencia de media punta central en el mecanismo de Louis impedía eso, y el entrenador tuvo que optar por calmar la insurrección drásticamente: Rivaldo vio varios partidos desde la banca. Finalmente, como no podía ser de otra manera, Van Gaal -y Núñez- lo hizo entrar en razón y Rivo volvió a su posición de extremo izquierdo. Pero sin duda esta batalla perjudicó los intereses del equipo, que durante meses estuvo pendiente de temas que trascendían a lo verdaderamente importante: formar un 11 sólido y comprometido para conseguir dominar los partidos y sumar puntos.

Pese a ello, y seguramente dado el mal año doméstico del Real Madrid, donde fue sustituido Toshack por Del Bosque una vez iniciada la competición llegando a estar a 16 puntos de la cabeza de la tabla; de un Valencia más centrado en la Champions League; y, pese a la victoria final, la falta de calidad pura para mandar con autoridad del Deportivo de La Coruña, el conjunto barcelonista llegó a las últimas fechas con posibilidades de éxito. Que se fueron al traste en un aciago mes de mayo. Como ya la fuera en la Copa del Rey previa, el verdugo del FC Barcelona 2000, de Van Gaal y de Núñez, fue el Valencia de Héctor Cúper y el Piojo López.

Valencia CF 4 - 1 FC Barcelona, ida de las semifinales de Champions League 1999/2000

Tras dominar el grupo de la Champions League por delante de Oporto, Sparta de Praha y Hertha de Berlín, y superar sufrida y épicamente la eliminatoria contra el Chelsea, al Barça le tocó medirse en semifinales contra un Valencia que, pese a quedar segundo en su grupo por detrás del Manchester United, venía lanzado al dejar en la estacada recientemente y de manera autoritaria a uno de los mejores equipos italianos del momento, la Lazio de Verón, Nedved e Inzaghi.

Piojo López y Guardiola al fondo (Foto:eldesmarque)
Piojo López y Guardiola al fondo (Foto:eldesmarque)

La ida se disputó en Mestalla el 2 de mayo del 2000, y allí los aficionados chés vivieron una de las mejores noches que se recuerdan. Un 4-1 final cosechado por un equipo de una insultante media de 25 años pondría pie y medio en la final del día 24 en París, la primera de su historia.

Valencia CF, en 4-4-2: Cañizares/ Angloma - Djukic - Pellegrino - Carboni/ Mendieta - Gerard - Farinós - Kily González/ Angulo - Claudio López

FC Barcelona, en 4-3-3 (3-4-3 según momentos): Hesp/ Puyol - Reiziger - Frank de Boer - Zenden/ Guardiola - Gabri - Cocu/ Dani - Kluivert - Rivaldo

El Barça llegó con la alineación nuevamente variada, asemejándose a un 3-4-3 donde Zenden ocupaba todo el flanco siniestro con un claro cariz ofensivo, y con la sensación de que principalmente a domicilio el grupo no encontraba su juego. Figo no pudo jugar y su lugar -fluctuando entre extremo y segundo delantero- lo ocupó Dani, uno de los mayores goleadores pese a su eterna suplencia. Hesp, Guardiola y Frank de Boer habían vuelto a ser titulares tras los vaivenes, y Cocu, Puyol y Kluivert seguían siendo los mejores. Pese a la sentencia previa de Van Gaal: "Sólo cuando un equipo juega como tal, las individualidades pueden ser la diferencia", lo cierto es que, más aún sin el extremo portugués disponible, todos seguían rezándole a Rivaldo. Reiziger sobre Piojo López atrás para evitar y Rivo arriba para conseguir fueron los puntos calientes. Pero ni ellos ni los intentos de revolución en las figuras de Simao o Litmanen, que sustituyeron a Zenden y Dani respectivamente en la segunda mitad, pudieron hacer nada por evitar el desastre.

El Valencia se mostró implacable, no concedió opciones defensivas, presionó cada jugada y fue letal de cara a gol, dando una cátedra de cómo se debe contraatacar. El ex canterano azulgrana Gerard y el crack Mendieta, autor del tercer tanto desde el punto de penalti, llevaron a los suyos hacia la victoria. Angulo con dos goles, entre ellos el que abrió la lata en el minuto 9, fue el héroe y en compañía de López, que marcó el cuarto en el minuto 90, certificaron la goleada.

La vuelta en la Ciudad Condal acabó con una victoria local por 2-1, pero de poco sirvió. Sangrante fue perder la Liga ante del Deportivo pocos días después, que se unía así a esta eliminación y la famosa retirada en las semifinales de Copa del Rey contra el Atlético de Madrid, y ver levantar la octava Champions League al eterno rival, que pasó por encima de los valencianos por tres goles a cero. Núñez y Van Gaal cogieron las maletas, aquél para no regresar, éste para hacerlo breve y sin gloria. Ambos, en su unión, dejaron un sabor agridulce, pugna entre ganar o ganar haciendo disfrutar a los seguidores.