Todos hemos escuchado a algún aficionado del Athletic decir frases como que su equipo gana cada vez que sale a un campo de fútbol sólo por estar defendiendo una filosofía o que preferirían ver al Athletic en Segunda División antes que fichar a un extranjero.  Es la muestra de lo hondo que ha calado entre la afición esa particular manera de entender la gestión de un club. Y es que, más allá de que se cumpla en términos reales, lo cierto es que desde las oficinas de Ibaigane hace tiempo que se construyó un relato que, con el tiempo, se ha convertido en seña de identidad del club, casi en un dogma de fe.

Definición de la filosofía

La página web del club define esta particularidad de la siguiente manera: “Nuestra filosofía deportiva se rige por el principio que determina que pueden jugar en sus filas los jugadores que se han hecho en la propia cantera y los formados en clubes de Euskal Herria, que engloba a las siguientes demarcaciones territoriales: Bizkaia, Gipuzkoa, Araba, Nafarroa, Lapurdi, Zuberoa y Nafarroa Behera, así como, por supuesto, los jugadores y jugadoras que hayan nacido en alguna de ellas”.  Dejándolo por escrito el club pone fin al debate acerca de la validez o no de casos polémicos como los de Laporte o Saborit y establece un criterio que debería ser válido para las próximas décadas. Porque durante mucho tiempo la ausencia de referencias por escrito permitieron que la filosofía se fuera adaptando a las necesidades de cada momento o que se creyera que siempre había formado parte de la idiosincrasia del club.

Muy al contrario, la realidad es que hubieron de pasar unos años hasta que el Athletic empezó a jugar sólo con jugadores vascos y fue el paso del tiempo el que convirtió este hecho en parte de la filosofía del club. En origen la influencia extranjera era notable y la presencia inglesa se dejaba sentir incluso en el propio nombre del club. Bilbao era por entonces una ciudad que crecía al abrigo de las minas de hierro y del constante comercio de este mineral hacia las islas británicas. Londres era el espejo en el que trataban de mirarse a orillas del Nervión y no tardaron en adoptar sus costumbres.

En 1898 se formó la primera directiva del Athletic, con la presencia del inglés Alfred Mills entre sus miembros. La primera sede social del club se encontraba en un piso sobre el Café Donostiarra, en plena Ribera de Bilbao y su primera camiseta fue azul y blanca. En aquellos años era habitual que el Athletic formara en sus filas con el propio Mills, Cockram, Langford  u otros jugadores de origen británico.

Una práctica que no llamaba la atención ya que, por entonces, era costumbre que los equipos contaran con algún jugador británico en sus filas y no tardó en empezarse a hablar de casos de fichajes cada vez que se acercaban las fechas de la Copa del Rey. Para evitar problemas se estableció que los jugadores extranjeros debían demostrar que llevaban seis meses viviendo en el país.

El origen de la discordia

En 1911 el que todavía se denominaba Campeonato de España se iba a disputar por primera vez en Bilbao. El 9 de Abril, con todas las delegaciones ya en la ciudad y a unas horas del primer partido, la Real Sociedad denunció la presencia de dos jugadores ingleses en las filas del Athletic que no cumplían con los requisitos que establecía el reglamento. La Federación Española de Clubes de Fútbol determinó que se jugaran los partidos de aquel día y posteriormente tomarían una decisión. El Athletic saltó al campo de Jolaseta con los dos ingleses en sus filas, Smith y Martin, además de un tercer jugador de origen británico, Veitch. Venció por 2-0 al Fortuna de Vigo y siguió adelante en la competición. Por la noche la tensión que el conflicto de los ingleses había provocado entre los participantes llegó al punto de que una discusión en el Club Naútico entre el jugador del Español, Méndez, y el del Athletic, Belaustegigoitia, finalizó con una batalla campal y el jugador periquito en el hospital. Al día siguiente la FECF desestimó la denuncia de la Real y el equipo txuriurdin decidió retirarse de la competición y volver a Donosti.

Con los clubes totalmente divididos, la competición siguió adelante. El Barcelona eliminó a la Gimnástica de Madrid por 4-0, pero fue denunciado por haber alineado a cuatro extranjeros. Esta vez la FECF estableció que debía repetirse el partido sin la presencia de los extranjeros, el club catalán se negó a volver a enfrentarse a la Gimnástica y decidió tomar el tren de vuelta a Barcelona.

Mientras los culés eran recibidos por una multitud en el apeadero del Paseo de Gracia, en Bilbao el Athletic se proclamaba campeón del Campeonato de España, aunque tomando la precaución de no alinear a los polémicos Smith y Martin. En los meses siguientes los coletazos del conflicto se llevaron por delante consecutivamente a tres presidentes de la FECF.

Con los clubes completamente divididos, para la Copa de 1912 se buscó terminar con el conflicto y se estableció un nuevo reglamento por el que sólo podrían participar jugadores españoles, “considerando como tales a quienes lo son según la Constitución del Estado español”. Con esta nueva reglamentación desaparecieron los apellidos ingleses de las alineaciones del Athletic y del resto de clubes de fútbol. Años más tarde, con la llegada del profesionalismo, Valencia, Real Madrid o Barcelona empezaron a contratar jugadores, pero el Athletic no se sumó a la moda. Cuando empezaron a llegar las figuras extranjeras, los Kubala, Di Stefano o Puskas, en Bilbao siguieron apostando por los jugadores vascos y entonces se empezó a hablar de la filosofía como una de las señas de identidad del club aun a expensas de perder capacidad competitiva.